La sensación de que la Iglesia es más humana que divina y que en el seno del colegio cardenalicio se reproducen las miserias de la política mundial, con dos bandos enfrentados, el de los progresistas y el de los conservadores, están causando escándalo en el mundo de la fe católica.
Sólo 135 cardenales pueden elegir y ser elegidos. Ese derecho sólo lo tienen los que no han cumplido 80 años. En teoría, los progresistas son mayoría, pero la corriente conservadora, que crece en todo el planeta, se reproduce también en el corazón de la Iglesia Católica, donde los excesos del progresismo, su apego al poder absoluto, su sectarismo, su convivencia con las tiranías marxistas y su escasa sensibilidad ante los que sufren bajo la bota de tiranos sanguinarios como los que gobiernan Cuba, Venezuela, Nicaragua y otros infiernos en la Tierra, están logrando que la lucha entre conservadores y progresistas se iguale, que el Cónclave se convierta en una cuadrilátero de boxeo y que la ideología del nuevo papa sea una incógnita.
Deberían estar buscando al más santo, al que mejor represente a Jesús con su ejemplo y pastoral, pero buscan a un líder de su bando.
Es lamentable que la Iglesia de Cristo haya sido invadida, también, por las miserias de la lucha por el poder.
El inminente cónclave será el que acoja a la iglesia más dividida en décadas. La actual es una Iglesia Católica con una marcada diferencia entre progresistas y conservadores, exactamente igual que en los países donde los dos bandos se enfrentan en las urnas. La gente sencilla, ante esa pugna, se escandaliza y entristece porque descubren que hasta el reino de Dios han llegado la bajeza, la corrupción y la sucia lucha por el poder.
Hay muchos intereses enfrentados en torno a la Iglesia Católica, que nadie duda que es un foco de influencia mundial apetecible para los que quieren controlar el futuro. Un papa continuista, como Francisco, dará ánimos y alas a los tiranos marxistas y a su resistencia frente al avance de los conservadores, que quieren recuperar los valores perdidos, reforzar la democracia y fortalecer las libertades individuales frente a las tiranías colectivistas y de los insaciables partidos políticos.
Todos quieren controlar el poder mundial y la Iglesia Católica es un baluarte a conquistar.
En el Cónclave, por vez primera en la Historia, intervendrán casi directamente y sin estar presentes físicamente, Trump. Putin, China, la Unión Europea, los países emergentes y las resistencias y muchas organizaciones que batallan por un mundo mejor.
La Capilla Sixtina, sede del Cónclave, está a punto de convertirse en uno de los escenarios previos de la III Guerra Mundial.
Ojalá baje el Paráclito para frenar esta locura y logre que el nuevo papa sea simplemente un santo.
Francisco Rubiales
Sólo 135 cardenales pueden elegir y ser elegidos. Ese derecho sólo lo tienen los que no han cumplido 80 años. En teoría, los progresistas son mayoría, pero la corriente conservadora, que crece en todo el planeta, se reproduce también en el corazón de la Iglesia Católica, donde los excesos del progresismo, su apego al poder absoluto, su sectarismo, su convivencia con las tiranías marxistas y su escasa sensibilidad ante los que sufren bajo la bota de tiranos sanguinarios como los que gobiernan Cuba, Venezuela, Nicaragua y otros infiernos en la Tierra, están logrando que la lucha entre conservadores y progresistas se iguale, que el Cónclave se convierta en una cuadrilátero de boxeo y que la ideología del nuevo papa sea una incógnita.
Deberían estar buscando al más santo, al que mejor represente a Jesús con su ejemplo y pastoral, pero buscan a un líder de su bando.
Es lamentable que la Iglesia de Cristo haya sido invadida, también, por las miserias de la lucha por el poder.
El inminente cónclave será el que acoja a la iglesia más dividida en décadas. La actual es una Iglesia Católica con una marcada diferencia entre progresistas y conservadores, exactamente igual que en los países donde los dos bandos se enfrentan en las urnas. La gente sencilla, ante esa pugna, se escandaliza y entristece porque descubren que hasta el reino de Dios han llegado la bajeza, la corrupción y la sucia lucha por el poder.
Hay muchos intereses enfrentados en torno a la Iglesia Católica, que nadie duda que es un foco de influencia mundial apetecible para los que quieren controlar el futuro. Un papa continuista, como Francisco, dará ánimos y alas a los tiranos marxistas y a su resistencia frente al avance de los conservadores, que quieren recuperar los valores perdidos, reforzar la democracia y fortalecer las libertades individuales frente a las tiranías colectivistas y de los insaciables partidos políticos.
Todos quieren controlar el poder mundial y la Iglesia Católica es un baluarte a conquistar.
En el Cónclave, por vez primera en la Historia, intervendrán casi directamente y sin estar presentes físicamente, Trump. Putin, China, la Unión Europea, los países emergentes y las resistencias y muchas organizaciones que batallan por un mundo mejor.
La Capilla Sixtina, sede del Cónclave, está a punto de convertirse en uno de los escenarios previos de la III Guerra Mundial.
Ojalá baje el Paráclito para frenar esta locura y logre que el nuevo papa sea simplemente un santo.
Francisco Rubiales
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