Si en España se realizara una encuesta (seguramente la ha hecho el CIS, pero sin publicar sus resultados) que preguntara a los ciudadanos si consideran a Marruecos un país amigo, descubriríamos la verdad preocupante de que Marruecos es el único país del mundo por el que los españoles sienten enemistad y hasta hostilidad.
Ese sentimiento no es nuevo ni pasajero sino que está arraigado en la cultura española desde hace demasiados años, alimentado por hechos como la conquista musulmana de España en el siblo VIII y la posterior Reconquista, las sangrientas guerras españolas con los rebeldes del Rif a principios del siglo XX, la participación de tropas de choque marroquíes en la Guerra Civil Española, al lado del ejército de Franco, y por una actualidad compleja caracterizada por las tensiones fronterizas, la reivindicación marroquí de Ceuta y Melilla, el reciente conflicto de la isla de Perejil, la Marcha Verde, el doloroso asunto del Sahara, la invasión de los inmigrantes ilegales que cruzan el estrecho y la actitud conflictiva de muchos inmigrantes marroquíes establecidos en España.
La distancia que separa a la sociedad española de Marruecos es un hecho real y preocupante, aunque los políticos españoles lo oculten y consideren al país vecino como "amigo".
Los empresarios andaluces han expresado repetidas veces que prefieren contratar a latinoamericanos y a inmigrantes centroeuropeos antes que a los marroquíes, que llegan con actitudes más conflictivas y a veces hostiles, como si se consideraran con derechos especiales en España.
Pero, sin duda, lo que más enerva a los españoles es la actitud de indiferencia y hasta protección silenciosa que el gobierno de Marruecos practica con respecto a la inmigración clandestina que llega a España atravesando el Estrecho de Gibraltar, en pateras cada día más cargadas de mujeres embarazadas y bebés. Los centros andaluces de acogida de jóvenes marroquíes están abarrotados y los servicios de asistencia social, agotados, mientras el gobierno andaluz hace pública ostentación de su amistad y cooperación con Marruecos.
El problema marroquí es grave y el gobierno español debe afrontarlo. Tendrá que realizar esfuerzos para que ambos pueblos sustituyan la desconfianza y el actual rechazo por otros sentimientos más amigables.
La prensa andaluza es casi unánime hoy al condenar la actitud de Marruecos frente a la inmigración ilegal. Este fin de semana, aprovechando el buen clima y estado del mar, Andalucía ha padecido una invasión de pateras, con más de 300 personas capturadas, en su mayoría magrebies.
El diario "El Mundo" califica de "negocio canalla" el de la inmigración y acusa a Marruecos de alentarlo, ante la indiferencia de las autoridades andaluzas y españolas, a las que exige que presionen al monarca alauita para que controle el humillante y degradante tráfico humano del Estrecho.
Ese sentimiento no es nuevo ni pasajero sino que está arraigado en la cultura española desde hace demasiados años, alimentado por hechos como la conquista musulmana de España en el siblo VIII y la posterior Reconquista, las sangrientas guerras españolas con los rebeldes del Rif a principios del siglo XX, la participación de tropas de choque marroquíes en la Guerra Civil Española, al lado del ejército de Franco, y por una actualidad compleja caracterizada por las tensiones fronterizas, la reivindicación marroquí de Ceuta y Melilla, el reciente conflicto de la isla de Perejil, la Marcha Verde, el doloroso asunto del Sahara, la invasión de los inmigrantes ilegales que cruzan el estrecho y la actitud conflictiva de muchos inmigrantes marroquíes establecidos en España.
La distancia que separa a la sociedad española de Marruecos es un hecho real y preocupante, aunque los políticos españoles lo oculten y consideren al país vecino como "amigo".
Los empresarios andaluces han expresado repetidas veces que prefieren contratar a latinoamericanos y a inmigrantes centroeuropeos antes que a los marroquíes, que llegan con actitudes más conflictivas y a veces hostiles, como si se consideraran con derechos especiales en España.
Pero, sin duda, lo que más enerva a los españoles es la actitud de indiferencia y hasta protección silenciosa que el gobierno de Marruecos practica con respecto a la inmigración clandestina que llega a España atravesando el Estrecho de Gibraltar, en pateras cada día más cargadas de mujeres embarazadas y bebés. Los centros andaluces de acogida de jóvenes marroquíes están abarrotados y los servicios de asistencia social, agotados, mientras el gobierno andaluz hace pública ostentación de su amistad y cooperación con Marruecos.
El problema marroquí es grave y el gobierno español debe afrontarlo. Tendrá que realizar esfuerzos para que ambos pueblos sustituyan la desconfianza y el actual rechazo por otros sentimientos más amigables.
La prensa andaluza es casi unánime hoy al condenar la actitud de Marruecos frente a la inmigración ilegal. Este fin de semana, aprovechando el buen clima y estado del mar, Andalucía ha padecido una invasión de pateras, con más de 300 personas capturadas, en su mayoría magrebies.
El diario "El Mundo" califica de "negocio canalla" el de la inmigración y acusa a Marruecos de alentarlo, ante la indiferencia de las autoridades andaluzas y españolas, a las que exige que presionen al monarca alauita para que controle el humillante y degradante tráfico humano del Estrecho.
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