La comunicación del pánico
La comunicazione del panico
Francisco Rubiales Moreno
Nada causa tanto pavor como la muerte, que es el fin de todo. Ante la
muerte, el ser humano se aterra, se paraliza y se doblega. Los podero-
sos lo han sabido desde el principio de los tiempos y han usado el mie-
do para domesticar y someter a los humanos. Miedo a los dioses, a la
naturaleza desatada, el castigo del más allá, al poder del rey, a la ley y al
verdugo. Pero el miedo se convirtió en pánico cuando llegó la pande-
mia del COVID y su espectáculo de horror, sufrimiento y muerte televi-
sado en directo. El poder mundial, ante aquel imperio del terror, des-
cubrió que el pánico, bien controlado, puede ayudarle a que el mundo
admita sin rebelarse la esclavitud y el poder único del Nuevo Orden.
A partir de entonces, se desarrolló la “comunicación del pánico”, una
forma de expandir el miedo paralizante por todo el planeta, a través de
noticias alteradas, catástrofes, imágenes sobrecogedoras, bulos, y gabi-
netes dedicados a utilizar la comunicación como un hacha y a provocar
océanos de miedo al servicio de partidos políticos, gobiernos y poderes
escondidos, todos confabulados para promover el fin de la democra-
cia, la libertad y los grandes derechos conquistados por el ser humano.
Niente è più terrificante della morte, che è la fine di tutto. Di fronte al-
la morte, l’essere umano è terrorizzato, paralizzato e sottomesso. I po-
tenti lo sanno dall’inizio dei tempi e hanno usato la paura per domare
e sottomettere gli esseri umani. Paura degli dèi, della natura scatenata,
della punizione dall’aldilà, del potere del re, della legge e del boia. Ma
la paura si è trasformata in panico quando è arrivata la pandemia CO-
VID e il suo spettacolo in diretta televisiva di orrore, sofferenza e mor-
te. Il potere mondiale, di fronte a quell’impero del terrore, scoprì che
il panico, ben controllato, può aiutare il mondo ad ammettere senza ri-
bellarsi la schiavitù e il potere unico del Nuovo Ordine. Da allora si svi-
luppò la “comunicazione del panico”, un modo per diffondere la paura
paralizzante in tutto il pianeta, attraverso notizie alterate, catastrofi, im-
magini scioccanti, bufale e gabinetti dedicati a usare la comunicazione
come un’ascia e a provocare oceani di paura al servizio di partiti politici,
governi e poteri occulti, che cospirano per promuovere la fine della de-
mocrazia, della libertà e dei grandi diritti conquistati dall’essere umano.
El miedo es un mensaje poderoso. Cuando el miedo se con-
vierte en pánico, es un mensaje atronador e irresistible.
Nada causa tanto pavor como la muerte, que es el fin de
todo. El ser humano está dotado de un invencible amor a la
vida que lo convierte en un ser absurdo, que sabe que tiene
que morir, pero que no acepta ese destino.
Por eso, cuando el ser humano contempla la muerte de
cerca y teme caer en sus garras, todo lo demás se vuelve se-
cundario.
La pandemia del COVID fue un pavoroso estallido de pá-
nico que estremeció al mundo y cambió muchas cosas. Fue
como aquellas epidemias de peste negra que diezmaban las
poblaciones en la Edad Media, pero con el agravante de la
retransmisión en directo de la tragedia, gracias a los avances
de la comunicación de masas.
Pero la parálisis que provocó el pánico a morir víctima
del COVID-19 no fue universal porque había sectores de la
sociedad que tenían información privilegiada, no se deja-
ron dominar por el terror y aprovecharon la coyuntura pa-
ra incrementar su poder.
El pánico desatado y alimentado en torno a la pandemia
del COVID no se entiende al margen del debate universal
sobre qué es más importante la libertad o la seguridad. Los
poderes dominantes en el mundo quieren que el pueblo,
aterrorizado por las guerras, las catástrofes, las pandemias y
amenazas más o menos reales, como las del cambio climáti-
co, elijan la seguridad y para ello fortalecen cada día el mie-
do, el odio y la inseguridad.
Quedarse congelado, aturdido, paralizado por el miedo,
es una reacción involuntaria común de nuestro cuerpo. Esa
respuesta cerebral tiene un nombre: inmovilidad tónica. Se
trata de un estado temporal de inmovilidad motora en res-
puesta a una situación de miedo extremo y tanto psicólogos
como psiquiatras creen que se da con frecuencia en casos
de violación y de otros eventos traumáticos, como maltratos,
atracos, agresiones o accidentes graves.
Los fabricantes de esclavos creían, con razón, que un es-
tado colectivo de pánico ante un virus mortal y misterioso
podría reproducir en los humanos reacciones similares a las
que sufre una presa indefensa frente a un depredador po-
deroso o una mujer cuando va a ser violada por siete ma-
chos forzudos.
La pandemia del COVID-19 ha sido la mejor herramien-
ta de los tiranos que buscan sustituir el mundo del presente
por una tiranía universal. Ha sido utilizada por los poderes
que controlan el mundo para reprimir el libre pensamien-
to, acosar a los críticos, debilitar la democracia, hacer retro-
ceder el Estado de Derecho y fortalecer el poder de los dic-
tadores. La pandemia ha sido una oportunidad valiosa para
que la tiranía avance y la libertad retroceda.
El pánico artificialmente generado en todo el mundo ha
servido para paralizar la resistencia, debilitar la lucha por la
libertad y conseguir victorias de gran valor para el bando ca-
nalla que pretende esclavizar a los humanos.
Las imágenes de muertos en las calles de China aterrori-
zaron a un mundo que se creía seguro y a salvo con sus tec-
nologías y conquistas en la ciencia, la libertad y el progreso.
De pronto, el miedo penetró la sociedad y generó ansiedad
paralizante. Los poderosos, que conocían previamente ese
efecto de la pandemia, aprovecharon la parálisis para hacer
avanzar la esclavitud y consiguieron que los medios de co-
municación, sobre todo las emisoras de televisión, difundie-
ran a diario imágenes sobre los daños que causaba el virus,
la indefensión de los enfermos, los hospitales saturados y el
suplicio mortal de los intubados, conectados a respiradores
casi siempre letales.
Frente al peligro real de morir, todo lo demás quedaba
en segundo plano. Y los canallas aprovecharon los efectos
del pánico para conquistar espacios en los ámbitos de la li-
bertad y la fortaleza humana.
A la sombra del virus se desarrolló toda una disciplina
nueva al servicio del poder: la comunicación del pánico,
que consistía en utilizar la comunicación humana para pa-
ralizar a la población con el terror, mientras la tiranía avan-
zaba en la oscuridad y la mentira.
Hoy, gracias a aquella sucia experiencia, la comunicación
del miedo es adulta y se utiliza en muchos ámbitos y países,
tras quedar incorporada como arma eficaz del poder.
El periodismo que se unió con entusiasmo a la comuni-
cación del pánico ha contraído una deuda inmensa con la
ciudadanía, la libertad, la verdad y la democracia porque su
labor fue vil, sucia y traidora al aplastar valores y principios
que respetaba hasta entonces el periodismo veraz y honrado.
Las vacunas llegaron no tanto para inyectar esperanza,
sino para generar inquietudes y dudas sobre su eficacia y
su composición innovadora, directamente relacionada con
los genes. Los rumores sobre el ARN mensajero y su poten-
cial capacidad para cambiar la raza humana fortalecieron el
miedo y sembraron el planeta de inquietud y duda.
Las voces más lúcidas eran silenciadas o se las desacredita-
ban como mensajeras del caos y el retroceso. Los críticos fue-
ron etiquetados como “negacionistas” y sus ideas quedaron
estigmatizadas, permitiendo a los agentes del cambio seguir
avanzando hasta derrumbar defensas y certezas ciudadanas
que sin el pánico no hubieran cedida con tanta facilidad.
Existen muchos indicios y pruebas de que la pandemia ha
sido aprovechada para acelerar la esclavización del mundo e
incrementar los poderes de los gobiernos frente a los ciuda-
danos. Han sido tan notables esos avances que muchos ex-
pertos y analistas temen más episodios de pánico inducido,
ya sea por enfermedades, catástrofes o guerras, para empu-
jar aún más hacia el sometimiento de los ciudadanos a unos
poderes públicos que se tornaban prácticamente invencibles.
Los confinamientos y la imposición de estados de crisis o
emergencia han debilitado las defensas de los ciudadanos y
de la sociedad civil frente a gobiernos que, bajo el drama, se
sentían impunes e imparables.
Los ciudadanos se dividen en dos bandos cada día más di-
ferentes: el de los borregos que no piensan, se someten al po-
der y a la política del miedo y el de los que se resisten y quie-
ren que los viejos valores y conquistas se mantengan y que los
promotores del cambio hacia la tiranía sean erradicados.
En el bando de la reflexión y la resistencia, cada día se
descubren nuevos trucos, trampas y mentiras ideados para
controlar las voluntades y las mentes. Un ejemplo: pensar
que las farmacéuticas buscan la salud, es tan estúpido como
pensar que los fabricantes de armas buscan la paz o que los
políticos quieren la libertad de los pueblos.
Libertad o seguridad
El azote del terrorismo, la amenaza artificial del cambio cli-
mático, las guerras, el odio desatado y, sobre todo, el mie-
do a las pandemias mortales y al poder corrompido que go-
bierna el mundo nos están llevando a discutir si la “Liber-
tad” es más importante o menos que la “Seguridad”. Ese de-
bate es el sueño de los políticos aspirantes a tiranos, que de-
sean con todas sus fuerzas que la sociedad opte por la Segu-
ridad y se someta libremente a la tiranía del odio, a los abu-
sos del poder y a las restricciones a las libertades y derechos
que ellos quieren imponer en el mundo, entre las que des-
tacan el asesinato y entierro de la democracia y su sustitu-
ción por un poder tiránico a escala universal.
Se trata de un debate falso y trucado porque para disfru-
tar de seguridad no hace falta renunciar a la libertad, como
afirman nuestros políticos tramposos.
Nuestro mayor drama es el pésimo liderazgo. Los malos po-
líticos nos han conducido hasta las grandes crisis, las guerras,
los exterminios étnicos, las hambrunas, la pobreza, el desem-
pleo masivo, la falta de esperanza, la inseguridad y el miedo.
