España es un país de corruptos, en el que la primacía absoluta la tienen los políticos y sus partidos
Con Sánchez, la corrupción ha batido todos los records desde la muerte de Franco. Los españoles hemos descubierto, bajo el sanchismo, que la corrupción en España es multifacética, poliédrica y global. Abarca casi todos los sectores de la vida pública, desde la economía a la educación, pasando por la sanidad, las subvenciones, los servicios sociales y otros muchas actividades. Durante la pandemia, los niveles de corrupción se han disparado y los políticos, que son la especie más corrupta de la fauna nacional, se "han forrado" con compras y negocios llenos de suciedad y robo.
La corrupción actual es de amplio espectro. La mentira, que es de las peores corrupciones posibles, se ha instalado en el gobierno, al igual que el incumplimiento de las promesas, la desigualdad, las violaciones encubiertas de la Constitución, el expolio fiscal, el despilfarro, el clientelismo, la compra de votos, la castración de medios informativos y el reparto mafioso de recursos públicos. En la práctica, no hay actividad gubernamental en la que no florezca lo corrupto y lo sucio. El mismo gobierno es pura corrupción por haber incorporado al corazón del Estado a partidos totalitarios, mercenarios, enemigos de España y antiguos terroristas.
Contemplar como Pedo Sánchez habla de corrupción y pretende dar lecciones sobre ese asunto, en el que él y su gobierno son maestros consumados, causa estupor, asco e indignación.
Robar fondos públicos no es la peor de las corrupciones. El propio Pedro Sánchez es protagonista de muchos casos más graves de corrupción en España, como la práctica compulsiva de la mentira y de la estafa al electorado, el incumplimiento de las promesas electorales, el reparto arbitrario y mafioso de los recursos públicos, los impuestos arbitrarios y abusivos, la hipertrofia del Estado y la utilización masiva de fondos públicos para comprar votos, voluntades y medios de comunicación, entre otras muchas prácticas corruptas y antidemocráticas.
Para ser líder de partidos como el PP y el PSOE se necesita ser un corrupto consumado porque esos partidos, además de pilotar la decadencia y pérdida de prestigio de España en el mundo, han hecho de España un problema para Europa, un país que resta más que suma y una nación atrapada en redes mafiosas y clientelares, en la que los grandes partidos, por el número de sus miembros encarcelados, imputados y bajo sospecha, parecen asociaciones para el delito.
Estadísticamente, sólo ETA supera al POSE y al PP en número de delitos y delincuentes.
La corrupción le cuesta a España cada año mucho más de cien mil millones de euros, más del diez por ciento del PIB, según cálculos independientes, una factura sólo superada por el gasto en pensiones y en sanidad. Los corruptos nos cuestan cada año más que la Defensa, la Educación, la Ciencia y los transportes.
En los ambientes judiciales se afirma que en España hay decenas de miles de políticos incapaces de justificar sus patrimonios abultados, con seguridad robados durante sus mandatos.
A la política ya no se va por vocación en España, sino para enriquecerse y disfrutar de poder y privilegios.
Todo eso es obra de todos, pero principalmente de los partidos que han gobernado la nación y la han convertido en una pocilga. Son el PSOE y el PP, ayudados siempre por los nacionalismos chantajistas vasco y catalán, cuyo odio a España se ha convertido en un gran negocio corrupto que ha pulverizado el mandato constitucional que hace "iguales" a los hombres, mujeres y regiones de España.
Escuchar a Pedro Sánchez decir que el impuesto más caro de España es la corrupción suena a sarcasmo y a descaro sin vergüenza porque quien lo dice es, por su cargo y poderes, el principal responsable de que nuestra nación navegue en un seboso, baboso, nauseabundo y pestilente océano de asquerosa corrupción.
Francisco Rubiales
La corrupción actual es de amplio espectro. La mentira, que es de las peores corrupciones posibles, se ha instalado en el gobierno, al igual que el incumplimiento de las promesas, la desigualdad, las violaciones encubiertas de la Constitución, el expolio fiscal, el despilfarro, el clientelismo, la compra de votos, la castración de medios informativos y el reparto mafioso de recursos públicos. En la práctica, no hay actividad gubernamental en la que no florezca lo corrupto y lo sucio. El mismo gobierno es pura corrupción por haber incorporado al corazón del Estado a partidos totalitarios, mercenarios, enemigos de España y antiguos terroristas.
Contemplar como Pedo Sánchez habla de corrupción y pretende dar lecciones sobre ese asunto, en el que él y su gobierno son maestros consumados, causa estupor, asco e indignación.
Robar fondos públicos no es la peor de las corrupciones. El propio Pedro Sánchez es protagonista de muchos casos más graves de corrupción en España, como la práctica compulsiva de la mentira y de la estafa al electorado, el incumplimiento de las promesas electorales, el reparto arbitrario y mafioso de los recursos públicos, los impuestos arbitrarios y abusivos, la hipertrofia del Estado y la utilización masiva de fondos públicos para comprar votos, voluntades y medios de comunicación, entre otras muchas prácticas corruptas y antidemocráticas.
Para ser líder de partidos como el PP y el PSOE se necesita ser un corrupto consumado porque esos partidos, además de pilotar la decadencia y pérdida de prestigio de España en el mundo, han hecho de España un problema para Europa, un país que resta más que suma y una nación atrapada en redes mafiosas y clientelares, en la que los grandes partidos, por el número de sus miembros encarcelados, imputados y bajo sospecha, parecen asociaciones para el delito.
Estadísticamente, sólo ETA supera al POSE y al PP en número de delitos y delincuentes.
La corrupción le cuesta a España cada año mucho más de cien mil millones de euros, más del diez por ciento del PIB, según cálculos independientes, una factura sólo superada por el gasto en pensiones y en sanidad. Los corruptos nos cuestan cada año más que la Defensa, la Educación, la Ciencia y los transportes.
En los ambientes judiciales se afirma que en España hay decenas de miles de políticos incapaces de justificar sus patrimonios abultados, con seguridad robados durante sus mandatos.
A la política ya no se va por vocación en España, sino para enriquecerse y disfrutar de poder y privilegios.
Todo eso es obra de todos, pero principalmente de los partidos que han gobernado la nación y la han convertido en una pocilga. Son el PSOE y el PP, ayudados siempre por los nacionalismos chantajistas vasco y catalán, cuyo odio a España se ha convertido en un gran negocio corrupto que ha pulverizado el mandato constitucional que hace "iguales" a los hombres, mujeres y regiones de España.
Escuchar a Pedro Sánchez decir que el impuesto más caro de España es la corrupción suena a sarcasmo y a descaro sin vergüenza porque quien lo dice es, por su cargo y poderes, el principal responsable de que nuestra nación navegue en un seboso, baboso, nauseabundo y pestilente océano de asquerosa corrupción.
Francisco Rubiales
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