José María Aznar, desde su atalaya de FIES, augura una crisis de seis a diez años y 4 millones de parados. El ex presidente pretende instalarse ahora en las alturas del análisis y consagrarse como observador privilegiado de la realidad española, por encima del bien y del mal, como han hecho a lo largo de la Historia otros altos dirigentes políticos en retirada. Pero él quizás no merezca alcanzar esa cuota de prestigio y solvencia intelectual mientras no reconozca que es culpable, en buena medida, de muchos de los males que acosan a la España actual, en especial de que un político de tan escaso nivel y calidad como José Luis Rodríguez Zapatero haya alcanzado la presidencia del gobierno español y nos represente hoy de manera lamentable ante la comunidad mundial.
Un gobernante como Zapatero, torpe, escasamente preparado y falso como una moneda de plomo jamás habría podido llegar al poder en España si previamente un tipo como José María Aznar no le hubiera preparado el aterrizaje. Los graves errores y carencias democráticas del periodo de Aznar le convirtieron en el verdadero porgenitor político de un gobernante de tan baja calidad democrática, política y cultural como Jose Luis Rodríguez Zapatero.
En gran pecado de Aznar es no haber sabido demostrar durante los ocho años que estuvo en el poder que la derecha, en España, era diferente a la izquierda. Los españoles le votaron y le hicieron presidente del gobierno hastiados de la corrupción, del déficit democrático y de la ineficacia del gobierno de Felipe González, pero Aznar consiguió en ocho años lo que parecía imposible: hacer bueno a su predecesor, con lo que propició la derrota de la derecha en el año 2004.
El verdadero culpable de que Zapatero subiera al poder en las elecciones de 2004 fue el mismo Aznar, no aquellos terroristas islamistas que volaron los trenes y sembraron Madrid de cadáveres, como afirma la derecha tozuda. Hasta que la derecha no reconozca los errores del periodo Aznar y el hecho de que, a pesar de sus grandes éxitos económicos, terminó causando en el electorado cansancio, frustración y rechazo, no podrá retornar al liderazgo en España.
Tras ocho años de decepcionante mandato de Aznar, los ciudadanos llegaron a la amarga conclusión de que en España todos los políticos son iguales y que lo mismo daba que mandase la derecha o la izquierda.
Pudo haber reforzado la democracia y no lo hizo; pudo cambiar la ley de educación, erradicando el fracaso escolar y convirtiendo las escuelas españolas en verdaderos centros de formación, pero no lo hizo; pudo haber fortalecido la independencia del poder judicial, pero hizo justo lo contrario, politizarlo y someterlo al dictado de los partidos; pudo haber reformado la ley electoral, permitiendo a los ciudadanos ejercer su derecho a elegir con libertad, pero no se atrevió; pudo haber fortalecido la democracia y devolver a los ciudadanos el protagonismo que le habían arrebatado los partidos políticos, pero prefirió fortalecer la partitocracia y convertir al PP en un remedo del PSOE, en una maquinaria sedienta de poder.
No se atrevió a fortalecer la sociedad civil, a la que dejó desvalida frente al poder creciente del Estado y de los partidos políticos; no hizo nada por recuperar los valores ni por inyectar ética en el sistema; amparó a los corruptos de su propio partido, como antes había hecho el PSOE con los suyos; no fue capaz de estimular la independencia de los medios de comunicación; ni siquiera supo apostar por los valores y posturas que se consideraban próximos a la derecha, como la religión, o la familia; permitió el aborto masivo, cedió ante el lobby gay como un gallina y logró al final de su mandato que el PP se pareciera al PSOE como dos gotas de agua y que los ciudadanos, decepcionados, dejaran de creer que la política española se dividía en dos bandos, uno mejor que el otro, para convencerse de que todos los políticos eran iguales y que la política es poco menos que una lacra.
Los últimos años de su mandato fueron terribles. La sensación de los electores fue que Aznar perdió la chaveta y se conviritió en un emperador de opereta. La boda de su hija en el Escoríal fue el culmen del esperpento y del surrealismo "made in Spain". La arrogancia con que exhibió su alianza con Bush terminaría costándole cara; Incluso logró asustar a sus propios partidarios cuando se aficionó a utilizar el poder del Estado para demonizar y estigmatizar al adversario y al disidente.
Recordad que los gobiernos de Aznar, como los de Zapatero, jamás reconocían sus fallos, ni los ministros dimitían, ni se castigaba a los culpables. Aznar copió el corporativismo del PSOE e hizo de su partido una "piña" donde se protegía a corruptos, ineptos y mentirosos.
Cuando Zapatero llegó al poder, el terreno estaba abonado. Copió los vicios de Aznar y gobernó a la desgraciada sociedad española adobando su dominio con las salsas genuinas de la izquierda degradada: populismo, demagogia y control férreo de la opinión pública.
Aznar tuvo la oportunidad de pasar a la historia como el político que asentó y perfeccionó la democracia española, pero prefirió debilitar la democracia y empujar a los electores hacia el desencanto político, convenciéndolos de que no hay buenos ni malos en la política sino, simplemente, "políticos".
Si Aznar huibiera sido un líder ejemplar, un dirigente serio y capaz, Zapatero, probablemente el peor gobernante de España desde Fernando VII, nunca hubiera llegado al poder.