Tal vez el mayor problema del mundo sea su clase dirigen-
te, una tribu espeluznante de políticos y multimillonarios sin
valores ni sentido del liderazgo que lleva siglos mandando
sin solucionar ni uno solo de los problemas que nos acosan:
hambre, delincuencia, explotación, injusticia, violencia...
Si ellos hubieran hecho las cosas bien o si las hicieran a
partir de ahora, no sería necesario renunciar a lo que es la
esencia de la civilización y de la dignidad humana, que es
ser libres.
Nunca desde las revoluciones del comunismo y el nazi
fascismo estuvo la libertad tan en peligro como en el pre-
sente. En el pasado, el asalto a la libertad perpetrado por
personajes como Lenin, Mao, Hitler, Mussolini y otros tira-
nos fue directo, burdo y cargado de crueldad y muerte, pe-
ro el asalto actual es sutil, aunque más peligroso porque pe-
netra y destroza el alma sin provocar reacciones defensivas.
El Estado, poco a poco, desde la explosión del liberalis-
mo, ha ido recortando la libertad hasta dejarla reducida a la
libre expresión y poco más. La mayoría de los europeos ac-
tuales no pueden disfrutar de la verdadera democracia, no
pueden participar ni influir decisivamente en la política, no
pueden evitar que sus líderes sean corruptos y a veces delin-
cuentes, no pueden destituir a los malos gobernantes, tie-
nen que pagar los impuestos que quiere el poder, aunque
sean injustos, y su palabra vale menos que la de un policía
ante los tribunales. Tampoco pueden portar armas para de-
fenderse de los muchos criminales que pueblan sus ciuda-
des, ni disfrutar de derechos garantizados por las constitu-
ciones, como el derecho a una vivienda digna y a un puesto
de trabajo para vivir con dignidad y mantener a su familia,
ni a informar y ser informado con independencia y verdad,
ni a ser juzgado en igualdad de condiciones con los más ri-
cos y poderosos, ni a disfrutar de igualdad de oportunida-
des frente a los políticos, los millonarios y los amigos y fami-
liares del poder, ni a recibir subvenciones y ayudas públicas
con justicia y equidad.
La libertad, en el mundo actual, es más una sensación
que una realidad porque hay derechos y libertades funda-
mentales que no se respetan y los humanos ni siquiera pue-
den vivir sin miedo en las ciudades, donde cada día es más
necesario encerrarse en los hogares, detrás de puertas blin-
dadas y armados para defenderse de potenciales asaltantes.
¿A qué más quiere el poder que renunciemos? ¿Por qué
hay que elegir entre libertad y seguridad, cuando ambos de-
rechos son compatibles? ¿No nos damos cuenta de que la
seguridad no existe porque los gobiernos son incapaces de
garantizarla?
Es más, la libertad es condición irrenunciable para que
exista la seguridad. Los países esclavos son más inseguros
que los libres y ese es un hecho constatado en todo el mun-
do a lo largo de la Historia.
Las actuales guerras de Rusia-Ucrania y de Israel-Palesti-
na son dos ejemplos de demolición de la libertad. El odio
está siendo utilizado como palanca para conseguir poder,
dominar a los ciudadanos, suprimir los valores e imponer
un nuevo orden, dominado por la inseguridad y el miedo,
sin que los ciudadanos puedan o se atrevan a cuestionar ese
brutal cambio.
Si las policías fueran más eficientes, si tantos agentes no
fueran dedicados a cuidar de los políticos y se dedicaran a
cuidar del ciudadano, si nuestros gobernantes no hubieran
invadido Irak bajo motivos falsos, si no hubieran alentado la
destrucción innecesaria de Libia y Siria, es más que proba-
ble que el feroz terrorismo actual no existiera. Si los países
africanos no hubieran sido empobrecidos y explotados en
la etapa colonial y después abandonados en la pobreza, qui-
zás las oleadas invasoras de inmigrantes famélicos no serían
hoy tan enormes. Si nuestros gobiernos hubieran estimula-
do los valores y la virtud en lugar del aborregamiento de las
masas, si hubieran premiado la virtud en lugar de utilizar en
exclusiva el castigo y la represión, seguro que nuestra socie-
dad sería más noble y decente y con más capacidad de inte-
grar a los que llegan. Si la distribución de la riqueza hubie-
ra sido más justa, sin el lacerante escándalo de que las cien
personas más ricas del planeta posean más riqueza y bienes
que la mitad de la población mundial, seguro que en estos
momentos no estaríamos debatiendo si la seguridad es más
importante que la libertad o viceversa.
El gran problema de nuestro mundo es su clase dirigen-
te, una tribu espeluznante de tipos sin valores ni sentido del
liderazgo que lleva siglos mandando sin resolver los dramas
de la Humanidad y sin solucionar ni uno solo de los proble-
mas que nos acosan: hambre, delincuencia, explotación, in-
justicia, desigualdad, violencia...
Casi todos los males del mundo se deben al pésimo lide-
razgo y a la escasa calidad humana, moral e intelectual de
nuestra clase dirigente, que ha adoptado resortes malignos
para gobernar. Tipos tan canallas como Hitler, Stalin, Mao,
Pol Pot y muchos otros, incluyendo a una larga lista de teó-
ricos demócratas del pasado y actuales, han causado al mun-
do daños terribles y han sido portadores malvados de injus-
ticia, dolor y muerte.
Los malos políticos nos han conducido hasta las grandes
crisis, las guerras, los exterminios étnicos, las hambrunas, la
pobreza, el desempleo masivo, la falta de esperanza, la inse-
guridad y el miedo.
Echad un vistazo a los medios de comunicación, sobre
todo a las televisiones, y descubriréis con estupor que se es-
tán magnificando los crímenes, los asesinatos, los asaltos, las
violaciones, el peligro de los inmigrantes, el poder maligno
del terrorismo y otros aspectos de la actualidad que provo-
can pánico en la ciudadanía.
El verdadero debate, el que interesa a los ciudadanos,
aunque no a los políticos, no es el de “seguridad o libertad”,
sino el de “Si controlamos e imponemos grandes exigencias
éticas a nuestros dirigentes o seguimos permitiendo que nos
gobiernen rufianes, corruptos e ineptos”.
Si lográramos desplazar del poder a los rufianes y colocá-
ramos en su lugar a personas ejemplares y dignas, el mundo
empezaría a cambiar como un calcetín y, por supuesto, a me-
jorar a grandes zancadas. Con las personas buenas también
cambiarían las normas y reglas del poder y el odio y el miedo
sería sustituidos por la colaboración, la solidaridad y el amor.
Pero las élites que controlan el mundo prefieren que dis-
cutamos si queremos seguridad o libertad, siempre procu-
rando que elijamos la seguridad para ellos incrementar su
dominio sobre el mundo.
Y la manada siempre obedece a sus pastores.
El miedo, la mejor arma del poder
El sueño de todo tirano es tener a su pueblo aterrorizado y
paralizado por el miedo porque de ese modo desarma la di-
sidencia y consigue que el pueblo se someta voluntariamen-
te al gobierno, en busca de refugio y protección. Todo tipo
de miedo les vale: el miedo a lo desconocido, al futuro, a los
dioses, a la muerte, a la guerra, al dolor, al poder...
Desde los tiempos antiguos, el miedo ha sido motor de
la Historia y la principal herramienta del poder. Los dioses
sirvieron para fortalecer el miedo y los reyes sustentaban su
poder en la fuerza de los seres superiores, que exigían sumi-
sión y obediencia. Desde la civilización sumeria, sin olvidar
a los egipcios, babilonios, hititas, persas, griegos, romanos y
hasta nuestros días, el miedo forjó imperios, ganó batallas y
contuvo la rebeldía de los humanos. Hasta el imperio espa-
ñol se sustentó en el catolicismo, sin el cual aquella conquis-
ta del mundo no hubiera sido posible.
Pero nada ni nadie en los tiempos modernos ha supera-
do a la pandemia del COVID como apoteosis del miedo y
como la cancha donde se experimentó el poder del pánico
para convertir al hombre libre y moderno en borrego ato-
londrado. Nos sometieron a un encierro que luego resultó
inconstitucional, que fue posible sólo por el miedo que se
promovió, que hizo que la gente asumiera lo dispuesto por
el poder, sin protesta alguna.
El miedo es la mejor de las armas y es intensamente usado
por el poder. Hay un ejército del pánico organizado, operati-
vo y al servicio de los poderosos, integrado por troles, gabine-
tes asesinos, jurídicos y de comunicación, fabricantes de bu-
los y fake News y think tanks dedicados a investigar sus efec-
tos en los seres humanos.
Los viejos gabinetes de prensa languidecen o están muer-
tos, mientras que proliferan como los hongos los gabinetes
asesinos que llenan el planeta informativo de mentiras, tro-
les, bulos y fake News. Es la comunicación del pánico en
efervescencia y su objetivo único es crear miedo e inseguri-
dad en la población. Hasta la lluvia benéfica es presentada
como riesgo de inundación y se consagran como verdades
bulos como que se quiere reducir a la mitad la población
del mundo, que las vacunas contra el COVID matan poco a
poco, que el diablo le está ganando el pulso a Dios y que el
fin de los tiempos está muy cerca.
Hay países donde el miedo y el pánico se han converti-
do en una especie de arte milagroso. El Salvador es el me-
jor ejemplo mundial de la efectividad del pánico. Muertos
de miedo y hartos de inseguridad y violencia, los ciudada-
nos salvadoreños han elegido como presidente no a un de-
mócrata sino al más cruel y decidido de los pandilleros, a al-
guien capaz de derrotar la delincuencia utilizando sus mis-
mas armas. El presidente Bukele, rebosa popularidad por
haber acabado de un plumazo con las peligrosas maras cri-
minales y ha llenado las cárceles de pandilleros, convirtien-
do El Salvador, que era de los países más inseguros del mun-
do, en un oasis de paz y orden.
