La desfachatez y el descaro de Pedro Sánchez deberían haberle expulsado del gobierno hace ya semanas. Sus fechorías se suceden una tras otra sin que tengan consecuencia. Al envío mafioso a Bolivia de agentes encapuchados, a la prostitución de niñas tuteladas por el Estado, a la entrevista ilegal de su ministro Ábalos, en Barajas, con la vicepresidente del narcorégimen venezolano, al nombramiento como fiscal general del Estado de su ex ministra de Justicia y a otras muchas, agrega ahora una irresponsable y pésima gestión de la defensa de España contra el coronavirus, que nos costará muchas vidas y mucho dolor.
Su cinismo hablando de "medidas ágiles" es intolerable, sobre todo porque durante semanas ha permitido la llegada de vuelos con infectados sin control alguno, la proliferación del contagio sin medidas preventivas, la celebración de actos multitudinarios y otros errores que han traído ya dolor y muerte al pueblo español, al que él tiene el deber de defender como presidente del gobierno. El más brutal de los errores, cercano a la prevaricación y lleno de abuso de poder, ha sido alentar el festivas feminista del odio del día 8 de marzo, cuando la epidemia se expandía ya sin control por todo Madrid.
«Nos va a costar superar este emergencia sanitaria, pero lo vamos a superar», afirmó Pedro Sánchez, que agregó: «Haremos lo que haga falta, donde haga falta y cuando haga falta». Pero lo que ocultó es que él es responsable y culpable de haber retrasado medidas que recomendaron los científicos y médicos pero que traían consigo desgaste e impopularidad.
Para colmo de desvergüenza, culpó de los errores a los profesionales que hasta entonces habían dado la cara ante el asustado pueblo español, cuando Sánchez, aterrorizado porque el coronavirus acababa con sus planes, permanecía escondido como un cobarde.
España ha tenido la desgracia de padecer la peor amenazada sanitaria de la historia moderna cuando el timón del país está en manos del peor gobierno desde la Guerra Civil. La convergencia de esos dos males, una pandemia letal y un gobierno extraordinariamente inepto e inmoral, causará daños terribles a la nación.
Su intento de engañar y de convertir en éxito lo que ha sido ya un fracaso revelan la catadura moral de este sujeto, mas peligroso en si mismo que el COVID 19.
Francisco Rubiales
Su cinismo hablando de "medidas ágiles" es intolerable, sobre todo porque durante semanas ha permitido la llegada de vuelos con infectados sin control alguno, la proliferación del contagio sin medidas preventivas, la celebración de actos multitudinarios y otros errores que han traído ya dolor y muerte al pueblo español, al que él tiene el deber de defender como presidente del gobierno. El más brutal de los errores, cercano a la prevaricación y lleno de abuso de poder, ha sido alentar el festivas feminista del odio del día 8 de marzo, cuando la epidemia se expandía ya sin control por todo Madrid.
«Nos va a costar superar este emergencia sanitaria, pero lo vamos a superar», afirmó Pedro Sánchez, que agregó: «Haremos lo que haga falta, donde haga falta y cuando haga falta». Pero lo que ocultó es que él es responsable y culpable de haber retrasado medidas que recomendaron los científicos y médicos pero que traían consigo desgaste e impopularidad.
Para colmo de desvergüenza, culpó de los errores a los profesionales que hasta entonces habían dado la cara ante el asustado pueblo español, cuando Sánchez, aterrorizado porque el coronavirus acababa con sus planes, permanecía escondido como un cobarde.
España ha tenido la desgracia de padecer la peor amenazada sanitaria de la historia moderna cuando el timón del país está en manos del peor gobierno desde la Guerra Civil. La convergencia de esos dos males, una pandemia letal y un gobierno extraordinariamente inepto e inmoral, causará daños terribles a la nación.
Su intento de engañar y de convertir en éxito lo que ha sido ya un fracaso revelan la catadura moral de este sujeto, mas peligroso en si mismo que el COVID 19.
Francisco Rubiales
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