Muchos países se han hundido por acosar desde el poder a esas clases medias que actúan como colchón amortiguador y que impiden los cambios bruscos y los estallidos violentos. En España, el castigo del gobierno a las clases medias y a la gente bien educada, formada y pensante está alcanzando extremos suicidas. Los españoles armados de valores y dispuestos a trabajar duro cada día son menos, mientras los energúmenos crecen como la espuma, ante la imbécil alegría y satisfacción suicida de unos partidos políticos que prefieren gobernar sobre manadas de becerros atolondrados que sobre ciudadanos pensantes.
Esos palurdos descerebrados, salidos de un sistema educativo incapaz de formar a hombres y mujeres de verdad, son los que están llenando las calles de radicalismo y violencia, los que queman banderas de España, los que abren cabezas a estacazos en las calles, los que votan extremismo, los que exigen siempre mas gasto del Estado en ayudas y subvenciones, los que odian las raíces cristianas y los que parecen estar dispuestos a todo menos a armarse de valores y contribuir con el trabajo al progreso de la nación.
Esa chusma peligrosa es la peor obra de esa clase política española inconsciente, dedicada al endeudamiento, al despilfarro y a blindar sus privilegios mientras expolian a la ciudadanía, cometiendo el que es, probablemente, el mayor y más temerario desatino de una clase política en toda Europa.
Los verdaderos promotores de los dramas venezolanos en España, mas que los líderes chavistas de Podemos, son los políticos de los viejos partidos gobernantes, que fabrican palurdos y que asesinan a diario la esperanza, la justicia y la democracia.
Es lo mismo que le ha ocurrido a Venezuela, que ahora está en manos de palurdos y descerebrados, capitaneados por un indigente intelectual llamado Maduro, al que siguen con fe y sostienen en el poder multitudes de mal educados, faltos de formación, insolventes, desheredados y masas violentas chavistas, cargadas de rencor, todo ellos fruto de la corrupción que sembraron y cultivaron los viejos partidos que se decían democráticos, Adecos y Copeyanos, con presidentes tan corruptos como Carlos Andrés Pérez, el gran amigo de Felipe González, y otros de similar pelaje.
España, si nadie lo remedia, podría estar pronto en manos de un Maduro y de multitudes descerebradas y rencorosas, dueñas de las calles y cargadas de violencia, criadas en los pechos de la actual corrupción y falsa democracia, de gobiernos que se han dedicado a expulsar a los ciudadanos de la política, de esquilmarlos con impuestos abusivos, de liquidar las clases medias, de bajar la calidad de la enseñanza, de llenar las universidades de profetas del odio y de la revancha, de cercenar la esperanza de los jóvenes y de generar tanta desigualdad y asco que han construido una sociedad donde los tres personajes más ricos de la España actual poseen más riqueza que el 30 por ciento de la población más pobre, nada menos que de 14 millones de personas.
Cuando España alcance el nivel de Venezuela, los sociólogos dirán que el desastre fue consecuencia de la corrupción galopante y de gobiernos tan ineptos y miserables que olvidaron la esencia de la política, que es el servicio al ciudadano, a la verdad y al bien común, para abrazar los privilegios, las ventajas y una forma de gobernar que sólo conserva de la democracia la apertura de las urnas.
Los politólogos explicarán a los estudiosos del "desastre español" que los culpables del hundimiento no fueron extraterrestres verdes, ni demonios ardientes y con cuernos, ni expresidiarios llenos de odio, sino simples políticos españoles que, atiborrados de egoísmo, codicia y privilegios inmerecidos, prostituyeron la democracia, eliminaron los controles al poder, embrutecieron a los ciudadanos y gobernaron sin corazón y sin cerebro, anteponiendo sus propios intereses, una y otra vez, al bien común y conviviendo con la corrupción como si fuera su barragana preferida.
El mundo que ellos nos han creado produce demasiados palurdos, boludos, cobardes y millones de ignorantes sin educación ni valores, gente que le tiene pánico al esfuerzo pero que se consideran dueños del país y que hasta han llegado a promover una campaña para vengarse de los ancianos "quitándoles las pensiones" como ellos nos han arrebatado a nosotros el futuro.
Son tan torpes que no saben que los ancianos también son víctimas del sistema porque los gobernantes les han dejado sin seguridad ni esperanza, con sus pensiones en peligro, con el país arruinado, mientras ellos, los políticos, blindados por leyes injustas y defendidos por policías sin alma y periodistas de la mentira, eran intocables, invencibles e inalcanzables, sin tener que rendir cuentas jamás por sus desmanes y estragos.
