En 2008 se reunieron en Washington los líderes mundiales, oficialmente para reformar las finanzas, pero en el oscuro corazón de muchos líderes latía el deseo de empujar el socialismo para reforzar el Estado y para que los gobiernos acumulen más poder. Por fortuna, el agonizante presidente Bush los frenó y los dijo que el libre mercado capitalista, mezclado con las libertades y derechos, sigue siendo el mejor sistema posible. Pero, ¿Cuánto tiempo podrán ser frenadas las bestias? Detrás de las últimas crisis siempre ha palpitado una crisis mayor, la del liderazgo. Los políticos han fracasado y ya no merecen el respeto de sus pueblos. Cada día se arman más contra sus propios ciudadanos que contra ejércitos enemigos y cada día invierten más en policías y equipos de contrainsurgencia que en armas de guerra. Los políticos, incapaces de hacer felices a los ciudadanos y de eliminar la injusticia, la corrupción y la desigualdad, se blindan y se hacen tiranos. Ya sólo consiguen que acatemos sus órdenes porque tienen la fuerza y porque recurren a la confusión, al engaño y a la mentira. Han descubierto que los ciudadanos formados, capaces de pensar y con el estómago lleno son difíciles de gobernar y, en consecuencia, están fabricando torpes, borricos y corderos acobardados, fácilmente manipulables y preparados para ser tratados como esclavos.
¿Cómo pretenden los políticos que les respetemos y sigamos sus órdenes cuando muchos de ellos, además de robar, destilar arrogancia y militar en las filas de la corrupción, demuestran cada día más torpeza e ineficacia? Desprestigiados y sin altura moral para ser líderes, solo consiguen que acatemos su lamentable gobierno porque si no obedecemos nos marginan, acosan, arruinan, encarcelan o matan.
Aunque los medios comprados lo oculten, los ciudadanos decentes y los demócratas de todo el mundo están en guerra con los políticos, a los que acusan de empeorar el mundo en lugar de mejorarlo, como es su deber.
Desde que fue derribado el Muro de Berlín el mundo se arrastra hacia un intervencionismo descarado, una especie de dictadura controlada por las oligarquías, que reclutarán a políticos ambiciosos e ineptos como mamporreros y maestros del engaño, ineptos pero sedientos de poder y de privilegios, cuya principal misión será hacer creer al pueblo la falsedad de que la democracia sigue viva y que el pueblo es el que manda, estafa que intentarán imponer con la ayuda de unos medios de comunicación sometidos que nos destacarán a diario la soberanía popular y la importancia de los ciudadanos y de sus votos.
Ningún político se atreve a asumir que mucho más urgente que reformar las finanzas es reformar el liderazgo e introducir ética a chorros en una clase política que ha perdido la capacidad de convencer, que ya no sabe entusiasmar, que se revuelca en la mentira y que se ha convertido en un ejercicio torpe, arrogante, arbitrario y adicto al dominio y al privilegio.
Tampoco asumirán que para salir de la crisis, el único camino es reforzar la democracia y el protagonismo del ciudadano, pero esa solución no puede salir de unos políticos ávidos de poder y sin ética, que en el fondo de sus mentes desprecian al ciudadano y solo pretenden sojuzgarle.
Los políticos, en su versión actual, divorciados del pueblo, alienados, arrogantes, despilfarradores e ineficientes, son el problema, no la solución. Y la metafísica establece que es imposible que del mismo problema pueda surgir la solución.
Cuba y España son hoy dos de los laboratorios mundiales donde con mayor claridad se visualiza el deterioro y la bajeza del liderazgo. Cuba es un infierno consumado y España es un infierno en construcción.
En el caso de España, la letal moción de censura presentada por Pedro Sánchez y su posterior política de mentiras, cesiones y traicione frente al independentismo fueron la prueba patente de que el gran drama de España es su clase política, degradada, desnortada, desquiciada y carcomida por la ambición, la corrupción y el abuso de poder. Esa moción, en la que unos mediocres corrompidos pretenden sustituir o otros mediocres también degradados, fue contra natura, convirtió en socios a partidos que en teoría son incompatibles, unos socialistas, otros comunistas, otros amigos del terrorismo y otros llenos de odio a España como nación, a la que quieren romper. Unir a todas esas fuerzas con el único propósito de controlar el poder es el cenit de la bajeza y de la degeneración de la política y el liderazgo.
Pero entremos en Cuba, que probablemente sea hoy el corazón de la podredumbre política mundial y la mejor prueba de que el liderazgo, cuando se degrada y envilece, causa estragos que la Humanidad no debería nunca soportar.
¿Por qué está ocurriendo esta durísima degradación? Culpar al liderazgo es justo porque los dirigentes son los que tienen más poder y, en consecuencia, mayor responsabilidad. Pero no es suficiente.
Creemos que las furias se han desatado porque el mundo está sufriendo un gran cambio de época y de filosofía. El mundo antiguo era teocéntrico y la Humanidad giró en torno a Dios durante milenios. Después, en el Renacimiento, el mundo se hizo antropocéntrico y el hombre desplazó a Dios y se hizo protagonista de la Historia. Ahora estamos a las puertas de un nuevo cambio de ciclo, en el que el protagonismo va a pertenecer a la inteligencia artificial y a las máquinas.
