Ayer, jueves Santo, fue el día del amor fraterno, una jornada que invita a reflexionar sobre lo que representa y significa el mandato de amar al prójimo, que es la esencia del mensaje de Jesús. Las grandes preguntas surgen cargadas de dramatismo y dureza: ¿Hay que amar también al mal gobernante que causa dolor, injusticia y hasta pobreza y muerte? ¿Hay que poner la otra mejilla también cuando te golpea el tirano? ¿A quien elegir cuando es necesario optar entre la victima y el verdugo? ¿Qué es prioritario el amor al prójimo o la lucha por un mundo mejor?
Ninguna de las religiones del mundo prohíbe rebelarse contra la injusticia. Por el contrario, todas ellas exigen que el ser humano avance hacia la perfección y mejore el mundo en el que vive. La religión nunca puede ser aliada del opresor y del tirano, que siempre es un enviado del mal.
Algunos, por intereses políticos y de poder, esgrimen que el cristianismo y el Islam son religiones de mansedumbre y sometimiento, pero no es cierto. Tanto el Islam como la doctrina cristiana abogan por la rebeldía frente al mal, aunque ambas hayan padecido tiempos donde la falsedad anidó en el seno de esas religiones. El cristianismo, por ejemplo, predicó durante cientos de años la inviolabilidad de los monarcas, argumentando que si eran reyes era porque Dios así lo quería y que esa voluntad divina debe respetarse. Esa falsedad dio pie al absolutismo y a todo tipo de abusos por parte de monarcas y nobles que podían hacer lo que quisieran con sus súbditos, con la bendición de la Iglesias, desde esclavizarlos a matarlos, sólo porque "Dios así lo quiere".
Pero la interpretación correcta de las religiones siempre se orienta hacia el respeto total a la libertad del ser humano y hacia el deber de luchar por la justicia y por un mundo que garantice la libertad y la justicia a los hombres.
Ahí está, para demostrarlo, el Islam, que a pesar de ser la religión de la "sumisión", ha protagonizado rebeliones populares tan intensas como las de la "Primavera Árabe", que derrocaron a los tiranos en Egipto, Túnez y otros países.
En el documento «El sacerdocio ministerial y la justicia en el mundo», el sínodo de los obispos católicos afirma que «la acción en favor de la justicia y la participación en la transformación del mundo se nos presenta claramente como una dimensión constitutiva de la predicación del Evangelio, es decir, de la misión de la Iglesia para la redención del género humano y la liberación de toda situación opresiva».
Hay miles de textos de la Iglesia que proclaman que "el servicio de la fe y de la promoción de la justicia constituyen una única e inseparable misión" y que la lucha de los cristianos contra la opresión y el abuso de poder es irrenunciable.
En consecuencia, aquellos que predican amar a los tiranos y poner la otra mejilla cuando se es agredido por el poder sólo son falsos profetas que en realidad trabajan en favor de la esclavitud y degradación de los hijos de Dios aquí en la tierra. El mismo Jesucristo marcó el camino cuando se indigno ante el abuso de los mercadores del templo y los expulsó a latigazos.
Hay miles de textos cristianos, sobre todo protestantes, que justifican la rebelión frente al poder inicuo. De ese espíritu rebelde nacieron la rebelión de Calvino y Lutero contra la Iglesia corrompida y la creación de la democracia en Estados Unidos, un sistema que garantiza en su Constitución el derecho a oponerse a la tiranía y al abuso de poder de los gobiernos, incluso a los que han sido democráticamente elegidos.
Puede haber dudas teológicas y morales sobre la rebelión armada contra el poder que abusa, pero no hay duda alguna en lo que se refiere a la lucha pacífica y a la resistencia activa frente al abuso de poder y la tiranía. Oponerse al tirano no es una opción para el cristiano sino un deber ineludible.
Son estas reflexiones apropiadas en tiempos de Semana Santa, cuando el cristiano debe reflexionar lo que significa el sacrificio de Jesucristo y su ejemplo. Pero son todavía reflexiones más apropiadas en un país como España, donde el comunismo, que es una de las doctrinas más crueles, injustas y despiadadas creadas por el hombre, cada día es menos amenaza y mas realidad.
