monarquía futura
Los estudiantes han sido los principales artífices de la reciente derrota de Hugo Chávez en Venezuela y los más destacados defensores de la democracia, demostrando exigencia, vigor intelectual, rebeldía y el sentido de la libertad y de la justicia, atributos y valores que son propios de la juventud. Su victoria frente al tirano, quien quería poderes especiales y un sistema filocubano, ha sido la del espíritu crítico frente a la población narcotizada y domesticada por el poder.
En España, una reacción similar por parte de los estudiantes y de las generaciones más jóvenes es impensable.
Y, sin embargo, hay razones más que suficientes que reclaman la salida de los jóvenes a la calle. España necesita una regeneración de la democracia, una limpieza en las filas de los políticos, una administración más austera y eficiente, más justicia, más igualdad y un cúmulo de demandas sociales casi interminable.
Ante los estudiantes españoles, que deberían sentirse dueños del futuro, sólo se alza un futuro amenazante y plagado de dramas: sueldos mileuristas, desigualdades para acceder a los puestos de trabajo, difícil acceso a una vivienda digna, un medio ambiente destrozado, medios de comunicación que han perdido la independencia y que, masivamente, se someten al poder, carestía galopante de los productos de primera necesidad, diferencias abismales entre ricos y pobres, unos representantes públicos que ya sólo son sensibles al poder y al dominio, plagados de corrupción e ineficiencia; delincuancia callejera, bandas de inmigrantes delincuentes, mafias en acción y una caída generalizada de los valores y principios.
Algunos observadores y analistas piensan que la juventud española carece del brio necesario para exigir y construir un futuro mejor porque está narcotizada por el alcohol y las drogas.
A juzgar por el comportamiento de los jóvenes, ciertamente parecen narcotizados y demasiado desneuronados para rechazar esta sociedad decadente e injusta que les quieren imponer como "normal" desde el poder político.
Las botellonas y las fiestas son hoy la manifestación más deslumbrante de la juventud española, que, estadísticamente, es la más conformista y la que más drogas y alcohol consume de toda Europa.
En España, una reacción similar por parte de los estudiantes y de las generaciones más jóvenes es impensable.
Y, sin embargo, hay razones más que suficientes que reclaman la salida de los jóvenes a la calle. España necesita una regeneración de la democracia, una limpieza en las filas de los políticos, una administración más austera y eficiente, más justicia, más igualdad y un cúmulo de demandas sociales casi interminable.
Ante los estudiantes españoles, que deberían sentirse dueños del futuro, sólo se alza un futuro amenazante y plagado de dramas: sueldos mileuristas, desigualdades para acceder a los puestos de trabajo, difícil acceso a una vivienda digna, un medio ambiente destrozado, medios de comunicación que han perdido la independencia y que, masivamente, se someten al poder, carestía galopante de los productos de primera necesidad, diferencias abismales entre ricos y pobres, unos representantes públicos que ya sólo son sensibles al poder y al dominio, plagados de corrupción e ineficiencia; delincuancia callejera, bandas de inmigrantes delincuentes, mafias en acción y una caída generalizada de los valores y principios.
Algunos observadores y analistas piensan que la juventud española carece del brio necesario para exigir y construir un futuro mejor porque está narcotizada por el alcohol y las drogas.
A juzgar por el comportamiento de los jóvenes, ciertamente parecen narcotizados y demasiado desneuronados para rechazar esta sociedad decadente e injusta que les quieren imponer como "normal" desde el poder político.
Las botellonas y las fiestas son hoy la manifestación más deslumbrante de la juventud española, que, estadísticamente, es la más conformista y la que más drogas y alcohol consume de toda Europa.
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