Una de las miles de imágenes que circulan por el ciberespacio acusando a Pedro Sánchez de ser un dictador sin controles
En la España actual es urgente poner freno al poder de los políticos, que prácticamente no tiene límites. Podrían utilizar sicarios, robarnos todo nuestro dinero o arruinar el país sin que les ocurra nada. En la práctica son impunes.
Un sistema político sin controles es una dictadura desenfrenada. Si además de eso, los políticos carecen, como ocurre en España, de una estructura moral sólida, la política es un estercolero y los ciudadanos somos presas indefensas de una jauría de gente peligrosa.
Nuestros dos grandes partidos políticos ya han construido el ataúd de España y han pagado el entierro (con dinero público, por supuesto). Ahora la acuchillan a diario y, para consumar la gran traición, sólo les queda esperar a que la España agonizante expire.
Los políticos, a los que no se les exige prácticamente nada para ser alcaldes, ministros o hasta presidentes, con descaro arrogante se niegan a ser examinados y controlados, lo que hace posible que cualquier imbécil o desalmado llegue a la cúspide del poder, desde donde se puede causar daños a millones de personas y hasta destruir el planeta. Hitler, Stalin, Mao, Pol Pot, Idi Amín, Ceaucescu y otros muchos canallas y miserables alcanzaron el poder sin que nadie les controlase, a pesar de que eran bestiales asesinos.
Los políticos deben ser controlados y se les debe exigir equilibrio psíquico, preparación, valores, solvencia ética y sometimiento a las reglas de la democracia. A los ciudadanos nos va la vida en ello. Un piloto loco o un capitán de barco demente pueden causar cientos o quizás mil muertos, pero Mao, Stalin y Hitler asesinaron a millones de ciudadanos y practicaron el genocidio.
Los políticos españoles se sienten tan impunes y seguros que gobiernan en contra de la voluntad popular y del bien común, como auténticos tiranos.
Hay cinco grandes reivindicaciones del pueblo español, todas insatisfechas por expresa voluntad de la clase política:
1.- Los españoles quieren un Estado menos pesado y costoso, con menos políticos viviendo a sueldo del Estado, pero los políticos lo mantienen, en contra de la voluntad popular.
2.- Los españoles quieren que los políticos ladrones no salgan de la cárcel hasta que no devuelvan lo robado, pero los políticos no quieren esa reforma de la ley.
3.- Los españoles no quieren que los partidos políticos y sindicatos se financien con el dinero procedente de los impuestos, pero los políticos cada año incrementan más las partidas destinadas a mantener a los partidos políticos con dinero público.
4.- Los ciudadanos exigen que los mandatos de los políticos se limiten, pero los políticos no.
5.- Los españoles quieren que se establezcan exigencias y controles para los altos cargos, pero los políticos lo impiden. Al mundo entero le sorprende que España sea un país donde los arquitectos e ingenieros trabajan de camareros, mientras para ser político, presidente del gobierno o ministro ni siquiera se exige poseer el certificado de estudios primarios.
Pero hay muchas reivindicaciones más, todas insatisfechas por los políticos dictadores españoles, enfrentados al pueblo, desde una bajada de impuestos, que son abusivos y desproporcionados, a reformas de la ley electoral, pera que todos los votos valgan lo mismo y prohibir el despilfarro y el exceso escandaloso de privilegios, sin olvidar que la Justicia sea independiente y los poderes del Estado funcionen por separado, como exige la democracia, además de otros muchos, todos insatisfechos por una casta política que funciona como dictadura sustituta del Franquismo.
Especial mención merecen los cambios en las leyes para obtener votos, la protección de ladrones (okupas) y delincuentes, la tolerancia suicida con la inmigración que delinque, los indultos a delincuentes golpistas, la excarcelación de etarras vascos y la desigualdad en el reparto de los recursos del Estado, donde el gobierno beneficia a los amigos y margina a los adversarios.
El sistema, cuando sustituyó al Franquismo agonizante, ya nació con escasos controles y frenos, porque más que la instauración de una democracia aquello fue un reparto de poder con un Constitución permisiva que convertía a los partidos políticos y a sus dirigentes en los amos del país.
España es un país desenfrenado porque sus frenos han sido dinamitados por la clase política, que ha arrebatado al ciudadano sus derechos básicos y destrozado las limitaciones, contrapesos y frenos legales que son propios de toda democracia.
España es un país sin sociedad civil porque los partidos la han ocupado por completo, infectando sus pilares y controlando hasta sus mas pequeñas células, desde las universidades a las instituciones financieras, colegios profesionales, medios de comunicación, asociaciones culturales, religiones, sindicatos, etc., etc. Todo ha sido puesto bajo control del Estado, directa o indirectamente.
Que nadie se extrañe de que, al ser los ciudadanos incapaces de generar la riqueza suficiente para alimentar el Estado monstruoso que ellos han construido y para satisfacer sus despilfarros, privilegios y lujos, esta oligarquía haya optado por endeudarnos hasta el paroxismo, con una deuda pública muy superior al billón de euros, una de las mayores de Europa y la mayor, si nos atenemos a la estructura económica de España.
Lo más extraño, lo que convierte a España más en un enorme basurero que en una nación de hombres y mujeres libres, es que seguimos votando a los que nos gobiernan sin ética ni decencia, ratificando así sus abusos, corrupciones y expolios, lanzando al mundo el sorprendente mensaje de que los españoles estamos a gusto con la esclavitud, gobernados por sátrapas y corruptos.
Francisco Rubiales
Un sistema político sin controles es una dictadura desenfrenada. Si además de eso, los políticos carecen, como ocurre en España, de una estructura moral sólida, la política es un estercolero y los ciudadanos somos presas indefensas de una jauría de gente peligrosa.
Nuestros dos grandes partidos políticos ya han construido el ataúd de España y han pagado el entierro (con dinero público, por supuesto). Ahora la acuchillan a diario y, para consumar la gran traición, sólo les queda esperar a que la España agonizante expire.
Los políticos, a los que no se les exige prácticamente nada para ser alcaldes, ministros o hasta presidentes, con descaro arrogante se niegan a ser examinados y controlados, lo que hace posible que cualquier imbécil o desalmado llegue a la cúspide del poder, desde donde se puede causar daños a millones de personas y hasta destruir el planeta. Hitler, Stalin, Mao, Pol Pot, Idi Amín, Ceaucescu y otros muchos canallas y miserables alcanzaron el poder sin que nadie les controlase, a pesar de que eran bestiales asesinos.
Los políticos deben ser controlados y se les debe exigir equilibrio psíquico, preparación, valores, solvencia ética y sometimiento a las reglas de la democracia. A los ciudadanos nos va la vida en ello. Un piloto loco o un capitán de barco demente pueden causar cientos o quizás mil muertos, pero Mao, Stalin y Hitler asesinaron a millones de ciudadanos y practicaron el genocidio.
Los políticos españoles se sienten tan impunes y seguros que gobiernan en contra de la voluntad popular y del bien común, como auténticos tiranos.
Hay cinco grandes reivindicaciones del pueblo español, todas insatisfechas por expresa voluntad de la clase política:
1.- Los españoles quieren un Estado menos pesado y costoso, con menos políticos viviendo a sueldo del Estado, pero los políticos lo mantienen, en contra de la voluntad popular.
2.- Los españoles quieren que los políticos ladrones no salgan de la cárcel hasta que no devuelvan lo robado, pero los políticos no quieren esa reforma de la ley.
3.- Los españoles no quieren que los partidos políticos y sindicatos se financien con el dinero procedente de los impuestos, pero los políticos cada año incrementan más las partidas destinadas a mantener a los partidos políticos con dinero público.
4.- Los ciudadanos exigen que los mandatos de los políticos se limiten, pero los políticos no.
5.- Los españoles quieren que se establezcan exigencias y controles para los altos cargos, pero los políticos lo impiden. Al mundo entero le sorprende que España sea un país donde los arquitectos e ingenieros trabajan de camareros, mientras para ser político, presidente del gobierno o ministro ni siquiera se exige poseer el certificado de estudios primarios.
Pero hay muchas reivindicaciones más, todas insatisfechas por los políticos dictadores españoles, enfrentados al pueblo, desde una bajada de impuestos, que son abusivos y desproporcionados, a reformas de la ley electoral, pera que todos los votos valgan lo mismo y prohibir el despilfarro y el exceso escandaloso de privilegios, sin olvidar que la Justicia sea independiente y los poderes del Estado funcionen por separado, como exige la democracia, además de otros muchos, todos insatisfechos por una casta política que funciona como dictadura sustituta del Franquismo.
Especial mención merecen los cambios en las leyes para obtener votos, la protección de ladrones (okupas) y delincuentes, la tolerancia suicida con la inmigración que delinque, los indultos a delincuentes golpistas, la excarcelación de etarras vascos y la desigualdad en el reparto de los recursos del Estado, donde el gobierno beneficia a los amigos y margina a los adversarios.
El sistema, cuando sustituyó al Franquismo agonizante, ya nació con escasos controles y frenos, porque más que la instauración de una democracia aquello fue un reparto de poder con un Constitución permisiva que convertía a los partidos políticos y a sus dirigentes en los amos del país.
España es un país desenfrenado porque sus frenos han sido dinamitados por la clase política, que ha arrebatado al ciudadano sus derechos básicos y destrozado las limitaciones, contrapesos y frenos legales que son propios de toda democracia.
España es un país sin sociedad civil porque los partidos la han ocupado por completo, infectando sus pilares y controlando hasta sus mas pequeñas células, desde las universidades a las instituciones financieras, colegios profesionales, medios de comunicación, asociaciones culturales, religiones, sindicatos, etc., etc. Todo ha sido puesto bajo control del Estado, directa o indirectamente.
Que nadie se extrañe de que, al ser los ciudadanos incapaces de generar la riqueza suficiente para alimentar el Estado monstruoso que ellos han construido y para satisfacer sus despilfarros, privilegios y lujos, esta oligarquía haya optado por endeudarnos hasta el paroxismo, con una deuda pública muy superior al billón de euros, una de las mayores de Europa y la mayor, si nos atenemos a la estructura económica de España.
Lo más extraño, lo que convierte a España más en un enorme basurero que en una nación de hombres y mujeres libres, es que seguimos votando a los que nos gobiernan sin ética ni decencia, ratificando así sus abusos, corrupciones y expolios, lanzando al mundo el sorprendente mensaje de que los españoles estamos a gusto con la esclavitud, gobernados por sátrapas y corruptos.
Francisco Rubiales
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