En la España débil y cobarde de Mariano Rajoy, dar un golpe de Estado sale barato, casi tan barato como estafar a cientos de miles de accionistas del Popular o vender acciones de Bankia llenas de falsedad y mentiras, o como ser aplastados, sin defensa, por los impuestos abusivos que imponen los gobernantes españoles al ciudadano.
Es lamentable y repugnante que los grandes delitos en España cuestan poco a los grandes delincuentes y que la ley siempre sea más dura con quien roba una gallina que con quienes violan la Constitución, intentan destruir la nación y han colocado a España en la frontera de una guerra civil.
Hoy es la primera vez en la ya larga e insoportable historia de las revueltas catalanas que el Estado reacciona con debilidad, sin recurrir a la fuerza militar y sin la contundencia y dureza que merecen los delitos de traición, rebelión, sedición y otros.
Hasta el pobre diablo de Felipe IV, uno de los peores reyes de nuestra Historia, tuvo más brío, contundencia y valor, a la hora de combatir la rebelión catalana de 1640, que el insignificante Mariano Rajoy.
El espectáculo de Carmen Forcadell diciendo poco menos que la declaración de independencia fue una broma, cuando ella ha sido, primero desde la presidencia de la ANC y después como presidenta del Parlamento de Cataluña, la principal artífice de la rebelión y de la lluvia de escupitajos lanzada por el independentismo catalán sobre la Constitución y las leyes, fue humillante, indigno y todo un tormento insoportable para los españoles de bien y para todo español demócrata, con respeto y amor a su país.
La juez Lamela, que tuvo el valor de encarcelar hace días a los consejeros rebeldes catalanes, queda ahora en evidencia ante el auto del Supremo, que, según numerosos medios de comunicación y comentaristas, podría responder al interés del débil gobierno de España por sacar de la cárcel a los golpistas con la ridícula esperanza de que la debilidad desesperante del Estado desactive el proceso de independencia.
La Historia demuestra justo lo contrario: que cuando te muestras débil ante el golpista, éste siempre te da un nuevo golpe, más fuerte y dañino.
Hace días hablé con un amigo español que reside en Bruselas y que está en contacto con la élite burocrática que mueve los hilos de la economía de la Unión y me dijo la siguiente frase, que demuestra la estúpida y absurda debilidad del gobierno español: "Europa nunca le perdonará a Rajoy su debilidad ante los golpistas catalanes y haber obligado a Europa entera a soportar al imbécil de Puigdemont sublevando a los pueblos y exhibiendo, en el mismo corazón de Europa, el hecho de que romper una nación y atentar contra el orden constitucional puede lograrse sin apenas riesgo y sin ser aplastado por la ley".
La frase quiere decir que Europa, Estados Unidos y el mundo entero habrían agradecido a Rajoy un gesto de dignidad y virilidad en la aplicación de las leyes, encarcelando a Puigdemont y cortando de raíz el brote teatral y sucio de la independencia de unos catalanes enloquecidos que ahora, crecidos ante la torpeza débil del gobierno español, pueden contagiar la rebeldía a flamencos, corsos, bávaros, venecianos, vascos, milaneses y a otros pueblos de Europa minados por el nazionalismo.
Si la España renqueante y sin valores ni ilusiones que gobierna Rajoy hubiera encarcelado a Rajoy y cortado de raíz el brote rebelde, como hizo Gran Bretaña en el Ulster o Francia al borrar del mapa a Iparretarrak, no solo habría logrado el aplauso internacional, sino que también habría acabado con un drama interno de descomposición nacionalista que amenaza con desmontar España, pieza a pieza, en los próximos años.
Francisco Rubiales
Es lamentable y repugnante que los grandes delitos en España cuestan poco a los grandes delincuentes y que la ley siempre sea más dura con quien roba una gallina que con quienes violan la Constitución, intentan destruir la nación y han colocado a España en la frontera de una guerra civil.
Hoy es la primera vez en la ya larga e insoportable historia de las revueltas catalanas que el Estado reacciona con debilidad, sin recurrir a la fuerza militar y sin la contundencia y dureza que merecen los delitos de traición, rebelión, sedición y otros.
Hasta el pobre diablo de Felipe IV, uno de los peores reyes de nuestra Historia, tuvo más brío, contundencia y valor, a la hora de combatir la rebelión catalana de 1640, que el insignificante Mariano Rajoy.
El espectáculo de Carmen Forcadell diciendo poco menos que la declaración de independencia fue una broma, cuando ella ha sido, primero desde la presidencia de la ANC y después como presidenta del Parlamento de Cataluña, la principal artífice de la rebelión y de la lluvia de escupitajos lanzada por el independentismo catalán sobre la Constitución y las leyes, fue humillante, indigno y todo un tormento insoportable para los españoles de bien y para todo español demócrata, con respeto y amor a su país.
La juez Lamela, que tuvo el valor de encarcelar hace días a los consejeros rebeldes catalanes, queda ahora en evidencia ante el auto del Supremo, que, según numerosos medios de comunicación y comentaristas, podría responder al interés del débil gobierno de España por sacar de la cárcel a los golpistas con la ridícula esperanza de que la debilidad desesperante del Estado desactive el proceso de independencia.
La Historia demuestra justo lo contrario: que cuando te muestras débil ante el golpista, éste siempre te da un nuevo golpe, más fuerte y dañino.
Hace días hablé con un amigo español que reside en Bruselas y que está en contacto con la élite burocrática que mueve los hilos de la economía de la Unión y me dijo la siguiente frase, que demuestra la estúpida y absurda debilidad del gobierno español: "Europa nunca le perdonará a Rajoy su debilidad ante los golpistas catalanes y haber obligado a Europa entera a soportar al imbécil de Puigdemont sublevando a los pueblos y exhibiendo, en el mismo corazón de Europa, el hecho de que romper una nación y atentar contra el orden constitucional puede lograrse sin apenas riesgo y sin ser aplastado por la ley".
La frase quiere decir que Europa, Estados Unidos y el mundo entero habrían agradecido a Rajoy un gesto de dignidad y virilidad en la aplicación de las leyes, encarcelando a Puigdemont y cortando de raíz el brote teatral y sucio de la independencia de unos catalanes enloquecidos que ahora, crecidos ante la torpeza débil del gobierno español, pueden contagiar la rebeldía a flamencos, corsos, bávaros, venecianos, vascos, milaneses y a otros pueblos de Europa minados por el nazionalismo.
Si la España renqueante y sin valores ni ilusiones que gobierna Rajoy hubiera encarcelado a Rajoy y cortado de raíz el brote rebelde, como hizo Gran Bretaña en el Ulster o Francia al borrar del mapa a Iparretarrak, no solo habría logrado el aplauso internacional, sino que también habría acabado con un drama interno de descomposición nacionalista que amenaza con desmontar España, pieza a pieza, en los próximos años.
Francisco Rubiales
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