En los grandes cambios se producen los grandes traumas. Los monstruos emergen y los valores sucumben. Nada existe más traumático que el nacimiento de una nueva era, sobre todo en ese periodo en el que lo viejo no ha terminado de morir y lo nuevo no ha terminado de nacer. En ese momento estamos y las bestias y las furias han salido de sus cuevas y están destrozando nuestra existencia.
Otra explicación del drama actual es que la sociedad, la cultura y las costumbres han cambiado, mientras el sistema político permanece, lo que produce desajustes y traumas. Los sistemas funcionan un tiempo, mientras las condiciones sociales se mantienen, pero cuando estas cambian, es necesario cambiar el sistema y adaptarse. El problema viene cuando el sistema se mantiene mucho tiempo después del cambio social.
Francisco Rubiales
¿Cómo pretenden los políticos que les respetemos y sigamos sus órdenes cuando muchos de ellos, además de robar, destilar arrogancia y militar en las filas de la corrupción, demuestran cada día más torpeza e ineficacia? Desprestigiados y sin altura moral para ser líderes, solo consiguen que acatemos su lamentable gobierno porque si no obedecemos nos marginan, acosan, arruinan, encarcelan o matan.
Aunque los medios comprados lo oculten, los ciudadanos decentes y los demócratas de todo el mundo están en guerra con los políticos, a los que acusan de empeorar el mundo en lugar de mejorarlo, como es su deber.
Desde que fue derribado el Muro de Berlín el mundo se arrastra hacia un intervencionismo descarado, una especie de dictadura controlada por las oligarquías, que reclutarán a políticos ambiciosos e ineptos como mamporreros y maestros del engaño, ineptos pero sedientos de poder y de privilegios, cuya principal misión será hacer creer al pueblo la falsedad de que la democracia sigue viva y que el pueblo es el que manda, estafa que intentarán imponer con la ayuda de unos medios de comunicación sometidos que nos destacarán a diario la soberanía popular y la importancia de los ciudadanos y de sus votos.
Ningún político se atreve a asumir que mucho más urgente que reformar las finanzas es reformar el liderazgo e introducir ética a chorros en una clase política que ha perdido la capacidad de convencer, que ya no sabe entusiasmar, que se revuelca en la mentira y que se ha convertido en un ejercicio torpe, arrogante, arbitrario y adicto al dominio y al privilegio.
Tampoco asumirán que para salir de la crisis, el único camino es reforzar la democracia y el protagonismo del ciudadano, pero esa solución no puede salir de unos políticos ávidos de poder y sin ética, que en el fondo de sus mentes desprecian al ciudadano y solo pretenden sojuzgarle.
Los políticos, en su versión actual, divorciados del pueblo, alienados, arrogantes, despilfarradores e ineficientes, son el problema, no la solución. Y la metafísica establece que es imposible que del mismo problema pueda surgir la solución.
Cuba y España son hoy dos de los laboratorios mundiales donde con mayor claridad se visualiza el deterioro y la bajeza del liderazgo. Cuba es un infierno consumado y España es un infierno en construcción.
En el caso de España, la letal moción de censura presentada por Pedro Sánchez y su posterior política de mentiras, cesiones y traicione frente al independentismo fueron la prueba patente de que el gran drama de España es su clase política, degradada, desnortada, desquiciada y carcomida por la ambición, la corrupción y el abuso de poder. Esa moción, en la que unos mediocres corrompidos pretenden sustituir o otros mediocres también degradados, fue contra natura, convirtió en socios a partidos que en teoría son incompatibles, unos socialistas, otros comunistas, otros amigos del terrorismo y otros llenos de odio a España como nación, a la que quieren romper. Unir a todas esas fuerzas con el único propósito de controlar el poder es el cenit de la bajeza y de la degeneración de la política y el liderazgo.
Pero entremos en Cuba, que probablemente sea hoy el corazón de la podredumbre política mundial y la mejor prueba de que el liderazgo, cuando se degrada y envilece, causa estragos que la Humanidad no debería nunca soportar.
¿Por qué está ocurriendo esta durísima degradación? Culpar al liderazgo es justo porque los dirigentes son los que tienen más poder y, en consecuencia, mayor responsabilidad. Pero no es suficiente.
Creemos que las furias se han desatado porque el mundo está sufriendo un gran cambio de época y de filosofía. El mundo antiguo era teocéntrico y la Humanidad giró en torno a Dios durante milenios. Después, en el Renacimiento, el mundo se hizo antropocéntrico y el hombre desplazó a Dios y se hizo protagonista de la Historia. Ahora estamos a las puertas de un nuevo cambio de ciclo, en el que el protagonismo va a pertenecer a la inteligencia artificial y a las máquinas.
En los grandes cambios se producen los grandes traumas. Los monstruos emergen y los valores sucumben. Nada existe más traumático que el nacimiento de una nueva era, sobre todo en ese periodo en el que lo viejo no ha terminado de morir y lo nuevo no ha terminado de nacer. En ese momento estamos y las bestias y las furias han salido de sus cuevas y están destrozando nuestra existencia.
Otra explicación del drama actual es que la sociedad, la cultura y las costumbres han cambiado, mientras el sistema político permanece, lo que produce desajustes y traumas. Los sistemas funcionan un tiempo, mientras las condiciones sociales se mantienen, pero cuando estas cambian, es necesario cambiar el sistema y adaptarse. El problema viene cuando el sistema se mantiene mucho tiempo después del cambio social.
Francisco Rubiales
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