España es otro ejemplo mundial de creación de insegu-
ridad y pánico desde el poder. La variante española consis-
te en aterrorizar a la población con una mezcla de menti-
ras institucionales y delincuencia en el poder. Pedro Sán-
chez gobierna mintiendo, rodeado de ministros totalitarios
y peligrosos y aliado con la escoria de la nación: comunistas,
amigos del terrorismo y golpistas promotores del separatis-
mo y el odio. El resultado es formidable: un pueblo que lle-
gó a ser famoso en el pasado por su bravura y por su capaci-
dad de lucha es hoy un triste ejemplo de cobardía y parálisis
frente al poder inicuo.
Los hijos de las tinieblas
No sabemos si la pandemia del COVID fue la mutación na-
tural de un virus o una creación de los hijos de las tinieblas,
pero sí sabemos que el virus catapultó el poder de las som-
bras. Esa infección del virus ha sido el martillazo más gran-
de y poderoso que los tiranos han dado a la libertad en los
tiempos modernos. También sabemos que el patógeno na-
ció rodeado de pánico y que sigue aterrando al mundo has-
ta después de mutar, debilitarse y convertirse en poco más
que una gripe.
La fuerza de la comunicación del pánico convirtió al CO-
VID en un monstruo de pesadilla que cambió demasiadas
costumbres y creencias en el mundo y seguirá siendo una
bestia temida todavía por muchos años.
Hasta ahora creíamos que los hijos de las tinieblas eran
más sagaces que los hijos de la luz, pero la realidad presente
demuestra que también son más poderosos. Aquello de que
“el criminal nunca gana” se ha vuelto obsoleto porque aho-
ra los criminales tienen el poder, se hacen millonarios, dic-
tan las leyes y dominan el mundo.
Principios antes creíbles, como que “al final la verdad se
impone”, están hoy en bancarrota porque la Historia la es-
criben los vencedores y los que dominan el poder también
ejercen su dominio sobre la verdad y la mentira.
Mentiras tan imponentes como la maldad de la coloni-
zación española de América, propagadas por ingleses, fran-
ceses, holandeses, italianos y otros, siguen hoy prevalecien-
do, a pesar de que está más que demostrado que los espa-
ñoles fueron más comprensivos, tolerantes y civilizados que
los anglosajones, que exterminaron sin piedad a razas en-
teras al colonizar sus tierras americanas. Basta visitar hoy la
América Hispana para ver como los indígenas viven, mien-
tras que en las antiguas colonias británicas han quedado ex-
terminados.
Los nuevos comunicadores de éxito
Si quiere triunfar hoy rápidamente como comunicador tie-
ne usted que convertirse en un canalla y hacerse discípu-
lo de Stalin, Hitler, Drácula y otros excrementos humanos.
Tendrá que olvidar el principio democrático de que el pue-
blo tiene derecho a conocer la verdad y aceptar que la ver-
dad ya sólo es lo que el poder quiere que sea. Muchos me-
dios de comunicación han sido comprados y miles de perio-
distas han abandonado al pueblo. uniéndose a las élites, a
las que sirven a cambio de dinero y poder. En ese mundo, se
trabaja para el miedo, no para la verdad.
Si quiere ser un empresario de la comunicación triun-
fante monte una empresa, contrate a periodistas inmorales,
redacte un catálogo de estragos y maldades informativas,
demuestre su capacidad de crear bulos y noticias inquietan-
tes y aterradoras y preséntelo a los políticos y a los grandes
empresarios del mundo, asegurándoles que su empresa es
experta en propagar pánico, inquietud, zozobra e inseguri-
dad. Seguro que se hace millonario pronto porque hay gran
demanda de esa mercancía podrida.
En los gabinetes del miedo y en las factorías de la comu-
nicación del pánico se buscan fórmulas para que el miedo
impere, se inventan mentiras, se propagan bulos, se distri-
buyen informaciones falsas y se rastrean los historiales de las
personas decentes y los enemigos poderosos para destruir
su prestigio e imagen.
Los periodistas del pánico son ratas de alcantarillas que
viven del fango maloliente, de la basura, el miedo, el do-
lor y hasta la muerte. Suelen ser hábiles creativos y capaces
de producir miedo en distintos formatos y versiones: tex-
tos, imágenes, videos, memes, entrevistas, biografías, escán-
dalos, thrillers, etc.
Los comunicadores del pánico aprenden más de la lite-
ratura negra, del cine de terror y de los asesinos en serie que
de la Historia del Periodismo y de los éxitos en la cobertura
de grandes acontecimientos. La vieja comunicación preten-
día informar, con más o menos objetividad, pero la nueva
pretende asustar, inquietar, crear angustia y parálisis a tra-
vés del miedo. Los héroes en ese mundo ya no son los gana-
dores del Pulitzer sino los inventores de Drácula, el Exorcis-
ta o Jack el destripador.
Hay decenas de miles de esas ratas malignas trabajando
para gobiernos, partidos políticos, grandes corporaciones
y otros núcleos cancerosos, conscientes de que la informa-
ción es poder y que quien la domine y genere terror parali-
zante tendrá ganada media guerra.
Un ejemplo claro y convincente fue el del misil que des-
truyó un hospital cristiano en Gaza, en octubre de 2023,
causando medio millar de muertos y miles de heridos. Las
ratas de ambos bandos lucharon a cuchilladas para conven-
cer al mundo que el misil era del adversario. Las ratas de Is-
rael culpando a Hamás y las palestinas acusando a Israel. Es
como si del resultado de aquella contienda quizás depen-
diera la victoria o la derrota en la batalla de la información
y quizás también en la guerra total.
La apoteosis del pánico
El miedo a la muerte es el mayor de los miedos y el COVID
conectaba, directa y brutalmente, con la peor de las muer-
tes. Los contagiados morían en soledad, lejos de la familia y
de los amigos, en hospitales masificados, conectados a res-
piradores agobiantes, boca abajo, rodeados de médicos y sa-
nitarios confundidos y desorientados, todos envueltos en la
desesperación.
La iconografía que rodeaba al maldito virus era espeluz-
nante: hospitales saturados, rostros descompuestos en los
profesionales y enfermos, residencias de ancianos transfor-
madas en morgues, naves llenas de ataúdes, televisiones que
retransmitían a diario la muerte y el dolor por todas partes.
La pandemia mortífera era el terreno ideal para acorra-
lar la libertad, para suprimir derechos, para que los poderes
desalmados del mundo ganaran espacio y para que los pro-
fetas y promotores del pánico se lucieran. Algo parecido al
triunfo de Satanás y a la antesala del Apocalipsis.
En las cuevas oscuras donde se esconde la ambición y
donde habitan los depredadores que quieren dominar el
planeta se escuchaban gritos de alegría y triunfo, exclama-
ciones como “hemos descubierto la receta para conquistar
la Tierra”, Los grandes sátrapas invisibles del verdadero po-
der sentían euforia porque creían tener la receta mágica, la
piedra filosofal que transforma la libertad en esclavitud y la
rebeldía en parálisis, todo a través del pánico.
Desde entonces, el miedo y el pánico galopan eufóricos
por el mundo, derribando derechos y libertades, acorralan-
do la independencia y acuchillando la rebeldía y la demo-
cracia: el cambio climático se presentaba como una catás-
trofe, los terremotos siempre eran devastadores y las gue-
rras eran más crueles que nunca antes. Las televisiones, mu-
chas de ellas compradas por el nuevo orden, aterrorizaban
al mundo en cada telediario con bombas asesinas de civiles,
ciudades arrasadas, inundaciones y todo tipo de desgracias.
La manada de los humanos transformados en borregos
perdía sin darse cuenta toneladas de libertad, que es la gran
conquista y el mayor tesoro del ser humano.
El miedo transforma la comunicación
Además de ser la herramienta más eficaz del poder, el mie-
do es un monstruo que está transformando la comunica-
ción, a los periodistas, a los intelectuales, a gran parte de la
población y a los propios medios de difusión, cambiando su
forma, su alcance, sus contenidos y sus efectos.
Se sabe que el miedo es la primera alarma de defensa
frente a una amenaza, pero ahora, sometido a manipula-
ción, fabricado y potenciado, es también un instrumento
del poder para cambiar el mundo. Pero lo que no se sabe
es si el miedo está transformando también al mismo poder
y a los que lo manejan. Es tan poderoso el miedo que se ha
vuelto incontrolable y parece tener vida propia.
La terminología de la guerra, la de las emergencias y las
imágenes de catástrofes y dramas quedaron incorporadas a
la comunicación diaria en los medios, donde alcanzaban el
estrellato y las portadas las ciudades destruidas, los campos
de refugiados hambrientos, los volcanes en erupción, los in-
cendios devastadores, los anónimos féretros en las morgues,
las cruces sin nombres y las fosas comunes, todo para cau-
sar pavor.
Los datos y las estadísticas se han deshumanizado e in-
corporado a la comunicación del pánico. Se potenció el te-
rror de los números y se habló de la cantidad de muertos,
de la frecuencia de las epidemias, de las alertas naranjas y
rojas y de estadísticas inquietantes sobre superpoblación,
enfermedades y muertes.
El espectador ya es víctima de los medios y despojado de
sus certezas. Sus creencias antiguas han quedado bajo sospe-
cha. La mentira se tornó familiar y se obligó a la ciudadanía
a vivir una especie de película de terror en la que el ser hu-
mano es el desgraciado protagonista, en un mundo incom-
prensible e inabordable, dominado por fuerzas sin control,
como la globalización y en una vida a la deriva que convier-
te al hombre, que antes era el orgulloso protagonista de la
civilización, en una piltrafa indefensa.
¿Adaptarse al pánico o combatirlo?
Adaptarse a los cambios siempre fue reflejo de una inteli-
gencia desarrollada y un símbolo de la civilización que con-
tribuye a que nuestra salud sea buena, pero adaptarse a un
miedo que no es natural y que es una agresión artificial a
la especie es una imbecilidad suicida. Contra el pánico que
utiliza el poder para controlar a las masas hay que rebelar-
se y luchar y de esa lucha depende la supervivencia de mu-
chos de los logros y conquistas del ser humano, sobre todo
de la libertad.
Si el estrés que produce el miedo se torna incontrolable,
entonces se apodera de nosotros una sensación de indefen-
sión y el cuerpo se inunda de sudor y de hormonas estre-
santes que tienen graves efectos sobre los distintos órganos.
Cuando el miedo se convierte en crónico, el estrés que ge-
nera es ya un grave peligro para nuestra integridad espiri-
tual, emocional y física.
