En diciembre de 1917, el gobierno de Lenin creó la Cheka (Comisión Extraordinaria), una policía política secreta para la detención y eliminación física de los opositores al régimen soviético y de las
‘clases’ que, según la ideología marxista, no tenían cabida en el mundo que estaba por venir. Este organismo fue el encargado de sembrar el terror entre la población -la mayoría obreros y campesinos- de Rusia y los países anexionados durante su guerra civil y después, durante el mandato de Stalin, hasta el colapso de la URSS en 1989. Por sus manos pasaron las víctimas del
Gran Terror, de las Hambrunas en masa, de los oficiales polacos de Katyn, de las limpiezas étnicas y de las campañas anti-semitas. Suyas fueron también las manos que estrecharon las manos de sus hijos alemanes, las SS y la GESTAPO.
Custodios de las políticas criminales de un régimen genocida que ocasionó, para los despistados, una de las violencias organizadas contra la Mujer más vastas y pavorosas que ha visto la Historia, cuando el Ejército Rojo, en su avance hacia Berlín, violó y mató a millones de ellas en Europa del Este, incluidas reclusas esqueléticas recién “liberadas” de los Campos de Exterminio.
Durante nuestra Guerra Civil, la resonancia soviética fue tal que los centros de Tortura y Asesinato del Frente Popular legalizados, no se olvide, por el Gobierno, recibieron el nombre de ‘checas’, algo así como si los militares sublevados hubieran llamado a las suyas ‘gestapos’, que no fue el caso. Las checas constituyeron una red de cárceles y centros que se extendieron por toda la España del Frente Popular, y cuya labor humanitaria fue coordinada por la Dirección General de Seguridad, dependiente del Gobierno. En las etapas iniciales, este gobierno estuvo presidido por Francisco Largo Caballero, el ‘Lenin’ español -aunque demostraría ser un animal político infinitamente menos astuto-, aquel que afirmaba que el Socialismo es incompatible con la Democracia y que había que ir a la guerra civil declarada. Con la ayuda de los asesores soviéticos, muchos de ellos auténticos chequistas profesionales que ya venían con la lección aprendida al haber matado a sangre fría en la Unión Soviética, se edificó el SIM, el Servicio de Investigación Militar, una policía política similar a la cheka con exactamente el mismo propósito: detener y eliminar a los enemigos del Estado. Su creador fue el socialista Indalecio Prieto, en aquellos momentos Ministro de Defensa, una de las causas por las que esta policía estuvo controlada principalmente por socialistas y mantuvo con despiadada eficacia a la oposición al gobierno del también miembro del PSOE Juan Negrín en su sitio. Este estado de represión y terror generó fenómenos ampliamente conocidos como la persecución religiosa, la Matanza de Paracuellos -y otras- o la pérdida del ‘Oro de Moscú; y otros que lo fueron menos, como los Campos de Concentración y de Trabajo creados por el gobierno del Frente Popular en diciembre de 1936, o los ‘Cien Mil hijos de Negrín’, cuerpo de Carabineros al servicio del primero Ministro de Hacienda y Presidente del Gobierno después, cuyo cometido fue expoliar el patrimonio y los bienes de sus titulares, apoderándose incluso de los ahorros de los sectores más humildes depositados en los Montes de Piedad.
En estas que Carmena, alcaldesa de Madrid de ideología comunista, ampliamente identificada por los asesinos, como se desprende de sus declaraciones y actos descaradamente manipuladores en compañía de otra alcaldesa que no se queda atrás en eso de identificarse con violadores abiertos de los Derechos Humanos, Ada Colau, prevé para el Monumento que ha encargado en el cementerio de La Almudena la inclusión de 335 de estos chequistas entre los 3.000 nombres que efectivamente figurarán en él. Chequistas que, efectivamente, fueron fusilados por Franco, pero que fueron asesinos y no víctimas. Un flaco favor para el resto de víctimas inocentes que también figurarán en el homenaje, al elevar a quienes tenían la misma catadura moral que quienes les mataron a la suya propia.
Que Carmena y, por extensión, todo el arco ideológico que se identifica con el Frente Popular, se atreva a situar en el mismo lugar a víctimas y verdugos, da una idea de la materia prima ética de la que están hechos. Lo grave es que, si hoy en día es deleznable identificarse con Franco, o con Hitler, no suceda absolutamente nada cuando se hace lo propio con el Frente Popular o con Stalin. En sus políticas de Memoria Histórica, que nada tienen que ver con la reconciliación y todo con la venganza y el odio, el PSOE, PODEMOS, Izquierda Unida y cía, asumen un rol sucesor de torturadores y homicidas que parece salirles gratis. Lo cual sería ya de por sí motivo para censurarles, si no fuera porque todas estas campañas están orquestadas para desviar la atención sobre las subidas de impuestos que el gobierno de Sánchez, apoyado por los más granado de la anti-democracia española, va a imponer a los ciudadanos.
La Historia está para amarla, estudiarla y aprender de ella. Tratar de reescribirla, como por cierto hacen los gobiernos de Europa del Este pero con sus dictaduras comunistas, es una aberración. Los hechos no desaparecerán por mucho que algunos se empeñen en obligar a las personas a pensar como ellos. Por eso se ven obligados a imponer su visión por ley, porque saben que nunca podrán convencer.
A día de hoy, homenajear a Franco es grave para cualquiera que se considere demócrata y amante de la libertad. Pero tan grave como es hacerlo con el Frente Popular. El PSOE y sus amigos, embarcados en una cruzada personal por lavar el coco a todos los españoles, se retratan a sí mismos como unos partidos políticos que se enorgullecen de los asesinos y vilipendian a las víctimas. Francisco Largo Caballero, Indalecio Prieto y Juan Negrín siguen teniendo calles.
