Las bolsas se hunden, las fabricas se paran y se inmovilizan a miles de personas en ciudades cerradas, cruceros paralizados y hoteles clausurados. Hay datos sólidos de que la enfermedad es poco letal, pero nadie se cree las cifras oficiales de muertos y la ciudadanía sospecha, con razón, que las reacciones del poder frente al coronavirus no se cerrresponden con la pretendida levedad de la epidemia. Los rumores se disparan y la sociedad se envuelve en la sospecha, la desconfianza y el pánico.
Detrás del drama, más que una epidemia de alta mortandad está el virus de la desconfianza de los ciudadanos en sus dirigentes. Antes el pueblo miraba hacia el poder y se fiaba de lo que le decían los comunicados oficiales, pero hoy ocurre lo contrario. En el pasado, cuando alguien quería saber la verdad, acudía a los medios de comunicación, pero hoy hacer eso mismo equivale a exponerse a ser manipulado y engañado. Los políticos se quejan del auge de las "fake news", pero son ellos los que las han creado con la mentira y la propaganda del poder, comprando periodistas, sometiendo a medios de comunicación que en democracia necesitan ser libres para informar verazmente a los ciudadanos. Los políticos han fracasado porque asesinan todo lo que tocan: la política, la credibilidad, las certezas, la confianza, la ilusión, la igualdad ante la ley, la convivencia, etc..
De tanto abusar de la mentira, los políticos son ya menos creíbles que los charlatanes de ferias. Es más, casi siempre provocan el efecto contrario de lo que pretenden: si hablan de paz es que hay guerra, si hablan de un virus poco letal la gente piensa que es mortífero, si dicen que todo está controlado, es que está descontrolado. La gente sabe que mienten y que son ineptos e incapaces en la gestión de los asuntos públicos.
En el gobierno de España, presidido por un mentiroso compulsivo que prometió en campaña electoral que nunca haría lo que ahora está haciendo, la desconfianza en el poder es muy intensa. Lo único que funciona medianamente bien en el gobierno es el aparato recaudador de impuestos, sanciones, multas y tasas. Digo medianamente bien porque sólo acosa y cobra a los más débiles y porque suelen perdonar las grandes deudas a los que tienen poder y dinero. El pueblo, con razón, nunca se fía de los rufianes. Casi todo lo demás es caótico: las camas en los hospitales públicos cuestan más del doble que en los privados; la desigualdad lo domina todo; los valores se están desmoronando; la educación en los colegios del Estado es casi tres veces más costosa que en los privados...
Tener hoy una mascarilla protectora es como poseer un tesoro. No se encuentran por ninguna parte y en las farmacias hay cientos de demandantes en espera. La gente sabe que las codiciadas mascarillas no existen porque algunos las han acumulado y porque hasta han sido robadas de los hospitales. Si quieres una mascarilla hoy para defenderte del coronavirus, tienes que acudir a un mercadillo, donde se venden, a precios abusivos, mascarillas seguramente robadas al sistema publico de sanidad.
La confíanza en los hospitales se debilita, al igual que la capacidad del sistema sanitario español, de tan carareada eficacia. La gente tiene miedo y desconfía porque los políticos llevan décadas privándoles de la verdad y de la verdadera información, que el sistema sustituye por la mentiras y la propaganda.
¿Cual es la verdad del coronavirus? ¿Quien la sabe? Tal vez ni el poder la sepa. Pero eso no importa porque digan lo que digan los ciudadanos, la gente creerá que son las mentiras habituales. Han convertido a los ciudadanos en borregos acobardados, pero también en borregos incrédulos, sin disciplina y con tendencia a la histeria. Que tengan cuidado y dejen de jugar con fuego porque esas manadas cobardes y lobotomizadas son presa fácil del miedo y son también las que con mas facilidad producen estampidas que lo arrasan todo.
La incertidumbre domina los espacios y se ha adueñado de las masas. Los pastores ya no pueden controlar a la manada.
¡¡¡ Que Dios nos proteja!!!
Francisco Rubiales
Detrás del drama, más que una epidemia de alta mortandad está el virus de la desconfianza de los ciudadanos en sus dirigentes. Antes el pueblo miraba hacia el poder y se fiaba de lo que le decían los comunicados oficiales, pero hoy ocurre lo contrario. En el pasado, cuando alguien quería saber la verdad, acudía a los medios de comunicación, pero hoy hacer eso mismo equivale a exponerse a ser manipulado y engañado. Los políticos se quejan del auge de las "fake news", pero son ellos los que las han creado con la mentira y la propaganda del poder, comprando periodistas, sometiendo a medios de comunicación que en democracia necesitan ser libres para informar verazmente a los ciudadanos. Los políticos han fracasado porque asesinan todo lo que tocan: la política, la credibilidad, las certezas, la confianza, la ilusión, la igualdad ante la ley, la convivencia, etc..
De tanto abusar de la mentira, los políticos son ya menos creíbles que los charlatanes de ferias. Es más, casi siempre provocan el efecto contrario de lo que pretenden: si hablan de paz es que hay guerra, si hablan de un virus poco letal la gente piensa que es mortífero, si dicen que todo está controlado, es que está descontrolado. La gente sabe que mienten y que son ineptos e incapaces en la gestión de los asuntos públicos.
En el gobierno de España, presidido por un mentiroso compulsivo que prometió en campaña electoral que nunca haría lo que ahora está haciendo, la desconfianza en el poder es muy intensa. Lo único que funciona medianamente bien en el gobierno es el aparato recaudador de impuestos, sanciones, multas y tasas. Digo medianamente bien porque sólo acosa y cobra a los más débiles y porque suelen perdonar las grandes deudas a los que tienen poder y dinero. El pueblo, con razón, nunca se fía de los rufianes. Casi todo lo demás es caótico: las camas en los hospitales públicos cuestan más del doble que en los privados; la desigualdad lo domina todo; los valores se están desmoronando; la educación en los colegios del Estado es casi tres veces más costosa que en los privados...
Tener hoy una mascarilla protectora es como poseer un tesoro. No se encuentran por ninguna parte y en las farmacias hay cientos de demandantes en espera. La gente sabe que las codiciadas mascarillas no existen porque algunos las han acumulado y porque hasta han sido robadas de los hospitales. Si quieres una mascarilla hoy para defenderte del coronavirus, tienes que acudir a un mercadillo, donde se venden, a precios abusivos, mascarillas seguramente robadas al sistema publico de sanidad.
La confíanza en los hospitales se debilita, al igual que la capacidad del sistema sanitario español, de tan carareada eficacia. La gente tiene miedo y desconfía porque los políticos llevan décadas privándoles de la verdad y de la verdadera información, que el sistema sustituye por la mentiras y la propaganda.
¿Cual es la verdad del coronavirus? ¿Quien la sabe? Tal vez ni el poder la sepa. Pero eso no importa porque digan lo que digan los ciudadanos, la gente creerá que son las mentiras habituales. Han convertido a los ciudadanos en borregos acobardados, pero también en borregos incrédulos, sin disciplina y con tendencia a la histeria. Que tengan cuidado y dejen de jugar con fuego porque esas manadas cobardes y lobotomizadas son presa fácil del miedo y son también las que con mas facilidad producen estampidas que lo arrasan todo.
La incertidumbre domina los espacios y se ha adueñado de las masas. Los pastores ya no pueden controlar a la manada.
¡¡¡ Que Dios nos proteja!!!
Francisco Rubiales
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