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Un texto de valor: "EL ARTÍCULO 14 DE LA CONSTITUCIÓN ESPAÑOLA"


Nota

Copio y pego hoy un artículo de gran valor, imprescindible para los seguidores de Voto en Blanco, escrito por el profesor Macario Valpuesta y publicado en "Sevilla Info" con el título “El artículo 14 de la Constitución Española”. Leerlo constituye un ejercicio de civilización y un baño de certeza para los que luchamos por una España mejor y nos cuesta mucho soportar la injusticia y los vicios que la política nos impone.

Recomiendo encarecidamente su lectura.
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Macario Valpuesta
Macario Valpuesta
Uno de los rasgos más característicos del Antiguo Régimen era la distinción de los súbditos en diferentes castas, estamentos y particularidades. Había nobles y gentes del común; individuos privilegiados, que no pagaban impuestos, y otros “pecheros”. Había personas sometidas a la jurisdicción nobiliaria y otras a la eclesiástica o a la universitaria. Había derechos especiales y fueros para colectivos determinados, territorios y organismos variopintos. En fin, que no existía la igualdad jurídica y la sociedad estaba regida por una maraña de normas de origen ancestral que consagraban el particularismo jurídico.

Frente a este estado de cosas se alzó el estado liberal, proponiendo como un ideal el de la igualdad de todos ante la Ley. El objetivo era crear un estado formado por ciudadanos libres e iguales, responsables y también solidarios entre sí. En ese contexto se inscribe el conocidísimo artículo 14 de la Constitución Española, que reza: “Los españoles son iguales ante la Ley, sin que pueda prevalecer discriminación alguna por razón de nacimiento, raza, sexo, religión, opinión o cualquier otra condición o circunstancia personal o social”.

Evidentemente, cuando este precepto se redactó en 1978, el ideal de la igualdad ante la Ley ya no era ninguna novedad, como sí lo fue en 1812. Pero, aunque no se lo crean, el artículo transcrito que a priori suena tan bien y parece tan acertado, tuvo y sigue teniendo aún muchísimos detractores, que lo ven como un disparate. Gran parte de estos detractores los podríamos situar a la derecha, pero también los hay a la izquierda, incluso en eso tan ambiguo que se llama el “centro político”.

Los más derechistas adujeron que ese igualitarismo no era justo, pues lo que hace es homogeneizar realidades que son naturalmente desiguales, y por eso sostuvieron durante mucho tiempo que los ciudadanos más cultos o más adinerados debían tener más derechos. Así lo afirmaban en tiempos los partidarios del sufragio capacitario o censitario. También dijeron que los hombres debían tener más derechos políticos y sociales que las mujeres, porque estas “no entendían de los asuntos públicos” (Casualmente, en España la izquierda votó masivamente contra el voto femenino por razones oportunistas, en 1931). O que los creyentes de religiones minoritarias no podían tener los mismos derechos que los de la religión mayoritaria. Todavía hoy, hay quien ve como algo justo que los habitantes de ciertas regiones dotadas de derechos históricos (forales) paguen menos impuestos que los de las regiones del común. La única razón para este trato inicuo es que “siempre ha sido así” y la Constitución lo permite. Pues bien, debe notarse que este prejuicio derivado directamente del feudalismo medieval es sostenido por todos los partidos del establishment político actual, con la única excepción de VOX. A ver quién es aquí el “ultraderechista”.

Sin embargo, en la práctica, los mayores enemigos del artículo 14 se encuentran a la izquierda política. La razón que aducen estos es que existen en nuestro país múltiples colectivos-víctima, que por razones históricas no pueden ser tratados con igualdad, ya que son grupos constitutivamente más débiles que supuestamente requieren de determinados privilegios (suponemos que transitorios, aunque esto nunca lo dicen) para conseguir la igualdad real. Por eso, es propio de la izquierda y de la ultraizquierda la consideración de que, siendo la mujer un colectivo que tradicionalmente ha estado en inferioridad civil, debe gozar de ciertos privilegios legales que equilibren la situación. Por eso han creado leyes que invierten la carga de la prueba si la denunciante es mujer y el acusado es varón; por eso ponen castigos más severos a ellos que a ellas por conductas similares. Y si eso le parece a usted mal, le acusarán de ser un machista que disfruta cuando matan a las mujeres: ese es el nivelito.

