mujer iraní en la horca
Iran, país que actúa en el escenario internacional como "partner" de España en el programa de la Alianza de Civilizaciones, acaba de ahorcar a 16 personas por ser homosexuales o adúlteras, una medida que consagra a ese país como una de las dictaduras más deleznables del planeta,.
Muchos percibimos la Alianza de las Civilizaciones como un proyecto positivo y bien intencionado, como una iniciativa orientada a reforzar la paz mundial, pero el gobierno de Zapatero no puede impulsar ese proyecto junto a paises vacíos de ética y de principios democráticos.
Tampoco es aceptable que, para seguir gobernando y poder desarrollar su política, muchas de cuyas medidas son valiosas, Zapatero se alíe con nacionalistas insaciables y autoritarios catalanes y vascos, gente que odia a España y que, si pudiera, dinamitaba la Constitución.
Lo mismo ocurre con la política exterior del actual gobierno español, en la que es de agradecer cierto aire de independencia y de criterios propios frente a la agobiante hegemonía yanqui, pero no pueden sustituirse las antiguas alianzas, más o menos demócratas, por amistades peligrosas con dictadores y sátrapas, como los que gobiernan Cuba, Venezuela, Iran, Siria o Bolivía.
No es posible aliarse con el diablo, ni siquiera para hacer el bien. Uno termina contagiándose de las miserias del aliado y siendo otro malvado. El viejo principio de "dime con quien andas y te diré quien eres" sigue teniendo vigor, sobre todo en política.
La política de Zapatero, rica en buenas intenciones y talante, falla precisamente porque, al hacerse rabiosamente pragmática y renunciar a la ética y a los principios, se torna miserable.
Muchos percibimos la Alianza de las Civilizaciones como un proyecto positivo y bien intencionado, como una iniciativa orientada a reforzar la paz mundial, pero el gobierno de Zapatero no puede impulsar ese proyecto junto a paises vacíos de ética y de principios democráticos.
Tampoco es aceptable que, para seguir gobernando y poder desarrollar su política, muchas de cuyas medidas son valiosas, Zapatero se alíe con nacionalistas insaciables y autoritarios catalanes y vascos, gente que odia a España y que, si pudiera, dinamitaba la Constitución.
Lo mismo ocurre con la política exterior del actual gobierno español, en la que es de agradecer cierto aire de independencia y de criterios propios frente a la agobiante hegemonía yanqui, pero no pueden sustituirse las antiguas alianzas, más o menos demócratas, por amistades peligrosas con dictadores y sátrapas, como los que gobiernan Cuba, Venezuela, Iran, Siria o Bolivía.
No es posible aliarse con el diablo, ni siquiera para hacer el bien. Uno termina contagiándose de las miserias del aliado y siendo otro malvado. El viejo principio de "dime con quien andas y te diré quien eres" sigue teniendo vigor, sobre todo en política.
La política de Zapatero, rica en buenas intenciones y talante, falla precisamente porque, al hacerse rabiosamente pragmática y renunciar a la ética y a los principios, se torna miserable.
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