España está siendo invadida por sicarios, asesinos que cobran por matar, como es habitual en algunos países violentos y dominados por el narcotráfico en América Latina, África y Asia. Han sido sicarios los que acaban de matar, por encargo, al piloto ruso Maxim Kuzmínov, que desertó a Ucrania pilotando su helicóptero y fue premiado por el gobierno ucraniano con medio millón de dólares. El piloto desertor, odiado por Putin por el ejemplo que representó su acto de rebeldía, creyó erróneamente que en España podría sobrevivir, escondido en uno de sus pueblos.
El gobierno de Sánchez no ha aclarado si Kuzminov disfrutaba o no de protección policial en España, pero si la tuvo no le sirvió de nada porque el brazo asesino de Putin le alcanzó a través de sicarios bien pagados.
Otra víctima reciente de los sicarios de España fue el político de derechas Alejo Vidal-Quadras, que sobrevivió tras ser tiroteado en pleno rostro, cuando salía de su casa, sin que todavía, después de meses de investigación, se sepa quiénes y por encargo de quien le quisieron matar.
Pero estos dos son los atentados de cariz político, los menos abundantes por ahora, a los que hay que agregar desapariciones, envenenamientos no aclarados y muchos asesinados que la policía califica como ajustes de cuentas entre bandas de delincuentes, siempre obra de sicarios ue cumplian encargos.
España, antes de que el sanchismo pusiera sus manos sobre el poder, era uno de los países más seguros del mundo. Pero ahora, después del mandato de Sánchez y de la invasión de inmigrantes, que jamás son controlados ni filtrados, y de los ejércitos de sicarios que están operativos, España se está convirtiendo en un país donde la vida vale poco.
He preguntado a amigos policías y a un guardia civil de confianza y sus respuestas siempre van en el mismo sentido: la seguridad empeora en España día a día y se puede ya contratar una muerte por poco más de un millar de euros.
El empeoramiento de la seguridad y el número de delitos crecen en España, pero el gobierno lo oculta.
Las fuerzas de orden público se quejan del escaso interés del gobierno en acabar con la inseguridad creciente y secundan la sorprendente y convincente tesis del presidente salvadoreño Bukele, según el cual cuando un gobierno no acaba con el crimen es porque es cómplice y no quiere hacerlo.
Bukele ha sorprendido al mundo convirtiendo a su país, El Salvador, en uno de los más seguros del planeta, cuando hace pocos meses era el más peligroso e inseguro del continente americano y del mundo entero.
Ha bastado con poner los recursos del Estado al servicio de la seguridad ciudadana y del bien común, en lugar de hacerlo para los políticos que mandan, para que el crimen desaparezca por completo, poniendo en evidencia una verdad que los políticos corruptos ocultan, sobre todo desde la izquierda: que el delito, si subsiste, es porque los gobiernos lo alimentan y protegen.
Ese principio, indiscutido e indiscutible, demuestra que si España se está convirtiendo en tierra de narcotraficantes y sicarios es porque Pedro Sánchez, Marlasca y el PSOE así lo quieren. Sin más rodeos.
Francisco Rubiales
El gobierno de Sánchez no ha aclarado si Kuzminov disfrutaba o no de protección policial en España, pero si la tuvo no le sirvió de nada porque el brazo asesino de Putin le alcanzó a través de sicarios bien pagados.
Otra víctima reciente de los sicarios de España fue el político de derechas Alejo Vidal-Quadras, que sobrevivió tras ser tiroteado en pleno rostro, cuando salía de su casa, sin que todavía, después de meses de investigación, se sepa quiénes y por encargo de quien le quisieron matar.
Pero estos dos son los atentados de cariz político, los menos abundantes por ahora, a los que hay que agregar desapariciones, envenenamientos no aclarados y muchos asesinados que la policía califica como ajustes de cuentas entre bandas de delincuentes, siempre obra de sicarios ue cumplian encargos.
España, antes de que el sanchismo pusiera sus manos sobre el poder, era uno de los países más seguros del mundo. Pero ahora, después del mandato de Sánchez y de la invasión de inmigrantes, que jamás son controlados ni filtrados, y de los ejércitos de sicarios que están operativos, España se está convirtiendo en un país donde la vida vale poco.
He preguntado a amigos policías y a un guardia civil de confianza y sus respuestas siempre van en el mismo sentido: la seguridad empeora en España día a día y se puede ya contratar una muerte por poco más de un millar de euros.
El empeoramiento de la seguridad y el número de delitos crecen en España, pero el gobierno lo oculta.
Las fuerzas de orden público se quejan del escaso interés del gobierno en acabar con la inseguridad creciente y secundan la sorprendente y convincente tesis del presidente salvadoreño Bukele, según el cual cuando un gobierno no acaba con el crimen es porque es cómplice y no quiere hacerlo.
Bukele ha sorprendido al mundo convirtiendo a su país, El Salvador, en uno de los más seguros del planeta, cuando hace pocos meses era el más peligroso e inseguro del continente americano y del mundo entero.
Ha bastado con poner los recursos del Estado al servicio de la seguridad ciudadana y del bien común, en lugar de hacerlo para los políticos que mandan, para que el crimen desaparezca por completo, poniendo en evidencia una verdad que los políticos corruptos ocultan, sobre todo desde la izquierda: que el delito, si subsiste, es porque los gobiernos lo alimentan y protegen.
Ese principio, indiscutido e indiscutible, demuestra que si España se está convirtiendo en tierra de narcotraficantes y sicarios es porque Pedro Sánchez, Marlasca y el PSOE así lo quieren. Sin más rodeos.
Francisco Rubiales
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