Desde mi modesto punto de vista, una mirada a nuestras esposas, madres e hijas no justifica ninguna inferioridad estructural. En un país donde hay ministras, catedráticas, ingenieras y bomberas en cantidades industriales; en un país en el que las tasas de feminicidio son de las más bajas del mundo (y ojalá bajaran aún más), ya me dirán ustedes la necesidad que hay de quebrar ese artículo 14 que tan bien suena en teoría. Francamente, yo no veo que hayan tenido ninguna traba especial personajes como Ana Botín, Mª Dolores Dancausa, Paloma Escudero o Encarnación Roca.

Lo mismo decimos de otros múltiples colectivos que pretenden hoy obtener derechos especiales sobre la base de agravios pasados. A los millonarios negros norteamericanos, como Andrew Young, David Dinkins o E. Thomas Williams, no les perjudicó el haber tenido antepasados esclavos, porque ya han vivido y crecido en un régimen de libertades en la tierra de las oportunidades. Parece de sentido común.

Pues bien, en este contexto se enmarca la “lucha” de los homosexuales por sus derechos, que no es otra cosa que decir la lucha de los colectivos homosexualistas (que no es lo mismo) por obtener un trato de favor sobre la base de su orientación sexual. Si lo que dice el artículo 14, es que todas las condiciones accidentales del ser humano (su raza, sexo o religión) no pueden servir de excusa para tener privilegios, ellos aducen lo perseguidos que estaban en el pasado para exigir algunos extras. Llegados a este punto, alguno dirá que los homosexuales que se han manifestado en las últimas semanas no piden ningún tipo de derecho especial, sino solo visibilizar el “orgullo” que les produce su orientación sexual. Pero ya me dirán ustedes si forma parte de sus derechos elementales el que el contribuyente español tenga que abonar, por ejemplo, 14.900 euros en preservativos anales con motivo de estos fastos. Cualquier chiste que se les ocurra sobre esta triste cuestión, que se me ocurren a montones, puede ser acusado de homófobo y, por supuesto, me lo voy a ahorrar. Y como ese gasto, a montones. ¿Sería mucho pedir que el dinero público se dedicara a finalidades, digamos, más nobles?

Todos los partidos políticos, con la excepción de VOX, están arrodillados ante este tiránico colectivo que exige cada día más y más prerrogativas. Algunos, como C’s, suplican casi con lágrimas el ser admitidos en una fiesta en la que los anfitriones (con dinero público) deciden quién puede y quién no puede ir. Y para colmo, el Ministro del Interior justifica, sin ambages, la violencia y el linchamiento de los disidentes. Y a todo eso le llaman democracia.

Y ahora la cuestión es determinar quiénes son aquí los moderados y quiénes los ultras. El amable lector puede discernir quiénes son los que se toman en serio el artículo 14 de la Constitución y quiénes son los que opinan que los españoles son iguales ante la ley, pero como decía Orwell, “unos son más iguales que otros”.

Macario Valpuesta

Si quiere acceder al artículo original, pulse AQUÍ.

https://www.sevillainfo.es/noticias-de-opinion/el-articulo-14-de-la-constitucion-espanola/


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Sábado, 13 de Julio 2019
Artículo leído 1856 veces




Comentarios:

1.Publicado por vanlop el 13/07/2019 11:02

Sobre la igualdad ante la ley tengo pensado un artículo para un futuro, porque estoy pendiente de algunas cosas que me permitirán escribirlo con pleno conocimiento. Al fin y al cabo, si se escribe sobre la constitución, hay que hacerlo con el mayor número de datos, a ser posible, irrefutables.