No hay más que decir.
Pablo Gea
‘clases’ que, según la ideología marxista, no tenían cabida en el mundo que estaba por venir. Este organismo fue el encargado de sembrar el terror entre la población -la mayoría obreros y campesinos- de Rusia y los países anexionados durante su guerra civil y después, durante el mandato de Stalin, hasta el colapso de la URSS en 1989. Por sus manos pasaron las víctimas del
Gran Terror, de las Hambrunas en masa, de los oficiales polacos de Katyn, de las limpiezas étnicas y de las campañas anti-semitas. Suyas fueron también las manos que estrecharon las manos de sus hijos alemanes, las SS y la GESTAPO.
Custodios de las políticas criminales de un régimen genocida que ocasionó, para los despistados, una de las violencias organizadas contra la Mujer más vastas y pavorosas que ha visto la Historia, cuando el Ejército Rojo, en su avance hacia Berlín, violó y mató a millones de ellas en Europa del Este, incluidas reclusas esqueléticas recién “liberadas” de los Campos de Exterminio.
Durante nuestra Guerra Civil, la resonancia soviética fue tal que los centros de Tortura y Asesinato del Frente Popular legalizados, no se olvide, por el Gobierno, recibieron el nombre de ‘checas’, algo así como si los militares sublevados hubieran llamado a las suyas ‘gestapos’, que no fue el caso. Las checas constituyeron una red de cárceles y centros que se extendieron por toda la España del Frente Popular, y cuya labor humanitaria fue coordinada por la Dirección General de Seguridad, dependiente del Gobierno. En las etapas iniciales, este gobierno estuvo presidido por Francisco Largo Caballero, el ‘Lenin’ español -aunque demostraría ser un animal político infinitamente menos astuto-, aquel que afirmaba que el Socialismo es incompatible con la Democracia y que había que ir a la guerra civil declarada. Con la ayuda de los asesores soviéticos, muchos de ellos auténticos chequistas profesionales que ya venían con la lección aprendida al haber matado a sangre fría en la Unión Soviética, se edificó el SIM, el Servicio de Investigación Militar, una policía política similar a la cheka con exactamente el mismo propósito: detener y eliminar a los enemigos del Estado. Su creador fue el socialista Indalecio Prieto, en aquellos momentos Ministro de Defensa, una de las causas por las que esta policía estuvo controlada principalmente por socialistas y mantuvo con despiadada eficacia a la oposición al gobierno del también miembro del PSOE Juan Negrín en su sitio. Este estado de represión y terror generó fenómenos ampliamente conocidos como la persecución religiosa, la Matanza de Paracuellos -y otras- o la pérdida del ‘Oro de Moscú; y otros que lo fueron menos, como los Campos de Concentración y de Trabajo creados por el gobierno del Frente Popular en diciembre de 1936, o los ‘Cien Mil hijos de Negrín’, cuerpo de Carabineros al servicio del primero Ministro de Hacienda y Presidente del Gobierno después, cuyo cometido fue expoliar el patrimonio y los bienes de sus titulares, apoderándose incluso de los ahorros de los sectores más humildes depositados en los Montes de Piedad.
En estas que Carmena, alcaldesa de Madrid de ideología comunista, ampliamente identificada por los asesinos, como se desprende de sus declaraciones y actos descaradamente manipuladores en compañía de otra alcaldesa que no se queda atrás en eso de identificarse con violadores abiertos de los Derechos Humanos, Ada Colau, prevé para el Monumento que ha encargado en el cementerio de La Almudena la inclusión de 335 de estos chequistas entre los 3.000 nombres que efectivamente figurarán en él. Chequistas que, efectivamente, fueron fusilados por Franco, pero que fueron asesinos y no víctimas. Un flaco favor para el resto de víctimas inocentes que también figurarán en el homenaje, al elevar a quienes tenían la misma catadura moral que quienes les mataron a la suya propia.
Que Carmena y, por extensión, todo el arco ideológico que se identifica con el Frente Popular, se atreva a situar en el mismo lugar a víctimas y verdugos, da una idea de la materia prima ética de la que están hechos. Lo grave es que, si hoy en día es deleznable identificarse con Franco, o con Hitler, no suceda absolutamente nada cuando se hace lo propio con el Frente Popular o con Stalin. En sus políticas de Memoria Histórica, que nada tienen que ver con la reconciliación y todo con la venganza y el odio, el PSOE, PODEMOS, Izquierda Unida y cía, asumen un rol sucesor de torturadores y homicidas que parece salirles gratis. Lo cual sería ya de por sí motivo para censurarles, si no fuera porque todas estas campañas están orquestadas para desviar la atención sobre las subidas de impuestos que el gobierno de Sánchez, apoyado por los más granado de la anti-democracia española, va a imponer a los ciudadanos.
La Historia está para amarla, estudiarla y aprender de ella. Tratar de reescribirla, como por cierto hacen los gobiernos de Europa del Este pero con sus dictaduras comunistas, es una aberración. Los hechos no desaparecerán por mucho que algunos se empeñen en obligar a las personas a pensar como ellos. Por eso se ven obligados a imponer su visión por ley, porque saben que nunca podrán convencer.
A día de hoy, homenajear a Franco es grave para cualquiera que se considere demócrata y amante de la libertad. Pero tan grave como es hacerlo con el Frente Popular. El PSOE y sus amigos, embarcados en una cruzada personal por lavar el coco a todos los españoles, se retratan a sí mismos como unos partidos políticos que se enorgullecen de los asesinos y vilipendian a las víctimas. Francisco Largo Caballero, Indalecio Prieto y Juan Negrín siguen teniendo calles.
No hay más que decir.
Pablo Gea
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