PROTESTAS POPULARES DESESPERADAS CONTRA LA CUBA SOCIALISTA
El 25 de diciembre el mundo cristiano celebra el nacimiento de Jesucristo. Estas fiestas han pasado a la cultura universal, especialmente en el mundo occidental. El 24 de diciembre, vigilia de Navidad, la tradición celebra la Nochebuena especialmente con una comida familiar con lo que se tenga, pero con la intención de esperar esta gran fiesta de los cristianos.
Los cubanos arribamos a la celebración del nacimiento de Cristo en el peor año de nuestra historia. La pregunta que primero nos viene a la mente es: ¿Qué hay que celebrar en Cuba hoy? A esta interrogante siguen otras: ¿Cómo celebrar la Navidad en medio de la oscuridad, con el persistente apagón, la falta de comida, medicinas, agua, transporte, y otras muchas penurias?
Viene a mi memoria una lectura de la Biblia, en el libro del profeta Isaías, capítulo 9, versículos del 1 al 6, que se lee en todas las Iglesias del mundo en la llamada Misa del Gallo o de Medianoche. Trataré de aplicar esta lectura escrita unos 700 años antes del nacimiento de Cristo, a las actuales circunstancias de Cuba, por analogía, pero también como palabra profética de Dios, siempre actual y siempre actuante:
“El pueblo que caminaba en tinieblas vio una luz grande; habitaba en tierra y sombras de muerte, y una luz les brilló”.
Cuba camina hoy en tinieblas porque no solo vive en la agonía diaria de los apagones de electricidad, sino que vive en la oscuridad de una vida y un sistema construidos sobre la mentira. Las tinieblas de Cuba hoy no son solo materiales, físicas, ambientales, son tinieblas en el alma de los cubanos: la incertidumbre, la desolación, la ofuscación, el andar a tientas sin saber qué está pasando arriba, qué va a pasar mañana, cómo será el cambio, cómo será nuestro futuro.
Cuba vive en sombras de muerte, por hambre, por falta de medicamentos, por falta de recursos… pero también por vivir en una cultura de la muerte que relativiza el valor de la vida humana, reduce su existencia a la lucha por sobrevivir, banaliza el mal y normaliza la calamidad.
Nuestros campos no se cultivan, no producen porque no se siembra, porque no hay con qué, ni cómo. Nuestras ciudades se derrumban por falta de mantenimiento y por abandono y negligencia cívica. Los basureros son, a todo lo largo y ancho de la Isla, otra sombra de muerte. Hasta morirse está rodeado de sombras del absurdo, por la mala calidad y horrible apariencia de los ataúdes, por la falta de carros fúnebres, de electricidad en las funerarias, de abandono y saqueo en los cementerios.
Sin embargo, las tinieblas no serán eternas, la muerte no tendrá la última palabra, las sombras de esta vida miserable serán vencidas, al fin, por una Luz que viene de lo Alto, que quiere decir dos realidades a la vez: que viene de Dios en la persona de Jesucristo nacido en la oscuridad de Belén; pero también que viene de lo más alto de la condición humana de cada cubano que, como todo ser humano, lleva indeleblemente marcadas en su naturaleza la “imagen y semejanza de Dios”. Esa imagen del Creador es la luz que llevamos dentro y que, si la ponemos al servicio de Cuba, alzando la frente, será capaz de vencer, iluminar, sanar y reconstruir el alma y el cuerpo de la nación cubana. Creo en eso, espero eso, trabajo para eso. En esto radica mi esperanza realista. Por eso creo que merece la pena celebrar la Navidad en Cuba hoy. Doy fe. Por eso, le veo sentido al siguiente versículo de la profecía de Isaías que es como una hoja de ruta para el cambio y la transición en Cuba:
“Acreciste la alegría, aumentaste el gozo; se gozan en tu presencia, como gozan al segar, como se alegran al repartirse el botín”.
El resultado del cambio verdadero en Cuba se acerca. Estamos ya al final de una etapa. Es el tiempo de la siega, es decir, de recoger el fruto de tanto sacrificio, de tanto dolor, de tanta muerte, de tanta lucha por la libertad. Y esa visión del campo listo para la cosecha hace resucitar nuestro espíritu, pone en pie nuestra alma, fortalece nuestros esfuerzos, porque no hay nada que anime más a un pueblo que ver cerca su liberación. El que tenga ojos para “ver”, verá la madurez de los tiempos, la alineación de los astros, la tormenta perfecta.
