Hoy, seis años después de aquel 15 de mayo de 2011, Podemos, en retroceso y perdiendo cada día más la sintonía con la sociedad española que hizo posible su nacimiento, reconvertido ya en un partido comunista revestido de populismo, es ya la gran ocasión frustrada y uno de los grandes fracasos de la moderna política española.
Algo parecido ocurrió en la Revolución Rusia. Entre los rebeldes que se alzaron contra el Zar Alejandro estaba lo mejor de la sociedad y la inteligencia rusa de entonces, personas inquietas y conscientes dispuestas a regenerar la política, a terminar con la vieja corrupción e imponer la democracia, pero llegaron los bolcheviques y se hicieron con el poder, convirtiendo aquella revolución auténtica en una tiranía izquierdista sanguinaria.
Del mismo modo, en la España frustrada que surgió del 15 M había millones de españoles decentes e indignados, la mayoría demócratas, dispuestos a acabar con la corrupción que anidaba en el PP, el PSOE y los nacionalistas, los partidos que habían gobernado el país conduciendolo hacia la corrupción y el abuso de poder, deseosos todos de regenerar España, construyendo un país democrático. Pero llegaron los bolcheviques de Pablo Iglesias, Monedero y los grupos anticapitalistas y se hicieron con el control del movimiento, convirtiéndolo en una jauría totalitaria y neocomunista que en lugar de apostar por la regeneración de la democracia sueña con un Estado fuerte y dueño de todo, incluso de la vida, como el que creó Lenin en la Rusia roja.
Si Podemos, por culpa de su radicalización y militancia en la izquierda comunista, ya se había estancado, ahora, después de sus posturas confusas y de apoyo claro al independentismo catalán, contrarias a la Constitución y a los sentimientos mayoritarios de los españoles, está perdiendo apoyos a un ritmo endiablado y hasta podría desaparecer si, como parece que desean sus dirigentes, se convierte en una Izquierda Unida bis, un poco más radical, populista y estridente que el viejo comunismo español.
Si Podemos, que en la hora de su nacimiento contaba con millones de votos de profesionales y trabajadores de las clases medias, sin otra ideología que la democracia y sin otro deseo que limpiar y regenerar España, no hubiera torcido su rumbo y traicionado a todas aquellas personas, hoy estaría gobernando y desarrollando el programa de limpieza y regeneración que el país necesita para resurgir y volver a ocuparse de la felicidad y desarrollo de sus ciudadanos.
Pero Podemos, por culpa de su radicalismo comunista, impulsado por esos profesionales del poder que encabeza Pablo Iglesias, hermanos de aquellos bolcheviques que arruinaron la revolución rusa, es hoy un partido que avanza ya claramente hacia su agonía, abandonado por toda la gente de bien que al principio creía en aquel proyecto.
Francisco Rubiales
Algo parecido ocurrió en la Revolución Rusia. Entre los rebeldes que se alzaron contra el Zar Alejandro estaba lo mejor de la sociedad y la inteligencia rusa de entonces, personas inquietas y conscientes dispuestas a regenerar la política, a terminar con la vieja corrupción e imponer la democracia, pero llegaron los bolcheviques y se hicieron con el poder, convirtiendo aquella revolución auténtica en una tiranía izquierdista sanguinaria.
Del mismo modo, en la España frustrada que surgió del 15 M había millones de españoles decentes e indignados, la mayoría demócratas, dispuestos a acabar con la corrupción que anidaba en el PP, el PSOE y los nacionalistas, los partidos que habían gobernado el país conduciendolo hacia la corrupción y el abuso de poder, deseosos todos de regenerar España, construyendo un país democrático. Pero llegaron los bolcheviques de Pablo Iglesias, Monedero y los grupos anticapitalistas y se hicieron con el control del movimiento, convirtiéndolo en una jauría totalitaria y neocomunista que en lugar de apostar por la regeneración de la democracia sueña con un Estado fuerte y dueño de todo, incluso de la vida, como el que creó Lenin en la Rusia roja.
Si Podemos, por culpa de su radicalización y militancia en la izquierda comunista, ya se había estancado, ahora, después de sus posturas confusas y de apoyo claro al independentismo catalán, contrarias a la Constitución y a los sentimientos mayoritarios de los españoles, está perdiendo apoyos a un ritmo endiablado y hasta podría desaparecer si, como parece que desean sus dirigentes, se convierte en una Izquierda Unida bis, un poco más radical, populista y estridente que el viejo comunismo español.
Si Podemos, que en la hora de su nacimiento contaba con millones de votos de profesionales y trabajadores de las clases medias, sin otra ideología que la democracia y sin otro deseo que limpiar y regenerar España, no hubiera torcido su rumbo y traicionado a todas aquellas personas, hoy estaría gobernando y desarrollando el programa de limpieza y regeneración que el país necesita para resurgir y volver a ocuparse de la felicidad y desarrollo de sus ciudadanos.
Pero Podemos, por culpa de su radicalismo comunista, impulsado por esos profesionales del poder que encabeza Pablo Iglesias, hermanos de aquellos bolcheviques que arruinaron la revolución rusa, es hoy un partido que avanza ya claramente hacia su agonía, abandonado por toda la gente de bien que al principio creía en aquel proyecto.
Francisco Rubiales
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