El gobierno español se ha cubierto de oprobio y de vergüenza al recomendar a los deportistas españoles que acuden a los Juegos Olímpicos de Beijing que no hablen de política, de religión o de otros temas conflictivos. Para colmo de bochorno, la recomendación parte nada menos que de la vicepresidenta primera, Mary Tere de la Vega, seúnda autoridad en el gobierno, después de Zapatero.
La vicepresidenta, al recomendar silencio sobre temas políticos y polémicos, se confunde porque expresarse libremente no es hacer política sino ejercer un derecho humano fundamental reconocido universalmente.
Dentro de algunos años, cuando se analice con toda crudeza y libertad lo que significaron los Juegos Olímpicos de Beijing 2008, las democracias se avergonzarán de su comportamiento restrero y cobarde ante la tiranía China y el Comité Olímpico Internacional se llenará de oprobio. España, tras su recomendación, que viola directamente la declaración fundamental de los derechos humanos, ocupará uno de los puestos más altos en ese ranking del oprobio internacional.
El Presidente del Comité Olímpico Español (COE), Alejandro Blanco, de acuerdo con lo exigido por el Presidente del Comité Olímpico Internacional (COI), Jacques Rogge, ha advertido también a los deportistas españoles que, si realizan declaraciones de contenido político, serán expulsados de los Juegos.
No cabe más vileza y sumisión en un país que se dice democrático ante una tiranía como la china, que aplasta la libertad y los derechos humanos.
Por su comportamiento cobarde, España demuestra ser un país sin principios, colocado en la cabeza de la cobardía internacional, merecedor de una enorme cuota de oprobio y de vergüenza cuando se analice su comportamiento vil ante las olimpiadas chinas.
Pensábamos que el espíritu deportivo y olímpico albergaba en su esencia la libertad y la lucha por ser más personas, pero el comportamiento de los responsables del deporte español demuestra que el país carece de principios, no tiene interés alguno en defender los valores y está podrido hasta el tuétano.
Alejandro Blanco, portavoz de la indecencia de un pueblo sin principios, ha tenido la desvergüenza de afirmar que "es el momento del deporte" y que "el de la política será otro", ignorando que no hay dignidad ni valor alguno en un pueblo cobarde que ignora los crímenes del gobierno chino contra la libertad, contra el derecho a disentir y contra el deseo de sus ciudadanos de expresarse libremente.
Para Blanco, y aobre todo para los que le respaldan desde el gobierno, que parece haberse impregnado hasta la médula del mundo sin valores y principios que pregoniza Zapatero y su gobierno, lo único importante de China son su mercado y sus negocios, aunque para acceder a ese mercado tengan que olvidarse los valores y principios que dan sentido a nuestras vidas de ciudadanos demócratas.
China 2008 se perfila ya como otros juegos olímpicos tan cargados de ignominia para los occidentales libres como aquellos de Berlín 1936, en los que las naciones libres se inclinaron ante el dictador Hitler, olvidando cobardemente todos los valores y principios.
La vicepresidenta, al recomendar silencio sobre temas políticos y polémicos, se confunde porque expresarse libremente no es hacer política sino ejercer un derecho humano fundamental reconocido universalmente.
Dentro de algunos años, cuando se analice con toda crudeza y libertad lo que significaron los Juegos Olímpicos de Beijing 2008, las democracias se avergonzarán de su comportamiento restrero y cobarde ante la tiranía China y el Comité Olímpico Internacional se llenará de oprobio. España, tras su recomendación, que viola directamente la declaración fundamental de los derechos humanos, ocupará uno de los puestos más altos en ese ranking del oprobio internacional.
El Presidente del Comité Olímpico Español (COE), Alejandro Blanco, de acuerdo con lo exigido por el Presidente del Comité Olímpico Internacional (COI), Jacques Rogge, ha advertido también a los deportistas españoles que, si realizan declaraciones de contenido político, serán expulsados de los Juegos.
No cabe más vileza y sumisión en un país que se dice democrático ante una tiranía como la china, que aplasta la libertad y los derechos humanos.
Por su comportamiento cobarde, España demuestra ser un país sin principios, colocado en la cabeza de la cobardía internacional, merecedor de una enorme cuota de oprobio y de vergüenza cuando se analice su comportamiento vil ante las olimpiadas chinas.
Pensábamos que el espíritu deportivo y olímpico albergaba en su esencia la libertad y la lucha por ser más personas, pero el comportamiento de los responsables del deporte español demuestra que el país carece de principios, no tiene interés alguno en defender los valores y está podrido hasta el tuétano.
Alejandro Blanco, portavoz de la indecencia de un pueblo sin principios, ha tenido la desvergüenza de afirmar que "es el momento del deporte" y que "el de la política será otro", ignorando que no hay dignidad ni valor alguno en un pueblo cobarde que ignora los crímenes del gobierno chino contra la libertad, contra el derecho a disentir y contra el deseo de sus ciudadanos de expresarse libremente.
Para Blanco, y aobre todo para los que le respaldan desde el gobierno, que parece haberse impregnado hasta la médula del mundo sin valores y principios que pregoniza Zapatero y su gobierno, lo único importante de China son su mercado y sus negocios, aunque para acceder a ese mercado tengan que olvidarse los valores y principios que dan sentido a nuestras vidas de ciudadanos demócratas.
China 2008 se perfila ya como otros juegos olímpicos tan cargados de ignominia para los occidentales libres como aquellos de Berlín 1936, en los que las naciones libres se inclinaron ante el dictador Hitler, olvidando cobardemente todos los valores y principios.
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