La entrada de Unidas Podemos en el gobierno reeditaría la brutal y letal experiencia del Frente Popular español y de los años previos a la guerra civil de 1936. Es toda una irresponsabilidad para un político europeo teóricamente demócrata que traerá cola y ojalá no traiga miseria y sangre, como en el pasado.
Ningún demócrata español duda que Sánchez esta conduciendo a España hacia el precipicio, como hizo Zapatero, pero lo que no sabemos es si esta obrando como malvado o como inepto. Sus actos le señalan como malvado porque cada día nos parece más injusto y mentiroso, mientras nos hace mas pobres e infelices, pero su personalidad, su ambición desmedida y sus errores mas bien indican que nos encontramos ante inepto con pocas luces, una especie de "papafrita", como denominan en Andalucía a los tontos con ideales, a los mediocres con misiones que les sobrepasan y a los que no tienen las luces necesarias para servir al mal, ni la virtud suficiente para hacer lo correcto.
A Sánchez hay que juzgarlo, como todo ser humano, por lo que hace, pero también por lo que deja de hacer. Las carencias, las renuncias, los errores y el descaro son especialmente graves en Sánchez, un político que prefiere subir impuestos cuando en todo el mundo se bajan, que engorda el Estado en contra de los criterios de la Unión Europea, que admite como socio de gobierno a totalitarios y a golpistas deseosos de hundir a España y que se rodea de personas sin solvencia ética ni capacidad suficiente para gobernar.
Tiene casi todos los defectos de sus dos predecesores: Zapatero y Rajoy. Miente, incumple sus promesas, comete errores graves, camina contra la Historia por pura soberbia, carece de sentimientos y su ambición le lleva siempre a avanzar, come sea, incluso cuando la senda es claramente errónea y peligrosa. Por supuesto, como sus predecesores, culpa a los demás de sus errores y fracasos y cambia de opinión con un descaro increíble.
Su mayor drama es que en el fondo odia a su propio partido, al menos al partido de sus predecesores, el que le defenestró y lo expulsó de la secretaría general. Por eso quiere cambiar al PSOE y lo está haciendo un partido radical y ajeno a la vieja socialdemocracia. Cree que lo correcto es avanzar por las viejas sendas comunistoides y que el camino correcto es destruir el mundo existente para sustituirlo por otro en el que él sea el dueño. Es más leninista que el propio Lenin y, en determinadas circunstancias puede asemejarse al cruel Stalin.
Su perfil psicológico es inquietante y padece la enfermedad de la arrogancia (Sindrome de Hibrys) con la mayor crudeza y gravedad. Se cree el centro del universo, el mas alto, guapo e inteligente y cree que los demás, comparados con él, son basura. Su mente, enferma según el dictamen de numerosos psicólogos, no está capacitada para gobernar, entre otras razones porque desconoce sentimientos nobles, como la piedad, la solidaridad, la misericordia, el apoyo mutuo, la honradez, la ejemplaridad y ese conjunto de valores que los ciudadanos denominan "decencia". Es un personaje incapaz de luchar por lo que debería ser el objetivo principal de todo político: la felicidad de sus administrados.
Su pragmatismo no es de este mundo y sorprende a todos porque es capaz de todo con tal de obtener beneficios. Odia a Susana, la cabeza visible del socialismo andaluz, pero le perdona la vida porque la necesita, al mismo tiempo que socava su poder por la puerta de atrás. Ese es su estilo: peligroso, hipócrita, despiadado y siempre sonriente.
Nadie duda de su eficacia en la defensa de su propio poder y fueros: ha sorprendido a todos derrotando a los prebostes de su propio partido que le expulsaron. Ha recurrido a las bases cuando nadie lo esperaba y ha logrado, acaparando y repartiendo poder, acabar con la influencia de sus grandes enemigos, neutralizando a momias tan poderosas y "sagradas" como las de Felipe González, Alfonso Guerra y el propio Rubalcaba, ya fallecido. Nadie ha sido tan brillante en el manejo del partido, pero su victoria la ha logrado envileciendo a los suyos, convirtiéndolos en adoradores del Estado, adictos a los privilegios y bastante ajenos a la democracia.
Hace como que lucha por la limpieza, pero no persigue a los corruptos, no obliga a los políticos ladrones y saqueadores del sistema financiero español a que devuelvan los miles de millones que han robado, no permite que la Justicia sea libre e independiente y prefiere sustraer derechos y empobrecer al ciudadano medio antes que tocar los privilegios de los políticos y de sus aliados millonarios. Con la escoria de España, aquellos que odian la nación y quieren destruirla, es complaciente, tan sólo porque necesita sus votos.
Objetivamente es un mal gobernante, un enemigo del pueblo, un tipo causante de daños y generador de injusticia y dolor, pero también hay datos que le sitúan en el ámbito de la bobería, la torpeza y la enfermedad de la psiquis. Funciona como un alienado y se comporta a veces en la escena política como un boxeador noqueado que da tumbos por el cuadrilátero, sin caerse, ni saber qué hacer, al que no le importa hacer el ridículo si con ello mantiene su poder.
