En 2011, Nial Ferguson publicó Civilización. Occidente y el resto. Nial Ferguson es un polémico historiador británico, profesor tanto en Harvard como en Oxford…
La pregunta, para algunos políticamente incorrecta en estos tiempos y fundamentalmente debido a las corrientes de opinión dominantes, y que resume el ensayo de N. Ferguson es: ¿por qué se impuso la civilización europea a las otras civilizaciones existentes en el mundo?
Hay un momento cercano al año 1400 en el que la civilización china estaba en pleno apogeo, los turcos otomanos habían cercado a una débil Constantinopla y era tan solo cuestión de tiempo que cayera lo que aún quedaba del Imperio Romano de Oriente. Y, mientras todo ello sucede Europa Occidental estaba fracturada en multitud de reinos en continuas disputas y guerras, acosados por epidemias y con un nivel de desarrollo tecnológico y científico relativo, más bien tirando a bajo. Al mismo tiempo, lo que hoy llamamos Estados Unidos de Norteamérica era un territorio casi despoblado, habitado por tribus que no eran comparables a los imperios Inca o Azteca de América del Sur y Centroamérica enormemente desarrollados en comparación con el norte…
Y, casi de pronto, a lo largo de unas pocas décadas la balanza se inclina enormemente hacia Occidente. ¿Cuál fue la razón de su sorprendente éxito?
¿Los factores que lo hicieron posible siguen siendo patrimonio exclusivo de los occidentales? ¿O la civilización occidental ha ingresado en un proceso de inevitable decadencia?
Niall Ferguson afirma en su libro que el éxito occidental se debió primordialmente al desarrollo de la ciencia, la fuerza de la ley, la medicina, la sociedad de consumo y la ética del trabajo. La conjunción de dichos factores hizo que Occidente fuera radicalmente diferente al resto del mundo; pero la pregunta que debemos hacernos en este primer cuarto del siglo XXI es si después de quinientos años la situación sigue siendo la misma y el mundo occidental sigue conservando la ventaja desde entonces conseguida.
Niall Ferguson afirma con rotundidad que existe y ha existido una superioridad de occidente sobre el resto del mundo. Pero, después de su afirmación no tiene dudas de que la hegemonía de occidente está en crisis. En la actualidad son las sociedades asiáticas las que tienen ventajas claras en todo aquello que define los procesos civilizatorios.
Aprovecho para animarlos a que lean un texto a mi entender fundamental, un libro que nos obliga a preguntarnos sobre quiénes somos, cuáles son nuestras posibilidades como sociedad…
Como pueden suponer, Ferguson atribuye la superioridad de la civilización occidental a factores tales como que el aprendizaje y la instrucción (basados, obviamente, en actuar, ensayar, unas veces acertar y otras errar…) empujaron a los pueblos de las ciudades-estado (Venecia, Nápoles, Génova…) y las naciones que surgieron hace más de 500 años en Europa Occidental, a competir de una forma no violenta, por lo que las disputas entre vecinos se canalizaron a través del comercio. Esto supuso dar prioridad al derecho de propiedad y a crear situaciones de seguridad jurídica, al mismo tiempo que se le daba una especial importancia a la libertad individual. La sociedad de consumo empujó a su vez Europa Occidental hacia la Revolución Industrial, y la ética del trabajo aportó el cemento, la argamasa necesaria para unir a una sociedad basada en la sana rivalidad.
Evidentemente, en el libro de Ferguson vuelve a plantearse aquello de ¿Por qué algunas naciones tienen éxito y otras fracasan?
Por supuesto, Ferguson coincide con otros economistas y expertos en ciencias sociales en que la razón de la prosperidad está en las instituciones de cada país, las reglas que los propios humanos crean y que influyen en sus incentivos y oportunidades.
Los seres humanos respondemos a los incentivos, pero creamos reglas en la sociedad que generan diferentes patrones de incentivos y eso marca la diferencia.
Los países ricos, los más prósperos, los más desarrollados poseen instituciones que funcionan, como parlamentos o tribunales honestos y reglas que rigen los derechos de propiedad y fomentan la competencia empresarial. Y esas reglas tienden a ser justas, predecibles y se aplican a todos.
No está de más, señalar que Ferguson peca de anglofilia, deja un tanto a un lado la herencia grecolatina y se deja llevar demasiado por la leyenda negra antiespañola y hace hincapié en la superioridad de la religión protestante.
Por supuesto, Ferguson hace mención al hecho de que el olvido de nuestras raíces y valores fundamentales amenaza con derribar los cimientos de nuestra sociedad.
