El comunismo ha muerto por fin, pero sólo como denominación. Está tan desprestigiado y cargado de suciedad que los comunistas ahora se llaman populistas, nacionalistas, patriotas y hasta demócratas del pueblo. Sin embargo, a pesar de que no existen comunistas, el viejo comunismo está más presente que nunca en nuestro mundo, de nuevo dividido en dos bandos: por un lado los que se autoproclaman demócratas y defienden un sistema de libertades, que en realidad son más aparentes que efectivas, pero que son libertades al fin y al cabo, y el mundo de los autócratas, opresores y tiranos, que odian la democracia, la libertad y adoran el Estado, del que se apropian y lo utilizan para perpetuarse en el poder y aplastar a sus adversarios, sobre todo al pueblo que no se somete a la tiranía.
El venezolano Maduro no se considera un comunista, pero lo es, ni el nicaragüense Daniel Ortega, ni los autócratas rusos y chinos. En muchos países, los viejos partidos comunistas han cambiado su nombre y ahora se denominan populistas y hasta asumen falsamente la democracia, como hacen algunos socialismos. En España, los comunistas ahora se llaman "Podemos".
Casi no existen los comunistas viejos del pasado porque todos ellos han asumido que el capitalismo es el único camino para que el pueblo pueda comer y sus países prosperen. Solo en Cuba se sigue respirando el comunismo rancio del hambre y la opresión visible en las calles, con sus dosis completas de cárceles, torturas y muerte para los adversarios.
Ser comunista hoy consiste en ser tirano, sátrapa y asesino, además de enemigo de la libertad y de los derechos. Te apoyas en un Estado fuerte e implacable que colocas a tu servicio y que somete a todos los ciudadanos. Gracias a ese Estado, el dueño del mundo eres tú.
El comunismo es un vicio y son comunistas los que lo contraen, aunque se cambien de nombre. Sus síntomas son la crueldad, el egoísmo, la violencia, el desprecio al ser humano, la mentira, el odio y la plena incompatibilidad con las libertades y la democracia.
Putin es comunista porque lo fue cuando era un joven oficial del KGB, el aparato represor del Estado Soviético, y nunca dejó de serlo, porque hoy gobierna de manera casi idéntica a como lo hicieron Stalin, Breznev y otros líderes de la extinta Unión Soviética.
Los países dominados por déspotas se unen y fraguan alianzas que se oponen a los occidentales. Hoy ya constituyen un bloque dominado cada día más por China, con Rusia como gran potencia decadente y con otras incorporaciones, como Corea del Norte, Irán, Argelia, Venezuela, Cuba, Nicaragua y otros países que han votado temerariamente a déspotas y autócratas, como Chile, Perú, Colombia y algunos más que dudan o se colocan de perfil porque tienen la cartera en Occidente y el alma en Rusia.
El mundo vuelve a ser bipolar, como lo fue en tiempos de la Guerra Fría, pero hoy todo es mas confuso y es mas difícil discernir quienes son mejores y quienes peores. Al final se trata de una lucha entre la libertad y la opresión, como lo fue en el pasado, aunque muchos defensores de la libertad hoy sean gente despreciable.
El ciudadano asiste a este mundo desgarrado y confuso lleno de estupor y de dudas. Su reacción es odiar a los políticos, que les están construyen un mundo deplorable y malvado, donde siempre hay dos bandos, tanto entre los demócratas como entre los autócratas: el bando de las élites, que son los que gobiernan y disfrutan de los privilegios, el poder y el dinero, y el bando de los simples ciudadanos, aplastados, esquilmados con impuestos y utilizados siempre como carne de cañón, ratas de laboratorio, borregos torpes y escoria prescindible.
Sin la menor duda, esa es la más auténtica y verdadera división del mundo: el de las élites privilegiadas, que son dueñas de todo, incluso de las haciendas y vidas, y el de los parias del pueblo, siempre aplastados y esquilmados.
Francisco Rubiales
El venezolano Maduro no se considera un comunista, pero lo es, ni el nicaragüense Daniel Ortega, ni los autócratas rusos y chinos. En muchos países, los viejos partidos comunistas han cambiado su nombre y ahora se denominan populistas y hasta asumen falsamente la democracia, como hacen algunos socialismos. En España, los comunistas ahora se llaman "Podemos".
Casi no existen los comunistas viejos del pasado porque todos ellos han asumido que el capitalismo es el único camino para que el pueblo pueda comer y sus países prosperen. Solo en Cuba se sigue respirando el comunismo rancio del hambre y la opresión visible en las calles, con sus dosis completas de cárceles, torturas y muerte para los adversarios.
Ser comunista hoy consiste en ser tirano, sátrapa y asesino, además de enemigo de la libertad y de los derechos. Te apoyas en un Estado fuerte e implacable que colocas a tu servicio y que somete a todos los ciudadanos. Gracias a ese Estado, el dueño del mundo eres tú.
El comunismo es un vicio y son comunistas los que lo contraen, aunque se cambien de nombre. Sus síntomas son la crueldad, el egoísmo, la violencia, el desprecio al ser humano, la mentira, el odio y la plena incompatibilidad con las libertades y la democracia.
Putin es comunista porque lo fue cuando era un joven oficial del KGB, el aparato represor del Estado Soviético, y nunca dejó de serlo, porque hoy gobierna de manera casi idéntica a como lo hicieron Stalin, Breznev y otros líderes de la extinta Unión Soviética.
Los países dominados por déspotas se unen y fraguan alianzas que se oponen a los occidentales. Hoy ya constituyen un bloque dominado cada día más por China, con Rusia como gran potencia decadente y con otras incorporaciones, como Corea del Norte, Irán, Argelia, Venezuela, Cuba, Nicaragua y otros países que han votado temerariamente a déspotas y autócratas, como Chile, Perú, Colombia y algunos más que dudan o se colocan de perfil porque tienen la cartera en Occidente y el alma en Rusia.
El mundo vuelve a ser bipolar, como lo fue en tiempos de la Guerra Fría, pero hoy todo es mas confuso y es mas difícil discernir quienes son mejores y quienes peores. Al final se trata de una lucha entre la libertad y la opresión, como lo fue en el pasado, aunque muchos defensores de la libertad hoy sean gente despreciable.
El ciudadano asiste a este mundo desgarrado y confuso lleno de estupor y de dudas. Su reacción es odiar a los políticos, que les están construyen un mundo deplorable y malvado, donde siempre hay dos bandos, tanto entre los demócratas como entre los autócratas: el bando de las élites, que son los que gobiernan y disfrutan de los privilegios, el poder y el dinero, y el bando de los simples ciudadanos, aplastados, esquilmados con impuestos y utilizados siempre como carne de cañón, ratas de laboratorio, borregos torpes y escoria prescindible.
Sin la menor duda, esa es la más auténtica y verdadera división del mundo: el de las élites privilegiadas, que son dueñas de todo, incluso de las haciendas y vidas, y el de los parias del pueblo, siempre aplastados y esquilmados.
Francisco Rubiales
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