Si un león nos ataca, el miedo nos defiende y nos inyec-
ta adrenalina para despertar los sentidos, aportarnos rapi-
dez de reflejos y fuerza para huir. Pero la comunicación del
miedo, con la ayuda de nuestra imaginación, puede lograr
el mismo efecto que si realmente nos ataca una fiera.
Algo parecido ocurrió con la pandemia del COVID, en la
que gran parte del miedo que sentíamos era el resultado de
la mezcla de las noticias, las imágenes, nuestra imaginación
y una realidad que parecía seriamente preocupante.
La avalancha del miedo empezó a convertirse en un
océano a partir de los atentados del 11 de septiembre de
2001, cuando fueron destruidas las Torres Gemelas de Nue-
va York. A partir de entonces, el miedo no ha hecho otra co-
sa que ganar espacio y avanzar hasta convertirse muchas ve-
ces en pánico descontrolado.
La sociedad quedaba sometida al miedo mediático, de-
trás del cual se movían intereses invisibles que alimentaban
la hoguera. El miedo entró en los hogares y se hizo parte
de nuestra cultura, pugnando, incluso, por incorporarse a
nuestro ADN.
La parálisis que el miedo produce alejó al ciudadano de
la primera línea y dejó el mundo en manos del poder. Los
ciudadanos se limitaban a opinar en las redes sociales, don-
de apenas existe riesgo para el poder, que cuenta con altavo-
ces cien veces más potentes, como la propaganda y los me-
dios subyugados y comprados. El mundo, como consecuen-
cia del miedo, se hizo más tiránico y las libertades y dere-
chos retrocedieron.
No nos dábamos cuenta de que aquel miedo que nos en-
volvía era distinto al viejo miedo que servía para defender-
nos. Era un miedo que nos separaba de los demás, que nos
acobardaba, que nos empujaba a la soledad y a la parálisis,
que determina nuestra propia sexualidad, que nos aconse-
jaba dejar los problemas en manos de los poderosos y limi-
tarnos a vivir nuestras vidas. Es lo que Eric Fromm llama “el
miedo a la libertad”.
Ante el fulgurante éxito del miedo, los poderosos de la
tierra que se empeñan en esclavizar a las masas y hacer del
mundo una jaula controlada, se sentían eufóricos.
¿Es el miedo la receta definitiva para que las sombras
conquisten el mundo? Eso está todavía por decidir, pero, a
juzgar por las primeras batallas libradas entre la libertad y
la esclavitud, los fabricantes de esclavos están ganando esa
guerra crucial.
El nuevo miedo inducido por el poder está consiguiendo
también que el miedo a Dios, el que nos llevaba a la salva-
ción, ya apenas funcione. El miedo a la venganza de los dio-
ses sirvió durante milenios para controlar a las masas y ase-
gurar el poder de las élites y conformar un mundo vertical
y más o menos ordenado. Hoy, ese miedo ya no le sirve al
poder, que ha decidido sustituirlo por otro miedo inmedia-
to y próximo a los peligros y amenazas que nos rodean: gue-
rras, catástrofes, matanzas, climas cambiantes, tsunamis y un
largo etcétera, claramente visible en los noticieros de televi-
sión y en los discursos del poder.
La única respuesta que existe para combatir el miedo es
atacar la fuente que lo produce, lo que significa que el ser
humano que ame la libertad y quiera ser decente y justo tie-
ne el deber, tanto para sobrevivir como para salvar el mun-
do, de enfrentarse con todas sus fuerzas a los poderes som-
bríos que utilizan el miedo como si fuera una ametralladora.
El miedo ya es el protagonista de la cultura del siglo XXI
El mundo presente ya no se entiende sin ese miedo que lo
inunda todo y que está transformando el concepto de poder,
la cultura, las artes, las costumbres, las creencias y hasta los
sentimientos del ser humano. El miedo es, sin duda, el gran
protagonista del siglo, sobrevolando nuestros cielos en forma
de fantasmas amenazantes que anticipan guerras de extermi-
nio, epidemias letales, políticos locos, hundimiento de los va-
lores, terremotos, volcanes, tsunamis, proximidad del Apoca-
lipsis y otros muchos dramas. La serenidad y la paz, territorios
donde se desarrollan la creatividad, el genio y el progreso hu-
mano, están prácticamente en bancarrota y la decadencia y el
retroceso empiezan a ejercer su dominio oscuro. El pesimis-
mo se impone al optimismo y la oscuridad le gana el pulso a
la luz, como el diablo maligno al Dios del perdón, que cada
día pierde espacio en un mundo dominado por el mal.
El miedo, cuando entra en efervescencia, dispara las es-
tadísticas de suicidios, de separaciones matrimoniales y de
enfrentamientos entre vecinos, amigos, parejas y competi-
dores. También daña la amistad, incrementa los partidarios
de la eutanasia y el rechazo a la cercanía entre los huma-
nos, al mismo tiempo que los niños, que respiran ya el mie-
do desde la infancia, crecen con una insana congoja y te-
mor al futuro.
En España, millones de ciudadanos creen que una nue-
va guerra civil, como la de 1936-39, está a punto de estallar,
mientras en el mundo creen que una nueva guerra mundial
está a las puertas. Estos miedos frenan el progreso, fortale-
cen la parálisis general y hostigan el optimismo, la ilusión y
la esperanza.
El drama es que mientras el grueso de la ciudadanía se
siente muy dañada por el miedo, en las cuevas oscuras del
poder oculto que mueve los hilos hay optimismo y seguri-
dad, conscientes los amos del mundo de que el miedo y el
pánico les conducen a la victoria y a conseguir, por fin, que
la democracia sea sustituida por la tiranía, que los rebeldes
que se resisten sean aplastados y que el Nuevo Orden gane
definitivamente la contienda.
El miedo ha sido utilizado siempre para controlar a los
humanos, educados desde niños en esa cultura con cuentos
y narraciones donde el bien y el mal se enfrentaban y a ve-
ces vencía el mal y en la que los desventurados eran castiga-
dos por su maldad. Pero nunca como ahora el poder ha in-
corporado el miedo a sus armas de vanguardia. El hombre
del saco y la bruja que envenenó a Blanca Nieves eran perso-
najes de ficción que pronto se desmoronaban ante la fuer-
za de la razón, pero el hombre del saco, en el presente, pue-
de ser Vladimir Putin, un tipo real capaz de apretar el botón
nuclear del fin del mundo.
Las baterías y misiles del miedo son hoy los más eficaces
y usados en las guerras del poder, en el control de los pue-
blos, en la esclavización de los humanos, en el asesinato de
la libertad, en la supresión de la democracia y en la conquis-
ta del poder, ya sea mediante elecciones o mediante golpes
de fuerza.
El miedo y a veces ese miedo sublimado que se transforma
en pánico, avanzan a golpe de dramas, guerras y catástrofes.
Los atentados terroristas contra las Torres Gemelas de Nueva
York fueron un eficaz empujón a la cultura del miedo a esca-
la planetaria, como también las actuales guerras de Ucrania
y Palestina y la decisiva batalla de la pandemia del COVID, la
que abrió de par en par las puertas del pánico.
Los “medios” de comunicación fueron rebautizados co-
mo “miedos” de comunicación, reflejando así, con cierto
humor, el predominio absoluto del miedo en la elaboración
y difusión, en el presente, de la información y opinión.
Los protagonistas del miedo se renuevan constantemen-
te: el terrorismo, las pandemias, las guerras, el cambio cli-
mático destructivo. los migrantes y el último capítulo, el del
reconocimiento que existen los “extraterrestres” y que es-
tán entre nosotros, quién según los rumores lanzados des-
de la comunicación del pánico, está a punto de revelarse.
El de los “aliens” es un nuevo y rico pozo de historias, hi-
pótesis y amenazas inquietantes que incluye incursiones en
las pirámides y culturas antiguas, donde se descubren imá-
genes de presuntos astronautas, avances tecnológicos inex-
plicables y constelaciones extrañas dibujadas sobre piedras
prehistóricas.
Los psicólogos, muy inquietos ante el auge del miedo,
afirman que el miedo imperante alimenta el odio, otra fuer-
za nociva que está envenenando el mundo, y que consigue
que el ser humano pierda interés por los demás, altera la
convivencia y daña los valores en su conjunto, achicando la
dimensión ética de las personas.
La comunicación rebelde contra la comunicación del pánico
Para derrotar el miedo y la parálisis sólo existe una salida: la
comunicación rebelde, la que se opone al miedo y lo com-
bate con las mismas armas: argumentos, textos, imágenes,
videos y mucha alegría y esperanza frente al mundo tétrico
y oscuro que pretende dominar el mundo.
Hay que empezar a potenciar el periodismo de las bue-
nas noticias, de la ilusión y de los datos positivos, que exis-
ten y que en realidad es más potente y sólidos que los que
sustentan el pánico. Si te dicen que la guerra es inminen-
te, tú respondes que la paz también lo es. Si argumentan
que hay hambre y esclavitud, respondes que nunca hubo
más abundancia de bienes, más libertad en la Historia y más
gente con sus necesidades cubiertas. Si hablan de pande-
mias, respóndeles que la del COVID está a punto de ser de-
rrotada y que las actuales, comparadas con las pestes medie-
vales y otras enfermedades letales del pasado, son un juego
de niños.
Hay que empezar a reclutar gente limpia, decente y hon-
rada que crea en la democracia, en la política como servicio
al pueblo, en los valores, en el amor y en la bondad. Dile a
los que hablan de un diablo ganador que Dios es más fuer-
te y que la verdad y el bien, tarde o temprano, siempre ter-
minan por imponerse.
El imperio del miedo sólo es posible porque los que
creen en la libertad y la grandeza de la raza humana es-
tán acobardados. Si nos libramos del miedo, el mundo sería
otro y los habitantes de las cuevas oscuras que quieren escla-
vizar al mundo serían pronto derrotados.
Promover la rebeldía y el enfrentamiento a los esclavis-
tas que promueven el miedo y la tiranía es el mayor servicio
que un ser humano decente y digno puede hacer hoy a la
raza humana y a la civilización.