El ocaso de la grandeza
A lo largo de los siglos, Occidente ha disfrutado de un dominio sin precedentes en los campos de la ciencia, la tecnología y la innovación. Sin embargo, esta supremacía no surgió de la nada, sino que fue el fruto de una combinación única de libertad de expresión, capitalismo -economía de mercado- y gobiernos de consenso. Estos pilares fundamentales fomentaron un entorno propicio para el florecimiento del pensamiento crítico, el intercambio de ideas y la recompensa por la creatividad y el mérito.
Desafortunadamente, en las últimas generaciones, hemos sido testigos de un peligroso giro hacia el olvido de estos principios rectores. En lugar de celebrar, mostrar orgullo y transmitir nuestro legado, hemos permitido que se propague un discurso, un relato distorsionado que denigra nuestros logros y fomenta el sentimiento de culpa. Esta amnesia histórica amenaza con erosionar todo lo que hizo que occidente llegara a lo máximo.
El culto del cargo fantasma
En un giro irónico, hemos caído en la trampa del culto del cargo fantasma del que habla Marvin Harris en «Vacas, cerdos, guerras y brujas». Como afirma Harris, hay diferentes culturas que se aferran la idea de la existencia del cargo, pero ¿qué es el cargo? Dependiendo de la época, los nativos de un determinado lugar esperaban la llegada de sus antepasados traídos por buques, aviones… cargados de riquezas y con ello esperaban iniciar una vida nueva ya que esperaban una mejoría global en su nivel de vida. Para ellos el cargo significa el inicio del cielo en la tierra… Son muchos los actuales occidentales que no comprenden el verdadero significado del éxito de occidente y hacen como algunas tribus del Pacífico que construyeron torres de radio de bambú y pistas de aterrizaje falsas, esperando que los aviones acudieran con suministros… Sn muchos en la actualidad los profetas del cargo que insisten en que la riqueza material se crea realmente en algún lugar lejano, no mediante medios naturales, sino sobrenaturales, de forma mágica, o algo parecido.
En la civilización occidental actualmente, en lugar de nutrir y celebrar los valores que nos llevaron a la cima, nos hemos conformado con repetir vacíamente conceptos como «libertad» y «democracia» sin profundizar en su verdadero significado y aplicación práctica. Esta superficialidad amenaza con impedirnos comprender lo que realmente nos hizo prosperar en un tiempo no tan lejano.
La importancia de la propiedad privada y los incentivos
Uno de los pilares fundamentales que hemos pasado por alto es el concepto de propiedad privada y su papel en fomentar la innovación. En gran parte del mundo, la riqueza y los bienes pueden ser confiscados arbitrariamente por regímenes autoritarios, socavando el incentivo para crear y prosperar. En contraste, Occidente ha fomentado un sistema donde la recompensa por el mérito y la creación de valor para los demás es el camino hacia el éxito.
Sin embargo, esta visión ha sido reemplazada por una mentalidad que demoniza al capitalismo, a la economía de mercado, a los empresarios, a la libre empresa, a quienes crean empleo y riqueza y, en suma, prosperidad. Al perder de vista los incentivos que impulsan la innovación, corremos el riesgo de ahogar el mismo espíritu emprendedor que nos llevó a la vanguardia del progreso.
¿Es posible que Occidente renazca?
A pesar de los desafíos a los que nos enfrentamos, no todo está perdido. Tenemos la oportunidad de renacer y reclamar nuestro legado, pero para ello debemos emprender un viaje de redescubrimiento y reafirmación de nuestros valores fundamentales. Debemos reemplazar el discurso de la vergüenza por una celebración orgullosa de nuestros logros, reconociendo que ninguna civilización es perfecta, pero que Occidente ha sido un faro de progreso y libertad en un mundo a menudo sumido en la oscuridad.
Este renacimiento no debe ser un ejercicio de superioridad arrogante, sino una reconciliación con nuestras raíces y una comprensión profunda de lo que nos ha hecho grandes y libres. Sólo al abrazar y transmitir estos valores a las actuales generaciones y a las futuras podremos asegurar que Occidente continúe siendo un faro de esperanza y progreso para el mundo.
A lo largo de la Historia de la Humanidad, las civilizaciones surgen, crecen, se desarrollan y mueren, y la Civilización Occidental Judeo-Cristiana-Greco-Romana se encuentra en un punto de inflexión, en un momento en que puede acabar cambiando su trayectoria vital debido a los acontecimientos que nos han tocado en suerte vivir.
Pero, podemos optar, elegir y mover nuestra voluntad para regresar a nuestras raíces, celebrar nuestros logros y transmitir nuestros valores fundamentales a nuestros contemporáneos y estos a su vez a quienes vengan después de nosotros, o podemos sucumbir al olvido, aplicar la damnatio memoriae y convertirnos en una reliquia de algo remoto, una sociedad oscura de la que nadie o apenas nadie recuerde que su pasado fue realmente de prosperidad y de grandeza.
