El PSOE ya no es socialista y se parece cada día más a una banda corrupta de saqueadores de lo público ávida de poder y de privilegios; el PP está tan contaminado de socialdemocracia y corrupción que es difícil situarlo en la derecha; Ciudadanos es una veleta enloquecida que se mueve por interés y oportunismo, sin ideales fijos; Podemos cada día más totalitario y más ajeno al espíritu fundacional, es el nuevo comunismo español, victima de un caudillismo cutre personificado en el torpe y siniestro Pablo Iglesias; VOX, probablemente el mas constitucionalista de los partidos españoles, es injustamente acusado de ser extremista, pero está atacado de cobardía y parálisis y, por el momento, con miedo a profundizar en sus tesis y reivindicaciones, sigue siendo más una esperanza que una realidad.
Todo es opacidad en España, sobre todo bajo el gobierno de Sánchez, transgresor de los viejos valores y normas democráticas, buscador de atajos y subterfugios que invaden la ilegalidad y cambiando según conveniencia. El gobierno ha suprimido el Portal de Transparencia en los momentos más difíciles, cuando el país demandaba la verdad con más énfasis, y ha sido tan oscuro y tenebroso que considera los viajes del presidente y el trabajo de su esposa como secretos de Estado. Todo ha sido oscuro y turbio en la gestión de la pandemia: compras secretas, precios demasiado elevados para ser reales, incomprensible escasez de suministros médicos y sanitarios, ocultación de muertes, mentiras oficiales, abandono de ancianos y camuflaje generalizado para ocultar los errores, fallos y arbitrariedades.
La mentira se ha instalado en el poder político de manera vil y antidemocrática, afectando a todos los partidos y degradando el sistema hasta niveles indignos, pero nadie miente ni ha mentido en la historia de España tanto como Pedro Sánchez. Sus mentiras son memorables y de dimensiones sorprendentes, pero nadie miente mejor que él porque las dice con rostro inocente, con una estudiada y teatral imagen de hombre bueno, casi de niño, como si él mismo se las creyera.
La sociedad española, indefensa ante el poder del Estado y víctima de un cóctel letal integrado por confusión, inflación de mensajes, relativismo moral y radicalismo, ni siquiera tiene ya capacidad de percibir el desastre moral y político que representa un sistema que renuncia a la verdad.
Pedro Sánchez, que llegó al poder mintiendo al prometer unas elecciones inmediatas que después prolongó todo lo que pudo, es el mayor mentiroso de la historia política de España, un tipo que olvida una de las primeras reglas de las democracias: "La democracia, sin verdad, es imposible y un régimen basado en la mentira siempre es un despotismo moral y cívico".
Los españoles viven engañados y carecen de la información veraz a la que tienen derecho, según las declaraciones internacionales de derechos humanos. No saben como está la economía, cuantos muertos ha producido la pandemia, como están de llenos los hospitales, qué niveles alcanza la corrupción en que se emplean los dineros públicos, que acuerdos secretos comparten los partidos, etc. Como consecuencia de la opacidad, en España se han disparado la desconfianza y la sospecha. Hasta existe una creciente creencia en que las pasadas elecciones fueron un fraude y que otro fraude, todavía más descarado, está siendo preparado por el gobierno para ganar las próximas elecciones.
El gobierno de Pedro Sánchez comenzó con una gran mentira, que marcó todo su futuro: dijo que convocaría elecciones inmediatamente, pero no lo hizo. Zapatero se convirtió en el rey de las mentiras y hasta llegó a negar que existiera una crisis que nos dejó tumbados en la lona, pero también fueron mentirosos Rajoy, que incumplió todas sus promesas electorales, Aznar, que sabía que en Irak no había armas de destrucción masiva y lo ocultó y Felipe González, que instauró la mentira en el poder político español y que fue el mentiroso que mejor disfrazaba sus mentiras de verdades.
Hoy mentimos todos, secundando el sucio ejemplo de una clase política pervertida que altera la historia y que sostiene que existe la democracia, que la justicia es igual para todos, que cualquier agresión a una mujer es por ser mujer, que un hombre es mujer si desea serlo o que el matrimonio entre personas del mismo sexo es igual que el natural.
Las mentiras ya son impunes en España porque todos callamos cuando nos mienten y no nos revolvemos como fieras contra los mentirosos. Mentimos para sentirnos importantes, para ocultar nuestras miserias y decimos que lo hacemos para que la gente sea feliz.
Un sistema corrupto tiene su principal valedor en la mentira. Se dice que los impuestos son necesarios, pero el dinero es para disfrute de los poderosos; se roba y después se dice que no se roba; se colocan a familiares y amigos con sueldos públicos, pero después se niega o se dice que eran los más capacitados; se miente con las cuentas, con las medidas y con las motivaciones y todo se oculta con la ayuda de los medios de comunicación sometidos, cuya compra con dinero público también se niega.
La mentira mueve el mundo, decía Jean-François Revel y se ha hecho fuerte en Occidente, especialmente en Europa, donde el poder del Estado no para de crecer frente a unos ciudadanos cada día más marginados e insignificantes. Pero en España se baten los records: prensa comprada, tesis plagiadas, mentiras institucionales, libros escritos por otros, curriculos falseados, dineros escondidos, decenas de miles de políticos ricos que no saben explicar sus patrimonios y argumentos del poder travestidos de bondad, cuando son pura perversión corrupta.