Que nadie dude que la victoria contra el pánico es posible
Francisco Rubiales Moreno
La comunicazione del panico
Francisco Rubiales Moreno
Nada causa tanto pavor como la muerte, que es el fin de todo. Ante la
muerte, el ser humano se aterra, se paraliza y se doblega. Los podero-
sos lo han sabido desde el principio de los tiempos y han usado el mie-
do para domesticar y someter a los humanos. Miedo a los dioses, a la
naturaleza desatada, el castigo del más allá, al poder del rey, a la ley y al
verdugo. Pero el miedo se convirtió en pánico cuando llegó la pande-
mia del COVID y su espectáculo de horror, sufrimiento y muerte televi-
sado en directo. El poder mundial, ante aquel imperio del terror, des-
cubrió que el pánico, bien controlado, puede ayudarle a que el mundo
admita sin rebelarse la esclavitud y el poder único del Nuevo Orden.
A partir de entonces, se desarrolló la “comunicación del pánico”, una
forma de expandir el miedo paralizante por todo el planeta, a través de
noticias alteradas, catástrofes, imágenes sobrecogedoras, bulos, y gabi-
netes dedicados a utilizar la comunicación como un hacha y a provocar
océanos de miedo al servicio de partidos políticos, gobiernos y poderes
escondidos, todos confabulados para promover el fin de la democra-
cia, la libertad y los grandes derechos conquistados por el ser humano.
Niente è più terrificante della morte, che è la fine di tutto. Di fronte al-
la morte, l’essere umano è terrorizzato, paralizzato e sottomesso. I po-
tenti lo sanno dall’inizio dei tempi e hanno usato la paura per domare
e sottomettere gli esseri umani. Paura degli dèi, della natura scatenata,
della punizione dall’aldilà, del potere del re, della legge e del boia. Ma
la paura si è trasformata in panico quando è arrivata la pandemia CO-
VID e il suo spettacolo in diretta televisiva di orrore, sofferenza e mor-
te. Il potere mondiale, di fronte a quell’impero del terrore, scoprì che
il panico, ben controllato, può aiutare il mondo ad ammettere senza ri-
bellarsi la schiavitù e il potere unico del Nuovo Ordine. Da allora si svi-
luppò la “comunicazione del panico”, un modo per diffondere la paura
paralizzante in tutto il pianeta, attraverso notizie alterate, catastrofi, im-
magini scioccanti, bufale e gabinetti dedicati a usare la comunicazione
come un’ascia e a provocare oceani di paura al servizio di partiti politici,
governi e poteri occulti, che cospirano per promuovere la fine della de-
mocrazia, della libertà e dei grandi diritti conquistati dall’essere umano.
El miedo es un mensaje poderoso. Cuando el miedo se con-
vierte en pánico, es un mensaje atronador e irresistible.
Nada causa tanto pavor como la muerte, que es el fin de
todo. El ser humano está dotado de un invencible amor a la
vida que lo convierte en un ser absurdo, que sabe que tiene
que morir, pero que no acepta ese destino.
Por eso, cuando el ser humano contempla la muerte de
cerca y teme caer en sus garras, todo lo demás se vuelve se-
cundario.
La pandemia del COVID fue un pavoroso estallido de pá-
nico que estremeció al mundo y cambió muchas cosas. Fue
como aquellas epidemias de peste negra que diezmaban las
poblaciones en la Edad Media, pero con el agravante de la
retransmisión en directo de la tragedia, gracias a los avances
de la comunicación de masas.
Pero la parálisis que provocó el pánico a morir víctima
del COVID-19 no fue universal porque había sectores de la
sociedad que tenían información privilegiada, no se deja-
ron dominar por el terror y aprovecharon la coyuntura pa-
ra incrementar su poder.
El pánico desatado y alimentado en torno a la pandemia
del COVID no se entiende al margen del debate universal
sobre qué es más importante la libertad o la seguridad. Los
poderes dominantes en el mundo quieren que el pueblo,
aterrorizado por las guerras, las catástrofes, las pandemias y
amenazas más o menos reales, como las del cambio climáti-
co, elijan la seguridad y para ello fortalecen cada día el mie-
do, el odio y la inseguridad.
Quedarse congelado, aturdido, paralizado por el miedo,
es una reacción involuntaria común de nuestro cuerpo. Esa
respuesta cerebral tiene un nombre: inmovilidad tónica. Se
trata de un estado temporal de inmovilidad motora en res-
puesta a una situación de miedo extremo y tanto psicólogos
como psiquiatras creen que se da con frecuencia en casos
de violación y de otros eventos traumáticos, como maltratos,
atracos, agresiones o accidentes graves.
Los fabricantes de esclavos creían, con razón, que un es-
tado colectivo de pánico ante un virus mortal y misterioso
podría reproducir en los humanos reacciones similares a las
que sufre una presa indefensa frente a un depredador po-
deroso o una mujer cuando va a ser violada por siete ma-
chos forzudos.
La pandemia del COVID-19 ha sido la mejor herramien-
ta de los tiranos que buscan sustituir el mundo del presente
por una tiranía universal. Ha sido utilizada por los poderes
que controlan el mundo para reprimir el libre pensamien-
to, acosar a los críticos, debilitar la democracia, hacer retro-
ceder el Estado de Derecho y fortalecer el poder de los dic-
tadores. La pandemia ha sido una oportunidad valiosa para
que la tiranía avance y la libertad retroceda.
El pánico artificialmente generado en todo el mundo ha
servido para paralizar la resistencia, debilitar la lucha por la
libertad y conseguir victorias de gran valor para el bando ca-
nalla que pretende esclavizar a los humanos.
Las imágenes de muertos en las calles de China aterrori-
zaron a un mundo que se creía seguro y a salvo con sus tec-
nologías y conquistas en la ciencia, la libertad y el progreso.
De pronto, el miedo penetró la sociedad y generó ansiedad
paralizante. Los poderosos, que conocían previamente ese
efecto de la pandemia, aprovecharon la parálisis para hacer
avanzar la esclavitud y consiguieron que los medios de co-
municación, sobre todo las emisoras de televisión, difundie-
ran a diario imágenes sobre los daños que causaba el virus,
la indefensión de los enfermos, los hospitales saturados y el
suplicio mortal de los intubados, conectados a respiradores
casi siempre letales.
Frente al peligro real de morir, todo lo demás quedaba
en segundo plano. Y los canallas aprovecharon los efectos
del pánico para conquistar espacios en los ámbitos de la li-
bertad y la fortaleza humana.
A la sombra del virus se desarrolló toda una disciplina
nueva al servicio del poder: la comunicación del pánico,
que consistía en utilizar la comunicación humana para pa-
ralizar a la población con el terror, mientras la tiranía avan-
zaba en la oscuridad y la mentira.
Hoy, gracias a aquella sucia experiencia, la comunicación
del miedo es adulta y se utiliza en muchos ámbitos y países,
tras quedar incorporada como arma eficaz del poder.
El periodismo que se unió con entusiasmo a la comuni-
cación del pánico ha contraído una deuda inmensa con la
ciudadanía, la libertad, la verdad y la democracia porque su
labor fue vil, sucia y traidora al aplastar valores y principios
que respetaba hasta entonces el periodismo veraz y honrado.
Las vacunas llegaron no tanto para inyectar esperanza,
sino para generar inquietudes y dudas sobre su eficacia y
su composición innovadora, directamente relacionada con
los genes. Los rumores sobre el ARN mensajero y su poten-
cial capacidad para cambiar la raza humana fortalecieron el
miedo y sembraron el planeta de inquietud y duda.
Las voces más lúcidas eran silenciadas o se las desacredita-
ban como mensajeras del caos y el retroceso. Los críticos fue-
ron etiquetados como “negacionistas” y sus ideas quedaron
estigmatizadas, permitiendo a los agentes del cambio seguir
avanzando hasta derrumbar defensas y certezas ciudadanas
que sin el pánico no hubieran cedida con tanta facilidad.
Existen muchos indicios y pruebas de que la pandemia ha
sido aprovechada para acelerar la esclavización del mundo e
incrementar los poderes de los gobiernos frente a los ciuda-
danos. Han sido tan notables esos avances que muchos ex-
pertos y analistas temen más episodios de pánico inducido,
ya sea por enfermedades, catástrofes o guerras, para empu-
jar aún más hacia el sometimiento de los ciudadanos a unos
poderes públicos que se tornaban prácticamente invencibles.
Los confinamientos y la imposición de estados de crisis o
emergencia han debilitado las defensas de los ciudadanos y
de la sociedad civil frente a gobiernos que, bajo el drama, se
sentían impunes e imparables.
Los ciudadanos se dividen en dos bandos cada día más di-
ferentes: el de los borregos que no piensan, se someten al po-
der y a la política del miedo y el de los que se resisten y quie-
ren que los viejos valores y conquistas se mantengan y que los
promotores del cambio hacia la tiranía sean erradicados.
En el bando de la reflexión y la resistencia, cada día se
descubren nuevos trucos, trampas y mentiras ideados para
controlar las voluntades y las mentes. Un ejemplo: pensar
que las farmacéuticas buscan la salud, es tan estúpido como
pensar que los fabricantes de armas buscan la paz o que los
políticos quieren la libertad de los pueblos.
Libertad o seguridad
El azote del terrorismo, la amenaza artificial del cambio cli-
mático, las guerras, el odio desatado y, sobre todo, el mie-
do a las pandemias mortales y al poder corrompido que go-
bierna el mundo nos están llevando a discutir si la “Liber-
tad” es más importante o menos que la “Seguridad”. Ese de-
bate es el sueño de los políticos aspirantes a tiranos, que de-
sean con todas sus fuerzas que la sociedad opte por la Segu-
ridad y se someta libremente a la tiranía del odio, a los abu-
sos del poder y a las restricciones a las libertades y derechos
que ellos quieren imponer en el mundo, entre las que des-
tacan el asesinato y entierro de la democracia y su sustitu-
ción por un poder tiránico a escala universal.
Se trata de un debate falso y trucado porque para disfru-
tar de seguridad no hace falta renunciar a la libertad, como
afirman nuestros políticos tramposos.
Nuestro mayor drama es el pésimo liderazgo. Los malos po-
líticos nos han conducido hasta las grandes crisis, las guerras,
los exterminios étnicos, las hambrunas, la pobreza, el desem-
pleo masivo, la falta de esperanza, la inseguridad y el miedo.
