Más de 4.000 denuncias han hecho padres españoles por el mal trato que han recibido de sus propios hijos. La noticia ha alertado a la opinión pública como lo peor que nos podía pasar. Hasta ahora, levantar la mano a los padres era el símbolo de la pérdida del respeto, de la moral, de la falta de ética, de la crueldad, de la desnaturalización...Incluso había un dicho que aludía al indicio más grave de la maldad:“Eso es peor que pegar a un padre”. Y la denuncia no trata de conciencias endurecidas, sino de adolescentes entre los 13 y los 18 años, a los que los padres tienen miedo. ¿Qué nos está pasando?
El parricidio -muerte dada al padre, a la madre o al cónyuge- es un crimen castigado en todos los países con las penas más duras y se considera como excepcional. Sin embargo, aquí es raro el día que no aparecen en los medios muertes realizadas por parricidas: padres, madres y mujeres asesinadas por sus hijos o maridos. Y ni siquiera nos asombramos ya. ¿Qué nos está pasando?
Y todavía hay otra noticia de actualidad que la supera: “Cientos de recién nacidos son abandonados, maltratados o tirados en los contenedores.” Es decir, si es cruel pegar a un padre o a una madre, todavía hay algo peor, el infanticidio, “madres y padres que maltratan y matan a sus propios hijos.” Tampoco ya nos asombramos, porque los inocentes no tienen quienes los defiendan. Si alguno se libra de la muerte, se quita a los padres la patria potestad y se les envía a un orfanato. ¿Qué nos está pasando?
Y aún hay algo peor: “Nuevas leyes que propician la promiscuidad y la utilización del sexo, con el proteccionismo de desechar los hijos no deseados.” Tenemos, así, 400.000 abortos controlados en España al año y muchos más incontrolados. El feticidio, tal como lo define el Diccionario, es “la muerte provocada a un niño, sobre todo si es recién nacido o está próximo a nacer”. Eso es ya praxis que ni siquiera llega al conocimiento de los padres de los practicantes. En los colegios se habla ya de las niñas que han pasado por el trance sin problemas. ¿Qué nos está pasando?
Hace unos días, una revista reseñaba que una mayoría de jóvenes prescinde de Dios y lo sustituye por alcohol y alucinógenos. Me gustaría que eso no fuera cierto, porque Dios no quita la libertad a nadie, porque ha querido que las personas sean libres. Desaparece de nuestras vidas y de nuestra sociedad, porque así lo decide la mayoría. Las consecuencias son imprevisibles, pero ya las estamos viviendo. Lo del nombre –sociedad laica o religiosa- es lo de menos, si somos capaces de descubrir y amar al prójimo. “Dios, que es amor, escribe derecho con renglones torcidos, incluso en una sociedad sin Dios”.
J. Leiva
El parricidio -muerte dada al padre, a la madre o al cónyuge- es un crimen castigado en todos los países con las penas más duras y se considera como excepcional. Sin embargo, aquí es raro el día que no aparecen en los medios muertes realizadas por parricidas: padres, madres y mujeres asesinadas por sus hijos o maridos. Y ni siquiera nos asombramos ya. ¿Qué nos está pasando?
Y todavía hay otra noticia de actualidad que la supera: “Cientos de recién nacidos son abandonados, maltratados o tirados en los contenedores.” Es decir, si es cruel pegar a un padre o a una madre, todavía hay algo peor, el infanticidio, “madres y padres que maltratan y matan a sus propios hijos.” Tampoco ya nos asombramos, porque los inocentes no tienen quienes los defiendan. Si alguno se libra de la muerte, se quita a los padres la patria potestad y se les envía a un orfanato. ¿Qué nos está pasando?
Y aún hay algo peor: “Nuevas leyes que propician la promiscuidad y la utilización del sexo, con el proteccionismo de desechar los hijos no deseados.” Tenemos, así, 400.000 abortos controlados en España al año y muchos más incontrolados. El feticidio, tal como lo define el Diccionario, es “la muerte provocada a un niño, sobre todo si es recién nacido o está próximo a nacer”. Eso es ya praxis que ni siquiera llega al conocimiento de los padres de los practicantes. En los colegios se habla ya de las niñas que han pasado por el trance sin problemas. ¿Qué nos está pasando?
Hace unos días, una revista reseñaba que una mayoría de jóvenes prescinde de Dios y lo sustituye por alcohol y alucinógenos. Me gustaría que eso no fuera cierto, porque Dios no quita la libertad a nadie, porque ha querido que las personas sean libres. Desaparece de nuestras vidas y de nuestra sociedad, porque así lo decide la mayoría. Las consecuencias son imprevisibles, pero ya las estamos viviendo. Lo del nombre –sociedad laica o religiosa- es lo de menos, si somos capaces de descubrir y amar al prójimo. “Dios, que es amor, escribe derecho con renglones torcidos, incluso en una sociedad sin Dios”.
J. Leiva
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