¿Nos gobierna un psicópata?
La respuesta es afirmativa: Pedro Sánchez cumple los criterios diagnósticos para ser tipificado sin la menor duda como psicópata narcisista, es decir, presenta un trastorno de la personalidad de tipo narcisista, en base a los dos manuales nosológicos mundialmente reconocidos, tanto la ICD como el DSM-IV-TR.
Es necesario advertir que los psicópatas no son enfermos mentales, sino individuos con una personalidad fuera de lo común, desviación que, de forma habitual, es fuente de problemas personales que, a su vez, van a repercutir de modo negativo en el entorno donde viven. Innecesario es decir que, cuanto mayor sea su área de influencia, mayores serán los problemas que ocasionen.
Existen diversos tipos de psicopatías. La de Pedro Sánchez se encuadra en el grupo B, con tipificación nosológica F60.8 (Trastorno narcisista de la personalidad), siguiendo el Manual Diagnóstico y Estadístico DSM-IV-TR, cuyos criterios para este tipo de Trastornos son los siguientes:
1- Grandioso sentido de la propia importancia.
2.- Preocupación de éxito ilimitado, poder, brillantez.
3.-Creerse especiales, únicos.
4.-Exigencia de excesiva admiración.
5.-Pretensiocidad, expectativas irrazonables de que se cumplan las propias aspiraciones.
6.-Interpersonalmente son explotadores, sacan provecho de los demás para alcanzar sus propias metas.
7.- Carecen de empatía.
8.- Con frecuencia, envidian a los demás o creen que los demás les envidian a ellos.
9.- Presentan comportamientos o actitudes arrogantes.
La conclusión que se extrae al analizar la trayectoria vital de Pedro Sánchez, es la imperiosa necesidad que tiene de ser admirado. Esta emoción, presente en todos los humanos, es tan intensa en él, -es ahí donde radica su desviación de lo normal-, que la ha convertido en el _primum mobile_ de su vida, desarrollando un proyecto vital dirigido a satisfacerla, tarea imposible de alcanzar por ser insaciable y desorbitada su necesidad de sentirse importante.
Varios factores han contado a su favor para llegar al escenario donde más admiración puede despertar: un verbo fluido, la instrumentalización de la empatía como herramienta política, suficiente histrionismo para representar el correspondiente papel de líder -mera impostura-, y, sobre todo, la falta de ética, de moral y el desprecio hacia ESPAÑA y los españoles, a quienes ha estafado haciendo lo contrario de lo que aseguró.
Como buen psicópata, no se ruboriza ni mueve un solo músculo de la cara, cuando sus oponentes políticos le recuerdan las múltiples mentiras y contradicciones en que incurre. La satisfacción narcisista que experimenta al ostentar un puesto que jamás pudo imaginar que alcanzaría, compensa con creces los reproches de la oposición y otros inconvenientes "menores".
El presidente aceptará lo inadmisible para mantenerse donde más puede ser visto y admirado, aunque las miradas de millones de españoles sean ya de rechazo y estupor ante un inepto, rehén de su propia egolatría.
El antiguo binomio Sánchez-Iglesias, con todos los mediocres adláteres de les acompañan, responsables en su conjunto de los miles de fallecimientos que se podían haber evitado con una buena gestión, responsables en su conjunto de una hecatombe económica sin precedentes y responsables también en su conjunto de una severa restricción de derechos y libertades, incluida la vergonzosa manipulación de los medios de comunicación.
Pedro Sánchez no es el primer psicópata que llega a la cumbre del poder de un país. Salvando las diferencias históricas y sociales, Hitler también tenía un trastorno narcisista de la personalidad (DSM-IV-TR, F60.8), que, junto a un verbo fluido y las suficientes dotes de actor para representar el correspondiente papel de líder carismático, consiguió a través de las urnas arrastrar a toda Alemania tras él, para hundirla después en el más profundo de los abismos, junto a medio mundo.
Pedro Sánchez, frente al nazi, es un actor de vodevil, pero nos duele tanto o más, porque lo tenemos de plena actualidad y nos está afectando a todos, día a día, muy de cerca.
