García Trevijano acaba de publicar en su blog un valioso artículo titulado Mujeres en marcha, cuya lectura nos inclina a pensar que únicamente las mujeres podrán solucionar la corrupción y la antidemocracia introducida por el liderazgo masculino en la actual política mundial.
Sostiene Trevijano que la participación de la mujer en la Revolución Francesa fue crucial y que fue ella, al sustituir al hombre, que deambulaba de fracaso en fracaso en su lucha contra la opresión, asumiendo la vanguardia y al cambiando el estilo de la protesta, la que transformó la historia e hizo posible la derrota del absolutismo y el fin de las leyes feudales.
Es probable que, al igual que entonces, tras el reiterado fracaso del hombre durante los dos últimos siglos en su intento por implantar una política digna, basada en principios democráticos como la justicia, la igualdad, la seguridad y el respeto, tengan que ser las mujeres las que solucionen, una vez más, el problema creado por el mal liderazgo masculino, culpable de que la democracia haya sido sustituida por una sucia oligocracia y de que los grandes valores hayan sido derrotados por la corrupción, la injusticia, la desigualdad, la violencia y la opresión.
Sin embargo, esa "revolución femenina" que el mundo espera no podrá nunca ser protagonizada por esas mujeres feministas feroces y cargadas de odio, más parecidas al hombre que el hombre mismo, en las que no se percibe ni una gota de femeneidad.
La reciente premio Nobel Doris Lessing, una de las creadoras del moderno movimiento de liberación femenina, coincide con estos criterios al condenar al actual feminismo militante de izquierdas, que imita lo peor del hombre, que está obsesionada por participar del festín de la política como sea, incluso por la vía indigna de las "cuotas", y que, con su actitud de revancha, únicamente está consiguiendo convertir a hombres y mujeres en adversarios, en lugar de establecer una cooperación entre sexos que fortalezca el movimiento de regeneración y la lucha por un mundo mejor.
Sostiene Trevijano que la participación de la mujer en la Revolución Francesa fue crucial y que fue ella, al sustituir al hombre, que deambulaba de fracaso en fracaso en su lucha contra la opresión, asumiendo la vanguardia y al cambiando el estilo de la protesta, la que transformó la historia e hizo posible la derrota del absolutismo y el fin de las leyes feudales.
Es probable que, al igual que entonces, tras el reiterado fracaso del hombre durante los dos últimos siglos en su intento por implantar una política digna, basada en principios democráticos como la justicia, la igualdad, la seguridad y el respeto, tengan que ser las mujeres las que solucionen, una vez más, el problema creado por el mal liderazgo masculino, culpable de que la democracia haya sido sustituida por una sucia oligocracia y de que los grandes valores hayan sido derrotados por la corrupción, la injusticia, la desigualdad, la violencia y la opresión.
Sin embargo, esa "revolución femenina" que el mundo espera no podrá nunca ser protagonizada por esas mujeres feministas feroces y cargadas de odio, más parecidas al hombre que el hombre mismo, en las que no se percibe ni una gota de femeneidad.
La reciente premio Nobel Doris Lessing, una de las creadoras del moderno movimiento de liberación femenina, coincide con estos criterios al condenar al actual feminismo militante de izquierdas, que imita lo peor del hombre, que está obsesionada por participar del festín de la política como sea, incluso por la vía indigna de las "cuotas", y que, con su actitud de revancha, únicamente está consiguiendo convertir a hombres y mujeres en adversarios, en lugar de establecer una cooperación entre sexos que fortalezca el movimiento de regeneración y la lucha por un mundo mejor.
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