Abascal nunca debió dejarse comer el terreno por una comunista cuya ideología, la más asesina en la Historia de la HUmanidad, está atiborrada de sangre, pobreza y represión.
En el debate a tres, VOX perdonó demasiado y nunca apretó el acelerador. Hasta fue más moderado que Yolanda Díaz y no golpeó sin piedad al sanchismo, que es su principal razón de existir y su camino recto hacia el triunfo. Contemplar a un VOX moderado y reprimido por miedo a exhibir su radicalismo es decepcionante en una España que está siendo destrozada por la izquierda inmoral, corrupta y totalitaria.
A VOX, como al PP, le perdió el complejo frente a la izquierda, que fue la única que mostró vigor y fuerza en la campaña, a pesar de que salió derrotada y agonizante de las elecciones municipales y autonómicas de mayo. VOX pudo haber atacado sin piedad a una España corrompida hasta el tuétano, antidemocrática, que asalta el poder judicial y emputece las instituciones, que tiene las calles llenas de delincuentes y que se endeuda sin prudencia, pero no lo hizo. Quiso aparecer civilizado y al final pagó la tibieza perdiendo votos y escaños.
A Sánchez hay que reconocerle el mérito de que no para de luchar y de golpear duro aunque esté agonizando. Esa actitud de combate es todo un ejemplo para la derecha española acojonada.
No es fácil para los estrategas de Vox discriminar cuál es el mensaje de sus votantes este 23J. El más claro es la reprobación a su gestión de gobierno en Castilla y León donde retiene sólo uno de los seis diputados que tuvo en 2019. Allí donde ha pactado con el PP cede terreno: en Extremadura pierde su único diputado y cede otros en Baleares y la Comunidad Valenciana, pero también en Murcia, donde no ha pactado. Santiago Abascal culpó anoche a las encuestas de desmovilizar a los votantes de derecha y a Núñez Feijóo de blanquear a Sánchez.
VOX se encuentra en una encrucijada peligrosa, en la que si no rectifica puede desaparecer. Pero el partido tiene todavía salvación si pierde el miedo a ser considerado “ultra”.
En el debate a tres, Abascal perdió una gran oportunidad para relanzar su partido respondiendo con brío y hormonas a la acusadora Yolanda, en lugar de hacerlo como un trasnochado gentleman decimonónico: “Sí, soy ultra y mi partido lo es también porque España necesita una política ultra para acabar con la corrupción, el vicio y la podredumbre que la asfixia. Somos ultras porque queremos eliminar la corrupción, impedir que en las escuelas enseñen sexo a nuestros hijos y queremos que los inmigrantes que violan, atracan y golpean por las calles sean expulsados, que los herederos de ETA y los golpistas que quieren destrozar España dejen de ser socios de los gobiernos y dejen de imponer leyes, que el gobierno jamás utilice la mentira, que los delincuentes nunca sean indultados y que no agachemos la cabeza, como cobardes corderos ante Marruecos y otros muchos países".
Mientras siga temiendo a los que le llaman “ultraderecha” VOX será débil y estará en manos de los chantajistas sin ética que quieren aniquilarlo, que son aquellos a los que tiene que derrotar y expulsar del poder.
Como el equipo que dirige a VOX no se convenza de que tiene que pasar al ataque y arrojar por la borda el miedo a la izquierda, será débil y decepcionará a sus seguidores. VOX ha nacido para combatir sin piedad a corruptos y depredadores sin ética ni amor a España, como los que ha reunido Pedro Sánchez para gobernar.
Hay una "Ley de Hierro", imprescindible para derrotar a los tiranos, que consiste en : "Acosarlos sin piedad, con la verdad y sin perdonarles ningunos de sus abusos y suciedades, hasta que caigan derrotados". Feijóo y Abascal deberían comenzar su acoso al malvado sanchimo auditando el recuento de votos y quizás hasta podrían descubrir con asombro que les han birlado una veintena de escaños, los suficientes para impedir gobernar a la derecha.
