Todos estos, mas Pedro Sánchez, que es el más ineficaz de todos, son los culpables del fracaso actual de España, incluyendo el desastre en la gestión del coronavirus
Los fracasos del gobierno español se suceden a ritmo de vértigo: compra de test que no funcionan, hospitales sin medios, sanitarios contagiados por carecer de trajes de protección, mascarillas y guantes, miles de muertos porque el gobierno retrasó las medidas drásticas para permitir la orgía feminista del 8 de marzo y gente que se muere a chorros en los hospitales porque no hay respiradores. A todo ese desastre de gobierno se agregan más estupideces y errores que en conjunto resultan mortales: infección masiva y muertes insoportables del personal sanitario, del que el país depende, nula empatía entre el gobierno y el pueblo, enfrentamientos entre ciudadanos impulsados desde los partidos, falta de preparación y de capacidad en los ministerios, caos y "sálvese quien pueda" en las comunidades autónomas y una lucha a muerte en las redes sociales, también propiciada por el gobierno y sus partidos, cuyo objetivo es desacreditar a la derecha y culparla de lo que está ocurriendo en España, un verdadero desastre que el mundo ya reconoce a través de una prensa mundial enormemente crítica, que acusa a España de poseer un liderazgo de sainete, al frente del cual se encuentra el dúo siniestro y torpe formado por Sánchez e Iglesias, de los que se sospecha que también están infectados y lo ocultan.
La llamada de socorro a la OTAN lanzada por el gobierno español, un colectivo presa de la histeria y de los nervios que proyecta inseguridad y desconfianza, es patética y demuestra que los dirigentes españoles han perdido los papeles, no encuentran la salida del atolladero y no saben hacer otra cosa que mentir, engañar y utilizar la propaganda como un martillo.
Pero esta guerra contra el coronavirus no se gana con propaganda, ni con medios de comunicación comprados, ni con privilegios para los poderosos, ni siquiera con el habitual expolio fiscal, sino con algo que el gobierno español no tiene: eficacia y solvencia.
Para millones de españoles, para cualquier observador y analista no comprado y para la comunidad internacional, es evidente que la actuación de los gobernantes españoles ante la epidemia del COVID-19 está siendo de la más absoluta irresponsabilidad en el ámbito sanitario, en el económico y en el social, limitándose a grandilocuentes discursos y a un error tras otro. Las consecuencias de ese mal gobierno pueden ser catastróficas. España ha elegido paralizar su economía para salvar vidas, pero, por causa de la ineficacia y la torpeza, ni salva vidas, ni preserva su economía. El final, en el peor de los escenarios, es un país hundido, que será rescatado o no por sus socios europeos, y que, lleno de infectados, muertos y con una población aterrorizada, caerá en la ruina y en la desintegración.
Empeñados en luchas partidistas durante muchos años, los políticos, tanto en la izquierda como en la derecha y en el nacionalismo vasco y catalán, han jugado con la educación, con la sanidad y con los servicios esenciales del Estado de Derecho, de los que detraían recursos constantemente para incrementar sus privilegios, nutrir con amigos las filas de mantenidos por el Estado y reforzar cada día más su capacidad de enriquecerse en la política, de comprar voluntades, de corromper y de reforzar su poder.
Esa clase política, destrozada moral y profesionalmente por la corrupción, el hedonismo y el abuso de poder, no sabe ahora como hacer frente al desafío del coronavirus y conduce a la nación hacia el fracaso y la derrota.
La sanidad pública española, que llegó a ser de las mejores del mundo, está hoy herida de muerte por el desabastecimiento, las luchas entre partidos, la invasión de los políticos en los cargos directivos, la falta de inversión y la falta de cuidado y mimo a los grandes profesionales, que son la única pieza eficaz que sigue manteniendo el edificio sanitario.
La verdad pura y dura es que el PP aplicó criterios de austeridad que el PSOE ha mantenido y que CS y VOX, allí donde donde gobiernan, no han transformado en austeridad política e incremento en la inversión de los servicios. Todos, sin excepción, demuestran más interés por el poder que por la mejora de los servicios y el engrandecimiento de la nación.
Es mentira que la culpa de la caída de la sanidad se deba a los recortes de hace un par de años. La caída de la calidad en la sanidad pública es paralela e idéntica a la caída de casi todo lo que era España en el pasado: la democracia, la fortaleza de las clases medias, la fuerza de la industria, el Estado de Bienestar, la eficacia de la Justicia, la igualdad, la cohesión territorial, el concepto de unidad y los valores en general, todo destrozado por la peor plaga que ha asolado a España a lo largo de su historia: la clase política.
Francisco Rubiales
La llamada de socorro a la OTAN lanzada por el gobierno español, un colectivo presa de la histeria y de los nervios que proyecta inseguridad y desconfianza, es patética y demuestra que los dirigentes españoles han perdido los papeles, no encuentran la salida del atolladero y no saben hacer otra cosa que mentir, engañar y utilizar la propaganda como un martillo.
Pero esta guerra contra el coronavirus no se gana con propaganda, ni con medios de comunicación comprados, ni con privilegios para los poderosos, ni siquiera con el habitual expolio fiscal, sino con algo que el gobierno español no tiene: eficacia y solvencia.
Para millones de españoles, para cualquier observador y analista no comprado y para la comunidad internacional, es evidente que la actuación de los gobernantes españoles ante la epidemia del COVID-19 está siendo de la más absoluta irresponsabilidad en el ámbito sanitario, en el económico y en el social, limitándose a grandilocuentes discursos y a un error tras otro. Las consecuencias de ese mal gobierno pueden ser catastróficas. España ha elegido paralizar su economía para salvar vidas, pero, por causa de la ineficacia y la torpeza, ni salva vidas, ni preserva su economía. El final, en el peor de los escenarios, es un país hundido, que será rescatado o no por sus socios europeos, y que, lleno de infectados, muertos y con una población aterrorizada, caerá en la ruina y en la desintegración.
Empeñados en luchas partidistas durante muchos años, los políticos, tanto en la izquierda como en la derecha y en el nacionalismo vasco y catalán, han jugado con la educación, con la sanidad y con los servicios esenciales del Estado de Derecho, de los que detraían recursos constantemente para incrementar sus privilegios, nutrir con amigos las filas de mantenidos por el Estado y reforzar cada día más su capacidad de enriquecerse en la política, de comprar voluntades, de corromper y de reforzar su poder.
Esa clase política, destrozada moral y profesionalmente por la corrupción, el hedonismo y el abuso de poder, no sabe ahora como hacer frente al desafío del coronavirus y conduce a la nación hacia el fracaso y la derrota.
La sanidad pública española, que llegó a ser de las mejores del mundo, está hoy herida de muerte por el desabastecimiento, las luchas entre partidos, la invasión de los políticos en los cargos directivos, la falta de inversión y la falta de cuidado y mimo a los grandes profesionales, que son la única pieza eficaz que sigue manteniendo el edificio sanitario.
La verdad pura y dura es que el PP aplicó criterios de austeridad que el PSOE ha mantenido y que CS y VOX, allí donde donde gobiernan, no han transformado en austeridad política e incremento en la inversión de los servicios. Todos, sin excepción, demuestran más interés por el poder que por la mejora de los servicios y el engrandecimiento de la nación.
Es mentira que la culpa de la caída de la sanidad se deba a los recortes de hace un par de años. La caída de la calidad en la sanidad pública es paralela e idéntica a la caída de casi todo lo que era España en el pasado: la democracia, la fortaleza de las clases medias, la fuerza de la industria, el Estado de Bienestar, la eficacia de la Justicia, la igualdad, la cohesión territorial, el concepto de unidad y los valores en general, todo destrozado por la peor plaga que ha asolado a España a lo largo de su historia: la clase política.
Francisco Rubiales
Comentarios: