
Ciudades en colapso y caos general en una España asustada, sin internet, sin teléfonos y sin ferrocarriles, donde crece la sensación de estar gobernada por ineptos e incapaces, peligrosos y corruptos
Digan lo que digan y a pesar de las mentiras del poder, esto huele a sabotaje. No es normal que desaparezca el 60 % de la energía (15 GW) y nadie sepa nada,... Si alguien jakeó el sistema para hacerle creer que faltaba energía, eso pondría al límite las centrales para tratar de dar energía que creen faltante, sobrecargándolo y provocando la caída en algunas de las estaciones. Las otras tratarían de suplirlas y a su vez caerían (sistemas primarios, secundarios y terciarios). Después se produciría un efecto dominó y de allí al "cero energético".
Europa mira estupefacta hacia el sur y vuelve a pensar, como en el siglo XIX, que "África empieza en los pirineos"
Hay otras hipótesis para explicar la desgracia, pero ninguna plenamente comprobada ni convincente. La más atrevida es que el sol, con sus lenguas de radiación, alteró el sistema eléctrico.
El apagón le ha servido a los españoles para conocer lo que podría ser España dentro de unos años, si Pedro Sánchez sigue en el poder. Será como Venezuela o Cuba: negocios cerrados, transportes colapsados, colas en los supermercados, falta de gasolina, gente asustada, gobierno que no informa, etc.
El desgraciado día de ayer ha resucitado la tesis de que Sánchez es un peligroso "gafe" que atrae desgracias y dramas. El hombre quiso tranquilizar con sus comparecencias, pero sólo logró sembrar más inquietud porque proyectó a la población española la imagen de un gobierno que no sabe tranquilizar, ni conoce lo que le ha ocurrido a la red eléctrica y que, a pesar de sus miles de asesores y lluvia de millones gastados, no sabe ser convincente.
Una España mitad tercermundista y mitad maldita por las desgracias, se exhibió con obscenidad inquietante ante su población, asustada y desconcertada. El gobierno, al sembrar inquietud, inseguridad, desconfianza y miedo, fracasó rotundamente y acumuló todavía más "méritos" de los que ya tiene para dimitir de manera fulminante.
La gente empieza a vincular a Sánchez con todo lo malo: catástrofes, sabotajes, decadencia, corrupción, abuso de poder, saqueo de la nación, sadismo, incompetencia y un déficit sobrecogedor de ilusión y confianza en el futuro.
No sabemos si los españoles, quizás por cobardes y por soportar la ignominia de nuestros poderosos sin rebelarnos, merecemos todo lo que nos está ocurriendo y seguiremos siendo aplastados en el futuro.
Francisco Rubiales
Europa mira estupefacta hacia el sur y vuelve a pensar, como en el siglo XIX, que "África empieza en los pirineos"
Hay otras hipótesis para explicar la desgracia, pero ninguna plenamente comprobada ni convincente. La más atrevida es que el sol, con sus lenguas de radiación, alteró el sistema eléctrico.
El apagón le ha servido a los españoles para conocer lo que podría ser España dentro de unos años, si Pedro Sánchez sigue en el poder. Será como Venezuela o Cuba: negocios cerrados, transportes colapsados, colas en los supermercados, falta de gasolina, gente asustada, gobierno que no informa, etc.
El desgraciado día de ayer ha resucitado la tesis de que Sánchez es un peligroso "gafe" que atrae desgracias y dramas. El hombre quiso tranquilizar con sus comparecencias, pero sólo logró sembrar más inquietud porque proyectó a la población española la imagen de un gobierno que no sabe tranquilizar, ni conoce lo que le ha ocurrido a la red eléctrica y que, a pesar de sus miles de asesores y lluvia de millones gastados, no sabe ser convincente.
Una España mitad tercermundista y mitad maldita por las desgracias, se exhibió con obscenidad inquietante ante su población, asustada y desconcertada. El gobierno, al sembrar inquietud, inseguridad, desconfianza y miedo, fracasó rotundamente y acumuló todavía más "méritos" de los que ya tiene para dimitir de manera fulminante.
La gente empieza a vincular a Sánchez con todo lo malo: catástrofes, sabotajes, decadencia, corrupción, abuso de poder, saqueo de la nación, sadismo, incompetencia y un déficit sobrecogedor de ilusión y confianza en el futuro.
No sabemos si los españoles, quizás por cobardes y por soportar la ignominia de nuestros poderosos sin rebelarnos, merecemos todo lo que nos está ocurriendo y seguiremos siendo aplastados en el futuro.
Francisco Rubiales
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