Se pinta una diana en una puerta.
Dentro se escribe un nombre.
Y el disidente sabe ya de su sentencia.
De lo poco que puede hacer y de lo caro de su condena. Ya sabe cuánto va a pagar por su valentía, por usar su razón y sentido de la justicia.
Costes del pensamiento único, dirigido, que no permite disensión ni crítica.
La diana tiene muchas geometrías.
Y las puertas muchas formas.
El dictador, a diferencia del terrorista, no necesita rotular nombres ni dibujar dianas en puertas.
Le basta con señalar y adjetivar a quien descubre su mentira o contradice sus razones.
Si el dictador es nazi, tilda de masón y comunista al disidente.
Y ahí acaba el diálogo.
Si el dictador está en el otro bando, el disidente es fascista y retrógrado.
Y ahí se cierra el monólogo.
Sentenciados, silenciados, amordazados ambos.
El dictador no solo miente. Eso va por descontado.
El dictador nunca dialoga. Pone dianas adjetivando en las paredes de sus dominios a quienes juzgan y disienten.
Dispara con el silencio a las preguntas de quien se atreve a usar su razón contra el imperio de la imposición.
Y, seguidamente, declara enemigo del pueblo y expone al linchamiento a quien solo se opone a sus desmanes.
Modernas dictaduras.
Insoportables siempre...
Francisco Garrudo
Dentro se escribe un nombre.
Y el disidente sabe ya de su sentencia.
De lo poco que puede hacer y de lo caro de su condena. Ya sabe cuánto va a pagar por su valentía, por usar su razón y sentido de la justicia.
Costes del pensamiento único, dirigido, que no permite disensión ni crítica.
La diana tiene muchas geometrías.
Y las puertas muchas formas.
El dictador, a diferencia del terrorista, no necesita rotular nombres ni dibujar dianas en puertas.
Le basta con señalar y adjetivar a quien descubre su mentira o contradice sus razones.
Si el dictador es nazi, tilda de masón y comunista al disidente.
Y ahí acaba el diálogo.
Si el dictador está en el otro bando, el disidente es fascista y retrógrado.
Y ahí se cierra el monólogo.
Sentenciados, silenciados, amordazados ambos.
El dictador no solo miente. Eso va por descontado.
El dictador nunca dialoga. Pone dianas adjetivando en las paredes de sus dominios a quienes juzgan y disienten.
Dispara con el silencio a las preguntas de quien se atreve a usar su razón contra el imperio de la imposición.
Y, seguidamente, declara enemigo del pueblo y expone al linchamiento a quien solo se opone a sus desmanes.
Modernas dictaduras.
Insoportables siempre...
Francisco Garrudo
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