Hay un aspecto en que no existe la igualdad ante la ley y es la edad. Cosa bastante lógica pues las leyes tienen vigor en función de unas fechas y afectan a los nacidos después o antes de determinadas fechas. Pero esa tal vez sea la excepción que confirma la regla.

Las quejas vienen por otro lado. El artículo plantea bien el fondo del asunto. Sin embargo no deja claro del todo cómo se produce la desigualdad ante la ley. Y se produce en la redacción de las propias leyes, que establecen distinciones entre ciudadanos. Lo cual nos conduce directamente al Antiguo Régimen, ya que en función de la situación social, se tienen unos derechos u otros o no se tienen ningunos.

En el Antiguo Régimen tener la condición nobiliaria te colocaba en la cima de la pirámide, en este régimen de cloaca, ser homosexual, por ejemplo, te coloca en la cima. Podemos comparar los privilegios de la nobleza antes y de los homosexuales u otro grupo minoritario, ahora y vemos que son similares y que existe un "pueblo llano" que soporta todas las cargas del sistema sin disfrutar de ninguna ventaja.

La diferencia es que la nobleza de antes, tenía aquellos privilegios por razones poderosas, que fueron difuminándose hasta llegar a finales del XVIII, tan difuminadas, que ya no tenían razón de ser y por eso se suprimieron. Naturalmente tuvo que ser por la fuerza, porque nadie cede sus derechos graciosamente, se ceden cuando estos derechos son una carga.

La razón de ser de los nobles era la defensa de la sociedad. En la Edad Media los nobles tenían muchas posibilidades de morir en la guerra, muchas más que los plebeyos y por supuesto, muchísimas más que los burgueses, por eso tenían los privilegios. Estoy seguro que cualquier noble, que pensara un poco, se cambiaría por un burgués, pero los estamentos eran inamovibles. Pero a finales del XVIII, los nobles tenían todas las ventajas y ninguno de los inconvenientes, hasta la guerra era casi un deporte y no suponía un riesgo especialmente mayor que para le resto de la población.

Es curioso como ahora los defensores de los estamentos son los descendientes, teóricos, de los que abolieron los privilegios, creando grupos de élite con privilegios especiales y dejando a la mayoría de la población o al menos a la mitad sin ningún tipo de privilegio y no solo sin privilegios, sino con una desigualdad absoluta ante las leyes, en el sentido de aplicarse en su parte más perjudicial.

Y esto no es fruto de directivas para la aplicación de las leyes, como podría pensarse y como se ha hecho siempre, no olvidemos lo de las latas y los embudos, sino que ya directamente las leyes especifican quienes son los privilegiados y quienes los parias.

Así nos encontramos a ciertos colectivos que gozan de privilegios porque lo dicen las leyes, el artículo menciona la condición sexual, pero también la condición religiosa y otras varias, incluso la condición económica, distinguiéndose en algunas leyes si se trata de trabajadores o no.

Pero es de justicia señalar que en el Antiguo Régimen todo estaba muy bien especificado y los límites legales eran claros, en esta coprocracia que gozamos, los límites legales son difusos, estando la interpretación de las leyes, ya de por sí discriminatorias, al arbitrio de cualquier funcionario que goce del favor del que manda.

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El voto en blanco es una bofetada democrática a los poderes políticos ineptos y expresa la protesta ciudadana en las urnas cuando padece gobiernos insoportables, injustos y corruptos. Es un gesto democrático de rechazo a los políticos, partidos y programas, no al sistema. Conscientes del riesgo que representaría un voto en blanco masivo, los gestores de las actuales democracias no lo valoran, ni lo contabilizan, ni le otorgan plasmación alguna en las estructuras del poder. El voto en blanco es una censura casi inútil que sólo podemos realizar en las escasas ocasiones que se abren las urnas. Esta bitácora abraza dos objetivos principales: Valorar el peso del voto en blanco en las democracias avanzadas y permitir a los ciudadanos libres ejercer el derecho a la bofetada democrática de manera permanente, a través de la difusión de información, opinión y análisis.




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