Y los que ven primero, y miran alto y lejos, sienten acrecentada su alegría, viven en su interior ese gozo sin aspavientos que siente el que sabe que va a amanecer pronto. Creo en ese gozo que crece aún en medio de las tinieblas. No es ilusión, ni espejismos de un “oasis” en medio de este desierto. Se trata de ayudar a nuestros compatriotas a ver claro que más allá del desierto está la “tierra prometida”, nuestra patria liberada. Ayudarlos a ver más allá, a asomarse por encima del muro para contemplar el país de la libertad que nos merecemos los cubanos y que debemos construir entre todos la repartición de ese “botín” que es un futuro próspero y feliz. Esa es nuestra esperanza realista. Por eso merece la pena celebrar la Navidad en Cuba hoy. Doy fe.
“Porque la vara del opresor, el yugo de su carga, el bastón de su hombro, los quebrantaste como el día de Madián”.
Este otro versículo de la Biblia narra un acontecimiento histórico: “el día de Madián”. Recuerda que aquel pueblo se alejó de Dios, como el cubano, es decir, comenzó a vivir en la mentira, en el pleito, en el odio, en las tinieblas y sombras de muerte, y por eso sufrió durante años, pero cuando se dio cuenta, abrió los ojos, elevó la “antorcha” de su luz interior, comenzó a ganar, no por la violencia de las armas, ni por la venganza, ni por el rencor acumulado, sino por las “armas de Dios” que son: la verdad, la justicia, el derecho, la fe, la esperanza, el amor. Entonces, afirma la profecía de Isaías, se quebrará la vara del opresor, se romperá el yugo de su carga y brillará la estrella sobre la frente de los cubanos y en lo más profundo del alma de Cuba. La lección es que no hay yugo eterno, ni opresión inquebrantable. Por eso, merece la pena celebrar la Navidad en Cuba hoy. Esa es mi esperanza realista. No nos dejemos tentar por las armas de la desesperación, el caos, la violencia y la venganza. Cuba solo se salvará y nacerá a una vida nueva con las “armas” de la verdad, de la justicia, del derecho, de la paz y del amor.
“Porque la bota que pisa con estrépito y la túnica empapada de sangre serán combustible, pasto del fuego”.
Este versículo de la Biblia que se proclama en la noche de Navidad nos asegura que, si alzamos y compartimos la antorcha de la luz, si solo usamos los medios pacíficos, si nos proponemos, especialmente en esta Navidad y al finalizar este año terrible, que no nos dejaremos precipitar a la violencia y al caos por amor a Dios y a Cuba, el fuego de la justicia y del amor consumirá, para siempre, la “bota” que es símbolo de la opresión y a la “túnica de sangre” que significa la cultura de la muerte. Que el cambio sea efectivo y la transición duradera depende de que desterremos eso.
Evidentemente, no se trata de venganzas personales, se trata de hacer desaparecer para siempre, con la fuerza de la razón y de la paz, un sistema de vida, un proyecto fallido, que ha sumido a nuestro pueblo en las sombras de muerte. Si nuestro futuro no se parece al pasado, si no usamos los mismos métodos del proyecto fracasado, si aprendemos de la historia para no repetir los mismos errores y volver a nacer a la libertad como Nación, si logramos construir este consenso de fines y métodos, entonces valdrá la pena celebrar la Navidad en Cuba hoy y para siempre.
Solos no podemos, con la ayuda de Dios lo alcanzamos. Esta es la culminación explícita del anuncio, de la Buena Noticia, del profeta Isaías:
“Porque un niño nos ha nacido, un hijo se nos ha dado: lleva a hombros el principado, y es su nombre: «Maravilla de Consejero, Dios fuerte, Padre de eternidad, Príncipe de la paz». Para dilatar el principado, con una paz sin límites… para sostenerlo y consolidarlo con la justicia y el derecho, desde ahora y por siempre. El celo del Señor del universo lo realizará”.
La fuerza interior y las “armas” de la paz, la justicia y el derecho, son los dones que nos regala el niño Jesús cuyo nacimiento celebramos. Termina asegurándonos que el “celo”, el empeño del Señor del Universo lo realizará, pero el mismo Jesús nos alerta que no lo hará de forma mágica, sin contar con nosotros. Son dones y a la vez tareas. Son regalos y proyectos realizables. Este debería ser el propósito y la consecuencia de celebra la Navidad en Cuba hoy: pensar el futuro, preparar el camino, allanar los obstáculos. Pero, sobre todo: proponer. Proponer para no improvisar. Este es el momento de pensar y proponer la nación que queremos construir entre todos, lo hemos dicho y lo reiteramos. Es ahora.
Es ahora mismo, mientras vivimos la Navidad en Cuba hoy. Esa será la mejor forma de celebrar el nacimiento de Cristo.
