Esas ayudas sociales, que muchas veces generan vagos subsidiados y pobreza profesional, sirven también a los políticos como excusa para cobrar más impuestos de los necesarios, un dinero que llena las arcas públicas y que se emplea muchas veces en sostener el poder, antes que en combatir la pobreza y las carencias de los más débiles.
El gobierno socialista de Andalucía que presidía Susana Díaz era uno de los más ávidos cobradores de impuestos de Europa, pero también fue uno de los más atrasados y con más personas débiles y frágiles sin recibir ayudas públicas. Las grandes cantidades de dinero que los socialistas andaluces recaudaban con impuestos desproporcionados y expoliadores no se traducían en beneficios sociales para la población y se sospecha que parte de ellos llenaban los bolsillos de los muchos corruptos presentes en el gobierno.
Contrariamente a lo que afirman las izquierdas, las ayudas sociales en lugar de paliar la pobreza la alimentan porque generan legiones de vagos que se acostumbran a vivir de los subsidios, sin trabajar y sin aportar nada a la sociedad.
En España, las ayudas públicas se han disparado al tener que destinarlas masivamente a los inmigrantes que llegan, muchos de los cuales reciben generosamente subsidios del Estado, con más facilidad que los españoles más necesitados, una decisión política que a millones de españoles les parece injusta y canalla. El coste de los "menas" (menores no acompañados) que llegan de manera masiva, en pateras o asaltando las fronteras, es muy elevado porque el Estado, inexplicablemente, les da lo que ni siquiera da a los españoles acogidos en residencias públicas o en extrema necesidad: viviendas, ropa y una paga que es ligeramente superior a 600 euros mensuales.
Las ayudas a los "menas" generan rechazo e indignación en la sociedad española, no sólo porque son más generosas que las que reciben los españoles, sino por el comportamiento de muchas pandillas de menas, dedicados al robo, la violencia, la violación y otros delitos que están convirtiendo las calles y plazas de España en un infierno.
Cien veces más eficaces que las ayudas sociales son las empresas, que proporcionan trabajo y riqueza en las sociedades. Sintomáticamente, cuantas más ayudas sociales se despliegan, menos empresas funcionan. Es más, los gobiernos que defienden las ayudas sociales suelen ser los que más dificultan la creación de empresas y empleo y los que más desempleados y pobres soportan.
Ahí radica el fracaso económico tradicional de las izquierdas y el éxito mayor de las derechas. Las izquierdas ven con malos ojos a las empresas y empresarios, a los que consideran, erróneamente, como competidores y a los que abruman y espantan con impuestos altos y deficultades burocráticas, mientras que las derechas estimulan la creación de empresas, bajando impuestos y reduciendo la burocracia, lo que se traduce en un mayor impulso creador de empleo y riqueza.
La Cuba comunista es el mayor ejemplo mundial de lo que consiguen los gobiernos de izquierda con sus ayudas sociales. El castrismo es un dispensador obsesivo de ayudas a la población y considera ayudas sociales hasta el trabajo de las personas, pero la consecuencia de ese sistema es la pobreza más degradante e insultante, enquistada como un cáncer, década tras década, desde el triunfo de la revolución.
En el otro extremo podría estar Singapur, una de las economías más prósperas y brillantes del mundo, sin desempleo y sin necesidad de ayudas sociales, prestadora de servicios de calidad para la ciudadanía, un modelo que se ha conseguido aplicando el liberalismo, bajando los impuestos y facilitando el desarrollo de las empresas.
El fracaso económico, un drama que casi siempre llega envuelto en un protagonismo intervencionista del Estado y en una lluvia de ayudas y subvenciones, es también el culpable de que el socialismo esté en retroceso en gran parte del mundo y de que haya desaparecido en países con gran tradición de izquierdas, como Italia y Francia.