Sin la menor duda, Dios pide al cristiano que se alce centra el poder que incumple la Constitución, que miente, que abusa, que genera ruina, desempleo y pobreza y que siembra la vida de injusticia y oprobio.
Francisco Rubiales
Ninguna de las religiones del mundo prohíbe rebelarse contra la injusticia. Por el contrario, todas ellas exigen que el ser humano avance hacia la perfección y mejore el mundo en el que vive. La religión nunca puede ser aliada del opresor y del tirano, que siempre es un enviado del mal.
Algunos, por intereses políticos y de poder, esgrimen que el cristianismo y el Islam son religiones de mansedumbre y sometimiento, pero no es cierto. Tanto el Islam como la doctrina cristiana abogan por la rebeldía frente al mal, aunque ambas hayan padecido tiempos donde la falsedad anidó en el seno de esas religiones. El cristianismo, por ejemplo, predicó durante cientos de años la inviolabilidad de los monarcas, argumentando que si eran reyes era porque Dios así lo quería y que esa voluntad divina debe respetarse. Esa falsedad dio pie al absolutismo y a todo tipo de abusos por parte de monarcas y nobles que podían hacer lo que quisieran con sus súbditos, con la bendición de la Iglesias, desde esclavizarlos a matarlos, sólo porque "Dios así lo quiere".
Pero la interpretación correcta de las religiones siempre se orienta hacia el respeto total a la libertad del ser humano y hacia el deber de luchar por la justicia y por un mundo que garantice la libertad y la justicia a los hombres.
Ahí está, para demostrarlo, el Islam, que a pesar de ser la religión de la "sumisión", ha protagonizado rebeliones populares tan intensas como las de la "Primavera Árabe", que derrocaron a los tiranos en Egipto, Túnez y otros países.
En el documento «El sacerdocio ministerial y la justicia en el mundo», el sínodo de los obispos católicos afirma que «la acción en favor de la justicia y la participación en la transformación del mundo se nos presenta claramente como una dimensión constitutiva de la predicación del Evangelio, es decir, de la misión de la Iglesia para la redención del género humano y la liberación de toda situación opresiva».
Hay miles de textos de la Iglesia que proclaman que "el servicio de la fe y de la promoción de la justicia constituyen una única e inseparable misión" y que la lucha de los cristianos contra la opresión y el abuso de poder es irrenunciable.
En consecuencia, aquellos que predican amar a los tiranos y poner la otra mejilla cuando se es agredido por el poder sólo son falsos profetas que en realidad trabajan en favor de la esclavitud y degradación de los hijos de Dios aquí en la tierra. El mismo Jesucristo marcó el camino cuando se indigno ante el abuso de los mercadores del templo y los expulsó a latigazos.
Hay miles de textos cristianos, sobre todo protestantes, que justifican la rebelión frente al poder inicuo. De ese espíritu rebelde nacieron la rebelión de Calvino y Lutero contra la Iglesia corrompida y la creación de la democracia en Estados Unidos, un sistema que garantiza en su Constitución el derecho a oponerse a la tiranía y al abuso de poder de los gobiernos, incluso a los que han sido democráticamente elegidos.
Puede haber dudas teológicas y morales sobre la rebelión armada contra el poder que abusa, pero no hay duda alguna en lo que se refiere a la lucha pacífica y a la resistencia activa frente al abuso de poder y la tiranía. Oponerse al tirano no es una opción para el cristiano sino un deber ineludible.
Son estas reflexiones apropiadas en tiempos de Semana Santa, cuando el cristiano debe reflexionar lo que significa el sacrificio de Jesucristo y su ejemplo. Pero son todavía reflexiones más apropiadas en un país como España, donde el comunismo, que es una de las doctrinas más crueles, injustas y despiadadas creadas por el hombre, cada día es menos amenaza y mas realidad.
Sin la menor duda, Dios pide al cristiano que se alce centra el poder que incumple la Constitución, que miente, que abusa, que genera ruina, desempleo y pobreza y que siembra la vida de injusticia y oprobio.
Francisco Rubiales
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