Pedro Sánchez es justo lo contrario de lo que era la esencia del español durante la etapa franquista. Desde que comenzó su periplo público, Sánchez se comportó como un forajido, Falsificaba currículos y tesis doctorales, mentía engañaba prometía en falso, hizo trampas a sus propios compañeros de partido con una urna pirata y hasta fue expulsado de la Ejecutiva socialista por marrano.
Pero, inexplicablemente, se rehízo, cautivó a la militancia socialista prometiéndole de todo, especialmente el poder y el reparto del botín, y en un tiempo récord transformó el socialismo español en una banda de ambiciosos capaces de cualquier cosa con tal de desempeñar el poder y repartirse el botín, los privilegios y el dinero.
Tengo un amigo periodista que dice que Sánchez no puede ser español, que seguramente es un inmigrante que ha sido acogido aquí después de haber sido educado en otro mundo distinto al nuestro.
"No comparte valores ni principios con los de su generación de españoles y, por sus defectos y vicios, parece haber llegado en una patera, procedente de otra cultura diferente", afirma.
Un español de su edad no sabe mentir como él, ni traicionar con tanta facilidad, ni engañar, ni rodearse de corruptos, ni hacer lo contrario de lo que promete, ni cultivar la hipocresía con tanta maestría.
Los españoles que se criaron durante el Franquismo son más limpios, leales, nobles, decentes, sinceros y valerosos que especímenes tan extraños y éticamente deteriorados como nuestros políticos, en especial Zapatero, Rajoy y, sobre todo, Sánchez. La falta de grandeza y la deficiente catadura moral de estos tipos no concuerdan con los rasgos y valores comunes de sus paisanos españoles.
El analista Antonio García Serrano, lúcido e implacable, afirma que Sánchez es el peor presidente de gobierno de España en muchos siglos y lo define como un hombre que no tiene principios ni conciencia y que solo se mueve por intereses.
Sánchez es la antítesis de los viejos valores que hicieron grande a España: no tiene honor, ni religión, ni amor a la patria, ni respeto a las leyes, ni honradez, ni apego a la verdad, ni lealtad, ni amor a su pueblo.
Parece más un extraterrestre cruel, procedente de otra galaxia, que un verdadero español.
Francisco Rubiales
Pero, inexplicablemente, se rehízo, cautivó a la militancia socialista prometiéndole de todo, especialmente el poder y el reparto del botín, y en un tiempo récord transformó el socialismo español en una banda de ambiciosos capaces de cualquier cosa con tal de desempeñar el poder y repartirse el botín, los privilegios y el dinero.
Tengo un amigo periodista que dice que Sánchez no puede ser español, que seguramente es un inmigrante que ha sido acogido aquí después de haber sido educado en otro mundo distinto al nuestro.
"No comparte valores ni principios con los de su generación de españoles y, por sus defectos y vicios, parece haber llegado en una patera, procedente de otra cultura diferente", afirma.
Un español de su edad no sabe mentir como él, ni traicionar con tanta facilidad, ni engañar, ni rodearse de corruptos, ni hacer lo contrario de lo que promete, ni cultivar la hipocresía con tanta maestría.
Los españoles que se criaron durante el Franquismo son más limpios, leales, nobles, decentes, sinceros y valerosos que especímenes tan extraños y éticamente deteriorados como nuestros políticos, en especial Zapatero, Rajoy y, sobre todo, Sánchez. La falta de grandeza y la deficiente catadura moral de estos tipos no concuerdan con los rasgos y valores comunes de sus paisanos españoles.
El analista Antonio García Serrano, lúcido e implacable, afirma que Sánchez es el peor presidente de gobierno de España en muchos siglos y lo define como un hombre que no tiene principios ni conciencia y que solo se mueve por intereses.
Sánchez es la antítesis de los viejos valores que hicieron grande a España: no tiene honor, ni religión, ni amor a la patria, ni respeto a las leyes, ni honradez, ni apego a la verdad, ni lealtad, ni amor a su pueblo.
Parece más un extraterrestre cruel, procedente de otra galaxia, que un verdadero español.
Francisco Rubiales
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