España es una paradoja y un modelo surrealista y contra corriente, ya que es el único país de Europa donde el socialismo gobierna con gran apoyo de la población. Otro país con el socialismo en el gobierno es Portugal, pero allí hay condicionantes como la vigilancia estrecha de la Unión Europea que impiden al gobierno desarrollar las típicas políticas de la izquierda, las que han sustituido por las liberales, que apuestan por el desarrollo empresarial que produce empleo y desarrollo.
El caso de España es dramático. La fuerza de las izquierdas está frenando claramente el desarrollo del país. Pedro Sánchez, adalid de las políticas de izquierda que saquean al ciudadano con impuestos y acosan a las empresas con obstáculos e impuestos inasumibles, tan sólo en dos años de gobierno, gran parte de ese periodo con provisionalidad, ha incrementado la deuda pública en 18.000 millones de euros, todo un record que superó a los marirrotos Zapatero y Rajoy y que conduce a España directamente hacia la quiebra.
Muchos expertos creen que España, primera potencia turística de Europa junto con Francia, reúne condiciones para crecer económicamente mucho más intensamente de lo que lo está haciendo y que la economía española está dramáticamente frenada por el torpe intervencionismo izquierdista del gobierno, más interesado en repartir dinero que en crearlo y sin pudor alguno para pedir a los mercados todo lo que necesita, después de expoliar al ciudadano con impuestos insoportables.
En vísperas de una nueva subida masiva de impuestos que amenaza con traer dolor, estancamiento y ruina a la economía, España es hoy un laboratorio mundial donde el socialismo decadente y fracasado se empeña en sobrevivir, liderado por un Pedro Sánchez dispuesto a someter a los españoles a las terapias más anticuadas y desprestigiadas de la izquierda, que retrocede en todo el mundo mientras que en España protagoniza un extraño, preocupante y nocivo resurgimiento.
El problema es que el pueblo, inexplicablemente y de manera suicida, apoya con sus votos al socialismo y esos experimentos ruinosos generadores de atraso, desempleo y pobreza, como ya lo indican el enfriamiento de la economía, el crecimiento del déficit y la ralentización del crecimiento y la creación de empleo.
Francisco Rubiales
El gobierno socialista de Andalucía que presidía Susana Díaz era uno de los más ávidos cobradores de impuestos de Europa, pero también fue uno de los más atrasados y con más personas débiles y frágiles sin recibir ayudas públicas. Las grandes cantidades de dinero que los socialistas andaluces recaudaban con impuestos desproporcionados y expoliadores no se traducían en beneficios sociales para la población y se sospecha que parte de ellos llenaban los bolsillos de los muchos corruptos presentes en el gobierno.
Contrariamente a lo que afirman las izquierdas, las ayudas sociales en lugar de paliar la pobreza la alimentan porque generan legiones de vagos que se acostumbran a vivir de los subsidios, sin trabajar y sin aportar nada a la sociedad.
En España, las ayudas públicas se han disparado al tener que destinarlas masivamente a los inmigrantes que llegan, muchos de los cuales reciben generosamente subsidios del Estado, con más facilidad que los españoles más necesitados, una decisión política que a millones de españoles les parece injusta y canalla. El coste de los "menas" (menores no acompañados) que llegan de manera masiva, en pateras o asaltando las fronteras, es muy elevado porque el Estado, inexplicablemente, les da lo que ni siquiera da a los españoles acogidos en residencias públicas o en extrema necesidad: viviendas, ropa y una paga que es ligeramente superior a 600 euros mensuales.
Las ayudas a los "menas" generan rechazo e indignación en la sociedad española, no sólo porque son más generosas que las que reciben los españoles, sino por el comportamiento de muchas pandillas de menas, dedicados al robo, la violencia, la violación y otros delitos que están convirtiendo las calles y plazas de España en un infierno.
