La educación es de tanta importancia que no se puede andar cambiando a cada paso. Por eso precisamente, aquí, cada gobierno de turno intenta imponer su propia ley de enseñanza. Claro, que el PP, en dos legislaturas no tuvo tiempo de derribar la nefasta LOGSE, y presentó su nuevo plan de estudios, cuando lo estaba echando el famoso “pásalo”. Otra cosa es el cambio solicitado por las circunstancias sociales en las exigencias de los movimientos pendulares de la Historia. Pero este no es el caso, aquí es ideológico y revanchista.
España se encuentra en la cola de los países civilizados, según informe de la UNESCO. Se habla mucho de la asignatura de Religión, pero el mal de la LOE no se centra fundamentalmente en la supresión religiosa, sino en el exterminio de los valores morales esenciales y de la Ética más elemental; se ahonda más en la destrucción del sistema, rebajando el modelo en la blandura, la laxitud y la fácil manipulación de la persona. Se propone rematar el espíritu de trabajo, el ahínco en el esfuerzo personal y la conciencia del mérito y de la disciplina. Pero, todo se arregla con la gran adquisición de la “Educación para la ciudadanía”, remedo de la famosa “Formación del Espíritu Nacional”. ¿Os suena?
Aquellos principios de honda raigambre evangélica, libertad, igualdad y fraternidad que impulsó la Revolución Francesa, son simplemente antiguallas desechables para los hacedores de esta LOE que desconoce y se ríe de la Ilustración y no digamos del Evangelio. La igualdad supone que todos los niños tengan las mismas oportunidades y acceso a la educación, no la miopía de medirlos a todos por el mismo listón; propugnando el igualitarismo, la convierten en atropello y discriminación. Desdeña las humanidades y toda la lógica de la enseñanza en aras de la dócil incultura, al consagrar el obscurantismo rentable y condenar a la inepcia las futuras generaciones. La educación, que ha de actuar de motor social por la superación, queda reducida a factor de desequilibrio. Los niveles de una juventud bien preparada aquí no interesan. La señora San Segundo viene a concluir, en este segundo, el hundimiento de la docencia en la santa mediocridad.
Que la necesidad de defender el porvenir de sus hijos haya llevado el clamor ciudadano de la tumultuosa protesta social a las calles, les trae sin cuidado; ya tienen preparados sus propagandistas para deslegitimarlo por los foros y tendenciosamente ponerse en lo limpio y tildarlo de fascista movido por la COPE, el Mundo o la Razón. ¡Y de camino salen y amenazan, con la merma de las aportaciones, a la Iglesia!
Estos politiquetes del talante, en su añoranza del 31, quieren retrotraer la sociedad a las rancias y maléficas teorías azañistas que, ante su cortedad, dudamos las hayan leído y sopesado.
Camilo Valverde Mudarra
España se encuentra en la cola de los países civilizados, según informe de la UNESCO. Se habla mucho de la asignatura de Religión, pero el mal de la LOE no se centra fundamentalmente en la supresión religiosa, sino en el exterminio de los valores morales esenciales y de la Ética más elemental; se ahonda más en la destrucción del sistema, rebajando el modelo en la blandura, la laxitud y la fácil manipulación de la persona. Se propone rematar el espíritu de trabajo, el ahínco en el esfuerzo personal y la conciencia del mérito y de la disciplina. Pero, todo se arregla con la gran adquisición de la “Educación para la ciudadanía”, remedo de la famosa “Formación del Espíritu Nacional”. ¿Os suena?
Aquellos principios de honda raigambre evangélica, libertad, igualdad y fraternidad que impulsó la Revolución Francesa, son simplemente antiguallas desechables para los hacedores de esta LOE que desconoce y se ríe de la Ilustración y no digamos del Evangelio. La igualdad supone que todos los niños tengan las mismas oportunidades y acceso a la educación, no la miopía de medirlos a todos por el mismo listón; propugnando el igualitarismo, la convierten en atropello y discriminación. Desdeña las humanidades y toda la lógica de la enseñanza en aras de la dócil incultura, al consagrar el obscurantismo rentable y condenar a la inepcia las futuras generaciones. La educación, que ha de actuar de motor social por la superación, queda reducida a factor de desequilibrio. Los niveles de una juventud bien preparada aquí no interesan. La señora San Segundo viene a concluir, en este segundo, el hundimiento de la docencia en la santa mediocridad.
Que la necesidad de defender el porvenir de sus hijos haya llevado el clamor ciudadano de la tumultuosa protesta social a las calles, les trae sin cuidado; ya tienen preparados sus propagandistas para deslegitimarlo por los foros y tendenciosamente ponerse en lo limpio y tildarlo de fascista movido por la COPE, el Mundo o la Razón. ¡Y de camino salen y amenazan, con la merma de las aportaciones, a la Iglesia!
Estos politiquetes del talante, en su añoranza del 31, quieren retrotraer la sociedad a las rancias y maléficas teorías azañistas que, ante su cortedad, dudamos las hayan leído y sopesado.
Camilo Valverde Mudarra