Recientemente, en Rio de Janeiro, una joven empresaria de la moda, Yasmin Brunet, fue asaltada en la rambla de Ipanema, uno de los puntos más simbólicos y considerados más seguros de esa ciudad. En declaraciones reproducidas por el periódico “O Globo”, la joven Yasmin, con notable percepción, describió los movimientos en cámara lenta que se dieron en su mente durante y después del asalto, destacando la naturalidad con que ella tomó el hecho de ser robada y la incapacidad de indignarse que percibió en sí misma: “¿Hasta qué punto llegaron las cosas para que una víctima acepte con naturalidad que alguien robe sus pertenencias? "El asaltante me robó y hasta me machucó, pero no conseguí indignarme”, dijo la joven empresaria, que añadió: “Tal vez por el hecho de vivir en Río de Janeiro, uno ya espera que pueda ser víctima de un asalto; entonces, eso deja de producir conmoción”.
En España está ocurriendo algo parecido: estamos tan habituados a vivir en una democracia degradada y a ser maltratados y malgobernados por ineptos y corruptos que ni siquiera ya nos indigna que los partidos y sus políticos dejen de ser demócratas, nos construyan una sociedad injusta, nos mientan, nos estafen y nos acribillen con impuestos.
La falsa democracia española está dejando de producir indignados y comienza a producir robots que aceptan la esclavitud y la vejación ciudadana como algo natural. Estamos llegando, probablemente, a uno de los niveles mas altos en degradación cívica.
Arnaldo Otegui dijo recientemente que los ciudadanos "tienen derecho a tener un Estado decente". Aunque Otegui sea un perfecto ejemplo de indignidad e indecencia por su vinculación con la sangre, se trata de una afirmación con hondo contenido de verdad. La falta de decencia del Estado, que es la institución poderosa que el hombre ha ideado para que mejore sus vidas y organice la convivencia, es una fuente insoportable de deterioro y degradación, así como la principal causa de la corrupción, del independentismo y de otros muchos dramas.
Hasta que no tengamos en España un Estado decente, no cesarán los problemas. Por eso, los principales culpables del independentismo, de la corrupción y del deterioro de la convivencia son personajes como Zapatero y Rajoy, que han gobernado generando injusticia y envileciendo al Estado.
El espectáculo ofrecido por los políticos a la sociedad en las semanas posteriores a las elecciones del 20 de diciembre han causado a España un daño terrible que tendrá reflejo en las urnas, en la convivencia y en la cohesión. Después de las ambiciones exhibidas, las peleas de gallos, las indecencias, los egoísmos, la arrogancia y la incapacidad de dialogar y de anteponer los intereses de los españoles a los mezquinos y rastreros intereses de los partidos, ¿A quien le interesa seguir perteneciendo a este país?
La sensación de que, en manos de estos políticos, España no tiene remedio, es cada día más fuerte y sólida.
España ha pasado de la euforia por ser demócratas, que se produjo tras la muerte de Franco, a la posterior decepción por el deterioro del sistema, deslizándonos hacia la indignación ante la corrupción y terminando ahora en la desesperación y la rabia ante el dominio del país por parte de ineptos, canallas y corruptos.
Francisco Rubiales
En España está ocurriendo algo parecido: estamos tan habituados a vivir en una democracia degradada y a ser maltratados y malgobernados por ineptos y corruptos que ni siquiera ya nos indigna que los partidos y sus políticos dejen de ser demócratas, nos construyan una sociedad injusta, nos mientan, nos estafen y nos acribillen con impuestos.
La falsa democracia española está dejando de producir indignados y comienza a producir robots que aceptan la esclavitud y la vejación ciudadana como algo natural. Estamos llegando, probablemente, a uno de los niveles mas altos en degradación cívica.
Arnaldo Otegui dijo recientemente que los ciudadanos "tienen derecho a tener un Estado decente". Aunque Otegui sea un perfecto ejemplo de indignidad e indecencia por su vinculación con la sangre, se trata de una afirmación con hondo contenido de verdad. La falta de decencia del Estado, que es la institución poderosa que el hombre ha ideado para que mejore sus vidas y organice la convivencia, es una fuente insoportable de deterioro y degradación, así como la principal causa de la corrupción, del independentismo y de otros muchos dramas.
Hasta que no tengamos en España un Estado decente, no cesarán los problemas. Por eso, los principales culpables del independentismo, de la corrupción y del deterioro de la convivencia son personajes como Zapatero y Rajoy, que han gobernado generando injusticia y envileciendo al Estado.
El espectáculo ofrecido por los políticos a la sociedad en las semanas posteriores a las elecciones del 20 de diciembre han causado a España un daño terrible que tendrá reflejo en las urnas, en la convivencia y en la cohesión. Después de las ambiciones exhibidas, las peleas de gallos, las indecencias, los egoísmos, la arrogancia y la incapacidad de dialogar y de anteponer los intereses de los españoles a los mezquinos y rastreros intereses de los partidos, ¿A quien le interesa seguir perteneciendo a este país?
La sensación de que, en manos de estos políticos, España no tiene remedio, es cada día más fuerte y sólida.
España ha pasado de la euforia por ser demócratas, que se produjo tras la muerte de Franco, a la posterior decepción por el deterioro del sistema, deslizándonos hacia la indignación ante la corrupción y terminando ahora en la desesperación y la rabia ante el dominio del país por parte de ineptos, canallas y corruptos.
Francisco Rubiales
Comentarios: