Carece de sentido votar en España si no podemos elegir a nuestros representantes. No deberíamos acudir a las urnas hasta que votar sea sinónimo de elegir a personas que estén bajo control de la ciudadanía y que no estén sometidas a la dictadura de sus respectivos partidos. Jamás volveré a votar hasta que no pueda elegir a mi verdadero representante.
Renunciar al voto es muy duro para un demócrata porque el derecho a votar es la principal conquista política del ciudadano y el voto, en algunos países degradados, como España, es el único poder real que nos queda. Renunciar a votar representa abandonar una conquista que ha costado sangre, dolor y muchos años de lucha popular y resistencia.
Pero no queda otro remedio porque en España el voto sirve para apuntalar un sistema que está tan podrido y viciado que no tiene posibilidad alguna de regenerarse desde dentro. La única vía que me parece razonable y decente para un auténtico demócrata es abandonar las urnas para poner de relieve el estado putrefacto del sistema y desacreditarlo para que, desprovisto de apoyos, tenga que ser sustituido por una verdadera democracia de hombres y mujeres libres y responsables.
En España, los corruptos, los imbéciles, los arribistas y los trepas han tomado el poder y los partidos políticos, incumpliendo la misión para la que fueron creados, que es la de facilitar la participación y la influencia de los ciudadanos en la política y la toma de decisiones, se han apoderado del Estado, que ha dejado de ser de los ciudadanos.
La necesidad de cambiar un sistema que se ha vuelto injusto, depravado y carente de controles y garantías es urgente. Mantenerlo vivo en las actuale circunstancias es una temeridad porque la corrupción de la democracia siempre genera la tiranía, como ya aseguró el sabio Platón.
En un sistema de elección política uninominal, la responsabilidad del corrupto o del simple imbécil estaría bien acotada. Si no fueran partidos políticos estatales ni listas confeccionadas por un jefe, cada diputado o representante político tendría que responder ante su electorado, ante su distrito. Ese distrito sería el espejo de la verdadera sociedad civil. En él se tendría que mirar y no en el espejo de las expectativas del partido. Mientras que no podamos escoger a nuestros representantes es absurdo votar. El juego está radicalmente trucado por estos estafadores que encima se ríen haciéndose fotos y desviando el dinero público a costa de endeudar a presentes y futuras generaciones.
Mientras mi voto sirva para elegir a un tipo que ha puesto el jefe del partido en una lista inalterable, cerrada y bloqueada, que voten los esclavos y los hooligans. Los actuales representantes, ya sean senadores o diputados, nacionales o autonómicos, únicamente responden y rinden cuentas ante sus respectivos partidos, jamás ante un ciudadanos que no está realmente representado. Un sistema diseñado así es una estafa.
El actual sistema, que los políticos hacen pasar por una democracia, cuando sólo es una sucia dictadura de partidos, es posible únicamente porque el pueblo español ha sido sistemáticamente idiotizado durante las últimas décadas y desculturizado para que los políticos puedan someterlo y controlarlo a placer. El retroceso de la cultura y la idiotización de las masas no han sido consecuencia del fracaso de los sistemas de enseñanza, sino un objetivo concreto del poder político, interesado en gobernar sin obstáculos sobre masas cobardes y aborregadas.
El gran Jose Marti ya lo advertía cuando decia: "Ser cultos para ser libres".
El politólogo Carlos Rodríguez Hurtado lo explica con claridad:
"El problema de España es que hay una dictadura del Estado sobre la sociedad. Mientras el Estado tiene dos elementos que asfixian a la sociedad como son su dimensión y su intervención, la sociedad no tiene mecanismos para regular las acciones del Estado, la sociedad civil no existe, no tenemos armas con que defendernos del intervencionismo del Estado y su intromisión en la vida de los ciudadanos. Desde marcar los horarios de los comercios hasta quitarte el 20% de los premios de la lotería e imponer un nuevo impuesto, todo lo puede hacer el Estado desde su más insultante prepotencia, teniendo en cuenta que, además, la mayoría de impuestos derivan de una mala gestión que el Estado nos hace pagar a la sociedad.
En España podrán nacer partidos emergentes y todo lo que queramos, pero mientras no se articule y organice una sociedad civil seguiremos pagando los platos rotos."
Francisco Rubiales
Renunciar al voto es muy duro para un demócrata porque el derecho a votar es la principal conquista política del ciudadano y el voto, en algunos países degradados, como España, es el único poder real que nos queda. Renunciar a votar representa abandonar una conquista que ha costado sangre, dolor y muchos años de lucha popular y resistencia.
Pero no queda otro remedio porque en España el voto sirve para apuntalar un sistema que está tan podrido y viciado que no tiene posibilidad alguna de regenerarse desde dentro. La única vía que me parece razonable y decente para un auténtico demócrata es abandonar las urnas para poner de relieve el estado putrefacto del sistema y desacreditarlo para que, desprovisto de apoyos, tenga que ser sustituido por una verdadera democracia de hombres y mujeres libres y responsables.
En España, los corruptos, los imbéciles, los arribistas y los trepas han tomado el poder y los partidos políticos, incumpliendo la misión para la que fueron creados, que es la de facilitar la participación y la influencia de los ciudadanos en la política y la toma de decisiones, se han apoderado del Estado, que ha dejado de ser de los ciudadanos.
La necesidad de cambiar un sistema que se ha vuelto injusto, depravado y carente de controles y garantías es urgente. Mantenerlo vivo en las actuale circunstancias es una temeridad porque la corrupción de la democracia siempre genera la tiranía, como ya aseguró el sabio Platón.
En un sistema de elección política uninominal, la responsabilidad del corrupto o del simple imbécil estaría bien acotada. Si no fueran partidos políticos estatales ni listas confeccionadas por un jefe, cada diputado o representante político tendría que responder ante su electorado, ante su distrito. Ese distrito sería el espejo de la verdadera sociedad civil. En él se tendría que mirar y no en el espejo de las expectativas del partido. Mientras que no podamos escoger a nuestros representantes es absurdo votar. El juego está radicalmente trucado por estos estafadores que encima se ríen haciéndose fotos y desviando el dinero público a costa de endeudar a presentes y futuras generaciones.
Mientras mi voto sirva para elegir a un tipo que ha puesto el jefe del partido en una lista inalterable, cerrada y bloqueada, que voten los esclavos y los hooligans. Los actuales representantes, ya sean senadores o diputados, nacionales o autonómicos, únicamente responden y rinden cuentas ante sus respectivos partidos, jamás ante un ciudadanos que no está realmente representado. Un sistema diseñado así es una estafa.
El actual sistema, que los políticos hacen pasar por una democracia, cuando sólo es una sucia dictadura de partidos, es posible únicamente porque el pueblo español ha sido sistemáticamente idiotizado durante las últimas décadas y desculturizado para que los políticos puedan someterlo y controlarlo a placer. El retroceso de la cultura y la idiotización de las masas no han sido consecuencia del fracaso de los sistemas de enseñanza, sino un objetivo concreto del poder político, interesado en gobernar sin obstáculos sobre masas cobardes y aborregadas.
El gran Jose Marti ya lo advertía cuando decia: "Ser cultos para ser libres".
El politólogo Carlos Rodríguez Hurtado lo explica con claridad:
"El problema de España es que hay una dictadura del Estado sobre la sociedad. Mientras el Estado tiene dos elementos que asfixian a la sociedad como son su dimensión y su intervención, la sociedad no tiene mecanismos para regular las acciones del Estado, la sociedad civil no existe, no tenemos armas con que defendernos del intervencionismo del Estado y su intromisión en la vida de los ciudadanos. Desde marcar los horarios de los comercios hasta quitarte el 20% de los premios de la lotería e imponer un nuevo impuesto, todo lo puede hacer el Estado desde su más insultante prepotencia, teniendo en cuenta que, además, la mayoría de impuestos derivan de una mala gestión que el Estado nos hace pagar a la sociedad.
En España podrán nacer partidos emergentes y todo lo que queramos, pero mientras no se articule y organice una sociedad civil seguiremos pagando los platos rotos."
Francisco Rubiales
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