Desde los tiempos de Felipe González, que perdonó a Jordi Pujol sus delitos y corrupciones a cambio de votos, los sucesivos gobiernos de España, del PSOE y del PP, siempre han ido por detrás del enemigo nacionalista y han renunciado a la defensa efectiva de España como nación porque el separatismo y el nacionalismo hostil les daban los votos necesarios para gobernar.
El comportamiento de esos gobiernos que han pactado con los antiespañoles a cambio de sus votos bordea la traición y los españoles, hasta ahora, no les han hecho pagar en las urnas esas suciedades indecentes.
Pero las concesiones y humillaciones nunca llegaron tan lejos como con Pedro Sánchez, un tipo que ha castrado en el PSOE todo sentimiento de amor y respeto a España y que ha conseguido, contra todo pronóstico, que los millones de españoles que le votan soporten sin rechistar que los peores enemigos de España influyan y casi gobiernen, además de conseguir más dinero y más ventajas y concesiones que el resto de las comunidades españolas, indudablemente más fieles y leales que la Cataluña que gobiernan al unisono Quim Torra y el prófugo Puigdemont.
Sanchez lo ha soportado casi todo, memos la independencia, demostrando al resto de los españoles que la decencia y la lealtad no tienen ni reconocimiento ni premio en el socialismo gobernante.
Sanchez ha permitido que se siga adoctrinando en las escuelas, que se abran embajadas catalanas por todo el mundo, que el dinero público se utilice para financiar la sedición, que se siga alimentando el odio, que se financien grupos de kale borroca catalanes, que los CDR gobiernen las calles con el tumulto y los cortes de carreteras y que la economía catalana, que es la española, avance hacia la ruina, todo únicamente porque necesitaba los votos de los que odian a España para que él siguiera sentado en el gran sillón de la Moncloa.
Pero quizás lo más grave que han hecho Sánchez y, en menor medida, Rajoy y Zapatero, ha sido no responder a la propaganda antiespañola que los golpistas e hijos del odio esparcen por todo el mundo, casi siempre sin respuesta del Estado, que parece no sentirse ofendido y denigrado.
La cobardía se ha sentado en la Moncloa desde hace mucho, como quedó demostrado en el País Vasco, cuando ETA asesinaba casi a diario y sus abogados, mejores que los que tenía el Estado, consiguieron blanquear los asesinatos de la banda sanguinaria, permitiendo también que la Guardia Civil y la policía quedaran desprestigiadas ante la opinión pública.
Peor todavía ha sido el abandono de todo lo español en tierras catalanas. Los catalanes que se sienten españoles se consideran abandonados a su suerte y acosados con impunidad por las bandas furiosas catalanistas, atiborradas de arrogancia e impunidad, protegidas por su propio gobierno, sin que los gobiernos españoles cumplieran con su obligación de imponer la protección a los ciudadanos y la igualdad que le exige la Constitución.
Todo eso lo ha hecho un Sánchez que se acerca a las elecciones con aires de victoria, bendecido por las encuestas y por una masa de españoles que, inexplicablemente, son incapaces de evaluar con raciocinio los estragos que el "sanchismo" han causado y está causando a España.
La labor rastrera de los nacionalistas y separatistas ha sido demoledora, aunque los gobiernos españoles, derrotados, intenten ocultarlo. Los tribunales extranjeros desprecian a la Justiia española, mientras países aliados que son miembros de la Unión Europea acogen y protegen a nuestros delincuentes fugados. Los asesinos y violadores de la Constitución han recurrido al Tribunal de Derechos Humanos, donde España no ha sabido hacer valer sus argumentos con la fuerza necesaria, obteniendo en ocasiones la excarcelación de los más crueles asesinos, sin el menor signo de arrepentimiento.
Los ciudadanos españoles que aman su patria asisten humillados y avergonzados a ese espectáculo deprimente de la España derrotada por los más miserables y canallas, mientras que nuestros políticos no sólo son incapaces de defender la nación con solvencia, sino que se atreven también a pactar con los que nos odian y a pedirles apoyo para gobernar, a cambio de que las suciedades y traiciones sigan vigentes.
En vísperas de las elecciones del 28 de abril, que se aproximan cargadas de ignominia porque el socialismo y la izquierda proyectan impunemente pactar de nuevo con nuestros peores enemigos, millones de españoles nos sentimos angustiados, indignados e impotentes para atajar la enorme bajeza de muchos de nuestros políticos candidatos.