Tal vez el mayor problema del mundo sea su clase dirigen-
te, una tribu espeluznante de políticos y multimillonarios sin
valores ni sentido del liderazgo que lleva siglos mandando
sin solucionar ni uno solo de los problemas que nos acosan:
hambre, delincuencia, explotación, injusticia, violencia...
Si ellos hubieran hecho las cosas bien o si las hicieran a
partir de ahora, no sería necesario renunciar a lo que es la
esencia de la civilización y de la dignidad humana, que es
ser libres.
Nunca desde las revoluciones del comunismo y el nazi
fascismo estuvo la libertad tan en peligro como en el pre-
sente. En el pasado, el asalto a la libertad perpetrado por
personajes como Lenin, Mao, Hitler, Mussolini y otros tira-
nos fue directo, burdo y cargado de crueldad y muerte, pe-
ro el asalto actual es sutil, aunque más peligroso porque pe-
netra y destroza el alma sin provocar reacciones defensivas.
El Estado, poco a poco, desde la explosión del liberalis-
mo, ha ido recortando la libertad hasta dejarla reducida a la
libre expresión y poco más. La mayoría de los europeos ac-
tuales no pueden disfrutar de la verdadera democracia, no
pueden participar ni influir decisivamente en la política, no
pueden evitar que sus líderes sean corruptos y a veces delin-
cuentes, no pueden destituir a los malos gobernantes, tie-
nen que pagar los impuestos que quiere el poder, aunque
sean injustos, y su palabra vale menos que la de un policía
ante los tribunales. Tampoco pueden portar armas para de-
fenderse de los muchos criminales que pueblan sus ciuda-
des, ni disfrutar de derechos garantizados por las constitu-
ciones, como el derecho a una vivienda digna y a un puesto
de trabajo para vivir con dignidad y mantener a su familia,
ni a informar y ser informado con independencia y verdad,
ni a ser juzgado en igualdad de condiciones con los más ri-
cos y poderosos, ni a disfrutar de igualdad de oportunida-
des frente a los políticos, los millonarios y los amigos y fami-
liares del poder, ni a recibir subvenciones y ayudas públicas
con justicia y equidad.
La libertad, en el mundo actual, es más una sensación
que una realidad porque hay derechos y libertades funda-
mentales que no se respetan y los humanos ni siquiera pue-
den vivir sin miedo en las ciudades, donde cada día es más
necesario encerrarse en los hogares, detrás de puertas blin-
dadas y armados para defenderse de potenciales asaltantes.
¿A qué más quiere el poder que renunciemos? ¿Por qué
hay que elegir entre libertad y seguridad, cuando ambos de-
rechos son compatibles? ¿No nos damos cuenta de que la
seguridad no existe porque los gobiernos son incapaces de
garantizarla?
Es más, la libertad es condición irrenunciable para que
exista la seguridad. Los países esclavos son más inseguros
que los libres y ese es un hecho constatado en todo el mun-
do a lo largo de la Historia.
Las actuales guerras de Rusia-Ucrania y de Israel-Palesti-
na son dos ejemplos de demolición de la libertad. El odio
está siendo utilizado como palanca para conseguir poder,
dominar a los ciudadanos, suprimir los valores e imponer
un nuevo orden, dominado por la inseguridad y el miedo,
sin que los ciudadanos puedan o se atrevan a cuestionar ese
brutal cambio.
Si las policías fueran más eficientes, si tantos agentes no
fueran dedicados a cuidar de los políticos y se dedicaran a
cuidar del ciudadano, si nuestros gobernantes no hubieran
invadido Irak bajo motivos falsos, si no hubieran alentado la
destrucción innecesaria de Libia y Siria, es más que proba-
ble que el feroz terrorismo actual no existiera. Si los países
africanos no hubieran sido empobrecidos y explotados en
la etapa colonial y después abandonados en la pobreza, qui-
zás las oleadas invasoras de inmigrantes famélicos no serían
hoy tan enormes. Si nuestros gobiernos hubieran estimula-
do los valores y la virtud en lugar del aborregamiento de las
masas, si hubieran premiado la virtud en lugar de utilizar en
exclusiva el castigo y la represión, seguro que nuestra socie-
dad sería más noble y decente y con más capacidad de inte-
grar a los que llegan. Si la distribución de la riqueza hubie-
ra sido más justa, sin el lacerante escándalo de que las cien
personas más ricas del planeta posean más riqueza y bienes
que la mitad de la población mundial, seguro que en estos
momentos no estaríamos debatiendo si la seguridad es más
importante que la libertad o viceversa.
El gran problema de nuestro mundo es su clase dirigen-
te, una tribu espeluznante de tipos sin valores ni sentido del
liderazgo que lleva siglos mandando sin resolver los dramas
de la Humanidad y sin solucionar ni uno solo de los proble-
mas que nos acosan: hambre, delincuencia, explotación, in-
justicia, desigualdad, violencia...
Casi todos los males del mundo se deben al pésimo lide-
razgo y a la escasa calidad humana, moral e intelectual de
nuestra clase dirigente, que ha adoptado resortes malignos
para gobernar. Tipos tan canallas como Hitler, Stalin, Mao,
Pol Pot y muchos otros, incluyendo a una larga lista de teó-
ricos demócratas del pasado y actuales, han causado al mun-
do daños terribles y han sido portadores malvados de injus-
ticia, dolor y muerte.
Los malos políticos nos han conducido hasta las grandes
crisis, las guerras, los exterminios étnicos, las hambrunas, la
pobreza, el desempleo masivo, la falta de esperanza, la inse-
guridad y el miedo.
Echad un vistazo a los medios de comunicación, sobre
todo a las televisiones, y descubriréis con estupor que se es-
tán magnificando los crímenes, los asesinatos, los asaltos, las
violaciones, el peligro de los inmigrantes, el poder maligno
del terrorismo y otros aspectos de la actualidad que provo-
can pánico en la ciudadanía.
El verdadero debate, el que interesa a los ciudadanos,
aunque no a los políticos, no es el de “seguridad o libertad”,
sino el de “Si controlamos e imponemos grandes exigencias
éticas a nuestros dirigentes o seguimos permitiendo que nos
gobiernen rufianes, corruptos e ineptos”.
Si lográramos desplazar del poder a los rufianes y colocá-
ramos en su lugar a personas ejemplares y dignas, el mundo
empezaría a cambiar como un calcetín y, por supuesto, a me-
jorar a grandes zancadas. Con las personas buenas también
cambiarían las normas y reglas del poder y el odio y el miedo
sería sustituidos por la colaboración, la solidaridad y el amor.
Pero las élites que controlan el mundo prefieren que dis-
cutamos si queremos seguridad o libertad, siempre procu-
rando que elijamos la seguridad para ellos incrementar su
dominio sobre el mundo.
Y la manada siempre obedece a sus pastores.
El miedo, la mejor arma del poder
El sueño de todo tirano es tener a su pueblo aterrorizado y
paralizado por el miedo porque de ese modo desarma la di-
sidencia y consigue que el pueblo se someta voluntariamen-
te al gobierno, en busca de refugio y protección. Todo tipo
de miedo les vale: el miedo a lo desconocido, al futuro, a los
dioses, a la muerte, a la guerra, al dolor, al poder...
Desde los tiempos antiguos, el miedo ha sido motor de
la Historia y la principal herramienta del poder. Los dioses
sirvieron para fortalecer el miedo y los reyes sustentaban su
poder en la fuerza de los seres superiores, que exigían sumi-
sión y obediencia. Desde la civilización sumeria, sin olvidar
a los egipcios, babilonios, hititas, persas, griegos, romanos y
hasta nuestros días, el miedo forjó imperios, ganó batallas y
contuvo la rebeldía de los humanos. Hasta el imperio espa-
ñol se sustentó en el catolicismo, sin el cual aquella conquis-
ta del mundo no hubiera sido posible.
Pero nada ni nadie en los tiempos modernos ha supera-
do a la pandemia del COVID como apoteosis del miedo y
como la cancha donde se experimentó el poder del pánico
para convertir al hombre libre y moderno en borrego ato-
londrado. Nos sometieron a un encierro que luego resultó
inconstitucional, que fue posible sólo por el miedo que se
promovió, que hizo que la gente asumiera lo dispuesto por
el poder, sin protesta alguna.
El miedo es la mejor de las armas y es intensamente usado
por el poder. Hay un ejército del pánico organizado, operati-
vo y al servicio de los poderosos, integrado por troles, gabine-
tes asesinos, jurídicos y de comunicación, fabricantes de bu-
los y fake News y think tanks dedicados a investigar sus efec-
tos en los seres humanos.
Los viejos gabinetes de prensa languidecen o están muer-
tos, mientras que proliferan como los hongos los gabinetes
asesinos que llenan el planeta informativo de mentiras, tro-
les, bulos y fake News. Es la comunicación del pánico en
efervescencia y su objetivo único es crear miedo e inseguri-
dad en la población. Hasta la lluvia benéfica es presentada
como riesgo de inundación y se consagran como verdades
bulos como que se quiere reducir a la mitad la población
del mundo, que las vacunas contra el COVID matan poco a
poco, que el diablo le está ganando el pulso a Dios y que el
fin de los tiempos está muy cerca.
Hay países donde el miedo y el pánico se han converti-
do en una especie de arte milagroso. El Salvador es el me-
jor ejemplo mundial de la efectividad del pánico. Muertos
de miedo y hartos de inseguridad y violencia, los ciudada-
nos salvadoreños han elegido como presidente no a un de-
mócrata sino al más cruel y decidido de los pandilleros, a al-
guien capaz de derrotar la delincuencia utilizando sus mis-
mas armas. El presidente Bukele, rebosa popularidad por
haber acabado de un plumazo con las peligrosas maras cri-
minales y ha llenado las cárceles de pandilleros, convirtien-
do El Salvador, que era de los países más inseguros del mun-
do, en un oasis de paz y orden.