La respuesta es afirmativa: Pedro Sánchez cumple los criterios diagnósticos para ser tipificado sin la menor duda como psicópata narcisista, es decir, presenta un trastorno de la personalidad de tipo narcisista, en base a los dos manuales nosológicos mundialmente reconocidos, tanto la ICD como el DSM-IV-TR.
Es necesario advertir que los psicópatas no son enfermos mentales, sino individuos con una personalidad fuera de lo común, desviación que, de forma habitual, es fuente de problemas personales que, a su vez, van a repercutir de modo negativo en el entorno donde viven. Innecesario es decir que, cuanto mayor sea su área de influencia, mayores serán los problemas que ocasionen.
Existen diversos tipos de psicopatías. La de Pedro Sánchez se encuadra en el grupo B, con tipificación nosológica F60.8 (Trastorno narcisista de la personalidad), siguiendo el Manual Diagnóstico y Estadístico DSM-IV-TR, cuyos criterios para este tipo de Trastornos son los siguientes:
1- Grandioso sentido de la propia importancia.
2.- Preocupación de éxito ilimitado, poder, brillantez.
3.-Creerse especiales, únicos.
4.-Exigencia de excesiva admiración.
5.-Pretensiocidad, expectativas irrazonables de que se cumplan las propias aspiraciones.
6.-Interpersonalmente son explotadores, sacan provecho de los demás para alcanzar sus propias metas.
7.- Carecen de empatía.
8.- Con frecuencia, envidian a los demás o creen que los demás les envidian a ellos.
9.- Presentan comportamientos o actitudes arrogantes.
La conclusión que se extrae al analizar la trayectoria vital de Pedro Sánchez, es la imperiosa necesidad que tiene de ser admirado. Esta emoción, presente en todos los humanos, es tan intensa en él, -es ahí donde radica su desviación de lo normal-, que la ha convertido en el _primum mobile_ de su vida, desarrollando un proyecto vital dirigido a satisfacerla, tarea imposible de alcanzar por ser insaciable y desorbitada su necesidad de sentirse importante.
Varios factores han contado a su favor para llegar al escenario donde más admiración puede despertar: un verbo fluido, la instrumentalización de la empatía como herramienta política, suficiente histrionismo para representar el correspondiente papel de líder -mera impostura-, y, sobre todo, la falta de ética, de moral y el desprecio hacia ESPAÑA y los españoles, a quienes ha estafado haciendo lo contrario de lo que aseguró.
Como buen psicópata, no se ruboriza ni mueve un solo músculo de la cara, cuando sus oponentes políticos le recuerdan las múltiples mentiras y contradicciones en que incurre. La satisfacción narcisista que experimenta al ostentar un puesto que jamás pudo imaginar que alcanzaría, compensa con creces los reproches de la oposición y otros inconvenientes "menores".
El presidente aceptará lo inadmisible para mantenerse donde más puede ser visto y admirado, aunque las miradas de millones de españoles sean ya de rechazo y estupor ante un inepto, rehén de su propia egolatría.
El antiguo binomio Sánchez-Iglesias, con todos los mediocres adláteres de les acompañan, responsables en su conjunto de los miles de fallecimientos que se podían haber evitado con una buena gestión, responsables en su conjunto de una hecatombe económica sin precedentes y responsables también en su conjunto de una severa restricción de derechos y libertades, incluida la vergonzosa manipulación de los medios de comunicación.
Pedro Sánchez no es el primer psicópata que llega a la cumbre del poder de un país. Salvando las diferencias históricas y sociales, Hitler también tenía un trastorno narcisista de la personalidad (DSM-IV-TR, F60.8), que, junto a un verbo fluido y las suficientes dotes de actor para representar el correspondiente papel de líder carismático, consiguió a través de las urnas arrastrar a toda Alemania tras él, para hundirla después en el más profundo de los abismos, junto a medio mundo.
Pedro Sánchez, frente al nazi, es un actor de vodevil, pero nos duele tanto o más, porque lo tenemos de plena actualidad y nos está afectando a todos, día a día, muy de cerca.
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