Francisco Rubiales
El comportamiento de esos gobiernos que han pactado con los antiespañoles a cambio de sus votos bordea la traición y los españoles, hasta ahora, no les han hecho pagar en las urnas esas suciedades indecentes.
Pero las concesiones y humillaciones nunca llegaron tan lejos como con Pedro Sánchez, un tipo que ha castrado en el PSOE todo sentimiento de amor y respeto a España y que ha conseguido, contra todo pronóstico, que los millones de españoles que le votan soporten sin rechistar que los peores enemigos de España influyan y casi gobiernen, además de conseguir más dinero y más ventajas y concesiones que el resto de las comunidades españolas, indudablemente más fieles y leales que la Cataluña que gobiernan al unisono Quim Torra y el prófugo Puigdemont.
Sanchez lo ha soportado casi todo, memos la independencia, demostrando al resto de los españoles que la decencia y la lealtad no tienen ni reconocimiento ni premio en el socialismo gobernante.
Sanchez ha permitido que se siga adoctrinando en las escuelas, que se abran embajadas catalanas por todo el mundo, que el dinero público se utilice para financiar la sedición, que se siga alimentando el odio, que se financien grupos de kale borroca catalanes, que los CDR gobiernen las calles con el tumulto y los cortes de carreteras y que la economía catalana, que es la española, avance hacia la ruina, todo únicamente porque necesitaba los votos de los que odian a España para que él siguiera sentado en el gran sillón de la Moncloa.
Pero quizás lo más grave que han hecho Sánchez y, en menor medida, Rajoy y Zapatero, ha sido no responder a la propaganda antiespañola que los golpistas e hijos del odio esparcen por todo el mundo, casi siempre sin respuesta del Estado, que parece no sentirse ofendido y denigrado.
La cobardía se ha sentado en la Moncloa desde hace mucho, como quedó demostrado en el País Vasco, cuando ETA asesinaba casi a diario y sus abogados, mejores que los que tenía el Estado, consiguieron blanquear los asesinatos de la banda sanguinaria, permitiendo también que la Guardia Civil y la policía quedaran desprestigiadas ante la opinión pública.
Peor todavía ha sido el abandono de todo lo español en tierras catalanas. Los catalanes que se sienten españoles se consideran abandonados a su suerte y acosados con impunidad por las bandas furiosas catalanistas, atiborradas de arrogancia e impunidad, protegidas por su propio gobierno, sin que los gobiernos españoles cumplieran con su obligación de imponer la protección a los ciudadanos y la igualdad que le exige la Constitución.
Todo eso lo ha hecho un Sánchez que se acerca a las elecciones con aires de victoria, bendecido por las encuestas y por una masa de españoles que, inexplicablemente, son incapaces de evaluar con raciocinio los estragos que el "sanchismo" han causado y está causando a España.
La labor rastrera de los nacionalistas y separatistas ha sido demoledora, aunque los gobiernos españoles, derrotados, intenten ocultarlo. Los tribunales extranjeros desprecian a la Justiia española, mientras países aliados que son miembros de la Unión Europea acogen y protegen a nuestros delincuentes fugados. Los asesinos y violadores de la Constitución han recurrido al Tribunal de Derechos Humanos, donde España no ha sabido hacer valer sus argumentos con la fuerza necesaria, obteniendo en ocasiones la excarcelación de los más crueles asesinos, sin el menor signo de arrepentimiento.
Los ciudadanos españoles que aman su patria asisten humillados y avergonzados a ese espectáculo deprimente de la España derrotada por los más miserables y canallas, mientras que nuestros políticos no sólo son incapaces de defender la nación con solvencia, sino que se atreven también a pactar con los que nos odian y a pedirles apoyo para gobernar, a cambio de que las suciedades y traiciones sigan vigentes.
En vísperas de las elecciones del 28 de abril, que se aproximan cargadas de ignominia porque el socialismo y la izquierda proyectan impunemente pactar de nuevo con nuestros peores enemigos, millones de españoles nos sentimos angustiados, indignados e impotentes para atajar la enorme bajeza de muchos de nuestros políticos candidatos.
Francisco Rubiales
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