Cien veces más eficaces que las ayudas sociales son las empresas, que proporcionan trabajo y riqueza en las sociedades. Sintomáticamente, cuantas más ayudas sociales se despliegan, menos empresas funcionan. Es más, los gobiernos que defienden las ayudas sociales suelen ser los que más dificultan la creación de empresas y empleo y los que más desempleados y pobres soportan.
Ahí radica el fracaso económico tradicional de las izquierdas y el éxito mayor de las derechas. Las izquierdas ven con malos ojos a las empresas y empresarios, a los que consideran, erróneamente, como competidores y a los que abruman y espantan con impuestos altos y deficultades burocráticas, mientras que las derechas estimulan la creación de empresas, bajando impuestos y reduciendo la burocracia, lo que se traduce en un mayor impulso creador de empleo y riqueza.
La Cuba comunista es el mayor ejemplo mundial de lo que consiguen los gobiernos de izquierda con sus ayudas sociales. El castrismo es un dispensador obsesivo de ayudas a la población y considera ayudas sociales hasta el trabajo de las personas, pero la consecuencia de ese sistema es la pobreza más degradante e insultante, enquistada como un cáncer, década tras década, desde el triunfo de la revolución.
En el otro extremo podría estar Singapur, una de las economías más prósperas y brillantes del mundo, sin desempleo y sin necesidad de ayudas sociales, prestadora de servicios de calidad para la ciudadanía, un modelo que se ha conseguido aplicando el liberalismo, bajando los impuestos y facilitando el desarrollo de las empresas.
El fracaso económico, un drama que casi siempre llega envuelto en un protagonismo intervencionista del Estado y en una lluvia de ayudas y subvenciones, es también el culpable de que el socialismo esté en retroceso en gran parte del mundo y de que haya desaparecido en países con gran tradición de izquierdas, como Italia y Francia.
España es una paradoja y un modelo surrealista y contra corriente, ya que es el único país de Europa donde el socialismo gobierna con gran apoyo de la población. Otro país con el socialismo en el gobierno es Portugal, pero allí hay condicionantes como la vigilancia estrecha de la Unión Europea que impiden al gobierno desarrollar las típicas políticas de la izquierda, las que han sustituido por las liberales, que apuestan por el desarrollo empresarial que produce empleo y desarrollo.
El caso de España es dramático. La fuerza de las izquierdas está frenando claramente el desarrollo del país. Pedro Sánchez, adalid de las políticas de izquierda que saquean al ciudadano con impuestos y acosan a las empresas con obstáculos e impuestos inasumibles, tan sólo en dos años de gobierno, gran parte de ese periodo con provisionalidad, ha incrementado la deuda pública en 18.000 millones de euros, todo un record que superó a los marirrotos Zapatero y Rajoy y que conduce a España directamente hacia la quiebra.
Muchos expertos creen que España, primera potencia turística de Europa junto con Francia, reúne condiciones para crecer económicamente mucho más intensamente de lo que lo está haciendo y que la economía española está dramáticamente frenada por el torpe intervencionismo izquierdista del gobierno, más interesado en repartir dinero que en crearlo y sin pudor alguno para pedir a los mercados todo lo que necesita, después de expoliar al ciudadano con impuestos insoportables.
En vísperas de una nueva subida masiva de impuestos que amenaza con traer dolor, estancamiento y ruina a la economía, España es hoy un laboratorio mundial donde el socialismo decadente y fracasado se empeña en sobrevivir, liderado por un Pedro Sánchez dispuesto a someter a los españoles a las terapias más anticuadas y desprestigiadas de la izquierda, que retrocede en todo el mundo mientras que en España protagoniza un extraño, preocupante y nocivo resurgimiento.
El problema es que el pueblo, inexplicablemente y de manera suicida, apoya con sus votos al socialismo y esos experimentos ruinosos generadores de atraso, desempleo y pobreza, como ya lo indican el enfriamiento de la economía, el crecimiento del déficit y la ralentización del crecimiento y la creación de empleo.
Francisco Rubiales
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