Jesús nació y su Luz brilló en medio de aquella noche fría. Cuba renacerá y su luz resplandecerá en un país de libertad, justicia y paz.
Dagoberto Valdés Hernández
Los cubanos arribamos a la celebración del nacimiento de Cristo en el peor año de nuestra historia. La pregunta que primero nos viene a la mente es: ¿Qué hay que celebrar en Cuba hoy? A esta interrogante siguen otras: ¿Cómo celebrar la Navidad en medio de la oscuridad, con el persistente apagón, la falta de comida, medicinas, agua, transporte, y otras muchas penurias?
Viene a mi memoria una lectura de la Biblia, en el libro del profeta Isaías, capítulo 9, versículos del 1 al 6, que se lee en todas las Iglesias del mundo en la llamada Misa del Gallo o de Medianoche. Trataré de aplicar esta lectura escrita unos 700 años antes del nacimiento de Cristo, a las actuales circunstancias de Cuba, por analogía, pero también como palabra profética de Dios, siempre actual y siempre actuante:
“El pueblo que caminaba en tinieblas vio una luz grande; habitaba en tierra y sombras de muerte, y una luz les brilló”.
Cuba camina hoy en tinieblas porque no solo vive en la agonía diaria de los apagones de electricidad, sino que vive en la oscuridad de una vida y un sistema construidos sobre la mentira. Las tinieblas de Cuba hoy no son solo materiales, físicas, ambientales, son tinieblas en el alma de los cubanos: la incertidumbre, la desolación, la ofuscación, el andar a tientas sin saber qué está pasando arriba, qué va a pasar mañana, cómo será el cambio, cómo será nuestro futuro.
Cuba vive en sombras de muerte, por hambre, por falta de medicamentos, por falta de recursos… pero también por vivir en una cultura de la muerte que relativiza el valor de la vida humana, reduce su existencia a la lucha por sobrevivir, banaliza el mal y normaliza la calamidad.
Nuestros campos no se cultivan, no producen porque no se siembra, porque no hay con qué, ni cómo. Nuestras ciudades se derrumban por falta de mantenimiento y por abandono y negligencia cívica. Los basureros son, a todo lo largo y ancho de la Isla, otra sombra de muerte. Hasta morirse está rodeado de sombras del absurdo, por la mala calidad y horrible apariencia de los ataúdes, por la falta de carros fúnebres, de electricidad en las funerarias, de abandono y saqueo en los cementerios.
Sin embargo, las tinieblas no serán eternas, la muerte no tendrá la última palabra, las sombras de esta vida miserable serán vencidas, al fin, por una Luz que viene de lo Alto, que quiere decir dos realidades a la vez: que viene de Dios en la persona de Jesucristo nacido en la oscuridad de Belén; pero también que viene de lo más alto de la condición humana de cada cubano que, como todo ser humano, lleva indeleblemente marcadas en su naturaleza la “imagen y semejanza de Dios”. Esa imagen del Creador es la luz que llevamos dentro y que, si la ponemos al servicio de Cuba, alzando la frente, será capaz de vencer, iluminar, sanar y reconstruir el alma y el cuerpo de la nación cubana. Creo en eso, espero eso, trabajo para eso. En esto radica mi esperanza realista. Por eso creo que merece la pena celebrar la Navidad en Cuba hoy. Doy fe. Por eso, le veo sentido al siguiente versículo de la profecía de Isaías que es como una hoja de ruta para el cambio y la transición en Cuba:
“Acreciste la alegría, aumentaste el gozo; se gozan en tu presencia, como gozan al segar, como se alegran al repartirse el botín”.
El resultado del cambio verdadero en Cuba se acerca. Estamos ya al final de una etapa. Es el tiempo de la siega, es decir, de recoger el fruto de tanto sacrificio, de tanto dolor, de tanta muerte, de tanta lucha por la libertad. Y esa visión del campo listo para la cosecha hace resucitar nuestro espíritu, pone en pie nuestra alma, fortalece nuestros esfuerzos, porque no hay nada que anime más a un pueblo que ver cerca su liberación. El que tenga ojos para “ver”, verá la madurez de los tiempos, la alineación de los astros, la tormenta perfecta.