España es otro ejemplo mundial de creación de insegu-
ridad y pánico desde el poder. La variante española consis-
te en aterrorizar a la población con una mezcla de menti-
ras institucionales y delincuencia en el poder. Pedro Sán-
chez gobierna mintiendo, rodeado de ministros totalitarios
y peligrosos y aliado con la escoria de la nación: comunistas,
amigos del terrorismo y golpistas promotores del separatis-
mo y el odio. El resultado es formidable: un pueblo que lle-
gó a ser famoso en el pasado por su bravura y por su capaci-
dad de lucha es hoy un triste ejemplo de cobardía y parálisis
frente al poder inicuo.
Los hijos de las tinieblas
No sabemos si la pandemia del COVID fue la mutación na-
tural de un virus o una creación de los hijos de las tinieblas,
pero sí sabemos que el virus catapultó el poder de las som-
bras. Esa infección del virus ha sido el martillazo más gran-
de y poderoso que los tiranos han dado a la libertad en los
tiempos modernos. También sabemos que el patógeno na-
ció rodeado de pánico y que sigue aterrando al mundo has-
ta después de mutar, debilitarse y convertirse en poco más
que una gripe.
La fuerza de la comunicación del pánico convirtió al CO-
VID en un monstruo de pesadilla que cambió demasiadas
costumbres y creencias en el mundo y seguirá siendo una
bestia temida todavía por muchos años.
Hasta ahora creíamos que los hijos de las tinieblas eran
más sagaces que los hijos de la luz, pero la realidad presente
demuestra que también son más poderosos. Aquello de que
“el criminal nunca gana” se ha vuelto obsoleto porque aho-
ra los criminales tienen el poder, se hacen millonarios, dic-
tan las leyes y dominan el mundo.
Principios antes creíbles, como que “al final la verdad se
impone”, están hoy en bancarrota porque la Historia la es-
criben los vencedores y los que dominan el poder también
ejercen su dominio sobre la verdad y la mentira.
Mentiras tan imponentes como la maldad de la coloni-
zación española de América, propagadas por ingleses, fran-
ceses, holandeses, italianos y otros, siguen hoy prevalecien-
do, a pesar de que está más que demostrado que los espa-
ñoles fueron más comprensivos, tolerantes y civilizados que
los anglosajones, que exterminaron sin piedad a razas en-
teras al colonizar sus tierras americanas. Basta visitar hoy la
América Hispana para ver como los indígenas viven, mien-
tras que en las antiguas colonias británicas han quedado ex-
terminados.
Los nuevos comunicadores de éxito
Si quiere triunfar hoy rápidamente como comunicador tie-
ne usted que convertirse en un canalla y hacerse discípu-
lo de Stalin, Hitler, Drácula y otros excrementos humanos.
Tendrá que olvidar el principio democrático de que el pue-
blo tiene derecho a conocer la verdad y aceptar que la ver-
dad ya sólo es lo que el poder quiere que sea. Muchos me-
dios de comunicación han sido comprados y miles de perio-
distas han abandonado al pueblo. uniéndose a las élites, a
las que sirven a cambio de dinero y poder. En ese mundo, se
trabaja para el miedo, no para la verdad.
Si quiere ser un empresario de la comunicación triun-
fante monte una empresa, contrate a periodistas inmorales,
redacte un catálogo de estragos y maldades informativas,
demuestre su capacidad de crear bulos y noticias inquietan-
tes y aterradoras y preséntelo a los políticos y a los grandes
empresarios del mundo, asegurándoles que su empresa es
experta en propagar pánico, inquietud, zozobra e inseguri-
dad. Seguro que se hace millonario pronto porque hay gran
demanda de esa mercancía podrida.
En los gabinetes del miedo y en las factorías de la comu-
nicación del pánico se buscan fórmulas para que el miedo
impere, se inventan mentiras, se propagan bulos, se distri-
buyen informaciones falsas y se rastrean los historiales de las
personas decentes y los enemigos poderosos para destruir
su prestigio e imagen.
Los periodistas del pánico son ratas de alcantarillas que
viven del fango maloliente, de la basura, el miedo, el do-
lor y hasta la muerte. Suelen ser hábiles creativos y capaces
de producir miedo en distintos formatos y versiones: tex-
tos, imágenes, videos, memes, entrevistas, biografías, escán-
dalos, thrillers, etc.
Los comunicadores del pánico aprenden más de la lite-
ratura negra, del cine de terror y de los asesinos en serie que
de la Historia del Periodismo y de los éxitos en la cobertura
de grandes acontecimientos. La vieja comunicación preten-
día informar, con más o menos objetividad, pero la nueva
pretende asustar, inquietar, crear angustia y parálisis a tra-
vés del miedo. Los héroes en ese mundo ya no son los gana-
dores del Pulitzer sino los inventores de Drácula, el Exorcis-
ta o Jack el destripador.
Hay decenas de miles de esas ratas malignas trabajando
para gobiernos, partidos políticos, grandes corporaciones
y otros núcleos cancerosos, conscientes de que la informa-
ción es poder y que quien la domine y genere terror parali-
zante tendrá ganada media guerra.
Un ejemplo claro y convincente fue el del misil que des-
truyó un hospital cristiano en Gaza, en octubre de 2023,
causando medio millar de muertos y miles de heridos. Las
ratas de ambos bandos lucharon a cuchilladas para conven-
cer al mundo que el misil era del adversario. Las ratas de Is-
rael culpando a Hamás y las palestinas acusando a Israel. Es
como si del resultado de aquella contienda quizás depen-
diera la victoria o la derrota en la batalla de la información
y quizás también en la guerra total.
La apoteosis del pánico
El miedo a la muerte es el mayor de los miedos y el COVID
conectaba, directa y brutalmente, con la peor de las muer-
tes. Los contagiados morían en soledad, lejos de la familia y
de los amigos, en hospitales masificados, conectados a res-
piradores agobiantes, boca abajo, rodeados de médicos y sa-
nitarios confundidos y desorientados, todos envueltos en la
desesperación.
La iconografía que rodeaba al maldito virus era espeluz-
nante: hospitales saturados, rostros descompuestos en los
profesionales y enfermos, residencias de ancianos transfor-
madas en morgues, naves llenas de ataúdes, televisiones que
retransmitían a diario la muerte y el dolor por todas partes.
La pandemia mortífera era el terreno ideal para acorra-
lar la libertad, para suprimir derechos, para que los poderes
desalmados del mundo ganaran espacio y para que los pro-
fetas y promotores del pánico se lucieran. Algo parecido al
triunfo de Satanás y a la antesala del Apocalipsis.
En las cuevas oscuras donde se esconde la ambición y
donde habitan los depredadores que quieren dominar el
planeta se escuchaban gritos de alegría y triunfo, exclama-
ciones como “hemos descubierto la receta para conquistar
la Tierra”, Los grandes sátrapas invisibles del verdadero po-
der sentían euforia porque creían tener la receta mágica, la
piedra filosofal que transforma la libertad en esclavitud y la
rebeldía en parálisis, todo a través del pánico.
Desde entonces, el miedo y el pánico galopan eufóricos
por el mundo, derribando derechos y libertades, acorralan-
do la independencia y acuchillando la rebeldía y la demo-
cracia: el cambio climático se presentaba como una catás-
trofe, los terremotos siempre eran devastadores y las gue-
rras eran más crueles que nunca antes. Las televisiones, mu-
chas de ellas compradas por el nuevo orden, aterrorizaban
al mundo en cada telediario con bombas asesinas de civiles,
ciudades arrasadas, inundaciones y todo tipo de desgracias.
La manada de los humanos transformados en borregos
perdía sin darse cuenta toneladas de libertad, que es la gran
conquista y el mayor tesoro del ser humano.
El miedo transforma la comunicación
Además de ser la herramienta más eficaz del poder, el mie-
do es un monstruo que está transformando la comunica-
ción, a los periodistas, a los intelectuales, a gran parte de la
población y a los propios medios de difusión, cambiando su
forma, su alcance, sus contenidos y sus efectos.
Se sabe que el miedo es la primera alarma de defensa
frente a una amenaza, pero ahora, sometido a manipula-
ción, fabricado y potenciado, es también un instrumento
del poder para cambiar el mundo. Pero lo que no se sabe
es si el miedo está transformando también al mismo poder
y a los que lo manejan. Es tan poderoso el miedo que se ha
vuelto incontrolable y parece tener vida propia.
La terminología de la guerra, la de las emergencias y las
imágenes de catástrofes y dramas quedaron incorporadas a
la comunicación diaria en los medios, donde alcanzaban el
estrellato y las portadas las ciudades destruidas, los campos
de refugiados hambrientos, los volcanes en erupción, los in-
cendios devastadores, los anónimos féretros en las morgues,
las cruces sin nombres y las fosas comunes, todo para cau-
sar pavor.
Los datos y las estadísticas se han deshumanizado e in-
corporado a la comunicación del pánico. Se potenció el te-
rror de los números y se habló de la cantidad de muertos,
de la frecuencia de las epidemias, de las alertas naranjas y
rojas y de estadísticas inquietantes sobre superpoblación,
enfermedades y muertes.
El espectador ya es víctima de los medios y despojado de
sus certezas. Sus creencias antiguas han quedado bajo sospe-
cha. La mentira se tornó familiar y se obligó a la ciudadanía
a vivir una especie de película de terror en la que el ser hu-
mano es el desgraciado protagonista, en un mundo incom-
prensible e inabordable, dominado por fuerzas sin control,
como la globalización y en una vida a la deriva que convier-
te al hombre, que antes era el orgulloso protagonista de la
civilización, en una piltrafa indefensa.
¿Adaptarse al pánico o combatirlo?
Adaptarse a los cambios siempre fue reflejo de una inteli-
gencia desarrollada y un símbolo de la civilización que con-
tribuye a que nuestra salud sea buena, pero adaptarse a un
miedo que no es natural y que es una agresión artificial a
la especie es una imbecilidad suicida. Contra el pánico que
utiliza el poder para controlar a las masas hay que rebelar-
se y luchar y de esa lucha depende la supervivencia de mu-
chos de los logros y conquistas del ser humano, sobre todo
de la libertad.
Si el estrés que produce el miedo se torna incontrolable,
entonces se apodera de nosotros una sensación de indefen-
sión y el cuerpo se inunda de sudor y de hormonas estre-
santes que tienen graves efectos sobre los distintos órganos.
Cuando el miedo se convierte en crónico, el estrés que ge-
nera es ya un grave peligro para nuestra integridad espiri-
tual, emocional y física.
