Quizás el mundo, a lo largo de su Historia, nunca fue tan desigual e injusto como en el presente. Las diferencias entre pobres y ricos no se perciben únicamente en las viviendas, los yates y los vehículos de alta gama, sino que se acentúan y se amplian invadiendo nuevos ámbitos como las vatales salud y alimentación.
Mientras los ricos del mundo consumen alimentos sanos y orgánicos, los pobres, cuando se alimentan, lo hacen con basura transgénica. Muy pronto los ricos tendrán más esperanza de vida que los pobres.
La conciencia y la humanidad han desaparecido casi por completo del liderazgo mundial, que se está haciendo cada día más descarado e injusto. Las diferencias abismales entre pobres y ricos, antes consideradas como una vergüenza que debe ocultarse y suprimirse, ahora se exhiben sin vergüenza. Puede leerse en los periódicos y se ven en los telediarios que los cien ciudadanos más ricos del mundo acumulan tanta riqueza como los cinco mil millones de personas más pobres de la población mundial, más de la mitad de los humanos vivos.
Puede constatarse fácilmente que los ricos son mimados por las leyes y que hasta pagan menos impuestos que los miembros de las clases medias y trabajadores. La riqueza desproporcionada era antes considerada como un accidente anómalo o una injusticia, pero ahora se la considera una bendición y se aprueban leyes para que los ricos sean tratados con mimo y residan en determinados países, verdaderos paraísos fiscales para los que poseen riqueza.
Pero lo más escandaloso es que las diferencias ya son muy ostentosas y están presentes en terrenos vitales de la vida humana, como la sanidad y los alimentos. Los cultivos transgénicos pueden ser nocivos, según numerosos científicos y expertos, pero se están produciendo en masa porque dan mejores cosechas. Esos alimentos son reservados para los pobres, mientras los ricos consumen cada vez más alimentos cultivados de manera orgánica y natural, sin pesticidas mortales y sin veneno en sus células.
Pronto, esas diferencias en la alimentación tendrán un claro reflejo en la calidad y esperanza de vida. Los ricos vivirán mas años y con mejor calidad que los pobres. Si los políticos siguen ab¡vanzando hacia la ignominia con el mismo ritmo, tal vez pronto veamos que los pobres mueren como chinches y los ricos se acercan a la inmortalidad.
Como ya ocurrió en el pasado, dentro de la comunista URSS y en sus países satélites, las mayores desigualdades se producen hoy en uno de los pocos comunismos que subsisten: China. La élite política y millonaria de China goza de la máxima seguridad de los alimentos: productos orgánicos, ganado alimentado con pastos de Mongolia, arroz libre de pesticidas, de productos químicos o de organismos genéticamente modificados. Si se compara esa alimentación con el suministro de alimentos de los ciudadanos comunes, cargado de pesticidas, químicos industriales y organismos genéticamente modificados, salta el más implacable escándalo de la desigualdad humana. Hay bastantes niños chinos que han enfermado y muerto al consumir ciertos productos lacteos y fórmulas para bebés contaminadas y la ceguera y la muerte en adultos se extienden por consumir licores falsos y alimentos poco saludables.
Mientras los ricos del mundo consumen alimentos sanos y orgánicos, los pobres, cuando se alimentan, lo hacen con basura transgénica. Muy pronto los ricos tendrán más esperanza de vida que los pobres.
La conciencia y la humanidad han desaparecido casi por completo del liderazgo mundial, que se está haciendo cada día más descarado e injusto. Las diferencias abismales entre pobres y ricos, antes consideradas como una vergüenza que debe ocultarse y suprimirse, ahora se exhiben sin vergüenza. Puede leerse en los periódicos y se ven en los telediarios que los cien ciudadanos más ricos del mundo acumulan tanta riqueza como los cinco mil millones de personas más pobres de la población mundial, más de la mitad de los humanos vivos.
Puede constatarse fácilmente que los ricos son mimados por las leyes y que hasta pagan menos impuestos que los miembros de las clases medias y trabajadores. La riqueza desproporcionada era antes considerada como un accidente anómalo o una injusticia, pero ahora se la considera una bendición y se aprueban leyes para que los ricos sean tratados con mimo y residan en determinados países, verdaderos paraísos fiscales para los que poseen riqueza.
Pero lo más escandaloso es que las diferencias ya son muy ostentosas y están presentes en terrenos vitales de la vida humana, como la sanidad y los alimentos. Los cultivos transgénicos pueden ser nocivos, según numerosos científicos y expertos, pero se están produciendo en masa porque dan mejores cosechas. Esos alimentos son reservados para los pobres, mientras los ricos consumen cada vez más alimentos cultivados de manera orgánica y natural, sin pesticidas mortales y sin veneno en sus células.
Pronto, esas diferencias en la alimentación tendrán un claro reflejo en la calidad y esperanza de vida. Los ricos vivirán mas años y con mejor calidad que los pobres. Si los políticos siguen ab¡vanzando hacia la ignominia con el mismo ritmo, tal vez pronto veamos que los pobres mueren como chinches y los ricos se acercan a la inmortalidad.
Como ya ocurrió en el pasado, dentro de la comunista URSS y en sus países satélites, las mayores desigualdades se producen hoy en uno de los pocos comunismos que subsisten: China. La élite política y millonaria de China goza de la máxima seguridad de los alimentos: productos orgánicos, ganado alimentado con pastos de Mongolia, arroz libre de pesticidas, de productos químicos o de organismos genéticamente modificados. Si se compara esa alimentación con el suministro de alimentos de los ciudadanos comunes, cargado de pesticidas, químicos industriales y organismos genéticamente modificados, salta el más implacable escándalo de la desigualdad humana. Hay bastantes niños chinos que han enfermado y muerto al consumir ciertos productos lacteos y fórmulas para bebés contaminadas y la ceguera y la muerte en adultos se extienden por consumir licores falsos y alimentos poco saludables.
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