Millones de españoles dignos y decentes vomitan ante la degradación política y la podredumbre del liderazgo
Ahora, tras las elecciones generales del mes de julio, el PSOE, que es el promotor y líder de esa coalición gobernante de perdedores y malhechores, se prepara para reeditar ese gobierno, al que habrá añadido dos nuevas ignominias permitiendo una amnistía y algún tipo de referendo que abra las puertas a la independencia de Cataluña.
El "contubernio del vómito" que gobierna España viola la Constitución, aprueba leyes inicuas, asalta el poder judicial, gobierna en contra de la voluntad popular, distribuye con injusticia los recursos públicos y construye una España desigual, que avanza hacia la pobreza, dividida, llena de odio, desprestigiada en el mundo, insegura y en la que no funcionan ya servicios básicos como la sanidad y la educación.
Nuestro sistema político mundial se basa en dos columnas: el Estado y los partidos políticos.
El Estado, a pesar del poder que concentra en base a ciertos atributos empíricos que serían la población, el territorio, un poder político que se ejerce sobre esa población y territorio y que tiene el monopolio del uso de la violencia física legítima, adopta por el contrario unos resortes muy débiles para administrar quién controla sus instituciones, quien accede a ellas y como consecuencia, el uso que de ellas se hace por quienes temporalmente las ocupan. Los Estados están en caída libre y muchos de los que controlan el poder mundial quieren debilitarlos para crear un tipo de poder único y universal.
Los partidos políticos, como instrumentos que canalizan la participación de los ciudadanos en el proceso democrático, se han corrompido, han antepuesto sus propios intereses al bien común y han abierto las puertas de muchas naciones a la corrupción y al abuso de poder. Han pasado de ser élites dirigentes a élites dirigidas. Están cada vez más pendientes de consignas y ordenes que vienen de la oscuridad poderosa que mueve los hilos del poder mundial y han abandonado a sus pueblos. Han hecho que la política no sea ya omnicomprensíva sino que se articule en torno a cuestiones concretas, viciando el concepto básico de la participación ciudadana.
Casi todos los males de la política se están concentrando en España, donde en el gobierno divide en lugar de unir, desespera en lugar de generar confianza, es arbitrario, corrupto y corrompe la sociedad, convirtiéndose en un agente del mal. Es el mismo gobierno el que viola las leyes básicas y la Constitución y son los representantes los que destrozan la nación en lugar de gobernarla con sabiduría, prudencia y justicia.
El país, dividido, crispado, sin ilusiones ni metas comunes, incómodo y con la tristeza avanzando por todos los caminos, está llegando al punto de no retorno en su ruta hacia el deterioro y el fracaso, hasta el punto de que España es ya el país más conflictivo, injusto y peligroso de Europa, además del más corrupto y menos fiable.
Y lo grave del panorama es que sus dirigentes, los que han llenado el país de suciedad y fracaso, acaban de ser elegidos en las urnas con poder suficiente para reeditar el desastre, de nuevo conducidos por Pedro Sánchez, probablemente el peor político de la Historia de España desde los Reyes Católicos.
Francisco Rubiales
El "contubernio del vómito" que gobierna España viola la Constitución, aprueba leyes inicuas, asalta el poder judicial, gobierna en contra de la voluntad popular, distribuye con injusticia los recursos públicos y construye una España desigual, que avanza hacia la pobreza, dividida, llena de odio, desprestigiada en el mundo, insegura y en la que no funcionan ya servicios básicos como la sanidad y la educación.
Nuestro sistema político mundial se basa en dos columnas: el Estado y los partidos políticos.
El Estado, a pesar del poder que concentra en base a ciertos atributos empíricos que serían la población, el territorio, un poder político que se ejerce sobre esa población y territorio y que tiene el monopolio del uso de la violencia física legítima, adopta por el contrario unos resortes muy débiles para administrar quién controla sus instituciones, quien accede a ellas y como consecuencia, el uso que de ellas se hace por quienes temporalmente las ocupan. Los Estados están en caída libre y muchos de los que controlan el poder mundial quieren debilitarlos para crear un tipo de poder único y universal.
Los partidos políticos, como instrumentos que canalizan la participación de los ciudadanos en el proceso democrático, se han corrompido, han antepuesto sus propios intereses al bien común y han abierto las puertas de muchas naciones a la corrupción y al abuso de poder. Han pasado de ser élites dirigentes a élites dirigidas. Están cada vez más pendientes de consignas y ordenes que vienen de la oscuridad poderosa que mueve los hilos del poder mundial y han abandonado a sus pueblos. Han hecho que la política no sea ya omnicomprensíva sino que se articule en torno a cuestiones concretas, viciando el concepto básico de la participación ciudadana.
Casi todos los males de la política se están concentrando en España, donde en el gobierno divide en lugar de unir, desespera en lugar de generar confianza, es arbitrario, corrupto y corrompe la sociedad, convirtiéndose en un agente del mal. Es el mismo gobierno el que viola las leyes básicas y la Constitución y son los representantes los que destrozan la nación en lugar de gobernarla con sabiduría, prudencia y justicia.
El país, dividido, crispado, sin ilusiones ni metas comunes, incómodo y con la tristeza avanzando por todos los caminos, está llegando al punto de no retorno en su ruta hacia el deterioro y el fracaso, hasta el punto de que España es ya el país más conflictivo, injusto y peligroso de Europa, además del más corrupto y menos fiable.
Y lo grave del panorama es que sus dirigentes, los que han llenado el país de suciedad y fracaso, acaban de ser elegidos en las urnas con poder suficiente para reeditar el desastre, de nuevo conducidos por Pedro Sánchez, probablemente el peor político de la Historia de España desde los Reyes Católicos.
Francisco Rubiales
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