Los sentimientos antiespañoles del PSOE fueron cuidadosamente ocultados en la Transición y durante la etapa de Felipe González porque no convenían a la política socialista de captación de poder y de votos, pero nunca murieron. Con Zapatero empezaron a aflorar, impulsados por la ley de Memoria Histórica y el espíritu de revancha, pero ha sido con Pedro Sánchez cuando han estallado de nuevo y han hecho posible las alianzas sanchistas con partidos llenos de odio a España.
Se odia a España no sólo diciéndole "Te odio", sino también al empobrecerla, dividirla, gobernarla en contra de la voluntad popular, amparando el independentismo y el golpismo, indultando a los delincuentes que quisieron destruir la unidad, esquilmando a los españoles con impuestos y despilfarro, cambiando leyes para facilitar la corrupción, asaltando el poder judicial, aislando internacionalmente el país, desprestigiándolo, mintiendo, incumpliendo las promesas electorales y realizando agresiones a la Constitución y la democracia.
Hoy no gritan ¡Muera España! porque en esta época la política es más suave y sutil, aunque no menos eficaz y maligna. No se tortura, pero se logra que la población se autocensure por miedo al poder; no se fusila, pero se aniquila moral y profesionalmente a los disidentes; no se hace alarde del odio, pero se apoya y ampara a los que odian a España y quieren destruirla, con los que se gobierna y a los que se colma de inversiones, ventajas y beneficios.
Lo sorprendente e incomprensible no es que Ábalos, amigo y lugarteniente de Sánchez, esté tan podrido y que Sánchez y su gobierno hayan perdido toda la ética y el decoro, sino que todo un partido como el PSOE, con millones de militantes y votantes, convivan sin vomitar con tanta porquería apestosa e infame.
Millones de españoles creen ya que los únicos años en los que los socialistas no robaron ni maltrataron a España fueron los 40 que duró el franquismo. Es precisamente esa hostilidad antisocialista de Franco lo que más admiran hoy muchos demócratas españoles que se sienten indignados ante los abusos y corrupciones del sanchismo.
La España de Sánchez es una pocilga infectado de falsedades y mentiras, donde se alteran los datos y las cifras, se ocultan los fracasos, se niegan los retrocesos económicos, se tapan los escándalos y se apoya en silencio la corrupción y el saqueo.
Si el caso Koldo, que es el caso del ministro Ábalos y de Pedro Sánchez, mentor de ambos, es el paradigma de la corrupción en el sanchismo, la injusta y anticonstitucional Ley de Amnistía lo es del odio socialista a España, a la democracia y al Estado de Derecho.
La pocilga española de Sánchez es el paraíso internacional de casi todas las porquerías existentes: mentiras, tráfico y consumo de drogas, trata de blancas, blanqueo de dinero, refugio de delincuentes y mafiosos, divorcio entre ciudadanos y políticos, abuso de poder, hipertrofia enfermiza del Estado, despilfarro, endeudamiento suicida, opacidad, asalto a la Justicia, manipulación, protección a los okupas ladrones de viviendas, compra de medios y voluntades y un larguísimo etcétera que incluye inmigración ilegal descontrolada y un pavoroso crecimiento de la inseguridad ciudadana.
Todo eso es puro odio a España porque "obras son amores y no buenas razones" y las obras del poder sanchista constituyen puñaladas a la grandeza y solvencia de España como nación de hombres y mujeres libres.
Francisco Rubiales
Se odia a España no sólo diciéndole "Te odio", sino también al empobrecerla, dividirla, gobernarla en contra de la voluntad popular, amparando el independentismo y el golpismo, indultando a los delincuentes que quisieron destruir la unidad, esquilmando a los españoles con impuestos y despilfarro, cambiando leyes para facilitar la corrupción, asaltando el poder judicial, aislando internacionalmente el país, desprestigiándolo, mintiendo, incumpliendo las promesas electorales y realizando agresiones a la Constitución y la democracia.
Hoy no gritan ¡Muera España! porque en esta época la política es más suave y sutil, aunque no menos eficaz y maligna. No se tortura, pero se logra que la población se autocensure por miedo al poder; no se fusila, pero se aniquila moral y profesionalmente a los disidentes; no se hace alarde del odio, pero se apoya y ampara a los que odian a España y quieren destruirla, con los que se gobierna y a los que se colma de inversiones, ventajas y beneficios.
Lo sorprendente e incomprensible no es que Ábalos, amigo y lugarteniente de Sánchez, esté tan podrido y que Sánchez y su gobierno hayan perdido toda la ética y el decoro, sino que todo un partido como el PSOE, con millones de militantes y votantes, convivan sin vomitar con tanta porquería apestosa e infame.
Millones de españoles creen ya que los únicos años en los que los socialistas no robaron ni maltrataron a España fueron los 40 que duró el franquismo. Es precisamente esa hostilidad antisocialista de Franco lo que más admiran hoy muchos demócratas españoles que se sienten indignados ante los abusos y corrupciones del sanchismo.
La España de Sánchez es una pocilga infectado de falsedades y mentiras, donde se alteran los datos y las cifras, se ocultan los fracasos, se niegan los retrocesos económicos, se tapan los escándalos y se apoya en silencio la corrupción y el saqueo.
Si el caso Koldo, que es el caso del ministro Ábalos y de Pedro Sánchez, mentor de ambos, es el paradigma de la corrupción en el sanchismo, la injusta y anticonstitucional Ley de Amnistía lo es del odio socialista a España, a la democracia y al Estado de Derecho.
La pocilga española de Sánchez es el paraíso internacional de casi todas las porquerías existentes: mentiras, tráfico y consumo de drogas, trata de blancas, blanqueo de dinero, refugio de delincuentes y mafiosos, divorcio entre ciudadanos y políticos, abuso de poder, hipertrofia enfermiza del Estado, despilfarro, endeudamiento suicida, opacidad, asalto a la Justicia, manipulación, protección a los okupas ladrones de viviendas, compra de medios y voluntades y un larguísimo etcétera que incluye inmigración ilegal descontrolada y un pavoroso crecimiento de la inseguridad ciudadana.
Todo eso es puro odio a España porque "obras son amores y no buenas razones" y las obras del poder sanchista constituyen puñaladas a la grandeza y solvencia de España como nación de hombres y mujeres libres.
Francisco Rubiales
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