Dentro de VOX crece la sensación de que han sido destrozados por un bien planteado pucherazo que le ha quitado más de una decena de escaños. Algunos de sus militantes presionan para que se exija un recuento manual de votos, por considerar el cómputo que hace la empresa INDRA, manejada por sanchistas, es opaco y poco fiable.
Francisco Rubiales
A VOX, como al PP, le perdió el complejo frente a la izquierda, que fue la única que mostró vigor y fuerza en la campaña, a pesar de que salió derrotada y agonizante de las elecciones municipales y autonómicas de mayo. VOX pudo haber atacado sin piedad a una España corrompida hasta el tuétano, antidemocrática, que asalta el poder judicial y emputece las instituciones, que tiene las calles llenas de delincuentes y que se endeuda sin prudencia, pero no lo hizo. Quiso aparecer civilizado y al final pagó la tibieza perdiendo votos y escaños.
A Sánchez hay que reconocerle el mérito de que no para de luchar y de golpear duro aunque esté agonizando. Esa actitud de combate es todo un ejemplo para la derecha española acojonada.
No es fácil para los estrategas de Vox discriminar cuál es el mensaje de sus votantes este 23J. El más claro es la reprobación a su gestión de gobierno en Castilla y León donde retiene sólo uno de los seis diputados que tuvo en 2019. Allí donde ha pactado con el PP cede terreno: en Extremadura pierde su único diputado y cede otros en Baleares y la Comunidad Valenciana, pero también en Murcia, donde no ha pactado. Santiago Abascal culpó anoche a las encuestas de desmovilizar a los votantes de derecha y a Núñez Feijóo de blanquear a Sánchez.
VOX se encuentra en una encrucijada peligrosa, en la que si no rectifica puede desaparecer. Pero el partido tiene todavía salvación si pierde el miedo a ser considerado “ultra”.
En el debate a tres, Abascal perdió una gran oportunidad para relanzar su partido respondiendo con brío y hormonas a la acusadora Yolanda, en lugar de hacerlo como un trasnochado gentleman decimonónico: “Sí, soy ultra y mi partido lo es también porque España necesita una política ultra para acabar con la corrupción, el vicio y la podredumbre que la asfixia. Somos ultras porque queremos eliminar la corrupción, impedir que en las escuelas enseñen sexo a nuestros hijos y queremos que los inmigrantes que violan, atracan y golpean por las calles sean expulsados, que los herederos de ETA y los golpistas que quieren destrozar España dejen de ser socios de los gobiernos y dejen de imponer leyes, que el gobierno jamás utilice la mentira, que los delincuentes nunca sean indultados y que no agachemos la cabeza, como cobardes corderos ante Marruecos y otros muchos países".
Mientras siga temiendo a los que le llaman “ultraderecha” VOX será débil y estará en manos de los chantajistas sin ética que quieren aniquilarlo, que son aquellos a los que tiene que derrotar y expulsar del poder.
Como el equipo que dirige a VOX no se convenza de que tiene que pasar al ataque y arrojar por la borda el miedo a la izquierda, será débil y decepcionará a sus seguidores. VOX ha nacido para combatir sin piedad a corruptos y depredadores sin ética ni amor a España, como los que ha reunido Pedro Sánchez para gobernar.
Hay una "Ley de Hierro", imprescindible para derrotar a los tiranos, que consiste en : "Acosarlos sin piedad, con la verdad y sin perdonarles ningunos de sus abusos y suciedades, hasta que caigan derrotados". Feijóo y Abascal deberían comenzar su acoso al malvado sanchimo auditando el recuento de votos y quizás hasta podrían descubrir con asombro que les han birlado una veintena de escaños, los suficientes para impedir gobernar a la derecha.
Dentro de VOX crece la sensación de que han sido destrozados por un bien planteado pucherazo que le ha quitado más de una decena de escaños. Algunos de sus militantes presionan para que se exija un recuento manual de votos, por considerar el cómputo que hace la empresa INDRA, manejada por sanchistas, es opaco y poco fiable.
Francisco Rubiales
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