Es perfectamente lícito y certero afirmar que José María Aznar preparó a España para que pudiera ser gobernada por un engendro político como el que representa Zapatero. Para desgracia de la derecha española, a José María Aznar le debemos, en gran medida, el desastre de ZP.
¡Gracias Jose Mari!
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Un gobernante como Zapatero, torpe, escasamente preparado y falso como una moneda de plomo jamás habría podido llegar al poder en España si previamente un tipo como José María Aznar no le hubiera preparado el aterrizaje. Los graves errores y carencias democráticas del periodo de Aznar le convirtieron en el verdadero porgenitor político de un gobernante de tan baja calidad democrática, política y cultural como Jose Luis Rodríguez Zapatero.
En gran pecado de Aznar es no haber sabido demostrar durante los ocho años que estuvo en el poder que la derecha, en España, era diferente a la izquierda. Los españoles le votaron y le hicieron presidente del gobierno hastiados de la corrupción, del déficit democrático y de la ineficacia del gobierno de Felipe González, pero Aznar consiguió en ocho años lo que parecía imposible: hacer bueno a su predecesor, con lo que propició la derrota de la derecha en el año 2004.
El verdadero culpable de que Zapatero subiera al poder en las elecciones de 2004 fue el mismo Aznar, no aquellos terroristas islamistas que volaron los trenes y sembraron Madrid de cadáveres, como afirma la derecha tozuda. Hasta que la derecha no reconozca los errores del periodo Aznar y el hecho de que, a pesar de sus grandes éxitos económicos, terminó causando en el electorado cansancio, frustración y rechazo, no podrá retornar al liderazgo en España.
Tras ocho años de decepcionante mandato de Aznar, los ciudadanos llegaron a la amarga conclusión de que en España todos los políticos son iguales y que lo mismo daba que mandase la derecha o la izquierda.
Pudo haber reforzado la democracia y no lo hizo; pudo cambiar la ley de educación, erradicando el fracaso escolar y convirtiendo las escuelas españolas en verdaderos centros de formación, pero no lo hizo; pudo haber fortalecido la independencia del poder judicial, pero hizo justo lo contrario, politizarlo y someterlo al dictado de los partidos; pudo haber reformado la ley electoral, permitiendo a los ciudadanos ejercer su derecho a elegir con libertad, pero no se atrevió; pudo haber fortalecido la democracia y devolver a los ciudadanos el protagonismo que le habían arrebatado los partidos políticos, pero prefirió fortalecer la partitocracia y convertir al PP en un remedo del PSOE, en una maquinaria sedienta de poder.
No se atrevió a fortalecer la sociedad civil, a la que dejó desvalida frente al poder creciente del Estado y de los partidos políticos; no hizo nada por recuperar los valores ni por inyectar ética en el sistema; amparó a los corruptos de su propio partido, como antes había hecho el PSOE con los suyos; no fue capaz de estimular la independencia de los medios de comunicación; ni siquiera supo apostar por los valores y posturas que se consideraban próximos a la derecha, como la religión, o la familia; permitió el aborto masivo, cedió ante el lobby gay como un gallina y logró al final de su mandato que el PP se pareciera al PSOE como dos gotas de agua y que los ciudadanos, decepcionados, dejaran de creer que la política española se dividía en dos bandos, uno mejor que el otro, para convencerse de que todos los políticos eran iguales y que la política es poco menos que una lacra.
Los últimos años de su mandato fueron terribles. La sensación de los electores fue que Aznar perdió la chaveta y se conviritió en un emperador de opereta. La boda de su hija en el Escoríal fue el culmen del esperpento y del surrealismo "made in Spain". La arrogancia con que exhibió su alianza con Bush terminaría costándole cara; Incluso logró asustar a sus propios partidarios cuando se aficionó a utilizar el poder del Estado para demonizar y estigmatizar al adversario y al disidente.
Recordad que los gobiernos de Aznar, como los de Zapatero, jamás reconocían sus fallos, ni los ministros dimitían, ni se castigaba a los culpables. Aznar copió el corporativismo del PSOE e hizo de su partido una "piña" donde se protegía a corruptos, ineptos y mentirosos.
Cuando Zapatero llegó al poder, el terreno estaba abonado. Copió los vicios de Aznar y gobernó a la desgraciada sociedad española adobando su dominio con las salsas genuinas de la izquierda degradada: populismo, demagogia y control férreo de la opinión pública.
Aznar tuvo la oportunidad de pasar a la historia como el político que asentó y perfeccionó la democracia española, pero prefirió debilitar la democracia y empujar a los electores hacia el desencanto político, convenciéndolos de que no hay buenos ni malos en la política sino, simplemente, "políticos".
Si Aznar huibiera sido un líder ejemplar, un dirigente serio y capaz, Zapatero, probablemente el peor gobernante de España desde Fernando VII, nunca hubiera llegado al poder.
Es perfectamente lícito y certero afirmar que José María Aznar preparó a España para que pudiera ser gobernada por un engendro político como el que representa Zapatero. Para desgracia de la derecha española, a José María Aznar le debemos, en gran medida, el desastre de ZP.
¡Gracias Jose Mari!
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