Sin políticos España vence y se une. Con los políticos retrocede y se divide. Los políticos demuestran cada día que son una fuerza negativa, retrógrada, castrante, nociva y contraria a los intereses y deseos del pueblo. Si los ciudadanos quieren unidad, la política los divide; si quieren buenos servicios, la política dispensa servicios públicos tercermundistas; si la ciudadanía quiere prosperidad y justicia, los políticos imponen la división, el odio y la injusticia. El pueblo quiere castigo para los corruptos y desleales, pero el poder político los perdona con indultos, amnistías, cambio de leyes y manipulación obscena de la Justicia y los tribunales.
Los separatistas catalanes y vascos están aterrorizados ante el apoyo entusiasta de sus ciudadanos a la selección española de fútbol y ante la proliferación de banderas y cánticos patrióticos.
Los ciudadanos españoles, en su inmensa mayoría, quieren que la inmigración sea limitada y controlada, pero los políticos imponen la inmigración masiva y descontrolada. Los españoles quieren seguridad, pero el gobierno estimula la inseguridad llenando las calles de delincuentes, sembrando división y odio y poniendo en peligro la convivencia. Los españoles quieren menos impuestos, pero los políticos que gobiernan los saquean y esquilman sin piedad. Los españoles quieren mano dura contra los corruptos, pero los partidos y el gobierno están llenos de corruptos. Queremos que los catalanes delincuentes que han querido romper España sean castigados, pero el gobierno los indulta y les premia con dinero y privilegios. Los ciudadanos odian a los delincuentes callejeros, pero los políticos están llenando las ciudades de carteristas, ladrones, asaltantes, violadores y asesinos. Los ciudadanos no quieren que los okupas roben viviendas con impunidad, pero los que gobiernan protegen a esa chusma delincuente.
Aquellos espacios donde la política no ha entrado, como el deporte, el Banco de España y unos pocos más, siguen siendo ejemplares. lo contrario de lo que ocurre en aquellos donde la política ha penetrado y domina, como la sanidad, la universidad, la docencia, la investigación, la economía, etcétera.
España, sin los políticos castrantes, corruptos y hasta delincuentes que hoy posee, sería una gran nación.
Los dos grandes partidos políticos españoles, PSOE y PP, los que han gobernado el país desde la muerte de Franco, a veces con la ayuda de nacionalismos degenerados y antiespañoles o de comunistas totalitarios inhumanos, se han convertido en las dos asociaciones para delinquir mayores del país, si se tienen en cuenta sus miembros y dirigentes juzgados, condenados o bajo investigación. Sólo la banda terrorista ETA los supera, sobre todo en la gravedad de los crímenes cometidos.
La política y los políticos son un castigo y un flagelo para España.
Queremos democracia y nos dan tiranía. Queremos un gobierno que sea nuestro aliado, pero ellos se comportan como enemigos. Queremos limpieza, pero los políticos nos inundan de excrementos. Queremos una justicia igual para todos y nos imponen una injusticia que perdona a los amigos del poder y se ensaña con los disidentes. Queremos una Hacienda Pública justa e imparcial, pero la utilizan como un martillo para golpear y esquilmar a los adversarios del socialismo, queremos prosperidad y nos dan desempleo y pérdida de poder adquisitivo. Deseamos la paz y nos imponen un ambiente tóxico de odio, división e inseguridad.
Malditos sean los políticos corrompidos que se han apoderado del Estado e infectan los espacios e instituciones claves de la nación.
Si España quiere resurgir un día y volver a ser grande, primero tiene que desparasitarse de la morralla política que la paraliza, infecta y degenera.
Francisco Rubiales
Los separatistas catalanes y vascos están aterrorizados ante el apoyo entusiasta de sus ciudadanos a la selección española de fútbol y ante la proliferación de banderas y cánticos patrióticos.
Los ciudadanos españoles, en su inmensa mayoría, quieren que la inmigración sea limitada y controlada, pero los políticos imponen la inmigración masiva y descontrolada. Los españoles quieren seguridad, pero el gobierno estimula la inseguridad llenando las calles de delincuentes, sembrando división y odio y poniendo en peligro la convivencia. Los españoles quieren menos impuestos, pero los políticos que gobiernan los saquean y esquilman sin piedad. Los españoles quieren mano dura contra los corruptos, pero los partidos y el gobierno están llenos de corruptos. Queremos que los catalanes delincuentes que han querido romper España sean castigados, pero el gobierno los indulta y les premia con dinero y privilegios. Los ciudadanos odian a los delincuentes callejeros, pero los políticos están llenando las ciudades de carteristas, ladrones, asaltantes, violadores y asesinos. Los ciudadanos no quieren que los okupas roben viviendas con impunidad, pero los que gobiernan protegen a esa chusma delincuente.
Aquellos espacios donde la política no ha entrado, como el deporte, el Banco de España y unos pocos más, siguen siendo ejemplares. lo contrario de lo que ocurre en aquellos donde la política ha penetrado y domina, como la sanidad, la universidad, la docencia, la investigación, la economía, etcétera.
España, sin los políticos castrantes, corruptos y hasta delincuentes que hoy posee, sería una gran nación.
Los dos grandes partidos políticos españoles, PSOE y PP, los que han gobernado el país desde la muerte de Franco, a veces con la ayuda de nacionalismos degenerados y antiespañoles o de comunistas totalitarios inhumanos, se han convertido en las dos asociaciones para delinquir mayores del país, si se tienen en cuenta sus miembros y dirigentes juzgados, condenados o bajo investigación. Sólo la banda terrorista ETA los supera, sobre todo en la gravedad de los crímenes cometidos.
La política y los políticos son un castigo y un flagelo para España.
Queremos democracia y nos dan tiranía. Queremos un gobierno que sea nuestro aliado, pero ellos se comportan como enemigos. Queremos limpieza, pero los políticos nos inundan de excrementos. Queremos una justicia igual para todos y nos imponen una injusticia que perdona a los amigos del poder y se ensaña con los disidentes. Queremos una Hacienda Pública justa e imparcial, pero la utilizan como un martillo para golpear y esquilmar a los adversarios del socialismo, queremos prosperidad y nos dan desempleo y pérdida de poder adquisitivo. Deseamos la paz y nos imponen un ambiente tóxico de odio, división e inseguridad.
Malditos sean los políticos corrompidos que se han apoderado del Estado e infectan los espacios e instituciones claves de la nación.
Si España quiere resurgir un día y volver a ser grande, primero tiene que desparasitarse de la morralla política que la paraliza, infecta y degenera.
Francisco Rubiales
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