Una de las muchas imágenes críticas contra la ineficacia del gobierno que circulan por la redes sociales españolas
España es un gran laboratorio donde puede estudiarse lo que necesita el mundo para hacer frente en el futuro a pandemias como la del coronavirus u otros dramas intensos y catástrofes. España, a pesar de tener el gobierno más intervencionista y autoritario de la Unión Europea, ha gestionado mal la pandemia y durante mucho tiempo fue el país con más muertos por habitante del mundo y en el que el virus estaba más desbocado. La fuerza del Estado no ha servido para salvar vidas sino para matar a ciudadanos españoles, mientras que el intervencionismo no ha evitado que más de 20.000 ancianos mueran en las residencias de mayores abandonados a su suerte, en soledad y sin recibir el tratamiento médico al que tenían derecho.
El gigantesco Estado español, lleno de políticos y asesores cargados de lujos y privilegios, no ha servido para combatir la crisis y lo que ha logrado ha sido acelerar e intensificar el drama. Durante décadas, el mundo endogámico de los políticos ha retrocedido, se ha degradado. se ha atiborrado de corrupción e ineficacia y sólo ha puesto énfasis en incrementar sus poderes, privvilegios y ventajas.
La experiencia económica española demuestra también que de lo que se trata no es de tener "más Estado" o de ser más intervencionista, sino de tener un "mejor Estado" y ser más decente y eficaz.
El mundo no puede permitirse que políticos sin preparación ni valores sean los que decidan en situaciones de alto riesgo. La experiencia española demuestra que con ese tipo de políticos al frente de un país, los daños aumentan en lugar de reducirse.
En el plano económico, los daños que está sufriendo España también son los mayores del mundo. La economía va a perder en torno al 20 por ciento del PIB por culpa no sólo del coronavirus sino también de la mala gestión de los recursos y de la toma de decisiones estúpidas y contraproducentes. Basta un ejemplo para que todo quede claro: España sube los impuestos cuando el resto de los países los baja para estimular la economía. La codicia irresponsable de un gobierno manirroto y despilfarrador está provocando que las empresas huyan y el capital se refugio en otros países, acelerando de ese modo la quiebra del país.
El problema, en España, no ha sido que existe un Estado débil, sino justo lo contrario, que existe un Estad demasiado fuerte, pero manejado por gente sin valores, sin acierto y alejados de la eficacia.
Valga el ejemplo del vicepresidente español Pablo Iglesias, un comunista lleno de ambición que sueña con construir un país nuevo sobre las cenizas del viejo. Este político, colocado en el alto poder por el inepto socialista Pedro Sánchez y enriquecido en pocos meses desde el poder, reclamó para sí la responsabilidad de todo el sector de las residencias de ancianos, precisamente el que peor ha funcionado y donde se han producido una hecatombe de muertes llenas de ineficacia y estupidez. Cuando el país se escandalizó ante la masacre de ancianos muertos en soledad, sin ni siquiera ser trasladados a hospitales, el tal Pablo Iglesias escurrió el bulto y dijo que la responsabilidad era de las comunidades autónomas no de él.
El intervencionista y casi comunista Estado español ha cometido demasiados errores y ha demostrado que los pueblos lo que necesitan no es más Estado, sino un Estado eficaz y decente, lo que no es lo mismo.
Por ineficacia e imbecilidad de los gobernantes, España ha comprado tarde y mal los suministros médicos, ha enviado a los sanitarios a luchar contra el virus sin mascarillas, sin guantes y sin trajes de protección, ha sufrido una inexplicable escasez de respiradores y de medicinas, ha ordenado el confinamiento tarde, ha permitido que llegaran a los aeropuertos vuelos infectados y ha logrado más sanitarios infectados y ciudadanos muertes que cualquier otro país de Europa, en relación con su población, y ha sufrido un daño económico mayor que cualquier otro miembro de la Unión Europea.
