Franco estaba casi olvidado cuando el nefasto Zapatero llegó al poder, pero ese personaje inepto, mediocre y perverso lo resucitó y desató en España una espiral de odio que ha hecho retroceder al país y ha envilecido a gran parte de la ciudadanía.
El odio, la división y los rencores desatados por los socialistas no solo aniquilaron la bonita corriente de perdón, concordia y olvido del pasado que floreció en la Transición, sino que destrozó la convivencia, hizo trizas los grandes valores heredados del pasado e instauró la división, el odio y la vileza en la política española.
Ese desastre es responsabilidad del socialismo y sus aliados comunistas e independentistas, aunque la derecha tradicional no está exenta de culpa por no haber sabido oponerse a esa bajeza y no haber sabido neutralizarla.
Franco era casi un desconocido hace dos décadas, pero hoy, gracias al odio y la vileza desatados por Zapatero y Sánchez, es un héroe, sobre todo entre los jóvenes españoles.
El auge del neofranquismo beneficia a VOX y amenaza con acabar con el bipartidismo que ha dominado la política española desde la muerte de Franco.
Filosófica y políticamente, el franquismo es la antítesis del sanchismo, una mezcla de patriotismo, justicia, decencia y buen gobierno que puede salvar a España de la decadencia, corrupción, hipocresía, mentiras e injusticia dominantes bajo el gobierno de Pedro Sánchez.
El neofranquismo, en la mente de los jóvenes que lo profesan, equivale a menos impuestos, castigo para los corruptos, erradicación de injusticias y canalladas como la de los ladrones de viviendas (okupas) con impunidad, recuperación de los viejos valores perdidos, menos políticos y parásitos a cargo del Estado, más control de las fronteras, menos inmigración desbocada, menos delincuencia en las calles, mejores servicios básicos, como la salud y la educación, y más justicia y equidad en el gobierno.
Francisco Rubiales
El odio, la división y los rencores desatados por los socialistas no solo aniquilaron la bonita corriente de perdón, concordia y olvido del pasado que floreció en la Transición, sino que destrozó la convivencia, hizo trizas los grandes valores heredados del pasado e instauró la división, el odio y la vileza en la política española.
Ese desastre es responsabilidad del socialismo y sus aliados comunistas e independentistas, aunque la derecha tradicional no está exenta de culpa por no haber sabido oponerse a esa bajeza y no haber sabido neutralizarla.
Franco era casi un desconocido hace dos décadas, pero hoy, gracias al odio y la vileza desatados por Zapatero y Sánchez, es un héroe, sobre todo entre los jóvenes españoles.
El auge del neofranquismo beneficia a VOX y amenaza con acabar con el bipartidismo que ha dominado la política española desde la muerte de Franco.
Filosófica y políticamente, el franquismo es la antítesis del sanchismo, una mezcla de patriotismo, justicia, decencia y buen gobierno que puede salvar a España de la decadencia, corrupción, hipocresía, mentiras e injusticia dominantes bajo el gobierno de Pedro Sánchez.
El neofranquismo, en la mente de los jóvenes que lo profesan, equivale a menos impuestos, castigo para los corruptos, erradicación de injusticias y canalladas como la de los ladrones de viviendas (okupas) con impunidad, recuperación de los viejos valores perdidos, menos políticos y parásitos a cargo del Estado, más control de las fronteras, menos inmigración desbocada, menos delincuencia en las calles, mejores servicios básicos, como la salud y la educación, y más justicia y equidad en el gobierno.
Francisco Rubiales
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