De nosotros depende el futuro de nuestra civilización, el futuro de nuestros hijos y nietos…
Carlos Aurelio Caldito Aunión
La pregunta, para algunos políticamente incorrecta en estos tiempos y fundamentalmente debido a las corrientes de opinión dominantes, y que resume el ensayo de N. Ferguson es: ¿por qué se impuso la civilización europea a las otras civilizaciones existentes en el mundo?
Hay un momento cercano al año 1400 en el que la civilización china estaba en pleno apogeo, los turcos otomanos habían cercado a una débil Constantinopla y era tan solo cuestión de tiempo que cayera lo que aún quedaba del Imperio Romano de Oriente. Y, mientras todo ello sucede Europa Occidental estaba fracturada en multitud de reinos en continuas disputas y guerras, acosados por epidemias y con un nivel de desarrollo tecnológico y científico relativo, más bien tirando a bajo. Al mismo tiempo, lo que hoy llamamos Estados Unidos de Norteamérica era un territorio casi despoblado, habitado por tribus que no eran comparables a los imperios Inca o Azteca de América del Sur y Centroamérica enormemente desarrollados en comparación con el norte…
Y, casi de pronto, a lo largo de unas pocas décadas la balanza se inclina enormemente hacia Occidente. ¿Cuál fue la razón de su sorprendente éxito?
¿Los factores que lo hicieron posible siguen siendo patrimonio exclusivo de los occidentales? ¿O la civilización occidental ha ingresado en un proceso de inevitable decadencia?
Niall Ferguson afirma en su libro que el éxito occidental se debió primordialmente al desarrollo de la ciencia, la fuerza de la ley, la medicina, la sociedad de consumo y la ética del trabajo. La conjunción de dichos factores hizo que Occidente fuera radicalmente diferente al resto del mundo; pero la pregunta que debemos hacernos en este primer cuarto del siglo XXI es si después de quinientos años la situación sigue siendo la misma y el mundo occidental sigue conservando la ventaja desde entonces conseguida.
Niall Ferguson afirma con rotundidad que existe y ha existido una superioridad de occidente sobre el resto del mundo. Pero, después de su afirmación no tiene dudas de que la hegemonía de occidente está en crisis. En la actualidad son las sociedades asiáticas las que tienen ventajas claras en todo aquello que define los procesos civilizatorios.
Aprovecho para animarlos a que lean un texto a mi entender fundamental, un libro que nos obliga a preguntarnos sobre quiénes somos, cuáles son nuestras posibilidades como sociedad…
Como pueden suponer, Ferguson atribuye la superioridad de la civilización occidental a factores tales como que el aprendizaje y la instrucción (basados, obviamente, en actuar, ensayar, unas veces acertar y otras errar…) empujaron a los pueblos de las ciudades-estado (Venecia, Nápoles, Génova…) y las naciones que surgieron hace más de 500 años en Europa Occidental, a competir de una forma no violenta, por lo que las disputas entre vecinos se canalizaron a través del comercio. Esto supuso dar prioridad al derecho de propiedad y a crear situaciones de seguridad jurídica, al mismo tiempo que se le daba una especial importancia a la libertad individual. La sociedad de consumo empujó a su vez Europa Occidental hacia la Revolución Industrial, y la ética del trabajo aportó el cemento, la argamasa necesaria para unir a una sociedad basada en la sana rivalidad.
Evidentemente, en el libro de Ferguson vuelve a plantearse aquello de ¿Por qué algunas naciones tienen éxito y otras fracasan?
Por supuesto, Ferguson coincide con otros economistas y expertos en ciencias sociales en que la razón de la prosperidad está en las instituciones de cada país, las reglas que los propios humanos crean y que influyen en sus incentivos y oportunidades.
Los seres humanos respondemos a los incentivos, pero creamos reglas en la sociedad que generan diferentes patrones de incentivos y eso marca la diferencia.
Los países ricos, los más prósperos, los más desarrollados poseen instituciones que funcionan, como parlamentos o tribunales honestos y reglas que rigen los derechos de propiedad y fomentan la competencia empresarial. Y esas reglas tienden a ser justas, predecibles y se aplican a todos.
No está de más, señalar que Ferguson peca de anglofilia, deja un tanto a un lado la herencia grecolatina y se deja llevar demasiado por la leyenda negra antiespañola y hace hincapié en la superioridad de la religión protestante.
Por supuesto, Ferguson hace mención al hecho de que el olvido de nuestras raíces y valores fundamentales amenaza con derribar los cimientos de nuestra sociedad.
El ocaso de la grandeza
A lo largo de los siglos, Occidente ha disfrutado de un dominio sin precedentes en los campos de la ciencia, la tecnología y la innovación. Sin embargo, esta supremacía no surgió de la nada, sino que fue el fruto de una combinación única de libertad de expresión, capitalismo -economía de mercado- y gobiernos de consenso. Estos pilares fundamentales fomentaron un entorno propicio para el florecimiento del pensamiento crítico, el intercambio de ideas y la recompensa por la creatividad y el mérito.