Y los que ven primero, y miran alto y lejos, sienten acrecentada su alegría, viven en su interior ese gozo sin aspavientos que siente el que sabe que va a amanecer pronto. Creo en ese gozo que crece aún en medio de las tinieblas. No es ilusión, ni espejismos de un “oasis” en medio de este desierto. Se trata de ayudar a nuestros compatriotas a ver claro que más allá del desierto está la “tierra prometida”, nuestra patria liberada. Ayudarlos a ver más allá, a asomarse por encima del muro para contemplar el país de la libertad que nos merecemos los cubanos y que debemos construir entre todos la repartición de ese “botín” que es un futuro próspero y feliz. Esa es nuestra esperanza realista. Por eso merece la pena celebrar la Navidad en Cuba hoy. Doy fe.
“Porque la vara del opresor, el yugo de su carga, el bastón de su hombro, los quebrantaste como el día de Madián”.
Este otro versículo de la Biblia narra un acontecimiento histórico: “el día de Madián”. Recuerda que aquel pueblo se alejó de Dios, como el cubano, es decir, comenzó a vivir en la mentira, en el pleito, en el odio, en las tinieblas y sombras de muerte, y por eso sufrió durante años, pero cuando se dio cuenta, abrió los ojos, elevó la “antorcha” de su luz interior, comenzó a ganar, no por la violencia de las armas, ni por la venganza, ni por el rencor acumulado, sino por las “armas de Dios” que son: la verdad, la justicia, el derecho, la fe, la esperanza, el amor. Entonces, afirma la profecía de Isaías, se quebrará la vara del opresor, se romperá el yugo de su carga y brillará la estrella sobre la frente de los cubanos y en lo más profundo del alma de Cuba. La lección es que no hay yugo eterno, ni opresión inquebrantable. Por eso, merece la pena celebrar la Navidad en Cuba hoy. Esa es mi esperanza realista. No nos dejemos tentar por las armas de la desesperación, el caos, la violencia y la venganza. Cuba solo se salvará y nacerá a una vida nueva con las “armas” de la verdad, de la justicia, del derecho, de la paz y del amor.
“Porque la bota que pisa con estrépito y la túnica empapada de sangre serán combustible, pasto del fuego”.
Este versículo de la Biblia que se proclama en la noche de Navidad nos asegura que, si alzamos y compartimos la antorcha de la luz, si solo usamos los medios pacíficos, si nos proponemos, especialmente en esta Navidad y al finalizar este año terrible, que no nos dejaremos precipitar a la violencia y al caos por amor a Dios y a Cuba, el fuego de la justicia y del amor consumirá, para siempre, la “bota” que es símbolo de la opresión y a la “túnica de sangre” que significa la cultura de la muerte. Que el cambio sea efectivo y la transición duradera depende de que desterremos eso.
Evidentemente, no se trata de venganzas personales, se trata de hacer desaparecer para siempre, con la fuerza de la razón y de la paz, un sistema de vida, un proyecto fallido, que ha sumido a nuestro pueblo en las sombras de muerte. Si nuestro futuro no se parece al pasado, si no usamos los mismos métodos del proyecto fracasado, si aprendemos de la historia para no repetir los mismos errores y volver a nacer a la libertad como Nación, si logramos construir este consenso de fines y métodos, entonces valdrá la pena celebrar la Navidad en Cuba hoy y para siempre.
Solos no podemos, con la ayuda de Dios lo alcanzamos. Esta es la culminación explícita del anuncio, de la Buena Noticia, del profeta Isaías:
“Porque un niño nos ha nacido, un hijo se nos ha dado: lleva a hombros el principado, y es su nombre: «Maravilla de Consejero, Dios fuerte, Padre de eternidad, Príncipe de la paz». Para dilatar el principado, con una paz sin límites… para sostenerlo y consolidarlo con la justicia y el derecho, desde ahora y por siempre. El celo del Señor del universo lo realizará”.
La fuerza interior y las “armas” de la paz, la justicia y el derecho, son los dones que nos regala el niño Jesús cuyo nacimiento celebramos. Termina asegurándonos que el “celo”, el empeño del Señor del Universo lo realizará, pero el mismo Jesús nos alerta que no lo hará de forma mágica, sin contar con nosotros. Son dones y a la vez tareas. Son regalos y proyectos realizables. Este debería ser el propósito y la consecuencia de celebra la Navidad en Cuba hoy: pensar el futuro, preparar el camino, allanar los obstáculos. Pero, sobre todo: proponer. Proponer para no improvisar. Este es el momento de pensar y proponer la nación que queremos construir entre todos, lo hemos dicho y lo reiteramos. Es ahora.
Es ahora mismo, mientras vivimos la Navidad en Cuba hoy. Esa será la mejor forma de celebrar el nacimiento de Cristo.
Jesús nació y su Luz brilló en medio de aquella noche fría. Cuba renacerá y su luz resplandecerá en un país de libertad, justicia y paz.
Dagoberto Valdés Hernández
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