España ha demostrado con creces, al afrontar la pandemia, que contaba con un Estado enorme, pero pesado e ineficaz, costoso y torpe, poco decente y letal para el pueblo. Ese Estado, que es el que menos controles democráticos tiene en toda Europa y que tiene más políticos en activo que Francia, Alemania y Gran Bretaña juntos, ha fracasado y el mundo entero, además de los frustrados ciudadanos españoles, debe tomar nota y alcanzar la conclusión de que lo publico es interesante y debe reforzarse, pero para crecer y mejorar, no para hundir más el país.
Francisco Rubiales
El gigantesco Estado español, lleno de políticos y asesores cargados de lujos y privilegios, no ha servido para combatir la crisis y lo que ha logrado ha sido acelerar e intensificar el drama. Durante décadas, el mundo endogámico de los políticos ha retrocedido, se ha degradado. se ha atiborrado de corrupción e ineficacia y sólo ha puesto énfasis en incrementar sus poderes, privvilegios y ventajas.
La experiencia económica española demuestra también que de lo que se trata no es de tener "más Estado" o de ser más intervencionista, sino de tener un "mejor Estado" y ser más decente y eficaz.
El mundo no puede permitirse que políticos sin preparación ni valores sean los que decidan en situaciones de alto riesgo. La experiencia española demuestra que con ese tipo de políticos al frente de un país, los daños aumentan en lugar de reducirse.
En el plano económico, los daños que está sufriendo España también son los mayores del mundo. La economía va a perder en torno al 20 por ciento del PIB por culpa no sólo del coronavirus sino también de la mala gestión de los recursos y de la toma de decisiones estúpidas y contraproducentes. Basta un ejemplo para que todo quede claro: España sube los impuestos cuando el resto de los países los baja para estimular la economía. La codicia irresponsable de un gobierno manirroto y despilfarrador está provocando que las empresas huyan y el capital se refugio en otros países, acelerando de ese modo la quiebra del país.
El problema, en España, no ha sido que existe un Estado débil, sino justo lo contrario, que existe un Estad demasiado fuerte, pero manejado por gente sin valores, sin acierto y alejados de la eficacia.
Valga el ejemplo del vicepresidente español Pablo Iglesias, un comunista lleno de ambición que sueña con construir un país nuevo sobre las cenizas del viejo. Este político, colocado en el alto poder por el inepto socialista Pedro Sánchez y enriquecido en pocos meses desde el poder, reclamó para sí la responsabilidad de todo el sector de las residencias de ancianos, precisamente el que peor ha funcionado y donde se han producido una hecatombe de muertes llenas de ineficacia y estupidez. Cuando el país se escandalizó ante la masacre de ancianos muertos en soledad, sin ni siquiera ser trasladados a hospitales, el tal Pablo Iglesias escurrió el bulto y dijo que la responsabilidad era de las comunidades autónomas no de él.
El intervencionista y casi comunista Estado español ha cometido demasiados errores y ha demostrado que los pueblos lo que necesitan no es más Estado, sino un Estado eficaz y decente, lo que no es lo mismo.
Por ineficacia e imbecilidad de los gobernantes, España ha comprado tarde y mal los suministros médicos, ha enviado a los sanitarios a luchar contra el virus sin mascarillas, sin guantes y sin trajes de protección, ha sufrido una inexplicable escasez de respiradores y de medicinas, ha ordenado el confinamiento tarde, ha permitido que llegaran a los aeropuertos vuelos infectados y ha logrado más sanitarios infectados y ciudadanos muertes que cualquier otro país de Europa, en relación con su población, y ha sufrido un daño económico mayor que cualquier otro miembro de la Unión Europea.
España ha demostrado con creces, al afrontar la pandemia, que contaba con un Estado enorme, pero pesado e ineficaz, costoso y torpe, poco decente y letal para el pueblo. Ese Estado, que es el que menos controles democráticos tiene en toda Europa y que tiene más políticos en activo que Francia, Alemania y Gran Bretaña juntos, ha fracasado y el mundo entero, además de los frustrados ciudadanos españoles, debe tomar nota y alcanzar la conclusión de que lo publico es interesante y debe reforzarse, pero para crecer y mejorar, no para hundir más el país.
Francisco Rubiales
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