Hoy es un día de champagne o de llanto para España. Lo españoles sabremos por fin si el presidente de gobierno más peligroso y nocivo de la Historia moderna de España se va o se queda.
Tanto si se marcha como si se queda, Sánchez pierde porque, sin duda, pasará a la Historia como un tiparraco sin grandeza, envuelto en suciedad y enemistado con la humildad, la ejemplaridad, la democracia, la dignidad y el amor a su pueblo.
Aunque se quede, aunque consiga rearmarse, aunque obtenga más poder, Pedro Sánchez será un zombi, un muerto viviente, un escándalo permanente y un espectro miserable al frente de un país que le abuchea, le rechaza, le pita y le desprecia, aunque cuente con el apoyo de los paniaguados, los nacionalistas que odian a España, los okupas, los vagos, los ordeñadores del Estado y tribus enteras de delincuentes y corruptos.
Tanto si se queda como si se va, Sánchez ha perdido su batalla. La totalidad de los españoles, incluso sus partidarios, sospechan que alguna barbaridad oculta amenaza al "amado líder" del sanchismo. Millones de españoles piden a Israel, a Marruecos, a Francia y a Estados Unidos que revelen de una vez toda la suciedad que el sanchismo esconde, que desde luego es mucho más terrible que los pecados corruptos conocidos de su esposa, Begoña Gómez.
¿Qué estómago hay que tener para seguir gobernando un pueblo que cree mayoritariamente que eres un sinvergüenza y un miserable que oculta sus pecados, miente y apuesta por la inmunidad?
Sus obras más grandiosas son deleznables: ha dividido a los españoles en dos bandos y ha sembrado el país de odio y revancha. Además, ha convertido a España en un país de opereta, sin respeto internacional, molesto, sin amigos y contemplado como una boñiga política incrustada en Europa.
¿Cómo puede tener millones de partidarios un tipo así? ¿No se dan cuenta de que también ha destrozado el socialismo español, convirtiéndolo en una orgía de corrupción y vicio? ¿Qué le ha ocurrido a España para que vote en las urnas y defienda en las calles tanta toxicidad y miseria?
La España sanchista se parece cada día más a la que defendía a Hitler en vísperas de la II Guerra Mundial y a la que llamaba al asesino Stalin "padrecito". Es una España enferma que confunde el bien y el mal y presta su apoyo al lado escuro y tenebroso.
¿Dónde está aquella reconciliación entre los españoles pactada en la Constitución de 1978? ¿A dónde ha ido a parar aquel perdón mutuo que nos concedimos, tras la muerte de Franco, los españoles de uno y otro bando, enterrando la Guerra Civil?
Todo ese mundo hermoso, que hizo prosperar a España durante años y que deslumbró al mundo ha saltado por los aires, victima de políticos sin altura, de miserables como Zapatero, Rajoy y Sánchez, expertos en mentir, frustrar y soliviantar a sus pueblos.
Tanto si se va como si se queda, la tarea de reconstruir la España que gente como Sánchez ha destrozado es prioritaria y enorme. Hará falta mucha sosa cáustica y ácido para limpiar los rincones putrefactos e infectados de la política española y será obra no de una sino de muchas generaciones.
Francisco Rubiales
Tanto si se marcha como si se queda, Sánchez pierde porque, sin duda, pasará a la Historia como un tiparraco sin grandeza, envuelto en suciedad y enemistado con la humildad, la ejemplaridad, la democracia, la dignidad y el amor a su pueblo.
Aunque se quede, aunque consiga rearmarse, aunque obtenga más poder, Pedro Sánchez será un zombi, un muerto viviente, un escándalo permanente y un espectro miserable al frente de un país que le abuchea, le rechaza, le pita y le desprecia, aunque cuente con el apoyo de los paniaguados, los nacionalistas que odian a España, los okupas, los vagos, los ordeñadores del Estado y tribus enteras de delincuentes y corruptos.
Tanto si se queda como si se va, Sánchez ha perdido su batalla. La totalidad de los españoles, incluso sus partidarios, sospechan que alguna barbaridad oculta amenaza al "amado líder" del sanchismo. Millones de españoles piden a Israel, a Marruecos, a Francia y a Estados Unidos que revelen de una vez toda la suciedad que el sanchismo esconde, que desde luego es mucho más terrible que los pecados corruptos conocidos de su esposa, Begoña Gómez.
¿Qué estómago hay que tener para seguir gobernando un pueblo que cree mayoritariamente que eres un sinvergüenza y un miserable que oculta sus pecados, miente y apuesta por la inmunidad?
Sus obras más grandiosas son deleznables: ha dividido a los españoles en dos bandos y ha sembrado el país de odio y revancha. Además, ha convertido a España en un país de opereta, sin respeto internacional, molesto, sin amigos y contemplado como una boñiga política incrustada en Europa.
¿Cómo puede tener millones de partidarios un tipo así? ¿No se dan cuenta de que también ha destrozado el socialismo español, convirtiéndolo en una orgía de corrupción y vicio? ¿Qué le ha ocurrido a España para que vote en las urnas y defienda en las calles tanta toxicidad y miseria?
La España sanchista se parece cada día más a la que defendía a Hitler en vísperas de la II Guerra Mundial y a la que llamaba al asesino Stalin "padrecito". Es una España enferma que confunde el bien y el mal y presta su apoyo al lado escuro y tenebroso.
¿Dónde está aquella reconciliación entre los españoles pactada en la Constitución de 1978? ¿A dónde ha ido a parar aquel perdón mutuo que nos concedimos, tras la muerte de Franco, los españoles de uno y otro bando, enterrando la Guerra Civil?
Todo ese mundo hermoso, que hizo prosperar a España durante años y que deslumbró al mundo ha saltado por los aires, victima de políticos sin altura, de miserables como Zapatero, Rajoy y Sánchez, expertos en mentir, frustrar y soliviantar a sus pueblos.
Tanto si se va como si se queda, la tarea de reconstruir la España que gente como Sánchez ha destrozado es prioritaria y enorme. Hará falta mucha sosa cáustica y ácido para limpiar los rincones putrefactos e infectados de la política española y será obra no de una sino de muchas generaciones.
Francisco Rubiales
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