
Las guerras de Gaza y Ucrania son las últimas impulsadas por el podrido liderazgo mundial, cruel y criminal.
El Estado, poco a poco, desde la explosión del liberalismo, ha ido recortando la libertad hasta dejarla reducida a la libre expresión y poco más.
La mayoría de los europeos actuales no pueden disfrutar de la verdadera democracia, no pueden participar ni influir decisivamente en la política, no pueden evitar que sus líderes sean corruptos y a veces delincuentes, no pueden destituir a los malos gobernantes, tienen que pagar los impuestos que quiere el poder, aunque sean injustos, y su palabra vale menos que la de un policía ante los tribunales. Tampoco pueden portar armas para defenderse de los muchos criminales que pueblan sus ciudades, ni disfrutar de derechos garantizados por las constituciones, como el derecho a una vivienda digna y a un puesto de trabajo para vivir con dignidad y mantener a su familia, ni a informar y ser informado con independencia y verdad, ni a ser juzgado en igualdad de condiciones con los más ricos y poderosos, ni a disfrutar de igualdad de oportunidades frente a los políticos, los millonarios y los amigos y familiares del poder, ni a recibir subvenciones y ayudas públicas con justicia y equidad.
La libertad, en el mundo actual, es más una sensación que una realidad porque hay derechos y libertades fundamentales que no se respetan y los humanos ni siquiera pueden vivir sin miedo en las ciudades, donde cada día es más necesario encerrarse en los hogares, detrás de puertas blindadas y armados para defenderse de potenciales asaltantes.
Nuestro mayor drama actual es el pésimo liderazgo. Los malos políticos nos han conducido hasta las grandes crisis, las guerras, los exterminios étnicos, las hambrunas, la pobreza, el desempleo masivo, la falta de esperanza, la inseguridad y el miedo.
Tal vez el mayor problema del mundo sea su clase dirigente, una tribu espeluznante de políticos y multimillonarios sin valores ni sentido del liderazgo que lleva siglos mandando sin solucionar ni uno solo de los problemas que nos acosan: hambre, delincuencia, explotación, injusticia, violencia...
Si ellos hubieran hecho las cosas bien o si las hicieran a partir de ahora, no sería necesario renunciar a lo que es la esencia de la civilización y de la dignidad humana, que es ser libres.
Nunca desde las revoluciones del comunismo y el nazi fascismo estuvo la libertad tan en peligro como en el presente. En el pasado, el asalto a la libertad perpetrado por personajes como Lenin, Mao, Hitler, Mussolini y otros tiranos fue directo, burdo y cargado de crueldad y muerte, pero el asalto actual es sutil, aunque más peligroso porque penetra y destroza el alma sin provocar reacciones defensivas.
Francisco Rubiales
La mayoría de los europeos actuales no pueden disfrutar de la verdadera democracia, no pueden participar ni influir decisivamente en la política, no pueden evitar que sus líderes sean corruptos y a veces delincuentes, no pueden destituir a los malos gobernantes, tienen que pagar los impuestos que quiere el poder, aunque sean injustos, y su palabra vale menos que la de un policía ante los tribunales. Tampoco pueden portar armas para defenderse de los muchos criminales que pueblan sus ciudades, ni disfrutar de derechos garantizados por las constituciones, como el derecho a una vivienda digna y a un puesto de trabajo para vivir con dignidad y mantener a su familia, ni a informar y ser informado con independencia y verdad, ni a ser juzgado en igualdad de condiciones con los más ricos y poderosos, ni a disfrutar de igualdad de oportunidades frente a los políticos, los millonarios y los amigos y familiares del poder, ni a recibir subvenciones y ayudas públicas con justicia y equidad.
La libertad, en el mundo actual, es más una sensación que una realidad porque hay derechos y libertades fundamentales que no se respetan y los humanos ni siquiera pueden vivir sin miedo en las ciudades, donde cada día es más necesario encerrarse en los hogares, detrás de puertas blindadas y armados para defenderse de potenciales asaltantes.
Nuestro mayor drama actual es el pésimo liderazgo. Los malos políticos nos han conducido hasta las grandes crisis, las guerras, los exterminios étnicos, las hambrunas, la pobreza, el desempleo masivo, la falta de esperanza, la inseguridad y el miedo.
Tal vez el mayor problema del mundo sea su clase dirigente, una tribu espeluznante de políticos y multimillonarios sin valores ni sentido del liderazgo que lleva siglos mandando sin solucionar ni uno solo de los problemas que nos acosan: hambre, delincuencia, explotación, injusticia, violencia...
Si ellos hubieran hecho las cosas bien o si las hicieran a partir de ahora, no sería necesario renunciar a lo que es la esencia de la civilización y de la dignidad humana, que es ser libres.
Nunca desde las revoluciones del comunismo y el nazi fascismo estuvo la libertad tan en peligro como en el presente. En el pasado, el asalto a la libertad perpetrado por personajes como Lenin, Mao, Hitler, Mussolini y otros tiranos fue directo, burdo y cargado de crueldad y muerte, pero el asalto actual es sutil, aunque más peligroso porque penetra y destroza el alma sin provocar reacciones defensivas.
Francisco Rubiales
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