Todo esto es evidente y está claro desde la óptica de la medicina, la filosofía y el pensamiento político, pero la gran incógnita sigue abierta de par en par: ¿es un malvado o un papafrita con suerte?
Francisco Rubiales
Ningún demócrata español duda que Sánchez esta conduciendo a España hacia el precipicio, como hizo Zapatero, pero lo que no sabemos es si esta obrando como malvado o como inepto. Sus actos le señalan como malvado porque cada día nos parece más injusto y mentiroso, mientras nos hace mas pobres e infelices, pero su personalidad, su ambición desmedida y sus errores mas bien indican que nos encontramos ante inepto con pocas luces, una especie de "papafrita", como denominan en Andalucía a los tontos con ideales, a los mediocres con misiones que les sobrepasan y a los que no tienen las luces necesarias para servir al mal, ni la virtud suficiente para hacer lo correcto.
A Sánchez hay que juzgarlo, como todo ser humano, por lo que hace, pero también por lo que deja de hacer. Las carencias, las renuncias, los errores y el descaro son especialmente graves en Sánchez, un político que prefiere subir impuestos cuando en todo el mundo se bajan, que engorda el Estado en contra de los criterios de la Unión Europea, que admite como socio de gobierno a totalitarios y a golpistas deseosos de hundir a España y que se rodea de personas sin solvencia ética ni capacidad suficiente para gobernar.
Tiene casi todos los defectos de sus dos predecesores: Zapatero y Rajoy. Miente, incumple sus promesas, comete errores graves, camina contra la Historia por pura soberbia, carece de sentimientos y su ambición le lleva siempre a avanzar, come sea, incluso cuando la senda es claramente errónea y peligrosa. Por supuesto, como sus predecesores, culpa a los demás de sus errores y fracasos y cambia de opinión con un descaro increíble.
Su mayor drama es que en el fondo odia a su propio partido, al menos al partido de sus predecesores, el que le defenestró y lo expulsó de la secretaría general. Por eso quiere cambiar al PSOE y lo está haciendo un partido radical y ajeno a la vieja socialdemocracia. Cree que lo correcto es avanzar por las viejas sendas comunistoides y que el camino correcto es destruir el mundo existente para sustituirlo por otro en el que él sea el dueño. Es más leninista que el propio Lenin y, en determinadas circunstancias puede asemejarse al cruel Stalin.
Su perfil psicológico es inquietante y padece la enfermedad de la arrogancia (Sindrome de Hibrys) con la mayor crudeza y gravedad. Se cree el centro del universo, el mas alto, guapo e inteligente y cree que los demás, comparados con él, son basura. Su mente, enferma según el dictamen de numerosos psicólogos, no está capacitada para gobernar, entre otras razones porque desconoce sentimientos nobles, como la piedad, la solidaridad, la misericordia, el apoyo mutuo, la honradez, la ejemplaridad y ese conjunto de valores que los ciudadanos denominan "decencia". Es un personaje incapaz de luchar por lo que debería ser el objetivo principal de todo político: la felicidad de sus administrados.
Su pragmatismo no es de este mundo y sorprende a todos porque es capaz de todo con tal de obtener beneficios. Odia a Susana, la cabeza visible del socialismo andaluz, pero le perdona la vida porque la necesita, al mismo tiempo que socava su poder por la puerta de atrás. Ese es su estilo: peligroso, hipócrita, despiadado y siempre sonriente.
Nadie duda de su eficacia en la defensa de su propio poder y fueros: ha sorprendido a todos derrotando a los prebostes de su propio partido que le expulsaron. Ha recurrido a las bases cuando nadie lo esperaba y ha logrado, acaparando y repartiendo poder, acabar con la influencia de sus grandes enemigos, neutralizando a momias tan poderosas y "sagradas" como las de Felipe González, Alfonso Guerra y el propio Rubalcaba, ya fallecido. Nadie ha sido tan brillante en el manejo del partido, pero su victoria la ha logrado envileciendo a los suyos, convirtiéndolos en adoradores del Estado, adictos a los privilegios y bastante ajenos a la democracia.
Hace como que lucha por la limpieza, pero no persigue a los corruptos, no obliga a los políticos ladrones y saqueadores del sistema financiero español a que devuelvan los miles de millones que han robado, no permite que la Justicia sea libre e independiente y prefiere sustraer derechos y empobrecer al ciudadano medio antes que tocar los privilegios de los políticos y de sus aliados millonarios. Con la escoria de España, aquellos que odian la nación y quieren destruirla, es complaciente, tan sólo porque necesita sus votos.
Objetivamente es un mal gobernante, un enemigo del pueblo, un tipo causante de daños y generador de injusticia y dolor, pero también hay datos que le sitúan en el ámbito de la bobería, la torpeza y la enfermedad de la psiquis. Funciona como un alienado y se comporta a veces en la escena política como un boxeador noqueado que da tumbos por el cuadrilátero, sin caerse, ni saber qué hacer, al que no le importa hacer el ridículo si con ello mantiene su poder.
Todo esto es evidente y está claro desde la óptica de la medicina, la filosofía y el pensamiento político, pero la gran incógnita sigue abierta de par en par: ¿es un malvado o un papafrita con suerte?
Francisco Rubiales
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