Anoche, en Televisión Española, en el programa "Tengo una pregunta para usted", delante de los mismos ciudadanos a los que, desde la distancia y refugiado en la Moncloa, manipula con facilidad y conduce hacia la ruina, Zapatero se sintió acorralado y demostró que no tiene recursos, ni credibilidad. Parecía un tirititero desconcertado, sin otra salida que negarlo todo: "No mentí", "no engañé", "no lo dije", "no negué la crisis", "no permanecí sentado ante la bandera americana, "las armas que España ha vendido a Israel no han sido utilizadas en Gaza", "no han captado los matices", "no fue así", "no me entiende"...
Al encontrarse frente a frente con sus víctimas habituales, ciudadanos soberanos que también son "sus jefes" en democracia, los mismos que le pagan el sueldo, aunque él jamás lo reconozca, el político sonriente fracasó y exhibió con toda crudeza su poca credibilidad, su enfermiza afición a negar lo evidente, su incapacidad para vincularse a la verdad y a la franqueza.
Es tan soberbio y tiene tanta confianza en la fortuna, que se metió como un incauto en la boca del lobo, ignorando que no se le puede pedir "confianza" ni se puede "domar" con la sonrisa a quien está en el paro y no sabe como alimentar a sus hijos. Hay más de tres millones de españoles en esa situación y nos dirigimos raudos hacia los cuatro millones. Pedir "confianza" a los que se precipitan en la pobreza y la desesperación es una "gesta" que no puede conseguir ni el mejor trilero del mundo.
La prudencia le aconsejaba no regresar al mismo plató donde, en su anterior comparecencia, mintió hasta la extenuación, presentando una España que jugaba en la "Champion", hablando de "desaceleración" y ocultando una crisis que ya por entonces hacía estragos en las entrañas ocultas de España.
Pero él se considera un pastor-mago capaz de conducir a los borregos, alegres y cantarines, hasta el matadero.
La mejor respuesta a las manipulaciones y engaños del inepto sonriente la dio anoche un ciudadano que llamó a Radio Nacional de España para comentar la intervención del presidente: "Que nos diga la dirección de la 'Confianza' porque voy a ir verla, a ver si me da trabajo".
Desde mi sofá, delante de la pantalla, contemplando al líder que el destino y los votos irresponsables nos han impuesto, sentí vergüenza ajena, pena de España y miedo al futuro. Me sentía como si viajara en un barco desvencijado, en medio de una tormenta terrible, con un capitán borracho al timón.
Al encontrarse frente a frente con sus víctimas habituales, ciudadanos soberanos que también son "sus jefes" en democracia, los mismos que le pagan el sueldo, aunque él jamás lo reconozca, el político sonriente fracasó y exhibió con toda crudeza su poca credibilidad, su enfermiza afición a negar lo evidente, su incapacidad para vincularse a la verdad y a la franqueza.
Es tan soberbio y tiene tanta confianza en la fortuna, que se metió como un incauto en la boca del lobo, ignorando que no se le puede pedir "confianza" ni se puede "domar" con la sonrisa a quien está en el paro y no sabe como alimentar a sus hijos. Hay más de tres millones de españoles en esa situación y nos dirigimos raudos hacia los cuatro millones. Pedir "confianza" a los que se precipitan en la pobreza y la desesperación es una "gesta" que no puede conseguir ni el mejor trilero del mundo.
La prudencia le aconsejaba no regresar al mismo plató donde, en su anterior comparecencia, mintió hasta la extenuación, presentando una España que jugaba en la "Champion", hablando de "desaceleración" y ocultando una crisis que ya por entonces hacía estragos en las entrañas ocultas de España.
Pero él se considera un pastor-mago capaz de conducir a los borregos, alegres y cantarines, hasta el matadero.
La mejor respuesta a las manipulaciones y engaños del inepto sonriente la dio anoche un ciudadano que llamó a Radio Nacional de España para comentar la intervención del presidente: "Que nos diga la dirección de la 'Confianza' porque voy a ir verla, a ver si me da trabajo".
Desde mi sofá, delante de la pantalla, contemplando al líder que el destino y los votos irresponsables nos han impuesto, sentí vergüenza ajena, pena de España y miedo al futuro. Me sentía como si viajara en un barco desvencijado, en medio de una tormenta terrible, con un capitán borracho al timón.
Comentarios: