Si los viejos partidos, tanto de derecha como de izquierdas, no estuvieran tan corrompidos y no hubieran caído tanto en la arrogancia, el abuso de poder y el abandono de sus ideas originales y de la ciudadanía, la irrupción de los nuevos partidos no sería tan potente y bien acogida. Es el fracaso de los viejos partidos el que ha traído a Europa lo que ahora, llenos de miedo, llaman la "ultraderecha".
Puede que los nuevos partidos sean parecidos a los viejos y que pronto terminen como ellos, corrompidos y ajenos al ciudadano, pero hoy, ante la decepción que generan los viejos, millones de europeos los reciben con ilusión y esperanza.
Etiquetar como de “extrema derecha” a partidos que son solo de una derecha diferente, quizás más limpia y sin contaminaciones leninistas autoritarias, es una de las peores canalladas de la clase política que controla el poder en el mundo, encuadrada en una falsa democracia y habituada a gobernar de espaldas al pueblo, a atiborrarse de impuestos, a bañarse en la corrupción y el abuso de poder y a vivir en el lujo, el privilegio y la abundancia.
Esa gran conspiración contra la nueva derecha está encabezada hoy por los que controlan la Unión Europea, una congregación de políticos privilegiados que han aplastado la "Europa de los ciudadanos" y de los pueblos, construyendo en su lugar la corrupta y abusiva "Europa de los políticos y los funcionarios".
Aquella Europa que se proclamaba “de los ciudadanos” y que ha terminado siendo la ”Europa de los políticos”, corrompida, alejada de sus pueblos y con eurodiputados que ganan más de 15.000 euros al mes y contratan a sus esposas e hijos como asistentes, siempre pagados por el Europarlamento, ve acercarse su ruina y, para defenderse y prorrogar sus lujos y privilegios, acusa a los nuevos partidos políticos de derecha, que surgen llenos de patriotismo y limpieza, de ser formaciones peligrosas de “extrema derecha”, cuando en realidad son únicamente partidos distintos, de una derecha diferente y no contaminada de socialdemocracia, que luchan por regenerar la pocilga europea.
Es difícil explicarlo mejor que el lúcido pensador Guillermo Cortazar, cuando dice:
"La ultraderecha europea, ¿es ultraderecha? Tengo unas dudas razonables. El Brexit, las recientes elecciones suecas, los gobiernos de Italia, Austria y Hungría sacan del mapa político a la socialdemocracia y ponen en un brete a los democristianos. Si no hacemos caso a la propaganda de izquierdas, no observo en la llamada ultraderecha un cuestionamiento básico del sistema demoliberal, como en su día lo hicieron y llevaron a cabo el comunismo, el socialismo sovietizante de Largo Caballero, el fascismo y el nazismo. Los nuevos votantes de la llamada ultraderecha, lepenistas incluidos, son nacionalistas, consideran que el estado nación es un ámbito de libertad y seguridad que hay que mantener y defender, creen que las fronteras deben ser seguras, son partidarios de la Unión Europea pero de otra Unión Europea, sus programas económicos son más bien liberales, defienden la familia, la tradición cristiana de Europa y no cuestionan el multipartidismo ni las elecciones".
Sin la menor duda, son menos peligrosos de lo que dicen. En España, esa presunta "ultraderecha" está representada por VOX, un partido que no soportan ni el PP, ni el PSOE, ni Ciudadanos, ni Podemos, ni los nacionalistas radicales vascos y catalanes porque pone en cuestión el corrupto sistema que han impuesto a España, rechaza las autonomías, a las que considera, con razón, fuente de corrupción, abuso de poder y ruptura de España, considera insoportable la marginación de los jóvenes, quiere defender las fronteras y las tradiciones europeas frente a una invasión desordenada de emigrantes, reivindica con pasión un amor a la nación y a sus símbolos y apuesta claramente por la regeneración de la vida política, justo lo contrario de lo que desean los viejos partidos en declive.
VOX y la mayoría de las nuevas derechas europeas no son peligrosas o al menos no son tan peligrosas como los viejos partidos que están llevando a los pueblos hacia el fracaso y el divorcio entre políticos y ciudadanos. El programa de VOX podría ser votado por cualquier ciudadano que milite en el PSOE, en el PP o en Ciudadanos, pero lo rechazan simplemente porque temen que la llegada de VOX signifique la ruina de los viejos partidos fracasados.
El gran acierto de la nueva derecha es que es una "derecha real", algo que los partidos tradicionales, contaminados de socialdemocracia y leninismo, habían olvidado. Quieren menos impuestos, más libertades individuales, menos despilfarro, más amor a la patria, mas protección de los débiles y un poder que esté realmente al servicio de los deseos y aspiraciones de los ciudadanos, control de la inmigración, menos impuestos, menos burocracia, menos políticos, menos abuso de poder, menos televisiones públicas, menos chiringuitos inútiles al servicio de los políticos, prohibición de partidos que odien a España, menos despilfarro, etc, etc.
La nueva derecha, que no es la "extrema derecha", está llegando para quedarse y se quedará no sólo por méritos propios, sino, sobre todo, porque los viejos partidos han fracasado y han perdido el favor de los ciudadanos, sobre todo de los demócratas y decentes.
Francisco Rubiales
Puede que los nuevos partidos sean parecidos a los viejos y que pronto terminen como ellos, corrompidos y ajenos al ciudadano, pero hoy, ante la decepción que generan los viejos, millones de europeos los reciben con ilusión y esperanza.
Etiquetar como de “extrema derecha” a partidos que son solo de una derecha diferente, quizás más limpia y sin contaminaciones leninistas autoritarias, es una de las peores canalladas de la clase política que controla el poder en el mundo, encuadrada en una falsa democracia y habituada a gobernar de espaldas al pueblo, a atiborrarse de impuestos, a bañarse en la corrupción y el abuso de poder y a vivir en el lujo, el privilegio y la abundancia.
Esa gran conspiración contra la nueva derecha está encabezada hoy por los que controlan la Unión Europea, una congregación de políticos privilegiados que han aplastado la "Europa de los ciudadanos" y de los pueblos, construyendo en su lugar la corrupta y abusiva "Europa de los políticos y los funcionarios".
Aquella Europa que se proclamaba “de los ciudadanos” y que ha terminado siendo la ”Europa de los políticos”, corrompida, alejada de sus pueblos y con eurodiputados que ganan más de 15.000 euros al mes y contratan a sus esposas e hijos como asistentes, siempre pagados por el Europarlamento, ve acercarse su ruina y, para defenderse y prorrogar sus lujos y privilegios, acusa a los nuevos partidos políticos de derecha, que surgen llenos de patriotismo y limpieza, de ser formaciones peligrosas de “extrema derecha”, cuando en realidad son únicamente partidos distintos, de una derecha diferente y no contaminada de socialdemocracia, que luchan por regenerar la pocilga europea.
Es difícil explicarlo mejor que el lúcido pensador Guillermo Cortazar, cuando dice:
"La ultraderecha europea, ¿es ultraderecha? Tengo unas dudas razonables. El Brexit, las recientes elecciones suecas, los gobiernos de Italia, Austria y Hungría sacan del mapa político a la socialdemocracia y ponen en un brete a los democristianos. Si no hacemos caso a la propaganda de izquierdas, no observo en la llamada ultraderecha un cuestionamiento básico del sistema demoliberal, como en su día lo hicieron y llevaron a cabo el comunismo, el socialismo sovietizante de Largo Caballero, el fascismo y el nazismo. Los nuevos votantes de la llamada ultraderecha, lepenistas incluidos, son nacionalistas, consideran que el estado nación es un ámbito de libertad y seguridad que hay que mantener y defender, creen que las fronteras deben ser seguras, son partidarios de la Unión Europea pero de otra Unión Europea, sus programas económicos son más bien liberales, defienden la familia, la tradición cristiana de Europa y no cuestionan el multipartidismo ni las elecciones".
Sin la menor duda, son menos peligrosos de lo que dicen. En España, esa presunta "ultraderecha" está representada por VOX, un partido que no soportan ni el PP, ni el PSOE, ni Ciudadanos, ni Podemos, ni los nacionalistas radicales vascos y catalanes porque pone en cuestión el corrupto sistema que han impuesto a España, rechaza las autonomías, a las que considera, con razón, fuente de corrupción, abuso de poder y ruptura de España, considera insoportable la marginación de los jóvenes, quiere defender las fronteras y las tradiciones europeas frente a una invasión desordenada de emigrantes, reivindica con pasión un amor a la nación y a sus símbolos y apuesta claramente por la regeneración de la vida política, justo lo contrario de lo que desean los viejos partidos en declive.
VOX y la mayoría de las nuevas derechas europeas no son peligrosas o al menos no son tan peligrosas como los viejos partidos que están llevando a los pueblos hacia el fracaso y el divorcio entre políticos y ciudadanos. El programa de VOX podría ser votado por cualquier ciudadano que milite en el PSOE, en el PP o en Ciudadanos, pero lo rechazan simplemente porque temen que la llegada de VOX signifique la ruina de los viejos partidos fracasados.
El gran acierto de la nueva derecha es que es una "derecha real", algo que los partidos tradicionales, contaminados de socialdemocracia y leninismo, habían olvidado. Quieren menos impuestos, más libertades individuales, menos despilfarro, más amor a la patria, mas protección de los débiles y un poder que esté realmente al servicio de los deseos y aspiraciones de los ciudadanos, control de la inmigración, menos impuestos, menos burocracia, menos políticos, menos abuso de poder, menos televisiones públicas, menos chiringuitos inútiles al servicio de los políticos, prohibición de partidos que odien a España, menos despilfarro, etc, etc.
La nueva derecha, que no es la "extrema derecha", está llegando para quedarse y se quedará no sólo por méritos propios, sino, sobre todo, porque los viejos partidos han fracasado y han perdido el favor de los ciudadanos, sobre todo de los demócratas y decentes.
Francisco Rubiales
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