En la Transición, el comunismo parecía derrotado por la democracia, pero el PSOE, bajo Zaàtero y Sánchez, lo ha vuelto a convertir en la gran amenaza para España y su pueblo
Aquella fue una operación bastarda y contraria a los intereses de España como nación. Los norteamericanos querían una España alineada con Occidente, contra Rusia, mientras que los otros artífices de la falsa democracia española, los alemanes, querían desindustrializar la España de Franco, que se había convertido en el gran competidor industrial de Alemania.
Unos y otros consiguieron sus objetos y diseñaron una España donde los catalanes y los vascos tenían un predominio insano que terminaría por enfrentar a unas regiones con otras y por destrozar la escasa democracia creada.
Para desmontar la fuerza del comunismo, el PSOE renunciaría oficialmente al marxismo en 1979. Pero lo hizo sin convicción y con trampa, manteniendo el rescoldo marxista dentro del partido y alimentándolo con mimo, una labor que a la larga haría posible que un desaprensivo sin ética ni ideología como Pedro Sánchez se aliara con el comunismo y convirtiera al PSOE en un foco de cultura marxista,
Primero Zapatero y después Pedro Sánchez han reinstalado el marxismo dentro del PSOE, un partido que ha prescindido de la socialdemocracia para acercarse al comunismo bolivariano y poder gobernar con comunistas, vascos marxistas ex terroristas y separatistas golpistas llenos de odio a España.
La España de Sánchez apenas se parece a la que surgió de la Transición, tras la muerte de Franco. Aquella España domesticó al comunismo, le limó los dientes, abrazó la democracia con entusiasmo, se alineó con Occidente y selló un ilusionante pacto con el que los excombatientes de la Guerra Civil se perdonaban mutuamente para caminar juntos hacia un futuro libre y próspero.
Pero, por desgracia, el socialismo español ha dinamitado aquellos acuerdos, ha emputecido la democracia y ha aprobado leyes de rencor y odio, como las de Memoria Histórica y Memoria Democrática, que resucitan los fantasmas de odio y revancha de la Guerra Civil y han provocado la exhumación de los restos del general Franco, José Antonio Primo de Rivera y otros dirigentes del bando ganador de la contienda civil.
Francisco Rubiales
Unos y otros consiguieron sus objetos y diseñaron una España donde los catalanes y los vascos tenían un predominio insano que terminaría por enfrentar a unas regiones con otras y por destrozar la escasa democracia creada.
Para desmontar la fuerza del comunismo, el PSOE renunciaría oficialmente al marxismo en 1979. Pero lo hizo sin convicción y con trampa, manteniendo el rescoldo marxista dentro del partido y alimentándolo con mimo, una labor que a la larga haría posible que un desaprensivo sin ética ni ideología como Pedro Sánchez se aliara con el comunismo y convirtiera al PSOE en un foco de cultura marxista,
Primero Zapatero y después Pedro Sánchez han reinstalado el marxismo dentro del PSOE, un partido que ha prescindido de la socialdemocracia para acercarse al comunismo bolivariano y poder gobernar con comunistas, vascos marxistas ex terroristas y separatistas golpistas llenos de odio a España.
La España de Sánchez apenas se parece a la que surgió de la Transición, tras la muerte de Franco. Aquella España domesticó al comunismo, le limó los dientes, abrazó la democracia con entusiasmo, se alineó con Occidente y selló un ilusionante pacto con el que los excombatientes de la Guerra Civil se perdonaban mutuamente para caminar juntos hacia un futuro libre y próspero.
Pero, por desgracia, el socialismo español ha dinamitado aquellos acuerdos, ha emputecido la democracia y ha aprobado leyes de rencor y odio, como las de Memoria Histórica y Memoria Democrática, que resucitan los fantasmas de odio y revancha de la Guerra Civil y han provocado la exhumación de los restos del general Franco, José Antonio Primo de Rivera y otros dirigentes del bando ganador de la contienda civil.
Francisco Rubiales
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