Desafortunadamente, en las últimas generaciones, hemos sido testigos de un peligroso giro hacia el olvido de estos principios rectores. En lugar de celebrar, mostrar orgullo y transmitir nuestro legado, hemos permitido que se propague un discurso, un relato distorsionado que denigra nuestros logros y fomenta el sentimiento de culpa. Esta amnesia histórica amenaza con erosionar todo lo que hizo que occidente llegara a lo máximo.
El culto del cargo fantasma
En un giro irónico, hemos caído en la trampa del culto del cargo fantasma del que habla Marvin Harris en «Vacas, cerdos, guerras y brujas». Como afirma Harris, hay diferentes culturas que se aferran la idea de la existencia del cargo, pero ¿qué es el cargo? Dependiendo de la época, los nativos de un determinado lugar esperaban la llegada de sus antepasados traídos por buques, aviones… cargados de riquezas y con ello esperaban iniciar una vida nueva ya que esperaban una mejoría global en su nivel de vida. Para ellos el cargo significa el inicio del cielo en la tierra… Son muchos los actuales occidentales que no comprenden el verdadero significado del éxito de occidente y hacen como algunas tribus del Pacífico que construyeron torres de radio de bambú y pistas de aterrizaje falsas, esperando que los aviones acudieran con suministros… Sn muchos en la actualidad los profetas del cargo que insisten en que la riqueza material se crea realmente en algún lugar lejano, no mediante medios naturales, sino sobrenaturales, de forma mágica, o algo parecido.
En la civilización occidental actualmente, en lugar de nutrir y celebrar los valores que nos llevaron a la cima, nos hemos conformado con repetir vacíamente conceptos como «libertad» y «democracia» sin profundizar en su verdadero significado y aplicación práctica. Esta superficialidad amenaza con impedirnos comprender lo que realmente nos hizo prosperar en un tiempo no tan lejano.
La importancia de la propiedad privada y los incentivos
Uno de los pilares fundamentales que hemos pasado por alto es el concepto de propiedad privada y su papel en fomentar la innovación. En gran parte del mundo, la riqueza y los bienes pueden ser confiscados arbitrariamente por regímenes autoritarios, socavando el incentivo para crear y prosperar. En contraste, Occidente ha fomentado un sistema donde la recompensa por el mérito y la creación de valor para los demás es el camino hacia el éxito.
Sin embargo, esta visión ha sido reemplazada por una mentalidad que demoniza al capitalismo, a la economía de mercado, a los empresarios, a la libre empresa, a quienes crean empleo y riqueza y, en suma, prosperidad. Al perder de vista los incentivos que impulsan la innovación, corremos el riesgo de ahogar el mismo espíritu emprendedor que nos llevó a la vanguardia del progreso.
¿Es posible que Occidente renazca?
A pesar de los desafíos a los que nos enfrentamos, no todo está perdido. Tenemos la oportunidad de renacer y reclamar nuestro legado, pero para ello debemos emprender un viaje de redescubrimiento y reafirmación de nuestros valores fundamentales. Debemos reemplazar el discurso de la vergüenza por una celebración orgullosa de nuestros logros, reconociendo que ninguna civilización es perfecta, pero que Occidente ha sido un faro de progreso y libertad en un mundo a menudo sumido en la oscuridad.
Este renacimiento no debe ser un ejercicio de superioridad arrogante, sino una reconciliación con nuestras raíces y una comprensión profunda de lo que nos ha hecho grandes y libres. Sólo al abrazar y transmitir estos valores a las actuales generaciones y a las futuras podremos asegurar que Occidente continúe siendo un faro de esperanza y progreso para el mundo.
A lo largo de la Historia de la Humanidad, las civilizaciones surgen, crecen, se desarrollan y mueren, y la Civilización Occidental Judeo-Cristiana-Greco-Romana se encuentra en un punto de inflexión, en un momento en que puede acabar cambiando su trayectoria vital debido a los acontecimientos que nos han tocado en suerte vivir.
Pero, podemos optar, elegir y mover nuestra voluntad para regresar a nuestras raíces, celebrar nuestros logros y transmitir nuestros valores fundamentales a nuestros contemporáneos y estos a su vez a quienes vengan después de nosotros, o podemos sucumbir al olvido, aplicar la damnatio memoriae y convertirnos en una reliquia de algo remoto, una sociedad oscura de la que nadie o apenas nadie recuerde que su pasado fue realmente de prosperidad y de grandeza.
De nosotros depende el futuro de nuestra civilización, el futuro de nuestros hijos y nietos…
Carlos Aurelio Caldito Aunión
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