La democracia está gravemente enferma, pero el filósofo belga David van Reybrouck propone que se sorteen algunos puestos públicos y responsabilidades de gobierno como forma de superar la crisis política e institucional y la pérdida de confianza de los ciudadanos. Los atenienses ya lo hacían cuando inventaron la democracia, pero ahora se oponen a ese sistema los partidos políticos, organizaciones tan codiciosas y avaras de poder que quieren todos los puestos y cargos públicos para ellos y nada para la ciudadanía, a la que han expulsado de la política.
Es probable que ese filósofo, si en lugar de ser belga fuera español y tuviera que padecer la democracia-basura española, en lugar de proponer que se sorteen los puestos de senadores propondría que se sortearan todos, como hacían los atenienses, que sólo designaban a dedo a los grandes jueces y a los comandantes supremos de la flota y del ejército.
En todos mis ensayos publicados sobre regeneración democrática, sobre todo en "Políticos, los nuevos amos" y "Democracia Severa", he recomendado el sorteo como remedio eficaz para regenerar la democracia. Los políticos se oponen porque quieren todo para ellos y utilizan el falso argumento de que el sorteo puede permitir que accedan a cargos públicos de importancia sinvergüenzas, corruptos y gente poco preparada, cuando eso es lo que está ocurriendo hoy con los partidos políticos convertidos en proveedores exclusivos de cargos públicos.
Los partidos ya no son fiables como proveedores de líderes en democracia. En España, el drama es todavía mayor porque los partidos no sólo son fábricas de ineptos y de gente poco capacitada para ser demócrata, sino que, además, se han convertido en las organizaciones con más densidad de delincuentes en sus filas, sólo superadas, por el momento, por la banda terrorista ETA. Si se consideran los políticos condenados e imputados, los dos grandes partidos ya han superado a ETA por el número de delitos, aunque no por la gravedad de los mismos.
Así que la idea del filósofo belga no sólo no es temeraria sino que resulta prudente porque es más que probable que un sorteo de ciudadanos con algunos requisitos, como preparación profesional, títulos académicos, solvencia ética y experiencia, ofrezca muchas mas garantías que el actual sistema, que ha aportado demasiados ineptos, corruptos y hasta delincuentes al liderazgo.
La nueva democracia en el siglo XXI tiene que recuperar los valores democráticos abandonados, entre ellos tener gobiernos que necesitan de la adhesión ciudadana continua y que si la pierden, deben abandonar el poder, un sistema inviolable para que queden garantizadas la participación ciudadana en las decisiones, la igualdad ante la ley, el control de los políticos y de sus partidos, mayores exigencias a los representantes y cargos públicos y una envoltura ética que cubra todo lo público. Los ciudadanos y no los esclavos tendrán cabida en la política de este siglo porque "la política es demasiado importante para que la gestionen los políticos".
La "revocabilidad permanente" es una de las mas viejas aspiraciones de los que defendemos la democracia auténtica y rechazamos la democracia degradada y manipulada que han impuesto los políticos, solo porque les conviene a ellos y les permite gobernar sin trabas. La revocabilidad de los cargos es un mecanismo vital de control democrático de los cargos electos, sin el cual la democracia adquiere tintes de dictadura camuflada.
La actual democracia, que fue ideada como un gobierno de ciudadanos, ha terminado siendo un gobierno de partidos.
El sorteo de cargos y responsabilidades no es la panacea, pero sí sería un avance con relación al actual sistema, en el que los partidos están tan podridos y dañados que no garantizan que los cargos públicos y las responsabilidades de gobierno sean ocupados por personas decentes, preparadas, moralmente solventes y eficaces.
Francisco Rubiales
Es probable que ese filósofo, si en lugar de ser belga fuera español y tuviera que padecer la democracia-basura española, en lugar de proponer que se sorteen los puestos de senadores propondría que se sortearan todos, como hacían los atenienses, que sólo designaban a dedo a los grandes jueces y a los comandantes supremos de la flota y del ejército.
En todos mis ensayos publicados sobre regeneración democrática, sobre todo en "Políticos, los nuevos amos" y "Democracia Severa", he recomendado el sorteo como remedio eficaz para regenerar la democracia. Los políticos se oponen porque quieren todo para ellos y utilizan el falso argumento de que el sorteo puede permitir que accedan a cargos públicos de importancia sinvergüenzas, corruptos y gente poco preparada, cuando eso es lo que está ocurriendo hoy con los partidos políticos convertidos en proveedores exclusivos de cargos públicos.
Los partidos ya no son fiables como proveedores de líderes en democracia. En España, el drama es todavía mayor porque los partidos no sólo son fábricas de ineptos y de gente poco capacitada para ser demócrata, sino que, además, se han convertido en las organizaciones con más densidad de delincuentes en sus filas, sólo superadas, por el momento, por la banda terrorista ETA. Si se consideran los políticos condenados e imputados, los dos grandes partidos ya han superado a ETA por el número de delitos, aunque no por la gravedad de los mismos.
Así que la idea del filósofo belga no sólo no es temeraria sino que resulta prudente porque es más que probable que un sorteo de ciudadanos con algunos requisitos, como preparación profesional, títulos académicos, solvencia ética y experiencia, ofrezca muchas mas garantías que el actual sistema, que ha aportado demasiados ineptos, corruptos y hasta delincuentes al liderazgo.
La nueva democracia en el siglo XXI tiene que recuperar los valores democráticos abandonados, entre ellos tener gobiernos que necesitan de la adhesión ciudadana continua y que si la pierden, deben abandonar el poder, un sistema inviolable para que queden garantizadas la participación ciudadana en las decisiones, la igualdad ante la ley, el control de los políticos y de sus partidos, mayores exigencias a los representantes y cargos públicos y una envoltura ética que cubra todo lo público. Los ciudadanos y no los esclavos tendrán cabida en la política de este siglo porque "la política es demasiado importante para que la gestionen los políticos".
La "revocabilidad permanente" es una de las mas viejas aspiraciones de los que defendemos la democracia auténtica y rechazamos la democracia degradada y manipulada que han impuesto los políticos, solo porque les conviene a ellos y les permite gobernar sin trabas. La revocabilidad de los cargos es un mecanismo vital de control democrático de los cargos electos, sin el cual la democracia adquiere tintes de dictadura camuflada.
La actual democracia, que fue ideada como un gobierno de ciudadanos, ha terminado siendo un gobierno de partidos.
El sorteo de cargos y responsabilidades no es la panacea, pero sí sería un avance con relación al actual sistema, en el que los partidos están tan podridos y dañados que no garantizan que los cargos públicos y las responsabilidades de gobierno sean ocupados por personas decentes, preparadas, moralmente solventes y eficaces.
Francisco Rubiales
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