La regeneración que España necesita tiene que comenzar por el castigo a los mentirosos, sobre todo a los políticos que controlan el Estado a base de trampas, trucos, mentiras oficiales y engaños.
Francisco Rubiales
Todo es opacidad en España, sobre todo bajo el gobierno de Sánchez, transgresor de los viejos valores y normas democráticas, buscador de atajos y subterfugios que invaden la ilegalidad y cambiando según conveniencia. El gobierno ha suprimido el Portal de Transparencia en los momentos más difíciles, cuando el país demandaba la verdad con más énfasis, y ha sido tan oscuro y tenebroso que considera los viajes del presidente y el trabajo de su esposa como secretos de Estado. Todo ha sido oscuro y turbio en la gestión de la pandemia: compras secretas, precios demasiado elevados para ser reales, incomprensible escasez de suministros médicos y sanitarios, ocultación de muertes, mentiras oficiales, abandono de ancianos y camuflaje generalizado para ocultar los errores, fallos y arbitrariedades.
La mentira se ha instalado en el poder político de manera vil y antidemocrática, afectando a todos los partidos y degradando el sistema hasta niveles indignos, pero nadie miente ni ha mentido en la historia de España tanto como Pedro Sánchez. Sus mentiras son memorables y de dimensiones sorprendentes, pero nadie miente mejor que él porque las dice con rostro inocente, con una estudiada y teatral imagen de hombre bueno, casi de niño, como si él mismo se las creyera.
La sociedad española, indefensa ante el poder del Estado y víctima de un cóctel letal integrado por confusión, inflación de mensajes, relativismo moral y radicalismo, ni siquiera tiene ya capacidad de percibir el desastre moral y político que representa un sistema que renuncia a la verdad.
Pedro Sánchez, que llegó al poder mintiendo al prometer unas elecciones inmediatas que después prolongó todo lo que pudo, es el mayor mentiroso de la historia política de España, un tipo que olvida una de las primeras reglas de las democracias: "La democracia, sin verdad, es imposible y un régimen basado en la mentira siempre es un despotismo moral y cívico".
Los españoles viven engañados y carecen de la información veraz a la que tienen derecho, según las declaraciones internacionales de derechos humanos. No saben como está la economía, cuantos muertos ha producido la pandemia, como están de llenos los hospitales, qué niveles alcanza la corrupción en que se emplean los dineros públicos, que acuerdos secretos comparten los partidos, etc. Como consecuencia de la opacidad, en España se han disparado la desconfianza y la sospecha. Hasta existe una creciente creencia en que las pasadas elecciones fueron un fraude y que otro fraude, todavía más descarado, está siendo preparado por el gobierno para ganar las próximas elecciones.
El gobierno de Pedro Sánchez comenzó con una gran mentira, que marcó todo su futuro: dijo que convocaría elecciones inmediatamente, pero no lo hizo. Zapatero se convirtió en el rey de las mentiras y hasta llegó a negar que existiera una crisis que nos dejó tumbados en la lona, pero también fueron mentirosos Rajoy, que incumplió todas sus promesas electorales, Aznar, que sabía que en Irak no había armas de destrucción masiva y lo ocultó y Felipe González, que instauró la mentira en el poder político español y que fue el mentiroso que mejor disfrazaba sus mentiras de verdades.
Hoy mentimos todos, secundando el sucio ejemplo de una clase política pervertida que altera la historia y que sostiene que existe la democracia, que la justicia es igual para todos, que cualquier agresión a una mujer es por ser mujer, que un hombre es mujer si desea serlo o que el matrimonio entre personas del mismo sexo es igual que el natural.
Las mentiras ya son impunes en España porque todos callamos cuando nos mienten y no nos revolvemos como fieras contra los mentirosos. Mentimos para sentirnos importantes, para ocultar nuestras miserias y decimos que lo hacemos para que la gente sea feliz.
Un sistema corrupto tiene su principal valedor en la mentira. Se dice que los impuestos son necesarios, pero el dinero es para disfrute de los poderosos; se roba y después se dice que no se roba; se colocan a familiares y amigos con sueldos públicos, pero después se niega o se dice que eran los más capacitados; se miente con las cuentas, con las medidas y con las motivaciones y todo se oculta con la ayuda de los medios de comunicación sometidos, cuya compra con dinero público también se niega.
La mentira mueve el mundo, decía Jean-François Revel y se ha hecho fuerte en Occidente, especialmente en Europa, donde el poder del Estado no para de crecer frente a unos ciudadanos cada día más marginados e insignificantes. Pero en España se baten los records: prensa comprada, tesis plagiadas, mentiras institucionales, libros escritos por otros, curriculos falseados, dineros escondidos, decenas de miles de políticos ricos que no saben explicar sus patrimonios y argumentos del poder travestidos de bondad, cuando son pura perversión corrupta.
La regeneración que España necesita tiene que comenzar por el castigo a los mentirosos, sobre todo a los políticos que controlan el Estado a base de trampas, trucos, mentiras oficiales y engaños.
Francisco Rubiales
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