Si un león nos ataca, el miedo nos defiende y nos inyec-
ta adrenalina para despertar los sentidos, aportarnos rapi-
dez de reflejos y fuerza para huir. Pero la comunicación del
miedo, con la ayuda de nuestra imaginación, puede lograr
el mismo efecto que si realmente nos ataca una fiera.
Algo parecido ocurrió con la pandemia del COVID, en la
que gran parte del miedo que sentíamos era el resultado de
la mezcla de las noticias, las imágenes, nuestra imaginación
y una realidad que parecía seriamente preocupante.
La avalancha del miedo empezó a convertirse en un
océano a partir de los atentados del 11 de septiembre de
2001, cuando fueron destruidas las Torres Gemelas de Nue-
va York. A partir de entonces, el miedo no ha hecho otra co-
sa que ganar espacio y avanzar hasta convertirse muchas ve-
ces en pánico descontrolado.
La sociedad quedaba sometida al miedo mediático, de-
trás del cual se movían intereses invisibles que alimentaban
la hoguera. El miedo entró en los hogares y se hizo parte
de nuestra cultura, pugnando, incluso, por incorporarse a
nuestro ADN.
La parálisis que el miedo produce alejó al ciudadano de
la primera línea y dejó el mundo en manos del poder. Los
ciudadanos se limitaban a opinar en las redes sociales, don-
de apenas existe riesgo para el poder, que cuenta con altavo-
ces cien veces más potentes, como la propaganda y los me-
dios subyugados y comprados. El mundo, como consecuen-
cia del miedo, se hizo más tiránico y las libertades y dere-
chos retrocedieron.
No nos dábamos cuenta de que aquel miedo que nos en-
volvía era distinto al viejo miedo que servía para defender-
nos. Era un miedo que nos separaba de los demás, que nos
acobardaba, que nos empujaba a la soledad y a la parálisis,
que determina nuestra propia sexualidad, que nos aconse-
jaba dejar los problemas en manos de los poderosos y limi-
tarnos a vivir nuestras vidas. Es lo que Eric Fromm llama “el
miedo a la libertad”.
Ante el fulgurante éxito del miedo, los poderosos de la
tierra que se empeñan en esclavizar a las masas y hacer del
mundo una jaula controlada, se sentían eufóricos.
¿Es el miedo la receta definitiva para que las sombras
conquisten el mundo? Eso está todavía por decidir, pero, a
juzgar por las primeras batallas libradas entre la libertad y
la esclavitud, los fabricantes de esclavos están ganando esa
guerra crucial.
El nuevo miedo inducido por el poder está consiguiendo
también que el miedo a Dios, el que nos llevaba a la salva-
ción, ya apenas funcione. El miedo a la venganza de los dio-
ses sirvió durante milenios para controlar a las masas y ase-
gurar el poder de las élites y conformar un mundo vertical
y más o menos ordenado. Hoy, ese miedo ya no le sirve al
poder, que ha decidido sustituirlo por otro miedo inmedia-
to y próximo a los peligros y amenazas que nos rodean: gue-
rras, catástrofes, matanzas, climas cambiantes, tsunamis y un
largo etcétera, claramente visible en los noticieros de televi-
sión y en los discursos del poder.
La única respuesta que existe para combatir el miedo es
atacar la fuente que lo produce, lo que significa que el ser
humano que ame la libertad y quiera ser decente y justo tie-
ne el deber, tanto para sobrevivir como para salvar el mun-
do, de enfrentarse con todas sus fuerzas a los poderes som-
bríos que utilizan el miedo como si fuera una ametralladora.
El miedo ya es el protagonista de la cultura del siglo XXI
El mundo presente ya no se entiende sin ese miedo que lo
inunda todo y que está transformando el concepto de poder,
la cultura, las artes, las costumbres, las creencias y hasta los
sentimientos del ser humano. El miedo es, sin duda, el gran
protagonista del siglo, sobrevolando nuestros cielos en forma
de fantasmas amenazantes que anticipan guerras de extermi-
nio, epidemias letales, políticos locos, hundimiento de los va-
lores, terremotos, volcanes, tsunamis, proximidad del Apoca-
lipsis y otros muchos dramas. La serenidad y la paz, territorios
donde se desarrollan la creatividad, el genio y el progreso hu-
mano, están prácticamente en bancarrota y la decadencia y el
retroceso empiezan a ejercer su dominio oscuro. El pesimis-
mo se impone al optimismo y la oscuridad le gana el pulso a
la luz, como el diablo maligno al Dios del perdón, que cada
día pierde espacio en un mundo dominado por el mal.
El miedo, cuando entra en efervescencia, dispara las es-
tadísticas de suicidios, de separaciones matrimoniales y de
enfrentamientos entre vecinos, amigos, parejas y competi-
dores. También daña la amistad, incrementa los partidarios
de la eutanasia y el rechazo a la cercanía entre los huma-
nos, al mismo tiempo que los niños, que respiran ya el mie-
do desde la infancia, crecen con una insana congoja y te-
mor al futuro.
En España, millones de ciudadanos creen que una nue-
va guerra civil, como la de 1936-39, está a punto de estallar,
mientras en el mundo creen que una nueva guerra mundial
está a las puertas. Estos miedos frenan el progreso, fortale-
cen la parálisis general y hostigan el optimismo, la ilusión y
la esperanza.
El drama es que mientras el grueso de la ciudadanía se
siente muy dañada por el miedo, en las cuevas oscuras del
poder oculto que mueve los hilos hay optimismo y seguri-
dad, conscientes los amos del mundo de que el miedo y el
pánico les conducen a la victoria y a conseguir, por fin, que
la democracia sea sustituida por la tiranía, que los rebeldes
que se resisten sean aplastados y que el Nuevo Orden gane
definitivamente la contienda.
El miedo ha sido utilizado siempre para controlar a los
humanos, educados desde niños en esa cultura con cuentos
y narraciones donde el bien y el mal se enfrentaban y a ve-
ces vencía el mal y en la que los desventurados eran castiga-
dos por su maldad. Pero nunca como ahora el poder ha in-
corporado el miedo a sus armas de vanguardia. El hombre
del saco y la bruja que envenenó a Blanca Nieves eran perso-
najes de ficción que pronto se desmoronaban ante la fuer-
za de la razón, pero el hombre del saco, en el presente, pue-
de ser Vladimir Putin, un tipo real capaz de apretar el botón
nuclear del fin del mundo.
Las baterías y misiles del miedo son hoy los más eficaces
y usados en las guerras del poder, en el control de los pue-
blos, en la esclavización de los humanos, en el asesinato de
la libertad, en la supresión de la democracia y en la conquis-
ta del poder, ya sea mediante elecciones o mediante golpes
de fuerza.
El miedo y a veces ese miedo sublimado que se transforma
en pánico, avanzan a golpe de dramas, guerras y catástrofes.
Los atentados terroristas contra las Torres Gemelas de Nueva
York fueron un eficaz empujón a la cultura del miedo a esca-
la planetaria, como también las actuales guerras de Ucrania
y Palestina y la decisiva batalla de la pandemia del COVID, la
que abrió de par en par las puertas del pánico.
Los “medios” de comunicación fueron rebautizados co-
mo “miedos” de comunicación, reflejando así, con cierto
humor, el predominio absoluto del miedo en la elaboración
y difusión, en el presente, de la información y opinión.
Los protagonistas del miedo se renuevan constantemen-
te: el terrorismo, las pandemias, las guerras, el cambio cli-
mático destructivo. los migrantes y el último capítulo, el del
reconocimiento que existen los “extraterrestres” y que es-
tán entre nosotros, quién según los rumores lanzados des-
de la comunicación del pánico, está a punto de revelarse.
El de los “aliens” es un nuevo y rico pozo de historias, hi-
pótesis y amenazas inquietantes que incluye incursiones en
las pirámides y culturas antiguas, donde se descubren imá-
genes de presuntos astronautas, avances tecnológicos inex-
plicables y constelaciones extrañas dibujadas sobre piedras
prehistóricas.
Los psicólogos, muy inquietos ante el auge del miedo,
afirman que el miedo imperante alimenta el odio, otra fuer-
za nociva que está envenenando el mundo, y que consigue
que el ser humano pierda interés por los demás, altera la
convivencia y daña los valores en su conjunto, achicando la
dimensión ética de las personas.
La comunicación rebelde contra la comunicación del pánico
Para derrotar el miedo y la parálisis sólo existe una salida: la
comunicación rebelde, la que se opone al miedo y lo com-
bate con las mismas armas: argumentos, textos, imágenes,
videos y mucha alegría y esperanza frente al mundo tétrico
y oscuro que pretende dominar el mundo.
Hay que empezar a potenciar el periodismo de las bue-
nas noticias, de la ilusión y de los datos positivos, que exis-
ten y que en realidad es más potente y sólidos que los que
sustentan el pánico. Si te dicen que la guerra es inminen-
te, tú respondes que la paz también lo es. Si argumentan
que hay hambre y esclavitud, respondes que nunca hubo
más abundancia de bienes, más libertad en la Historia y más
gente con sus necesidades cubiertas. Si hablan de pande-
mias, respóndeles que la del COVID está a punto de ser de-
rrotada y que las actuales, comparadas con las pestes medie-
vales y otras enfermedades letales del pasado, son un juego
de niños.
Hay que empezar a reclutar gente limpia, decente y hon-
rada que crea en la democracia, en la política como servicio
al pueblo, en los valores, en el amor y en la bondad. Dile a
los que hablan de un diablo ganador que Dios es más fuer-
te y que la verdad y el bien, tarde o temprano, siempre ter-
minan por imponerse.
El imperio del miedo sólo es posible porque los que
creen en la libertad y la grandeza de la raza humana es-
tán acobardados. Si nos libramos del miedo, el mundo sería
otro y los habitantes de las cuevas oscuras que quieren escla-
vizar al mundo serían pronto derrotados.
Promover la rebeldía y el enfrentamiento a los esclavis-
tas que promueven el miedo y la tiranía es el mayor servicio
que un ser humano decente y digno puede hacer hoy a la
raza humana y a la civilización.
Que nadie dude que la victoria contra el pánico es posible
Francisco Rubiales Moreno