Mariano Rajoy, consciente de que está siendo cuestionado por la vieja guardia del PP, con Aznar y Rato a la cabeza, ha sellado un pacto de hierro con Javier Arenas, Francisco Camps y otros dirigentes regionales de la derecha con el único objeto de mantenerse en la presidencia del partido. El problema es que esas alianzas constituyen, en realidad, toda una refundación del PP, que hasta ahora se basaba en una dirección centralizada y que ahora copia el esquema organizativo del PSOE y se apoya en barones regionales con gran poder.
¿Acaso no sabe Rajoy que la derecha española cada vez que se ha convertido en un partido de barones y ha fallado la autoridad centralizada, ha estallado y ha terminado diluida en un océano de rencillas, venganzas y miserias?
Todos los pesos pesados del periodo Aznar, salvo Javier Arenas, están al lado de Esperanza Aguirre, no tanto para apoyar su candidatura a la presidencia como para impedir que la huida hacia delante de Rajoy termine por desvertebrar y debilitar un Partido Popular cuya cohesión y autoridad fueron, hasta ahora, valores decisivos. Frente a Rajoy, discrepando más o menos abiertamente, están Rodrigo Rato, Esperanza Aguirre, Álvarez Cascos, Mayor Oreja y Eduardo Zaplana, mientras José María Aznar, también indignado por el rumbo que está imponiendo Mariano, se mantiene en silencio porque le resulta muy difícil criticar a alguien que está al frente del partido porque él lo designo "a dedo".
La derrota del 14 de marzo de 2004, inesperada y de gran dureza, disgregó a la vieja guardia de Aznar: Rato se fue al FMI, Mayor Oreja aceptó ser candidato al Europarlamento y Cascos, como Aznar, abandonó la primera línea. Pero las relaciones se enfriaron y los apoyos concretos a Rajoy, durante ese tiempo, fueron escasos o inexistentes.
Posteriormente, ya en vísperas de las elecciones de marzo de 2008, tres de los pesos pesados de Aznar, concretamente Rodrigo Rato, Álvarez Cascos y Mayor Oreja, se ofrecieron a Rajoy para participar en la batalla, incluídos en las listas, pero Rajoy no dio respuesta alguna y les dejó fuera, seguramente porque no quería a pesos pesados en el Parlamento que le hicieran sombra o le impidieran seguir al frente del partido si sufría una derrota.
Arenas, mientras tanto, consciente de que su futuro dependía de los resultados que obtuviera en Andalucía, concentró su esfuerzo en una campaña andaluza que ha sido intensa y muy trabajada, manteniendo los lazos con un sector y con otro. Pero el resultado electoral de 2008 unió su destino al de Mariano: ambos perdieron las elecciones, pero ganando posiciones, y ambos planeaban continuar en la cumbre del poder, a pesar de sus derrotas, lo que les convertía en aliados por interés y supervivencia.
Esa triste unión de intereses entre perdedores, junto a su enemistad personal con Zaplana, inclinaron a Arenas a sellar con Rajoy una alianza de hierro que, de hecho, ha cambiado ya el diseño del PP y pone en peligro su futuro, transformando lo que era un monolito amalgamado por la autoridad central en un partido de baronías regionales. Aliado también con Francisco Camps, el barón de Valencia, igualmente enemigo personal de Eduardo Zaplana, Arenas es hoy el gran sostén de Rajoy, que le ha prometido grandes compensaciones si los aliados ganan la partida del futuro.
Pero, del mismo modo que el poder de Rajoy está siendo cuestionado a nivel nacional, el de Arenas empieza a resquebrajarse en Andalucía, donde muchos militantes y dirigentes, que han escuchado al propio Arenas argumentos en favor de la "necesaria renovación del partido", reprochan ahora a Arenas que haya cambiado de criterio y de alianzas, únicamente para mantener su liderazgo, bloqueando un debate de ideas y una renovación de cuadros que son imprescindibles para el PP si quiere volver a ser un partido ganador.
¿Acaso no sabe Rajoy que la derecha española cada vez que se ha convertido en un partido de barones y ha fallado la autoridad centralizada, ha estallado y ha terminado diluida en un océano de rencillas, venganzas y miserias?
Todos los pesos pesados del periodo Aznar, salvo Javier Arenas, están al lado de Esperanza Aguirre, no tanto para apoyar su candidatura a la presidencia como para impedir que la huida hacia delante de Rajoy termine por desvertebrar y debilitar un Partido Popular cuya cohesión y autoridad fueron, hasta ahora, valores decisivos. Frente a Rajoy, discrepando más o menos abiertamente, están Rodrigo Rato, Esperanza Aguirre, Álvarez Cascos, Mayor Oreja y Eduardo Zaplana, mientras José María Aznar, también indignado por el rumbo que está imponiendo Mariano, se mantiene en silencio porque le resulta muy difícil criticar a alguien que está al frente del partido porque él lo designo "a dedo".
La derrota del 14 de marzo de 2004, inesperada y de gran dureza, disgregó a la vieja guardia de Aznar: Rato se fue al FMI, Mayor Oreja aceptó ser candidato al Europarlamento y Cascos, como Aznar, abandonó la primera línea. Pero las relaciones se enfriaron y los apoyos concretos a Rajoy, durante ese tiempo, fueron escasos o inexistentes.
Posteriormente, ya en vísperas de las elecciones de marzo de 2008, tres de los pesos pesados de Aznar, concretamente Rodrigo Rato, Álvarez Cascos y Mayor Oreja, se ofrecieron a Rajoy para participar en la batalla, incluídos en las listas, pero Rajoy no dio respuesta alguna y les dejó fuera, seguramente porque no quería a pesos pesados en el Parlamento que le hicieran sombra o le impidieran seguir al frente del partido si sufría una derrota.
Arenas, mientras tanto, consciente de que su futuro dependía de los resultados que obtuviera en Andalucía, concentró su esfuerzo en una campaña andaluza que ha sido intensa y muy trabajada, manteniendo los lazos con un sector y con otro. Pero el resultado electoral de 2008 unió su destino al de Mariano: ambos perdieron las elecciones, pero ganando posiciones, y ambos planeaban continuar en la cumbre del poder, a pesar de sus derrotas, lo que les convertía en aliados por interés y supervivencia.
Esa triste unión de intereses entre perdedores, junto a su enemistad personal con Zaplana, inclinaron a Arenas a sellar con Rajoy una alianza de hierro que, de hecho, ha cambiado ya el diseño del PP y pone en peligro su futuro, transformando lo que era un monolito amalgamado por la autoridad central en un partido de baronías regionales. Aliado también con Francisco Camps, el barón de Valencia, igualmente enemigo personal de Eduardo Zaplana, Arenas es hoy el gran sostén de Rajoy, que le ha prometido grandes compensaciones si los aliados ganan la partida del futuro.
Pero, del mismo modo que el poder de Rajoy está siendo cuestionado a nivel nacional, el de Arenas empieza a resquebrajarse en Andalucía, donde muchos militantes y dirigentes, que han escuchado al propio Arenas argumentos en favor de la "necesaria renovación del partido", reprochan ahora a Arenas que haya cambiado de criterio y de alianzas, únicamente para mantener su liderazgo, bloqueando un debate de ideas y una renovación de cuadros que son imprescindibles para el PP si quiere volver a ser un partido ganador.
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