Cuando España estalle, la mayoría de los sátrapas dirán que ellos "no sabían nada" o, como aquellos llorosos nazis derrotados de 1945, que sólo "cumplíamos órdenes".
Pero a la España vieja y noble que llegó a dominar el mundo y a realizar gestas que todavía resultan incomprensibles la habrán asesinado para siempre.
Francisco Rubiales
Esos palurdos descerebrados, salidos de un sistema educativo incapaz de formar a hombres y mujeres de verdad, son los que están llenando las calles de radicalismo y violencia, los que queman banderas de España, los que abren cabezas a estacazos en las calles, los que votan extremismo, los que exigen siempre mas gasto del Estado en ayudas y subvenciones, los que odian las raíces cristianas y los que parecen estar dispuestos a todo menos a armarse de valores y contribuir con el trabajo al progreso de la nación.
Esa chusma peligrosa es la peor obra de esa clase política española inconsciente, dedicada al endeudamiento, al despilfarro y a blindar sus privilegios mientras expolian a la ciudadanía, cometiendo el que es, probablemente, el mayor y más temerario desatino de una clase política en toda Europa.
Los verdaderos promotores de los dramas venezolanos en España, mas que los líderes chavistas de Podemos, son los políticos de los viejos partidos gobernantes, que fabrican palurdos y que asesinan a diario la esperanza, la justicia y la democracia.
Es lo mismo que le ha ocurrido a Venezuela, que ahora está en manos de palurdos y descerebrados, capitaneados por un indigente intelectual llamado Maduro, al que siguen con fe y sostienen en el poder multitudes de mal educados, faltos de formación, insolventes, desheredados y masas violentas chavistas, cargadas de rencor, todo ellos fruto de la corrupción que sembraron y cultivaron los viejos partidos que se decían democráticos, Adecos y Copeyanos, con presidentes tan corruptos como Carlos Andrés Pérez, el gran amigo de Felipe González, y otros de similar pelaje.
España, si nadie lo remedia, podría estar pronto en manos de un Maduro y de multitudes descerebradas y rencorosas, dueñas de las calles y cargadas de violencia, criadas en los pechos de la actual corrupción y falsa democracia, de gobiernos que se han dedicado a expulsar a los ciudadanos de la política, de esquilmarlos con impuestos abusivos, de liquidar las clases medias, de bajar la calidad de la enseñanza, de llenar las universidades de profetas del odio y de la revancha, de cercenar la esperanza de los jóvenes y de generar tanta desigualdad y asco que han construido una sociedad donde los tres personajes más ricos de la España actual poseen más riqueza que el 30 por ciento de la población más pobre, nada menos que de 14 millones de personas.
Cuando España alcance el nivel de Venezuela, los sociólogos dirán que el desastre fue consecuencia de la corrupción galopante y de gobiernos tan ineptos y miserables que olvidaron la esencia de la política, que es el servicio al ciudadano, a la verdad y al bien común, para abrazar los privilegios, las ventajas y una forma de gobernar que sólo conserva de la democracia la apertura de las urnas.
Los politólogos explicarán a los estudiosos del "desastre español" que los culpables del hundimiento no fueron extraterrestres verdes, ni demonios ardientes y con cuernos, ni expresidiarios llenos de odio, sino simples políticos españoles que, atiborrados de egoísmo, codicia y privilegios inmerecidos, prostituyeron la democracia, eliminaron los controles al poder, embrutecieron a los ciudadanos y gobernaron sin corazón y sin cerebro, anteponiendo sus propios intereses, una y otra vez, al bien común y conviviendo con la corrupción como si fuera su barragana preferida.
El mundo que ellos nos han creado produce demasiados palurdos, boludos, cobardes y millones de ignorantes sin educación ni valores, gente que le tiene pánico al esfuerzo pero que se consideran dueños del país y que hasta han llegado a promover una campaña para vengarse de los ancianos "quitándoles las pensiones" como ellos nos han arrebatado a nosotros el futuro.
Son tan torpes que no saben que los ancianos también son víctimas del sistema porque los gobernantes les han dejado sin seguridad ni esperanza, con sus pensiones en peligro, con el país arruinado, mientras ellos, los políticos, blindados por leyes injustas y defendidos por policías sin alma y periodistas de la mentira, eran intocables, invencibles e inalcanzables, sin tener que rendir cuentas jamás por sus desmanes y estragos.
Cuando España estalle, la mayoría de los sátrapas dirán que ellos "no sabían nada" o, como aquellos llorosos nazis derrotados de 1945, que sólo "cumplíamos órdenes".
Pero a la España vieja y noble que llegó a dominar el mundo y a realizar gestas que todavía resultan incomprensibles la habrán asesinado para siempre.
Francisco Rubiales
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